Error

La curiosa pelirroja se dirigió a la habitación de su hermano adoptado tarareando una canción que pasaba por su mente. Sus amigos y novia ya no estaban allí por lo que buscó a Carl por aburrimiento.
Al asomarse al dormitorio lo encontró despierto delante de una pizarra, con tiza en mano llenando todo el espacio posible. En el escritorio vio una gema con forma de corazón a la que no le dio tanta importancia.

Verlo de esa forma le dieron ganas de molestarlo.

Se acercó sigilosamente y cuando estuvo a su lado su atención fue para todos los cálculos, figuras y escritos. Sobre todo al nombre de Ricochet escrito como titulo.

¿Qué es esto? – miró confundida de Carl a la pizarra preguntándose de donde sacaba tantos números.

Es lo que ves. – intentó ignorarla para no perder el ritmo. Había tenía dificultades en hacerlos mentalmente y eso lo tenía de mal humor.

¿Qué es esto? – insistió.

Estoy calculando las probabilidades que poseo para que Ricochet me corresponda.

¿¡Estas que!? – furiosa, le arrebató el trozo de tiza, la partió y la tiró al piso – ¡Así no es como funciona! – gritó sintiendo que todos sus intentos para que el robot comprendiera ese sentimiento habían fallado.

¡Mi tiza! – miró molesto a su hermana – ¿¡Por que hiciste eso!? ¡Era la ultima que me quedaba!

Olvídate de tu tiza y olvida tus cálculos. – agarró el borrador y lo pasó por encima de la pizarra borrando cada uno de los cálculos que había hecho Carl.

¡No! ¡Detente! – tomó el brazo de la pelirroja deteniéndola pero esta pasó el borrador a su otra mano acabando con lo ultimó escrito por más que el de menor estatura le rogara.

Carl la soltó y observó rendido como ya no quedaba nada en la pizarra. No le dirigió la mirada a su hermana por no querer seguir gritando. Podía volver a hacerlos una vez que la pelirroja se fuera de su habitación.

¿Piensas aprender lo que es el amor de esta forma? – dejó el borrador en su lugar junto a la pizarra y se acercó a Carl – El amor no puede ser calculado.

Quizás si hay una forma de entenderlo de la forma que yo sé. – miró con odio a Jessie – Para ti es mucho más fácil pero para mi no.

Esta sigue sin ser forma para entenderlo.

No conozco que es lo que llaman amor. Me parece algo imperfecto e innecesario. Ni siquiera me deja pensar con claridad.

No tienes porque entenderlo en este mismo instante. Tu solo estas torturándote. Podrías ir descubriéndolo de a poco pero te vas por el camino más difícil. – Carl se queda callado dejando que hable – Quizás deberías de darle tiempo. No quiero tener que arreglarte cuando estalles por sobreexigirte.

Ya ha pasado demasiado tiempo. ¿Tengo que esperar aun más?

No te creo que haya pasado tanto tiempo.

He pasado el total de mil dieciséis horas, veintiocho minutos y cincuenta y nueve segundos junto a Ricochet.

Eso sería en total… – intenta calcularlo mentalmente – ¿cuarenta y dos días? – Carl asiente no tan alegre por los cálculos no exactos de la humana – No sabía que había pasado tanto. – ríe nerviosa – Esto tardó más de lo que esperaba. – susurra aun así siendo escuchada.

¿A que te refieres?

Rico comprendió que era el amor en trece días.

¿¡Fue mejor que yo en esto!?

No quizás sea porque es más viejo. – intentó armar una excusa pero no se le ocurrió nada convincente.

¡Ese es el problema! Yo pertenezco a uno de los modelos mas recientes. Se supone que debo de ser capaz de realizar mis tareas de manera eficiente. Aparte de tener un avanzado conocimiento de la vida humana y lo relacionado a ella. – de repente se detiene y se llena de temor – ¿Estoy defectuoso? Es eso ¿No?

¿Que? Carl, no es así. No estas defectuoso es solo que… – al verlo de esa forma no se le ocurre una explicación para calmarlo. Carl cree en lo peor al verla pensativa.

Bien, si. Tranquilo, Carl, todo esta bien. Sigues siendo el mejor robot que haya pisado este pueblo. – sigue hablando para él mismo sin notar que Jessie se alejaba de allí sintiéndose culpable.

Al cabo de media hora vuelve a estar estable. Se había convencido a sí mismo sobre que no existía falla alguna en él. Entre risas recordaba su temor como algo absurdo.

Caminó hacia la pizarra observando las marcas del borrador. Quedó delante del objeto cuestionándose de que hacer. Su pie choca con algo y lo mira. Era la tiza, ahora partida en dos. Con cada mano toma una parte.

Mira el lado positivo, ahora tiene dos. – se sintió idiota al decir eso.

Volvió su mirada a la pizarra volviendo a hacerse preguntas. Al final, dejó ambas tizas junto al borrador. Y se dirigió a la biblioteca en la que guardaba todos sus libros. Ignoró aquellos que Jessie y Pam le habían regalado y eligió el que hablaba de piedras preciosas para luego sentarse en su escritorio. Abrió en la pagina que había puesto un marcador y se dispuso a leer.
No avanzó mucho y sus brillantes ojos se dirigieron a la gema. Después de la charla con su hermana no quería pensar en Ricochet pero lo estaba haciendo.

Se estiró intentando alcanzar la gema, lográndolo al tercer intento. La recorrió con sus manos observándola detenidamente. Le apenaba darle tanto valor emocional a esa gema cuando había muchas más piedras que eran más llamativas.
Ahora que lo pensaba, muchos de sus regalos no habían sido lo que esperaba. El único regalo en broma que más se le acercó fue el de Bull. Eran unos pedazos pequeños de carbón que habían ilusionado al robot que creyó que era una Turmalina negra.
Deseaba tanto tener algún Ópalo, una Aguamarina, Citrine, Tanzanita, Ónix, Ámbar, Azurita o algún Cuarzo.
Pero aun así, esa gema morada pulida en forma de corazón le parecía la más hermosa.

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