Los días cuando dejan de ser día;

cuando pasan la media noche apasiguados;

cuando todos duermen y las luces son aún más necesarias

son para la poesía.

Son los instantes fragmentados entre el deseo de dormir

y la necesidad por escribir.

Son los momentos en que hay sueños que esperan que no duerma;

que la luna se vuelve una nostalgia voluntaria;

que debo decidir si pesa más la reflexión de los días que no son día

o la decisión de ahogarme en los días de alguien más.

Los días cuando dejan de ser día se los entrego a la metáfora;

a alguna línea celosa en verso

y a algunos acordes en mi guitarra.

Son los días en los que veo con claridad el propósito de las noches

más allá de la oscuridad;

donde a veces me encuentro hasta recuerdos...

recuerdos que olvidar.

Los días cuando dejan de ser día son noches de poesía.

Son letras entre el letargo del amanecer,

entre alguna blusa suelta

y algunas copas dulces destiladas en pieles sobre el final de la noche.

Los días cuando dejan de ser día;

cuando se desprenden de la tarde escondiendo su calidez

se hacen preciosos e inhumanos.

Me quitan algún sentimiento indistinto

y se hacen, de lo que escribo, un regalo.