Canto IV: ❝Ira❞
Carga Dolores en sus brazos
pues la fatiga se ha multiplicado.
Piel lacerada, inhala latigazos.
Decisión en vela, sin resultado.
El martillo se viste de seda.
Él duerme intranquilo,
en su mano: dorada moneda.
Todo vuelve al principio,
donde nada más queda
presenciar el juicio. Él fue testigo
de una muerte anunciada y hecha.
Oración tras oración, esperando castigo,
camina la viuda; el arma en mano derecha.
─¿Sabes por qué has venido?
─Lo sé de memoria.
─¿Te arrepientes de lo vivido?
─No me arrepiento de una victoria.
─Debes narrar lo sucedido.
─Lo maté y no fue trágico,
tomé el martillo y golpeé al sátiro.
Encontré la paz, fue mágico.
De rencor e ira sacié mi sed,
la violencia hizo su merced.
Hoy confieso mi pecado ante usted:
«Maté al sátiro con martillo en mano.
Le confieso el pecado más humano.
La ira es suave como la espuma.
Cuando el futuro no existe, se esfuma.
Tanta podredumbre me abruma.
Dejé arriba una hija póstuma
quien moriría si el sátiro venía,
¡si el sátiro volvía, ella moriría!
No pude aguantar más maltrato.
En el funeral lo vi y quemé su retrato.
Mi mente se volvió un garabato.
No pensé bien, fue un arrebato.
No pido piedad ni pido ayuda,
pido un castigo a mi alma.
Ante ustedes yazco desnuda.
¿Cuántos errores en una palma?
Los veo y enjuago mi cara.
Lo veo y deseo que arda.
El veredicto me aguarda.
Lo veo y el castigo tarda».
─Vivirán juntos en una choza.
Ella es culpable, no sospechosa.
Tengan buen viaje, tomen sus cosas.
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