Aprendiendo

En el patio la celebración ya había acabado y la familia del cumpleañero estaba despidiendo a los invitados. Dentro de la casa de los pelirrojos, Ricochet buscaba dejar el pequeño regalo que sostenía con una mano en el área que perteneciera a Carl. Se quedó parado en medio de la sala al no saber que hacer. Piper y Rico lo habían animado a esto pero todo era desconocido para el robot de sombrero morado.

¿Ricochet, aun estas aquí? – preguntó su amiga humana con cabello rubio en susurros – Deberías de haber dejado el regalo en su dormitorio hace rato.

Define dormitorio. – Piper lo miró atónita.

Se refiere a la zona de descanso que los humanos utilizan cuando están enfermos o cansados física o emocionalmente. – contestó Rico que caminaba despreocupadamente hacia su pareja.

Bien, ahora, ve antes de que nos vean. Tiene que ser una sorpresa. – le señaló al pasillo que tenía más de tres puertas.

Tanto Rico como Ricochet miraron completamente quietos hacia donde la francotiradora señalaba. Un momento de silencio. Ninguno se movía.

¿Ricochet? – pregunto cansada.

¿Dónde esta ubicado “dormitorio” ? – preguntó agotando la paciencia de la mujer que tomó el regalo y fue a dejarlo ella misma demostrando de que no era algo difícil.

Ambos miraron a la rubia irse con el regalo y luego regresar sin él. Ella observó a ambos molesta, ninguno de los dos se quejó.

Aún me queda mucho por enseñarte. – le habló a Ricochet y este la miró indiferente.

Aquel regalo había costado demasiadas monedas pero luego de participar en varios eventos junto a Piper y Rico pudo lograrlo. Por su forma inexpresiva de ser, sus compañeros no podían notar los nervios que estaba pasando en ese momento. Lo único que lo delataba era que estaba la mayoría del tiempo sin moverse. La rubia lo sabía, el otro robot ni se preocupaba al no parecerle importante.

Al poco tiempo, los pelirrojos junto al minero robot entraron a casa acompañando a Shelly, Poco y Crow hasta la salida así despedirse. Mientras el mariachi conversaba alegremente con el antropomórfico que lo miraba con cariño, la mujer de pelo morado aceptaba todos los coqueteos del pelirrojo y le seguía el juego.
El hermano mayor de la familia ignoró a los demás invitados y siguió con sus amigos sobre todo para hacerle compañía a Shelly en todo el camino a su casa.
Pam y Jessie conversaron con Piper y Rico antes de que estos se marcharan. El otro robot con bandana y sombrero morado había sido apartado por el enano robot geólogo que tanto quería.

Querer. En eso mismo pensó desde que dejaron el hogar de los pelirrojos hasta que llegaron a su zona de descanso. Es decir, la casa de la rubia francotiradora que compartía con Rico en la que estaba de invitado permanente o por lo menos hasta que encontrara su lugar en el pueblo.

Para más comodidad de la rubia, esta desató su pelo dejando que cayera como una cascada hasta sus hombros. Con cariño, Ricochet se acercó y la abrazó por la espalda dándole un pequeño susto que luego la haría reír.
La parejita continuó con sus cursilerías a la vista del otro robot. Nunca se molestó por las muestras de afecto que se daban, aun así, para Ricochet era extraño que una humana estuviera enamorada de un robot. Pero sus sentimientos por el amante de la geología lo hacía callar al ver que todo era posible en ese pueblo de locos.

Cuando se separaron, la francotiradora tenía su buen humor de vuelta a la vez de un pequeño rubor que decoraba sus mejillas. Por la mirada que les dirigía Ricochet volteó a verlo.

¿Algún problema, cariño? – tomó la mano del robot robusto que no se opuso y le correspondió.

No. – seguía mirándolos fijamente.

Que bien, porque con nosotros aprenderás como tratarlo cuando estén juntos. – le sonrió. El robot, inexpresivo como siempre, mira a otro lado como si analizara todo lo que sucedió en el día y casi al instante volvió a mirarla.

¿Por que estas tan segura de eso? – dijo haciendo que la mirada de la mujer pasara a una apenada. Estaba seguro de lo que sentía, no lo cuestionaba pero dudaba de que alguien tan inteligente y energético como Carl se fijara en alguien tan poco expresivo como él. Desde que se conocieron, la mayoría de las acciones del minero esperaban variadas respuestas de Ricochet quien no era capaz de dárselas.

Ricochet, no has dejado de hablarnos de él y por lo que nos decías, esa manera de actuar tan cariñosa y agradable no es de nuestro pequeño amigo que a veces pareciera que quiere dominar el mundo y destruir la humanidad en sus momentos de locura. – mostró una cálida sonrisa aunque estuviera preocupada – Si supieras como trata a los demás seguro que no habrían dudas en esto. Ya has hecho tu parte, ahora es momento de ver su respuesta. –

¿Respuesta? – miró confundido a la rubia.

Si… ya sabes… junto a la gema te ayudé a escribir una muy bonita carta de amor. – al recordar como había quedado la carta, mayoría hecho por ella, se queda pensando en ese tierno momento en el que Ricochet se expresaba por lo menos con palabras. Era feliz hasta que notó el silencio que había en su hogar.

Piper vio a Ricochet ir hasta un cajón de los muebles del living y regresar con un papel algo arrugado en la mano.

¿Esta carta? – mostró Ricochet la carta que se supone que estaría en la caja de regalo.

La mujer quieta observó la carta que tanto tiempo le había tomado sin decir o hacer nada. Rendida pero manteniendo forzadamente sus sonrisa, abrazó a Rico y fueron hacia su dormitorio.
El viejo modelo en silencio miró el papel escrito con la linda letra de la francotiradora sin entender que había hecho mal. Para él todo seguía igual.
Al final, apagó su sistema temporalmente para recuperar energía, no se molestó por ir a la habitación que Piper le había organizado con cariño, pues, prefería la solitaria esquina del living para descansar allí parado esperando al día.

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