Capítulo 1
—¡Sucia perra! —era lo mismo, aunque cada día era algún insulto o razón diferente pero lo que no cambiaba era su situación. Un golpe la hizo caer al frío piso y soltó un quejido, su estómago dolía demasiado por la presión de el puño del hombre, de su boca salía algo de sangre y su cabello revuelto se desparramo en el suelo lleno de cerveza tirada—Aunque en verdad estas sucia —eso no le ayudó. Solo era una pequeña niña de 15 años que tuvo la mala suerte de terminar en brazos de esa pareja—Asustas a los clientes con tu cara de fantasma, seguro estas enferma estas demasiado pálida—
—A-Así es mi piel señor yo...—
—No te di permiso de hablar—un golpe mas en su mandíbula y tuvo que toser un poco aguantando las lágrimas. Ni sabía cuánto más iba a poder con eso, dormir en la bodega o incluso no dormir por estar limpiando un desastre que no hizo, comer de las sobras o basura que encontraba e incluso temer sonreír cuando alguien hacía su infancia menos tormentosa—Levántate sirvienta inútil —
—Aquí va otra vez— pensó la albina al obedecer de forma temblorosa
—Comes más de lo que vales—¿comer? Sus costillas se marcaban en su pequeño cuerpo, si de por sí estaba flaca cuando llegó a ese lugar ahora se podría decir que incluso estaba por morir—Te doy un hogar por que soy una persona compasiva, mínimo deberías pagarmelo con un trabajo impecable—¿hogar? ¿Persona compasiva? ¿Trabajo impecable? Elizabeth no sabía que de todo eso era lo peor, eso no era un hogar era un infierno para una niña, ninguno de los dos, ni el patrón ni la patrona eran personas compasivas. Llegaban a ella con sonrisas hipócritas y cuando creía que le iban a dar algo decente, sus esperanzas caían al ver una cara fría mientras le cortaban más su tiempo de descanso y su trabajo no podía ser lo que ellos pedían cuando claramente no estaba fortalecida como para poder hacerlo
—¡Kyaaaa! —
—No seas exagerada ni siquiera te pegue tan fuerte—grito en su oreja, bueno, la sangre en su labio no decía lo mismo —Siempre quejandote por el dolor, igual que tu madre tu cara bonita es lo único bueno que tienes—sollozo en bajo por la mención de su progenitora, aún le dolía demasiado su partida a tan corta edad. Sintió miedo de haber empezado a llorar cuando la mirada de él hombre grande frente a ella se volvió una más retorcida, la jalo con fuerza tomándola de las muñecas con una mano y con la otra la tomó del mentón huesudo empezando a ver su cara pálida y desnutrida. La sonrisa siguiente la hizo temblar de pies a cabeza—Aunque puede que si sirvas para algo, el barón ha estado comprando niñas y vaya que paga bien, no me haría mal darte a cambio de monedas de oro—sus iris azules se abrieron con terror ante su futuro y empezó a forcejear por primera vez en su vida—Hmm, aunque tal vez deba de probar la mercancía antes de darte—
—¡No! ¡Sueltame! —había jalado su vestido arapiento hacía abajo revelando sus hombros desnudo y pequeños pechos blancos. Tenía miedo, mucho miedo, tanto que sólo cerró los ojos forcejeando y mordió su labio
—¡Agh! —lo siguiente que sintió fue como el hombre había caído al sueño de un golpe mientras sufría de un gran dolor, dolor que no sabía de dónde había salido pero que al verse libre no dudo en salir corriendo. Se subió sus trapos para cubrir su cuerpo con las lágrimas corriendo y mojando sus mejillas, salió del lugar escuchando los gritos de la mujer del hombre diciéndole de maldiciones sin saber lo que iba a pasar y mientras corría por la calle su terror solo aumentaba
—¿Supiste que sacaron otro cadáver de la casa del varón? —murmuro una señora
—¿Otro? —
—El último se encontró hace 5 meses—se unió un hombre a la platica de las damas—Dicen que la niña tenía moretones, la ropa rota y parecía haber sido atacada—
—Si, atacada por un animal llamado barón twigo—corrió hasta donde sus débiles y pequeños pies le permitieron llegar—Por unas 20 monedas de oro su padrastro ya no tuvo que trabajar por todo ese tiempo, pobre criatura —
—¡Quiero vivir! —y cayó al suelo tras tropezarse con una roca que no había visto, su cara se estrelló en el frío piso de piedra sintiendo raspones en su piel, su pie dolió, su tobillo ardió y temió haberse roto el hueso cuando un tintineo la preocupo más. El anillo, aquel anillo con un rubí perfectamente pulido para dar brillo y cortado para poder encajar en el oro. Se arrastró en el suelo hasta tomarlo y dejar que sus lágrimas hicieran brillar la gema. Las palabras de su madre no tardaron en llegar a su cabeza
—Elizabeth, este es un regalo de tu papá cuidalo mi niña...—su susurro se empezó a evaporar en su mente—Te llevara a casa—
—Casa—murmuró, su mente s e iluminó al igual que sus ojos cuando cad a pieza encajo perfectamente en su mente. ¡Claro! Ahora podía ver una solución a su problema, quería vivir, quería hacerlo de verdad y tendría que aguantar el dolor en su tobillo un poco más de tiempo para correr hasta un lugar que consideraba seguro. En ese trabajo sucio e irritante en el cual era sometida había un brillo de un regalo, el único que había recibido hacía ya tiempo atrás, el recuerdo de un señor que nunca conoció al cual llamaba "padre" y que se fue tan rápido como el viento en cuanto nació. Tal vez no la quería y por eso huyó
Ahora solo era un recuerdo de su madre no un regalo de un desconocido, siempre lo había guardado como la única pertenencia que le quedaba de su antigua vida, no tan cómoda pero sin tanto dolor y sufrimiento, pero ya no más, debía de sobrevivir y si entregar su tesoro más preciado era el pago entonces no dudaría en hacerlo
—¿!Han visto a elizabeth!? ¡Esa sucia perra me atacó y luego escapó! —no dudo en levantarse y seguir escapando al escuchar el lejano grito de su amo—¡No estoy loco yo se lo que vi! ¡Ella me disparo luz! ¡Luz misma como el sol! —
*
Jadeo con cansancio al entrar por la puerta de el hogar de lady alba, ese era solo su apellido de casada claro pues el primero nunca lo ha conocido pues no habla de él. Cuando se encuentra ebria suele contar su vida y la mayoría es buena, dejando de lado que debía de ver personas que sufrían al entregar sus propias pertenencias a cambio de algo para sobrevivir, justo como ella. Beso el lujoso anillo con amor y miro a todos el lugar. Algo común lleno de madera y piedra dándole un toque rústico, un viento helado por la falta de calor humano en la casa, botellas de alcohol detrás de la barra y, claramente, una mujer hermosa de cabellos rubio cortos y sonrisa quisquillosa, al verla entrar la reconoció de inmediato y su cara perfecta se de formó en una de preocupación
—¡Oh linda! ¿Qué ha pasado? —elizabeth no respondió, aún le causaba pánico pensar lo que había sucedido, hablar le daba miedo, el nudo en su garganta le impedía decir lo que en verdad hacía ahí y al ver cómo la niña solo sollozaba la mujer hizo una mueca y negó—Seguro se ha pasado de la raya, ven, la tía jillian te ayudará—se acercó hasta ella confiando plenamente en la chica y con su mano temblorosa dejó el anillo sobre la barra. La mujer lo tomó, lo examinó con una pequeña lupa buscando cualquier cosa que pudiera delatar lo como falso...pero no, lo que encontró debajo de la piedra preciosa la hizo jadear y palidecer hasta parecer un fantasma como la niña. La tomó con brusquedad con las manos y por unos segundos elizabeth sintió miedo otra vez —¿¡Dónde lo robaste!? —
—¡No lo robe mi madre me lo dejó! —eso era imposible, no podía ser ni por un momento, el símbolo del sol, la luna y las estrellas tallado perfectamente en el rubí eran únicos e imposibles de plagiar. No podía ser, la pequeña niña no tenía ni de cerca algún característico con la familia real...bueno, tal vez su cabello, sus labios rosados (aunque pálidos justo ahora después de haber corrido hasta el cansancio por su vida) hizo una mueca soltando a la pequeña de una vez por todas, tomó el anillo entre sus manos y le sonrió de forma dulce para luego desaparecer detrás de la barra y adentrarse en su casa
Elizabeth se quedó ahí, quieta, esperando escuchar algún sonido que delatara a la mujer a la que le tenía poca confianza, pero no se había escuchado casi nada desde que la puerta se cerró a sus espaldas. Suspiro y se dejó caer en el suelo, sin el dinero para sobrevivir que le brindaría aquel pequeño objeto estaba completamente perdida y sus esperanzas de vida habían disminuido casi a...a...bueno, no sabia a que ya que nunca se le había dado una educación, pero si podía saber que no iba a salir ilesa de esa.
—Hola elizabeth —saludo Simon, el esposo de jilliam tras 10 minutos que está desapareció—¿El tabernero de ha mandado otra vez a vender cosas? Siempre apuesta aunque lo termina perdiendo todo—río con ironía.
—En realidad, vine a vender algo mío—murmuró en tono bajo pero suficiente para que el hombre la escuchara y alzará una ceja
—¿Algo tuyo? ¿En serio? —
—En serio—no volvieron a pronunciar palabra por el rato siguiente pero al menos ya no estaba sola en aquella casa conocida y desconocía a la vez, igual que una voz dolorosa que la visitaba en sus sueños más nubosos
*
—Es ella majestad—el hombre soltó una mueca y le dedico una mirada severa a la niña en el suelo de aquella casa—Era alto, empoderado, con una capa que a los ojos de elizabeth era pesada y un traje de seda adornado con medallas y más medallas de oro. Le dio un vistazo de arriba a abajo y luego miró fijamente los ojos. Ella no tenía los ojos de Amaris, anaranjados y brillantes pero si que tenía su mismo cabello plateado y largo, igual al de él, tenía sus ojos. Al poco rato la mujer que había dado el informe entró y tomó a la pequeña de los hombros para ayudarla a ponerse de pie. Entonces pude ver con claridad una singular marca de remolino en su cuello, una marca de nacimiento rara que había visto una sola vez, en su pérdida hija a la que le juro volver y no lo había cumplido.
Entonces asintió
—Si, es ella—
—¿Hu? —tembló la oji zarca al escuchar eso
—Llevensela—
—¡No! ¡No me toquen! —
—Elizabeth tranquila no te harán daño—pero la pequeña no hizo caso a lo que la mujer le decía, menos cuando había quedado tan trauma da después de temer por su vida
—¡Por favor señora! ¡No me venda le seré útil se lo prometo! —me la rubia no le hizo caso, solo le sonrió levemente con la mayor ternura que era capaz de dar mientras se llevaban a la albina. Los mocos salían de su nariz volviendo su cara más deprimente de lo que ya se veía, sus ojos rojos y mejillas infladas le causaron pena a aquellos que pasaban por ahí y miraban la escena. La metieron a la fuerza al carruaje que empezó a andar de inmediato apenas la dejaron ahí y tuvo que hacerse bolita en el suelo llorando en voz baja para que no la escucharán.
—Tengo miedo, solo quiero vivir—pensaba una y otra vez —¿Acaso es ese barón el que me ha llevado? —
—¿Cuál es tu nombre? —escucho la voz de aquel que tenía oro en su ropa, elizabeth alzó su cara para mirarlo y no pudo evitar sentir pena al imaginarse a sí misma. Completamente mal y demacrada ante alguien de la alta sociedad—Pregunte tu nombre —
—Elizabeth—murmuró con la voz cortada y tan baja como la de alguien que tenía la garganta enferma
—¿Tu madre fue Amaris? —sus ojos azules se abrieron de sorpresa y se incorporó para verlo con atención
—Si—por fin después de una cara tan plana como la de un muerto el hombre sonrió levemente y entrelazo sus dedos—¿Conoció a mi mamá? —
—En verdad son parecidas—ignoro su pregunta
—¿Q-Quién es usted? —
—Soy bartra goddess liones, emperador de liones —elizabeth trago en seco al ver ante quien estaba—Y soy tu papá—se quedó estupefacta al escuchar eso. El rostro que nunca conoció al fin la miraba, los genes que la negaron ahora la aceptaban y esa voz que ya no habitaba en su memoria finalmente le hablaba. Dejó caer la mirada sin poder creerlo y permitió que el emperador soltara una risa burlándose de ella, no de forma fea, más que nada por su sorpresa al enterarse de un hallazgo Inesperado y una vida inesperada.
*
No sabía si relajarse o sentirse más ofuscada. El agua cálida de la bañera limpiaba el miedo de hace apenas unas horas en las que temió ser vendida a un barón que la usaría quien sabe las diosas para que. Si cuerpo estaba siendo limpiado de la suciedad y la cerveza, su cabello antes enmarañado como nido de ave ahora estaba liso y mojado y sus labios volvían a tener un color normal
Estaba siendo muy atendida, más de lo que estaba acostumbrada. Una sirvienta del palacio la estaba bañando con tranquilidad pero una expresión como quien tiene a una rata entre sus manos, la había ayudado a tallar su cuerpo y después a ponerse un vestido simple pero hermoso y detallado. No más harapos que le quedaban grandes solo hermosa seda que se ajustaba a su delgado cuerpo, aún se sentía algo incomoda por eso.
Los primeros días le enseñaron lo primordial, el protocolo real, las siguientes semanas todo lo que tenía que ver con liones, matemáticas y de más cosas aunque habían omitido lo más importante.
-Siempre saludar al emperador como: "el gran sol del imperio"
-No hablar si es que no se le ha hablado antes
-Vestir apropiadamente
-Estar presente en cada evento de gala en el que la familia real esté involucrado
-No mantener contacto con una bestia divina
—¿Bestia divina? —preguntó a su instructora con la boca llena de pan con fresas causando un suspiro en la susodicha. No era la primera vez que la interrumpía en una de sus clases con la boca llena, una mirada frívola fue suficiente para que la albina se pasara su bocado y tomará algo de jugo. Por fin comía bien y sano, su cuerpo empezaba a recuperarse poco a poco ganando masa muscular, color y brillo en todo su esplendor. Empezaba a verse como princesa, una vez con la boca enjuagada prosiguió —¿Qué son? —
—¿No lo sabes? —una mirada confundida le dio la respuesta—Son animales mágicos que dominan nuestro mundo, debes de tenerles y nunca entablar una relación con ellos—
—¿Por qué? —la mujer frunció el ceño molesta y se cruzó de brazos
—Así es el protocolo y es para proteger a los nuestros—
—Pero podrían llegar a un acuerdo de paz, no creo que sean tan malas como dicen y además...—
—¡La respuesta es no! —su grito la hizo temblar de pies a cabeza y mejor seguir comiendo de lo que le habían llevado—Nada de contacto, son peligrosas y si quieres saber tanto de ellas entonces presta atención—la joven no dudo en hacerlo y siguió escuchando atentamente a su instructora. En el fondo lo seguía presintiendo, pese a las comodidades, la ropa de seda y la comida sin fin en el fondo se sentía una prisionera otra vez. Era obligada a mantener un perfil bajo, sus damas de compañía y aquellas que la cuidaban solían ser frías e indiferentes como su su título de princesa fuera algo que ella no merecía. Seguía estando sola
—Princesa, el emperador solicita su presencia para tomar el té—
—En un momento voy—murmuró sin apartar la vista de la instructora real que se le había sido dada. Suspiro, al menos agradecía que eso estaba por acabar
*
Caminaba en silencio siendo acompañada de el mayordomo, pasando sus tiernos ojos por cada lugar del gran palacio.
—Voy a encontrarme con mi padre —pensó —¿Por qué no estoy feliz? —pues la respuesta era casi obvia, no tenía un vínculo con aquel señor así que no sentía nada más que agradecimiento por mínimo alimentarla y darle un techo sobre su cabeza. Soltó un jadeo al ver una estatua especialmente aterradora para su gusto. Alas gigantes y huesudas, dientes filosos, garras que rascan, ojos penetrantes que parecían querer devorar la y por un momento temió que esa estatua tomará vida y la matara
—Princesa elizabeth—parpadeo un par de veces ante el llamado del mayordomo—Adelante princesa, al emperador no le gusta esperar—trago en seco y asintió sólo para traspasar la puerta y ver el jardín real.
Un sol radiante sobre su pálida cara le dio algo de color rosado, el aroma a flores silvestres, los arbustos verdes dándole color a todo y no pudo evitar que su sonrisa saliera al verlo todo tan hermoso y cuidado
¡Squish! ¡Splash!
Alzó una ceja ante aquellos sonidos, ese escuchaba que alguien estaba atorado entre los arbustos. Incluso los veía sacudiendo se todo, soltando hojas secas y vivas al intentar soltarse de las ramas picudas con espinas
—¡Gyaaa! —el grito la hizo dudar, al fin se pudo librar lo que sea que fuera. Se acercó con curiosidad para poder ver al causante de aquellos sonidos naturales pero apenas pudo ver unas escamas negras y un brillo esperada cuando
—Elizabeth —se volteo en posición de firmes para ver ante ella a tres personas, paradas, con miradas que la juzgaban. Recordando el protocolo real sólo hizo una reverencia algo torpe y abrió sus labios
—Saludos emperador, el gran sol del imperio—
—Al menos recuerdas el protocolo real—sonrió con sutileza su progenitor tomándola de el hombro para guiarla a la mesa donde había tazas de té—Quería presentarte a tus hermanos elizabeth, ella es Lizette y él es Ban—los mencionados le lanzaron una mirada rápida no sin antes mostrar desprecio. Estaba acostumbrada así que no le dolía, volvió su mirada al emperador al sentir sus ojos grises sobre los suyos—Desearía que tuvieras los ojos tan dorados como los de tu madre, me sería más útil—no sabía cómo tomar eso—Recuerda esto princesa elizabeth, nadie puede saber que desciendes de plebeyos. No puedes contarle esta debilidad a nadie mas—su mirada frívola le causó escalofríos y tomó asiento a la fuerza cuando su padre le presiono los hombros—Eres frágil niña, le dirás a todos que pasaste tu niñez estudiando en otro reino y acabas de volver—finalmente la soltó dejándola respirar con libertad pero sin abandonar la presión en su pecho—Lo crean o no esa es la única verdad que se permitirá —
—Si emperador—respondió desviando la mirada hacia donde antes había sonidos. Quizá era su imaginación, pero aún ponía ver una cola escamosa sobresaliendo por ahí —Solo es una advertencia para que siempre conozca mi lugar aquí —
*
Bueno ahora sí que conocen la historia de elizabeth, puede ser algo cliché por la mendiga que termina siendo princesa, pero aquí amamos los cliché que son adorable y encantadores así que no impronta >:3
¿Que les pareció? ¿Les gustó? Espero que si, ya veremos más cosas el próximo capitulo y también ¿Saben quién era el que estaba atorado? Creo que la respuesta es obvia ewe✨
Sin más, disculpen faltas de ortografía y nos veremos después
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