Cascarón vacío
En la oscuridad de una cueva, un viejo robot de bandana y sombrero morado se encontraba abandonado tirado cerca de una pila de rocas. Su único ojo estaba apagado con una pequeña grieta en el vidrio. Había estado allí durante ya bastante tiempo. No tenía memoria que recuperar o algún dato en sus almacenamientos. Todo lo que había sido se transfirió a otro modelo más robusto y amigable en una de las decisiones del creador.
Por su suerte había sido arrojado cerca de unas de las minas de Brawl Stars. Allí era donde trabajaba un robot minero mucho más bajo en altura que él.
Como era común en el pequeño minero, pasaba por ahí quejándose de su día a día. Había huido de su compañera de equipo, la pequeña chica pelirroja llamada Jessie, luego de tener una gran racha de derrotas. Aquella brawler sería su hermana luego de la nueva regla en el pueblo: Todos los que fueran menores de dieciocho años y estuvieran solos se les asignaría a alguna familia. Por más que Carl fuera un robot, fue registrado como un joven de diecisiete años y al poco tiempo fue adoptado por Pam, una de las mecánicas del lugar. Apenas llevaba unos pocos meses con la familia pero no se llevaba bien con ninguno de los pelirrojos.
En medio de sus ataques de furia toma una piedra y la lanza fuertemente apuntando a la nada. Un ruido metálico se escucha en el impacto y lo asusta por lo desprevenido que estaba. Rápidamente vuelve con su expresión de odiar todo y avanza confiado hacía donde había escuchado el ruido.
Al ver el cuerpo del otro robot sin energía se sorprende. Esperando lo peor retrocede y mira a su alrededor pero en vez de irse de allí se queda pensativo mirando al robot. No estaba tan lejos del pueblo.
Para él, lo que fallaba en su equipo eran los demás. Ninguno seguía sus ordenes, lo abandonaban, se sacrificaban cuando no era necesario, perdían todas las gemas al irse a la base enemiga, en medio de la pelea se ponían a discutir con sus compañeros y montones de situaciones más que no quería pensar. Ningún otro brawler le parecía que encajara en su grupo.
Miró al robot abandonado esta vez con una sonrisa malvada en su rostro. Si lograba arreglarlo podía volverlo su compañero perfecto y ser el mejor dúo de todos. Haría que el otro robot siguiera todo lo que dijera apenas lo activara. Emocionado se acerca corriendo arrastrando su carrito para poner allí a su futuro compañero. Lo llevaría a otro lugar para poder repararlo.
Antes de ir a su mina favorita, se detuvo y dejó de sonreír. No había aprendido nada de mecánica, no tenía los conocimientos necesarios para arreglarlo. Las únicas personas que conocía capaces de hacerlo eran Jessie y Pam.
- Espero que todo esto valga la pena. - le dice al otro robot como si pudiera escucharlo y comienza a caminar hacia el pueblo esperando no ser regañado por su madre y hermanos por haberse escapado de nuevo.
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