❥ Fase 1: Bellum Mortuorum


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Primera Fase | Cinco Paisajes

Título: Bellum Mortuorum*
Autor: Anne (@aestxria)
Personajes: Draco Malfoy; Aphrodite LackBert (Oc)
Anime/Serie/Otome: Harry Potter
Fase: Primera Fase
Paisaje: Bosque
Contenido: Basado en la leyenda: El Carro de la Muerte* / Recomendable leer en modo oscuro
Palabras: ficha + 2565 + n/a

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Y ahora éramos nosotros quienes marchábamos hacia ese fúnebre lugar; dirección donde afirman no vuelve nadie jamás.  

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El sonido de la brisa contra las ramas podía escucharse de forma casi imperceptible, arrastrado por la primaveral lluvia que repicaba con fiereza contra las translúcidas vidrieras de la escuela, llenando así de frescor la mañana.

Conforme las almendradas gotas se apilaban en el exterior, Aphrodite LackBert no podía dejar de preguntárselo: ¿por qué era aquel misterioso cuadro tema de conversación entre el profesorado?
La Gran Escalera se encontraba desierta en su totalidad; fantasmas, alumnos, e incluso prefectos habían abandonado el castillo en dirección a Hogsmade unas horas antes. Pero incapaz de marchar sin antes saciar su curiosidad, la respiración de la castaña evitaba a la estancia sumirse en un sofocante silencio; pues eran sus pasos lo único que resonaba sobre el labrado mármol.

—Ningún indicio de anomalías, ninguna franja de rayos ultravioletas, pero tampoco ningún alma tras su marco... —La afligida voz de la joven Ravenclaw se escuchaba molesta. ¿Cómo era aquello posible? Con sus conocimientos acerca de runas, la menor se negaba a creer que aquel nocturno paisaje fuera simplemente aquello que aparentaba, un mísero bosque.

El cuaderno de tapas desgastadas se llenaba de extraños símbolos conforme el suelo lo hacía de tóxicas pócimas. Cuando Aphrodite estuvo segura del brebaje -que gracias a Snape- vertería sobre el lienzo, se puso en pie, examinando con sus orbes celestes la estancia, igual de desierta que al inicio.

—Si algo explota únicamente debo decir que fue Malfoy —musitó sonriente.

LackBert recordaba como el Slytherin había marchado hacia el Gran Comedor tras que los Thestrals hubieran abandonado la gran explanada del jardín. Y de la misma forma, todos en Hogwarts sabían la fama rebelde que Draco tenía al actuar, en especial cuando Harry Potter y sus amigos estaban involucrados en el asunto; aunque ella tampoco era quien para culparle, no toleraba a Granger desde el día en que hechizó a su hermana menor por pertenecer a las serpientes.

—¿Me llamabas? —Con aquel canto melódico de arrogancia, una mueca de disgusto tintó las facciones de Aphrodite. Odiaba que la descubrieran infraganti, pero aquella vez no tenía excusa; los frascos y anotaciones se desparramaban sin cuidado por los escalones, quitándole a la castaña cualquier probabilidad de desmentir la verdad.

—No juraría haberlo hecho Malfoy, yo nunca solicitaría tus servicios —comentó en tono burlesco.

—Y yo juraría que Dumbledore no debería enterarse de que le robaste cola de hidra a Snape... Porque puedo decírselo, y te quitarán esto. —Una insignia plateada con el emblema de las águilas brillaba deslumbrante entre sus esbeltos dedos, ahora a milímetros del cuerpo de Aphrodite.

—Igual de hábil que siempre.

De repente la insignia que Draco sostenía se esfumó de su alance, pasando a la azulada túnica de su compañera. Una socarrona sonrisa tintó los labios de ambos. Cualquiera que los hubiera visto, habría insinuado que su relación era como aquella que James Potter y Severus Snape un día tuvieron; pero más allá de las burlas y bromas, se ocultaba una tan peculiar amistad como la vida misma.

—Y tú igual de educada que siempre —espetó divertido. —¿Qué artefacto, pócima o experimento tengo hoy el honor de presenciar? —preguntó mientras recogía unos pergaminos del suelo.

—Ese cuadro. Quiero saber por qué el claustro está tan pendiente de él, ¿querría el galán de Hogwarts ayudarme a adivinarlo? —La voz de la Ravenclaw brotó de su garganta risueña; todas, absolutamente todas las estudiantes de la escuela, matarían por obtener la ayuda de Malfoy. Todas menos Aphrodite, obviamente.

—¿No sería más simple prestarte mi chaqueta? Tu compañera Silversmith se animó a pedírmela ayer en la noche. —La macabra sonrisa de la castaña dio a Draco toda la información que necesitaba obtener, pues fue un cansado suspiro lo único que se escapó de entre sus labios. —¿Qué quieres que haga? —preguntó derrotado, bien sabía que de nada servía discutir con ella. —Pero que conste, mi ayuda te costará una cerveza de mantequilla —añadió divertido.

—Hecho. —Y con un apretón de manos, ambos magos sellaron su promesa.

Automáticamente la varita de la Ravenclaw apuntó al cuadro, mientras que el Slytherin sostenía una pequeña probeta de color verdoso.

Y sucedió como si de una reacción química se tratase; el líquido acuoso apenas tocó la pintura cuando de pronto todo a su alrededor comenzó a rotar, distorsionando el mágico castillo de Hogwarts a su paso.

Aquella funesta pintura había dejado de ser un mísero cuadro para convertirse en la más aterradora de las realidades.

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Un golpe seco resonó de pronto en el paraje, ensordeciendo la nocturna atmósfera; y del mismo modo estremeció cualquier ápice de restante vida, causando que miles de aves graznasen y huyesen despavoridas, rumbo al horizonte dejando tras de sí un inmenso mar de ennegrecidas plumas.

—Maldita sea... —La suave voz de Aphrodite resonó en pleno bosque, llenando cada rastro de la espesura con improperios sin igual, todos dirigidos hacia la misma cabellera rubia: Draco Malfoy.
Ambos estudiantes sacudían sus túnicas embarradas y manchadas, incapaces de extraer todo el rastro de chinas y ramas que se habían arremolinado sobre sus atuendos.

—Dime que sabes dónde estamos... —dijo Draco mientras buscaba con la mirada a la joven de orbes celestes.

—Este lugar es Ribaseilla* —murmuró mientras observaba cada nocturna y tétrica filigrana que poseía el paisaje.

Un manto de lúgubres estrellas cubrían el tan conocido cielo de Asturias, coronado por apenas un halo de luz amarillenta mostraba los últimos vestigios del noveno ciclo lunar.

Miles de acusadores reproches resonaron sobre el firmamento, caldeando en llamas el ambiente.
Quizá fueron minutos, pero Aphrodite lo interpretó como horas, incluso días, ese parecía ser el tiempo que llevaba discutiendo con Malfoy acerca de sus posibilidades.

—¡Ya está bien! —La mano de la Ravenclaw cubrió los finos labios del rubio sin reparo. —Discúlpame por haberte gritado, no se volverá a repetir —dijo apoyando una de sus delgadas manos sobre su hombro.

—Ya lo sé, es mejor que salgamos de aquí, hasta yo me he dado cuenta de eso. —Y fue una socarrona sonrisa la que se escapó de Draco entonces, provocando una divertida mueca en el rostro de la castaña.

—Así es —comentó ella serenándose. —Cuando sepamos volver, y ya en Hogwarts; será entonces cuando podremos discutir hasta caer dormidos, pero ahora debemos encontrar la manera de regresar.

El aire se había tornado frío, témpanos de hielo parecían calar el ambiente hasta los huesos, llevándose con ellos cualquier rastro de vida sin profanar.

El amarillento brillo de la luna se había ocultado tras la espesura, otorgándole al ramaje un funesto y atormentado toque de maldad.
Pero aquel horrible paraje había sido de cariz maligno desde el inicio, pero el desconcierto y la naturaleza de los hechos, no habían dejado a ninguno de los dos verlo.

Y de pronto el viento aulló furioso, silenciando a ambos estudiantes; el bosque ya había dictado su veredicto, empuñando aquel frío canto como puñal entre sus hojas.

Asturias, patria querida,
Asturias de mis amores;
¡quién estuviera en Asturias
en todas las ocasiones!
Tengo que subir al árbol,
tengo que coger la flor...*

Flor marchita de sueños,
árbol profanado de mentiras,
canto envenenado de infundado tesón.

Mittent primus lapis,* no queráis ser vosotros quienes sufran dicha sentencia.

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El cántico era intimidante, proveniente de los más recónditos recovecos del lugar. El frío simulaba una tormenta invernal, pues era la feroz brisa quien mecía las entonadas sílabas entre sus brazos. Las ramas se agitaban furiosas y tenues, con la espesura del bosque sumida en penumbra.

—Movámonos cuanto antes  —musitó silenciosa Aphrodite. —Lumus —La oscuridad nocturna no dejaba ver más allá del reflejo estelar, lo que limitaba su campo de visión a apenas unos metros más allá, pero el blanco halo de luz jamás llegó a proyectarse.
Draco por su parte, se limitó a observar lo sucedido con una desagradable mueca. Todavía debían de quedar varias horas hasta el crepúsculo allí, en Hogwarts, lo que delimitaba aún más sus opciones.

De pronto la situación se tornó sofocante y distorsionada; unos efímeros pasos se escucharon cerca de ellos, sobresaltándolos a ambos por igual.
El coro de pisadas comenzó a inundar el ambiente, y la gélida ventisca que los acompañaba no ayudaba a dictar la dirección en que deberían huir, pues ningún mago en su sano juicio combatiría sin magia.

El frío había dejado de deslizarse entre sus huesos, tanto Draco como Aphrodite sentían su sangre hervir, consumida por las sofocantes llamas de aquel inhumano calor.
La joven Ravenclaw se mantenía agachada con los labios fruncidos en una blanquecina línea, con perlado rastro de sudor escurriéndose por su sien; era portadora de una calculadora y afligida mirada. Su espalda dolía, su mente ardía, y su corazón latía más rápido que nunca.

Unas tintineantes y monótonas agujas inundaron de repente los oídos de Draco, quien sentía los pasos resonar contra su nuca, acompañando a la madeja de nervios que su cuerpo acababa de crear.

Conforme los minutos pasaron, el tic-tac se hizo más fluido y escalofriante, acortando la distancia de aquellas esqueléticas esqueléticas figuras; una docena de encapuchados se había arremolinado en torno a ellos, creando un asimétrico óvalo a su alrededor.
La entrecortada respiración de Draco era lo único que le recordaba a Aphrodite que el tiempo no se había detenido, así como su mirada celeste era lo único que mantenía a Malfoy en el más absoluto de los silencios.

Los labios de ambos se mantenían sellados, evitando causar el más mínimo de los crujidos. En cambio, sabían que aquella momentánea calma no más de lo que ellos hubieran deseado...
Las figuras habían comenzado a moverse.

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—Buenas noches queridos, ¿se puede saber a qué se debe vuestra espontánea visita a Ribadeseilla? —Una áspera y rasposa voz llegó a oídos de ambos por medio del traicionero viento. Las palabras se escuchaban carentes de emoción alguna, como si quien las hubiese pronunciado fuera un horrendo mártir fruto de la constante tortura.

El miedo invadió precariamente los corazones de ambos estudiantes. Con pánico a responder, pero, ¿qué sucedería sino lo hacían? Dumbledore no podría ayudarles aquella vez, eran ellos mismos quienes debían remediar su situación.

Con el rostro ardiendo y empapado, Aphrodite alzó la cabeza, levantando junto a ella su voz.

—Aphrodite LackBert, hija del exministro de magia, estudiante de Hogwarts, alumna y prefecta de Ravenclaw en sexto grado. No sé quien será usted, pero le prometo que mi presencia aquí es un completo malentendido —dijo firme. Su rostro demostraba seguridad pura, y Draco a pesar de no estar viendo sus ojos, lo sabía. Pero de la misma forma también sabía lo frágil que aquella seguridad era, las piernas de la joven temblaban, su mirada danzaba de un punto a otro, y su labio inferior se doblaba en una leve mordida. Aphrodite era dura de roer, pero era humana...

—Draco Malfoy, no hay necesidad de presentar a mis progenitores pues todos los conocen, estudiante de Hogwarts, alumno ejemplar e igual que mi compañera, prefecto de Slytherin en sexto grado —pronunció irguiéndose junto a la castaña.

—¡Hola, hola! Es un placer conoceros, chicos.

Automáticamente ambos alumnos dieron un fuerte respingo, dando un paso atrás cuando una grisácea y tétrica lápida se alzó en medio del claro. Sobre ella apareció sentado un joven de piel más blanca que la nieve, de huesos igual de finos que palillos, de mirada igual de cadavérico que fantasmal; uno de los muchos espectros de Ispanya*, el célebre colegio mágico del país.

Una enorme sonrisa adornaba sus huesudas facciones, pero por mucha seguridad que transmitiese, Aphrodite aún se percataba de las múltiples figuras encapuchadas que los rodeaban.

—Jovencita, no me mires así... Mis queridos amigos no te atacarán —inquirió realizando una breve pausa. —A menos que tus acciones les provoquen, claro está. —Su juguetona voz se había transformado en una alarma, una amenaza muy poco discreta.

—Seré breve, déjanos volver a casa —comentó Draco, negándose a rogar que le mostrasen el camino de vuelta a casa.

Aún con el rostro pálido, el rubio adquirió una postura arrogante; pero de poco sirvió cuando el espectro estalló en risas.

—¡Oh! No, queridos... Os comento, no sé qué ciclo lunar será en Hogwarts; pero aquí cada 555 años, en el quinto ciclo, los fantasmas del castillo nos turnamos para encontrar a un nuevo alma que se una a las labores de la escuela —Conforme miraba despreocupado sus uñas, añadió aquella información sin reparo, causando que el -antes pálido- rostro de Draco, se tornase color ceniciento. —Y ya veis, de casualidad, hoy es luna nueva, último día del ciclo. Por lo que sintiéndolo mucho, uno de vosotros se tendrá que quedar aquí... —espetó amablemente, como si la noticia que estuviese dando fuese motivo de celebración.

El sereno semblante de Aphrodite se descompuso sin reparo, causando que su mirada comenzase a temblar.

—Bueno, yo os dejo. ¡Tenéis todo el tiempo del mundo, chicos! Pero no penséis en escapar, moriréis antes de intentarlo, sorry not sorry amigos. —Y sin más, el fantasma -aparentemente sin nombre- se alejó del claro, tomando asiento miles de metros más allá.

Los chisporrotenates orbes azules chocaron con el turquesa mirar de Draco, vibrante y ondeante como el mismo fuego.

—Yo... —La voz de la castaña comenzó a deshilarse.

—Yo me quedo, y tú vuelves a casa —completó Draco la oración.

—No, yo al mundo no tengo nada que aportarle, tú puedes cambiarlo todo, ve y marca la diferencia. Sé que no quieres llevar más el tatuaje de tu brazo, deshazte de él y constrúyete una vida que no te avergüence Draco. —Mortífago, eso era lo que la marca que el rubio portaba simulaba. Pero por mucho que tratase de ello, Aphrodite sabía que Malfoy no era así, no.

Ella siempre creyó que Malfoy era un egoísta que preferiría salvarse a sí mismo que ayudar a alguien más. Pero aquella inesperada faceta del rubio le demostraba que la inteligencia no lo sabía todo, que el destino era aún más impredecible, y que llevarse eso al más allá era el mejor recuerdo del Slytherin que podía conservar.

—Ni se te ocurra hacer...

—Decisión tomada, ¿podría por favor acudir de nuevo, señor? —Preguntó la Ravenclaw tras interrumpir a su compañero, escuchando como respuesta miles de graznidos danzando al unísono.

—¿Ya lo tienen claro? —preguntó el fantasmagórico espectro. A lo que Malfoy negó, y Aphrodite asintió.

—Yo me quedo, él se va. Es inamovible, haga lo que tenga que hacer conmigo, pero envíalo de vuelta a casa.

—¡Ni se le ocurra enviarme! ¡Lo perseguiré por toda su eternidad si la deja aquí sola! —comenzó el rubio a argumentar, blandiendo su inofensiva varita como si de una lanza se tratase.

—Lo siento señorito, pero su amiga ya selló un contrato.

De pronto una socarrona sonrisa tintó los labios de la femenina, quien sostenía tinta y pluma entre sus manos. El rostro de Malfoy quedó petrificado, ¿¡cuándo narices habían firmado aquello!? ¡Él no había visto nada de nada!

—¡Espera! ¡No podemos despedirnos así idiota! ¡No después de todo lo que...! —Pero Draco nunca pudo finalizar aquella frase, cargada del más puro y profundo de sus sentimientos.

Un atormentado remolino de emociones inundó de nuevo el tétrico bosque de Ribadeseilla, donde brillaba el anaranjado ocaso entre las faldas de su horizonte. Los tonos rojizos se desvanecieron, dando pie a un monótono paisaje una vez más:
La Gran Escalera, Hogwarts.

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—Lo siento —Fueron las dos últimas palabras que Aphrodite LackBert le dirigió a Draco Malfoy antes de desvanecerse.

Cuatro letras, cuatro consonantes y un desgarrador mensaje capaz de quebrar hasta el más bondadoso de los corazones:
Enamorarse es como saltar al vacío, no duele hasta llegar al final.

Y por suerte o por desgracia, todo llega.

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Nota de la autora:

¡Tenía muchísimas ganas de hacer un OS de Harry Potter! Y obviamente mi querido Draco no podía faltar jaja, así como mi mejor construida OC, mi encantadora y amable -obviamente esto es sarcasmo XD- Aphrodite LackBert.

Creo que no ha quedado tan horrible, ¿verdad? He mezclado aquí homenaje a mi país con mi infancia, buena mezcla jajaja.
Además, hoy estaba romántica, pero no es ilusionéis XD. Ya sabéis que esto es lo más romántico que sé hacer q-q

En fin, espero que os haya gustado -don't know, ya me diréis vosotros :)-

—Anne

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