CAPÍTULO 2

II

La hora llegó.

Luego de noches de poco sueño ideando el plan perfecto, el día de la conferencia de Ace Dagger finalmente llegó, y con él, nuestra esperanza de tener una mejor calidad de vida.

¿Estábamos seguras de lo que haríamos? Por supuesto que no, pero nuestra forma de vivir era tan lamentable que, honestamente, no nos importaba arriesgarlo todo.

Susie cargó una pequeña mochila en su espalda y ató su cabello rubio en una coleta. Conocía perfectamente esa expresión en su cara; le asustaba no saber lo que pasaría, pero aún así, estaba decidida. Después de todo, íbamos a amenazar a un hombre con seguridad hasta en las orejas. Las posibilidades de que todo saliera mal para nosotras eran muy altas.

—Esperemos regresar a casa con unos cuantos millones —le dije antes de cerrar la puerta detrás de mí.

—Esperemos solo regresar a casa, April —Me responde ella en un tono más serio.

Eso había sido crudo, pero verídico.

El dinero que teníamos no era suficiente para pagar un taxi hasta el lugar de la conferencia, así que caminamos por kilómetros, cerca de una media hora para poder llegar a tiempo. Cuando nuestros pies ya comenzaban a arder por el cansancio, logramos divisar el auditorio en donde se llevaría a cabo la dichosa presentación del famoso Ace Dagger.

Mi mandíbula casi cae al suelo al notar la hermosa arquitectura que el sitio tenía por fuera. El edificio era monstruoso e increíblemente vasto, lleno de luces y paredes de cristal que denotaban el lujo de aquellos que lo visitaban. Susie y yo habíamos visto algunas fotos por Internet mientras planeábamos nuestro atraco, pues obviamente debíamos conocer el lugar mejor que la palma de nuestra mano, pero aún así, nada se comparaba a lo increíble que lucía en persona.

Nosotras jamás podríamos visitar un sitio como este sin que nos echaran a patadas antes.

—El equipo de Ace entra por acá,
sígueme —Me ordena ella en un susurro y con una seña me pide que vaya detrás.

Procurando ser sigilosas, avanzamos hasta una especie de acceso secreto, en donde al fondo del pasillo se encontraba una puerta exclusiva para los chicos del staff. Estúpidamente quise cantar victoria al creer que habíamos logrado la entrada, pero debí suponer que no sería tan fácil. Apenas dimos un par de pasos, un equipo de seguridad entero intentó detenernos.

—Hey, no pueden estar aquí. Este acceso es exclusivo. Regresen a la fila y esperen su turno como todos los demás —Habla uno de ellos, demandante.

El tipo medía y pesaba lo doble que yo, así que no había manera de derribarlo y correr como criminales.

—Venimos con Ace, somos parte de su equipo —mencionó Susie tragando en seco.

Rogué internamente para que su nerviosismo no fuera notorio —o el mío—.

Tomó el gafete falso que colgaba de su cuello y lo mostró a los guardias con una mirada retadora. Yo no dudaba ni un poco de ella, falsificar documentos era su especialidad desde los catorce años, pero de todos modos, no pude evitar sudar frío.

El hombre examinó la falsa identificación durante varios segundos. Sus ojos se deslizaban lentamente al leer con cuidado cada una de las palabras ahí escritas y mientras tanto, mi corazón latía con tanta fuerza que temía que pudiese ser escuchado.

El guardia arqueó una ceja, se inclinó hacia atrás y le mostró el gafete a uno de sus compañeros.

—Déjame ver el tuyo.

Me paralicé completamente al darme cuenta de que me estaba hablando a mí. A este punto probablemente mi corazón ya estaba sufriendo una taquicardia.

Con mis manos temblorosas, saqué la falsa identificación del bolsillo de mi suéter y se la entregué.

Mierda, seguramente mi nerviosismo ya nos delató. Ya puedo ir elegiendo mi celda a lado de la de mi madre.

El hombre la analizó minuciosamente, pero no decía nada. Cada segundo de silencio suyo, era un segundo sin respirar para mí.

—Adelante, pueden pasar —dice finalmente, abriendo paso y devolviendo nuestras identificaciones.

Mi hermana y yo sonreímos mientras intercambiamos miradas de complicidad. Nos adentramos en el auditorio y una vez que ya estábamos lo suficientemente lejos de los guardias, chocamos los cinco.

No podíamos creer que en verdad estaba funcionando.

Aquel largo pasillo nos dio acceso al área detrás del escenario, en donde decenas de personas se movilizaban cargando vestuarios, maquillaje y lo que parecía ser equipo de audio e iluminación.

    Punto 1, logrado. ✅

Entrar.


—Estamos dentro, Su. Ahora recordemos el plan, ¿quieres? Creo que se me ha reseteado el cerebro de los nervios.

Susie ni siquiera me prestó atención; estaba demasiado ocupada apreciando todo el trabajo que existía entre bastidores mientras su boca permanecía abierta.

Todo el mundo estaba en movimiento. Ace era el tipo del momento, por lo que imaginaba que parte de esta conferencia sería transmitida en televisión y redes sociales.

Estas personas esperaban que todo saliera perfecto para los medios.

—¡Susie! —alcé la voz—. ¿Quieres concentrarte? Tenemos menos de dos horas para robarle sus millones al engreído ese.

—Uhm, sí —dice volviendo a la realidad—. Recordemos el plan. Tú lo guiarás hasta el estacionamiento en cuanto yo te dé la señal. Asegúrate de ir solos los dos. Yo estaré esperándolos ahí, lista para robar toda su fortuna y huir en algún auto.

—De acuerdo —asentí con la cabeza, tratando de memorizar las palabras de mi hermana—. Espera, ¿cómo sabré quién es él?

Susie estampó su mano con fuerza contra mi frente.

—¡Por Dios! ¿No sabes cómo luce el chico al que vas a robarle? ¡Fue idea tuya el venir hasta acá! —me grita en un susurro.

Indignada, llevé mi mano hasta la zona y di un pequeño masaje para apaciguar el dolor que su pesada mano había dejado en mí.

—¿Necesito recordarte que nuestra televisión tiene una enorme línea en medio que impide ver la cara de las personas que aparecen en ella? ¡No tengo idea de cómo se ve!

Ella bufó molesta. Echó un vistazo rápido a todo nuestro alrededor y tomó un banner promocional gigante que estaba cerca de nosotras, el cual tenía impresa la cara de Ace.

—Mm no lo sé... ¿has pensado que quizá sea este tipo cuyo rostro está por todos lados? —cuestionó sarcásticamente haciendo énfasis lo último.

Tenía razón, error mío.

Observé a detalle su semblanza, o al menos el de la imagen que mi hermana me estaba mostrando.

Ace tenía cabello negro, algo largo, pero no lo suficiente para alcanzar sus hombros. También tenía unos expresivos ojos claros, ¿verdes? ¿Celestes? ¿Grises? Eso no me quedó muy claro. Su gran y perfecta sonrisa, en conjunto con su vestimenta formal, lo hacía parecer un político deseando ganarse el voto de la gente.

El chico era alabado nacionalmente por su cordialidad y generosidad, o eso era lo que se decía de él en los medios.

Yo no me creía ese cuento.

Por el pasillo en el que nos encontrábamos transitaba una chica del área de sonido, quien parecía estar apurada, pero por alguna razón, al verme desaceleró su paso.

—Oh, estilistas —menciona ella entusiasmada, leyendo el gafete de Susie—. ¿Qué se siente tener a Ace así de cerca? Como sea, asegúrense de aprovecharlo. Muchas mataríamos por estar en su lugar.

La joven ríe y continúa con su camino, alejándose de nosotras.

Sus palabras hicieron que mi entrecejo se arrugara. ¿Aprovecharlo? Mi hermana en cambio, soltó una risa.

—Ya no tenemos mucho tiempo, es momento de separarnos. No la cagues, April. Te enviaré un mensaje para que lo lleves al estacionamiento. Suerte —farfulló y sin más, comenzó a avanzar en dirección al estacionamiento exclusivo de los artistas. Un par de pasos más adelante, se giró de nuevo hacia mí y gritó—. Ah, y asegúrate de "disfrutar a Ace".

Guiñó un ojo y siguió avanzando.

Yo, por mi parte, entré en el área de vestidores; para ser más exactos, en el camerino de Ace. Las personas del verdadero staff ahí dentro me miraban con desconfianza, y siendo honestos, tenían razón en hacerlo.

El camerino de Ace era gigante y la mesa estaba repleta de comida de todo tipo. Intenté no demostrar mi sorpresa, pero todo se veía tan lujoso y apetecible que no pude resistirme a probarlo.

—Vamos, solo un bocadillo. Nadie se dará cuenta —Me dije a mí misma mientras tomaba lo que parecía ser un sandwich para millonarios.

Lo saboreé lentamente y dejé que el placer se apoderara de mi boca mientras cerraba los ojos. Jamás había probado algo tan delicioso en mi vida, es decir, apenas y podía comer algo digno en días especiales.

—¿Qué demonios crees que haces? —escuché una voz masculina a mis espaldas.

Tragué el bocadillo rápidamente para que no quedara rastro de mi robo, o bueno, al menos eso intenté, porque la comida se atoró en mi garganta y bloqueó el paso del aire a mis pulmones.

Giré mi torso aún tratando de pasar los restos de comida por mi garganta. Tuve que toser un par de veces antes de lograrlo y ver a la cara a quién estaba reclamándome.

Frente a mí se encontraba un chico alto, que a juzgar por su vestimenta de indigente, era un miembro más del staff. El chico llevaba puesta una gorra negra y en su rostro, una mascarilla del mismo color que cubría desde su nariz hasta la barbilla. A pesar de que no podía ver su expresión, sabía que tenía una cara de pocos amigos y además, estaba esperando impacientemente una respuesta de mi parte.

—Ah, solo estaba probando los bocadillos para Ace. Quería asegurarme de que estuvieran deliciosos para él —dije intentando  justificarme. 

Él comienza a acercarse a mí y me resulta imposible no notar la gran diferencia de altura entre ambos.

Se cruza de brazos.

—Hmm, ya veo. Supongo que debes ser muy cercana a él como para saber qué cosas le gustan, ¿o me equivoco?

—Algo así —replico rápidamente—. Soy la encargada de probar su comida, aunque en realidad no lo conozco mucho a él. Por cierto, ¿qué tal es? ¿En verdad es tan amable como todos dicen? ¿Cuanto tardará en llegar?

El desconocido alza la cabeza y unos ojos grises saltan a la vista inmediatamente. Este movimiento también me permite ver los tatuajes en su cuello, además del pequeño símbolo dibujado en su pómulo izquierdo, debajo del rabillo del ojo.

Acomodó su gorra y ¡oh, sorpresa! Su mano derecha también tenía tatuajes.

¿Quién era este tipo y por qué parecía que quien estaba a punto de robarle a Ace era él y no yo?

—¿No lo conoces? —pregunta entre una risa—. ¿Jamás lo has visto en televisión? ¿Instagram? ¿Google? ¿En los panorámicos de la calle?

Me encogí de hombros, restándole interés mientras tomaba un bocadillo más.

—No tengo ni la menor idea.

Lo devoré en cuestión de segundos sin preocuparme por su presencia. Él observaba cómo yo saboreaba el refrigerio, mientras una expresión de disgusto se apoderaba de sus ojos.

—Suerte atendiendo a Ace, señorita —busca leer mi nombre en la falsa  identificación—. Anne... ¿Loro Calvo?

Carajo. ¿Por qué Susie no pudo elegir un nombre menos ridículo?

Inclinó su torso hacia adelante y tomó uno de los bocadillos de la mesa, causando que nuestros cuerpos se rozaran. Me dedicó una última mirada antes de caminar hasta donde estaban los demás miembros del staff.

¿Y este quién se creía?

El tipo se quitó la gorra y la arrojó al sofá que estaba a un lado, se sacó la enorme sudadera que lo hacía parecer un vagabundo y finalmente, se retiró el barbijo, descubriendo su rostro. Tomó asiento en la silla del artista como si fuese dueño del lugar y al verlo, todos corrieron hacia él como si se tratara de una deidad.

—Hey, no nos dimos cuenta cuándo llegaste. ¿Estás listo para la conferencia de hoy?

—Como sea. Hagamos esto rápido —responde él de mala gana.

Me quedé petrificada al ver su rostro. Carajo. Carajo. Carajo. No podía ser, ¿o sí? Carajo, si era él. Ese era el chico de las imágenes.

Él no tardó en darse cuenta de mi impresión, al igual que todos los demás. ¿Y cómo no darse cuenta si me había congelado ahí mismo?

Volteó hacia mí y sonrió de lado.

—Oh sí, Anne. Olvidé decirte que él ya está aquí. Un placer, yo soy Ace. Y sí, sí soy eso que todos dicen que soy.

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