Dolce Vita
Parte I
1479
Pavia, Italia
Las oraciones y plegarias eran en lo único que intentaba concentrarse el jóven médico mientrás propinaba una paliza a un hombre victima de la peste negra con su bastón. El enfermo lloraba pidiendo perdón a Dios por los pecados que él cree que lo llevaron a contraer la mortal enfermedad.
Gajeel: Doctor ya puede detenerse, este hombre ya recibió suficiente castigo.
Erick: ¡No se detenga, por favor! ¡Se lo ruego! ¡Dios no me va a perdonar sino recibo el castigo merecido!
Natsu: Mi patrón a dado la orden. Yo no puedo hacer nada.
El jóven dirigió su mirada hacia el servidor público que se encontraba a una buena distancia de ellos.
Erick: Pero...
El pelirnegro simplemente agacho la cabeza sin soltar el pedazo de tela que cubría su nariz y boca.
Gajeel: Señor, rogamos por esta alma. Tén misericordia de él.
Tanto el médico como el servidor público tomaron sus cosas y dejaron al enfermo clamando por ser castigado por más tiempo. El servidor público aviso a la esposa del hombre que volverían al día siguiente para ver si se podía hacer algo más por él. Aunque por experiencia ambos sabían que ya no había nada más que hacer. Las manos y pies de ese desdichado ya estaban totalmente negras, una clara señal de que la muerte pronto se llevaría su alma.
Kinana: Les agradezco todo lo que hacen por él.
El jóven médico sonrió para sí mismo, pues le daba satisfacción saber que ayudaba a las personas. Lástimosamente, las personas le tenían más miedo que respeto pero era entendible, el traje era aterrador.
Natsu: No olvide purificar la casa con la mezcla de hierbas que le hemos dado.
Kinana: Por supuesto.
Con unas últimas instrucciones por parte del servidor público y una última oración por parte de la esposa del enfermo, ellos se marcharon de la casa.
Natsu: ¿Cuál es la siguiente casa?
Gajeel: Al parecer esta a las afueras de la ciudad. Nos tomara 2 horas de camino.
Natsu: Perfecto. Necesito descansar.
Los dos hombres se subieron al carruaje que los llevaría hasta la siguiente destino. Ya una vez ahí, el jóven procedió a quitarse la máscara y el sombrero, dejando ver su cabellera rosa.
Gajeel: ¿Mejor?
Natsu: Mucho mejor.
Gajeel: Al parecer la medicina no es tán glamorosa. Aún no sé como soportas llevar esa pesada y horrible máscara a todos lados.
Natsu: Costumbre. Además, no quiero contagiarme. Ya hemos pérdido suficientes médicos en esta temporada.
Gajeel: Maldita plaga. Desearía que se erradicara de una vez por todas.
Natsu: Estamos lejos de eso con gente que sale a las calles a realizar sus actos vulgares de perdición. Exparsen la plaga como llamarada de fuego en paja seca.
Gajeel: Creen que no vale la pena reservarse más por que ya viene el fín del mundo pero no piensan en sus almas.
El pelinegro hizo una señal de la cruz.
Natsu: A este ritmo parece ser que el fín se acerca.
Gajeel: Puede que tengas razón. Pero mientrás eso pasa no nos queda más que hacer lo mejor por los pobres pecadores que caen en las garras de la peste.
Natsu: Si y creo que también deberíamos descansar antes de llegar a nuestro destino.
El pelirosa se dejó caer en el asiento del carruaje y cerró sus ojos para intentar dormir un poco antes de llegar con su siguiente paciente.
Boschi, Italia
La jóven rubia caminaba nerviosa en la sala de la casa. El médico llevaba una hora en la habitación de su padre y ni siquiera su acompañante se había atrevido a hablar con ella.
Michelle: Ya llevan mucho tiempo en la habitación de tío Jude.
Lucy: Lo sé. Me temo lo peor.
Michelle: No digas esas cosas, Lucy. Tío Jude estará bien.
Lucy: Eso espero. No quiero perder a mi padre, aún no supero la muerte de mamá.
Michelle: Tén fé, el doctor sabrá que hacer.
Lucy: Eso espero.
Mientrás tanto, en la habitación del enfermo. Natsu intentaba figurarse que hacer con aquel hombre. Tenía síntomas similares al de la peste negra pero no estaba seguro que fuera en sí esa enfermedad. Lo peor que Gajeel no dejaba de mirar lo que hacía desde la distancia y de preguntar que pasaba, ya que se estaba tomando mucho tiempo para determinar el diagnóstico.
Natsu: Gajeel, esto es nuevo. Este hombre tiene síntomas similares a la de la peste negra. Sin embargo, hay otros síntomas que encajan con ello.
Gajeel: ¿Entonces...?
Natsu: Si hay fiebre, tos pero no tiene sangre, sus manos y pies tienen un color normal y no tiene úlceras.
Gajeel: Muy bien, eso descarta que tenga la peste negra.
Natsu: Eso parece pero esta muy enfermo como para dejarlo sin atender.
Gajeel: Ese no es problema nuestro, es problema de la hija conseguir a un médico particular para tratar a su padre.
Natsu: Pero fue un médico párticular que nos envió aquí.
Gajeel: Si pero él no cumple con lo que los gobiernos han determinado que califica para tus cuidados. Así que lo mejor será salir y hablar con la hija para que ella disponga que hacer.
Ese fue el momento en que por primera vez en su corta carrera como médico se sentía mal. Él era el cuarto doctor que lo miraba y no había podido darle un diagnóstico certero al enfermi. Sin embargo, su contrato era claro, él no puede atender otro tipo de paciente que no sean de la peste negra y ya Gajeel determino que esta persona no califica como tal.
Natsu: Déjame recoger mis cosas y te veo afuera.
Gajeel: Iré a darle la noticia a la jóven.
Sin decir nada más el pelinegro se marchó. Fue entonces que Natsu se acercó al hombre agonizante y le tomó de la mano. Se sentía impotente y decepecionado de sí mismo. Por más que lo deseara, no podía ayudarlo. De pronto la puerta se abrió abruptamente, asustándolo.
Lucy: ¡¿Cómo qué no puede hacer nada por mi padre!?
El pelirosa se alejó del enfermo e intentó salir de la habitación.
Natsu: Lo siento mucho.
Sin embargo, la rubia lo tomó del brazo.
Lucy: ¡No puede hacernos esto!
Natsu: En serio, lo siento mucho.
De la manera más caballerosa posible, él le tomó la mano e intentó apartarla pero ella no lo permitió.
Lucy: Usted es el cuarto doctor que ha venido a verlo.
Natsu: Lo sé pero no puedo hacer nada por él.
La jóven no respondió de inmediato. Mordió su labio inferior, desviando su mirada hacia su padre. Ella era conciente de que apretaba de más la mano de aquel misterioso doctor pero no le importaba, pues ella realmente deseaba que alguién de una vez por todas ayudara a su padre.
Lucy: Por favor... se lo ruego. Es la única familia que me queda.
Las lágrimas de la jóven rodaron por sus mejillas rojas, haciendo al pelirosa sentirse muy culpable por como funcionaba el sistema. Por impulso, él limpió una de las lágrimas y la rubia se sorprendió por la calidez del gesto. Ella posó su mano sobre la de él y a pesar que por la máscara no podía ver su rostro, en su interior pensaba que era biena persona. Quizas podría persuadirlo.
Lucy: Haré cualquier cosa con tal de que trate a mi padre.
Él aparto su mano del rostro de la jóven, sorprendido de que ella no se inmutara ante su propuesta. A pesar de que sus lentes estaban ya empañados por pasar todo el día con la máscara, el jóven logró corroborar la determinación de la rubia.
Natsu: Lo siento, señorita, yo soy una persona recta, servidor público y de la iglesia. No acepto sobornos.
Él intentó sonar lo más serio posible pero ni aún con eso era capaz de salir de la habitación y terminar de una vez por todas con la escena. Lo peor vino cuanso ella volvió a acercarse a él y posó sus manos sobre la máscara. ¿Porqué no podía moverse? ¿Porqué no simplemente la apartaba de sí y daba todo por terminado?
Su mente le dió la respuesta al ver esos ojos cafés. Cristalizados por las lágrimas de dolor e impotencia. Su mirada era suplicante. Ella no decía nada verbalmente pero él sabía que le estaba rogando con esa dolorosa mirada. Rogando que hiciera algo por su padre. Literalmente, ella estaba poniendo su fé en un desconocido.
Lucy: Si dice ser un servidor público y de la iglesia, pues sabrá que ayudar a mi padre esta dentro de esos terminos. Creamé estoy cansada de verlo sufrir y si mi padre muere perderé todo, pues no tengo esposo al cual se le sea entregado lo que pertenece a mi padre. Así que, ¡si!, estoy dispuesta a entregarle mi cuerpo a usted y si es necesario al servidor público que espera por usted en mi sala.
La audacia de la jóven lo dejó sin palabras. Su desesperación era tanta que no le importaba que su padre estubiera en esa misma habitación. Quizas el hombre estubiera inconciente pero probablemente escucha todo lo que hablan.
Natsu: ¿Cómo conseguira esposo si yo tomó su virginidad? ¿Acaso no ha pensado en eso?
Por un instante, él jóven observó duda en aquellos ojos cafés pero al parecer el sentimiento no duró mucho, pues ella sonrió al escuchar que él estaba considerando la propuesta.
Lucy: Ese será problema mío cuando pase. Mi prioridad es salvar a mi padre.
No cabía duda que esa jóven estaba fuera de sí pero más lo estaba él por seguir de pie frente a ella considerando una propuesta indecente.
Natsu: ¿Qué hay si no logró curar a su padre? Que todos mis esfuerzos sean en vano.
Ella dejó caer sus manos y a pesar que la rubia nunca tocó su piel, la sensación de abandono se hizo presente.
Lucy: Tengo mucha fé en que usted podrá ayudarlo. Al menos que el cielo este muy empeñado conmigo. Me quito a mi madre y hermano hace unos años, ahora me quitará a mi padre y con ello todo lo que él trabajo para mí.
Definitivamente, la rubia no la tenía fácil. Si caía en desgracia su única opción para sobrevivir, a parte del matrimonio, era la prostitución. Prácticamente, el futuro de una jóven estaba en sus manos. El pelirosa miró hacia el enfermo y suspiró. Había tomado su decisión y esta iba en contra de todo lo que su contrato decía. Se acercó a ella, invadiendo su espació íntimo y la acorraló contra la pared.
Natsu: Hagamos un trato.
Ella lo miró con atención y él habló más bajo.
Natsu: Yo trataré a su padre...
La rubia estaba por gritar de la emoción pero este le puso un dedo sobre la boca para callarla. Cuando ella mostró que entendía lo que estaba pasando, él apartó su dedo.
Natsu: ... y nadie debe enterarse de esto. Ni siquiera el caballero que me acompaña.
La jóven movió la cabeza afirmativamente.
Natsu: Vendré durante las primeras horas de la madrugada. A esa hora no estoy de guardia y nadie me acompaña. También no traeré mi traje para que no me reconozcan y solo me quedaré media hora para dar tratamiento a su padre.
A la rubia le parecía muy bien el plan y en su interior agradecía que el cielo haya tocado el corazón de ese médico.
Lucy: No sabe lo agradecida que estoy por todo esto... le prometo que en su primera visita cumpliré con lo que...
Natsu: No necesita cumplir nada.
Esas palabras le sorprendieron y lo miró confundida.
Natsu: Como dije, soy un hombre recto y no me aprovecharé de su desesperación para que me pague con favores sexuales.
Ya escuchándolo de sus labios, la rubia se sintió avergonzada por lo que ofreció pero ella estaba realmente desesperada por ayudar a su padre.
Lucy: Gracias.
Natsu: De nada.
Por alguna razón, verla aliviada le hizo sonreír. Cosa que hacía pocas veces desde que tomó la decisión de convertirse en médico.
Natsu: Ahora bien, necesito que pretenda que nunca tuvimos esta conversación. No quiero que mi acompañante sospeche.
Lucy: Por supuesto. No se preocupe, prometo que seré muy discreta.
Natsu: Bien... Creo que es momento de que me marche. Yo regresaré en la madrugada. Le prometo que haré lo que pueda para curar a su padre.
Lucy: No se imagina cuanto se lo agradezco.
Natsu: No hay nada que agradecer aún. No al menos hasta ver que su padre mejore.
El pelirosa se alejó de ella y se disponía a marcharse.
Lucy: ¡Espere!
Sin embargo, la rubia necesitaba una última cosa.
Natsu: ¿Si?
Lucy: Ummm, yo estaba pensando que debería ver su rostro para reconocerlo cuando venga en la madrugada. Así sabré que es la misma persona de hoy y no un impostor que envíe solo para evitar su promesa.
Natsu: Tiene razón. Lo ideal sería eso.
Sin agregar nada más, él se safó las cinchas de la máscara, revelando por un pequeño instante su rostro. A Lucy le impresionó mucho sus ojos que eran verdes y su media sonrisa, la cual no podía negar que era tierna. Tampoco se espero que el médico no fuera tán mayor, más bien parecía que estaba en sus 20s.
Natsu: Espero mañana recuerde como es mi rostro.
La rubia solo asintió negativamente ante sus palabras. Pues no sabía que decir sin sonar nerviosa.
Natsu: Ahora si, me retiro.
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