Uno


-¿Cómo qué se fue?-exclamó Bills al escuchar de boca de Bulma, que su ángel se había ido a buscar un no sé que a su planeta.

-Puede esperar aquí, seguro no tarda en regresar- agregó la mujer y le señaló una silla donde podía quedarse.

De mala gana el dios fue hasta allá, exigiendo le llevaran algo de comer para aguardar de manera más amena.

La fiesta había terminado hace horas. Bills se había quedado dormido después de llenar su panza. Fue durante ese lapso que el ángel lo dejó, pero tal como Bulma se lo dijo sólo tenía que esperar. El problema es que después de dos horas dormido su estómago despertó con ganas de unos bocadillos y se estaban tardando demasiado en llegar. Bills no estaba para nada de buen humor y acabó levantándose bastante fastidiado, pero un aroma a comida casera le cambió un poco el ánimo.

Siguiendo su nariz, Bills se elevó por encima de Corporación Cápsula. Era de noche, casi de madrugada por lo que la ciudad estaba más tranquila y el suculento aroma era más facil de percibir. Volando llegó a una casa a medio kilómetro de donde estaba. Era una morada pequeña con un jardín un tanto seco, bastante descuidado, sobre el cual descendió el dios. Se paró frente a una de las ventanas y miró dentro intentando escudriñar en la oscuridad del interior. Al fondo, más allá de la sala logró ver a una mujer parada frente a una mesa cortando verduras de manera casi ceremoniosa. La muchacha vestía sólo una camiseta y su ropa interior. Estaba muy cómoda en su hogar sin sospechar que tendría un insólito invitado. El olor allí era más fuerte y le estaba haciendo agua a la boca al dios, que pensó en ir a la puerta, tocar y pedirle que lo alimentará. En lugar de eso entró por la ventana del segundo piso y casi mata del susto a la pobre chica.

-Buenas noches -le dijo bajo el umbral de la cocina, logrando que la mujer se hiciera un corte en la mano y diera un grito de terror.

Torpe como un insecto de espaldas, la muchacha retrocedió hasta pegar su espalda al refrigerador.

-¿Quien eres tú? ¿Cómo entraste aquí?-le preguntó con voz temblorosa y sosteniendo el cuchillo a la defensiva, mientras unas gotas de sangre caían en el piso.

Bills se le quedó viendo con una sonrisa algo sarcástica. Hace mucho que no experimentaba esa sensación satisfactoria de ver el miedo en los ojos de quien lo mirase. Se regocijo un poco en la actitud de la mujer pálida, con ojos y cabello de caramelo.

-Quiero que me des un poco de tu comida, mujer- fue todo lo que le dijo mientras se escarbaba los dientes con una de sus garras.

-Adelante, tómala y lárgate-le contestó ella intentando mostrar un coraje que en verdad no tenía.
Realmente estaba aterrada.

-¿Pues qué esperás? Sirveme -le ordenó.

La muchacha no se movió por lo que Bills hizo un hakai diminuto y lo lanzó hacia la sala. Ante la mirada atónita de la chica, el mueble se volvió un montón de arena oscura. Habiendo entendido perfectamente el mensaje, la muchacha dejo caer el cuchillo y pegó las manos a la puerta de aquella nevera color damasco. Asintió con la cabeza y de manera muy nerviosa le pidió a su extraño invitado que se sentara a la mesa. Una pequeña que había allí en la cocina. Bills lo hizo y siguió con la mirada a su intimidada anfitriona, que vendo improvisadamente su mano.

Desde que comenzó a visitar la Tierra, una parte de él se había perdido. Whis se lo había dicho, pero él actuaba como si no fuera conciente de eso. Claro que aquello era sólo parte de su actitud pretenciosa y en realidad era quien más advertía ese nuevo comportamiento. Se había hecho más accesible, más tolerante y aquello le causaba un pequeño malestar que no podía definir del todo. Ciertamente pudo explicarle a esa mujer quien era y porque ella le debía mostrar pleitesía, pero cuando la vio temblando de miedo, no pudo evitar actuar como antes para conseguir lo que quería. Fue sólo un impulso. No había planteado algo así, mas lo estaba disfrutando.

-¿Cuanto más te vas a tardar?-le cuestionó en voz alta y firme.

La muchacha no respondió. Volteo a él con un plato de estofado humeante en las manos y lo llevó hasta la mesa. Como estaba nerviosa, no pudo evitar que sus manos temblaran derramando un poco de caldo sobre el mantel.

-Lo siento-exclamó la chica y apartó las manos del plato rápidamente.

Ella no sabía quién era ese sujeto o porqué llegó a su casa, sin embargo, no pensó en averiguar nada. Ese tipo daba demasiado miedo. Tenía unos ojos que parecían ser capaces de despellejar el alma y una actitud muy autoritaria. Igual de nerviosa que cuando puso el plato en la mesa, le dió una cuchara y se apartó de él tanto como pudo. Terminó con las piernas pegadas al lavamanos, con la cabeza metida entre los hombros y las manos cruzadas sobre su vientre. Su actitud tan pateticamente dócil se ganó un rápido desprecio de parte de Bills, que la miró de reojo antes de probar la comida.

La primera cucharada cambió la expresión de Bills rápidamente. El estofado estaba un poco caliente, pero eso no evitó que dejara el plato limpio en cosa de un par de minutos.

-Más-le dijo extendiendo el brazo hacia la mujer, para que lo tomará de su mano.

La muchacha por poco deja caer el recipiente, pero logró sostenerlo y lo llenó otra vez.

-T, t, t, tenga...-logró decir al ofrecerle el plato con ambas manos.

Bills lo tomó y comenzó a comer de el olvidándose de la mísera mujer a medio vestir, parada ahí. De plato en plato, el dios, dejó la cacerola vacía y a la muchacha inquieta, pues no tenía más nada que ofrecerle si ese sujeto seguía con hambre. Para su mala suerte así fue.

-¿Y el postre?-le preguntó casi como si sus palabras fueran un golpe.

-Yo...-balbuceo la muchacha logrando recordar que si había algo que podía darle- ¿Le gusta el arroz con leche? Tengo un poco... Se lo daré

La mujer corrió al refrigerador y tomó el postre que había hecho a medio día. Lo llevó hacia la mesa y olvidando, por un momento, la situación en la que se encontraba impidió que Bills lo probara.

-Espere un poco por favor-le dijo mientras buscaba algo en la alacena que después puso sobre el blanco postre-Es polvo de canela...

Bills la miró con cierta intriga y procedió a comer. Aquella mezcla de arroz,leche y polvo de canela con un toque de naranja le gustó y bastante. Hasta soltó un elogio para la chica a quien aquello la desconcertó un poco.

-Estuvo bastante bueno. Cocinas mejor que Whis-le dijo escarbandose los dientes con la garra.

Ella no contestó. Cuando él la miró de frente, la muchacha, retrocedió preguntándose que más le iba a pedir esa criatura que parecía estarla desnudando con la mirada, pero no desprendiendola de la ropa sino de su coraza. Después de un rato los ojos de su autoimpuesto invitado bajaron a sus pies para subir por sus piernas, su abdomen, pecho y fijarse en sus ojos otra vez. No pudo resistir la presencia de ese individuo y bajo los ojos, rogando para que se fuera pronto.

En realidad Bills sólo estaba apreciando el ligero temblor en el cuerpo de la muchacha. Sintiendo su ego revitalizado se puso de pie y sin decir nada fue hacia la ventana, la abrió y salió volando por ella soltando un simple vocablo: adiós. Aquello fue suficiente para que la mujer volviera a respirar. Las piernas se le doblaron cayendo sobre sus rodillas. Se llevó la mano al corazón y pudo sentir su acelerado palpitar que, muy lentamente, fue volviendo a la normalidad.

Bills regreso a Corporación Cápsula. Whis todavía no había regresado y Bulma lo regaño por irse dejando los bocadillos tirados en la mesa. Claro que cuando él se fue, aquellos alimentos no estaban ahí. Bulma estaba alzando la voz y viéndolo con una furia que no venía el caso. Antes, cuando él no era cercano a ese mundo, la hubiera borrado sin dudarlo. En el último tiempo esa mujer lograba hacerlo sentir incómodo y hasta obligado a hacer ciertas cosas. Pero no le pasaba sólo con ella, era lo mismo con Goku y Vegeta. En ese momento no se inmuto por la rabieta de la mujer. Se limitó a tomarla por el hombro y hacerla a un lado para avanzar por la terraza, hacia unas sillas de playa un poco apartadas del edificio. Aquella actitud dejó a la mujer lo suficientemente extrañada para terminar con sus recreminaciones y quedarse viendo al dios, que se sentó en esa silla como sumergido en pensamientos tan propios de él, que ni Whis los hubiera podido desglosar.

Fue muy chocante para Bills experimentar ese sentimiento de contento al verse temido y obedecido otra vez que por primera vez, se vio obligado a meditar al respecto. Allá, en su mundo interior, no había mucho espacio para ideas problemáticas como podía ser revisar un aspecto de él que estaba desapareciendo y lo dejaba en vilo. Por suerte para él, Whis regreso unos pocos minutos después y tras darle a Bulma una cajita de madera, volvió por él para llevarlo a casa. De vuelta en su planeta, Bills se entregó a sus asuntos triviales, dejando atrás el repentino acontecimiento que lo llevó a un profundo cuestionamiento. Sin embargo, la idea siguió allí, tras de si.

En cuanto a la muchacha, después de unos días superó la impresión que le causó ese extraño sujeto que pareció en su casa, de quien concluyó que sólo tenía hambre. Pero una tarde, cuando volvía del trabajo, al ingresar en la cocina se encontró con el tipo con cabeza de gato sentado en una de las sillas.

-Vaya que te tardaste en aparecer-le dijo golpeando su oscura garra contra la mesa- ¿Dónde estabas?-le preguntó como si tuviera todo el derecho a saber ese tipo de cosas.

-En el trabajo-le contestó la muchacha a quien todo el asunto le resultó insólito, pero no pudo evitar responder.

Bills hizo un movimiento semejante a levantar una ceja. Se puso de pie y caminó hacia la muchacha con las manos en la espalda y la cabeza un poco agachada para verla a la cara.

-Tengo hambre. Hazme de comer- le dijo cuando llegó frente a ella y escudriño el aire entorno a la mujer.

-¿Por qué..?

-¡Sólo házlo!-le gritó logrando que la muchacha dejara caer la mochila que estaba cargando, para después ir corriendo hacia la alacena.

Bills la miró pasar junto a él con una sonrisa de placer que se borró cuando miro la mochila de la muchacha. La levantó de forma algo despectiva y leyó lo que estaba bordado en un costado de aquel objeto.

-Asi que llamas María-le dijo al voltear a ella, que lo miró un poco sorprendida-Yo soy Bills, el dios de la destrucción.

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