Diferentes Circunstancias #3
Espero que les guste~
Nota: En esta versión y de momento, Dogman oculta por completo eso de tener un cuerpo humano
Petey solo había tenido la misión de ir a ver que había pasado con dos policías que habían acudido a un robo y no había vuelto, ni contestado su radio. Se había reído en el camino, pensando que lo más seguro es que se hubieran distraído con la tienda de donas o algo por el estilo, pero cuando llego a la última dirección a la los habían enviado, no pudo evitar parpadear con sorpresa.
-¡Petey!- ahí estaban el par de policías, al parecer sentados de tal manera que miraban a lados contrarios y las manos hacia atrás, esposados el poste de luz que había allí al juzgar por el sonido metálico que provocaban los movimientos de ambos. Uno tenía las piernas estiradas, mostrando que los cordones de sus zapatos estaban atados juntos, mientras el otro tenía el rostro dibujado de una manera tan ridícula que el felino se estaba conteniendo las ganas de reír. Era una escena un poco tonta, ridícula también, y solo empeoraba con las pelucas al estilo payaso que reemplazaban las gorras del uniforme.
-¿Qué les paso?- bufo, divertido, sintiendo que esa era la pregunta del año.
-¡Ese perro nos paso!- uno de ellos se sacudió, brusco, haciendo una ligera mueca al sentir un ligero dolor viniendo de sus muñecas esposadas y terminando por bufar de mal humor, obligándose a relajarse una vez en su lugar, al menos hasta que lo soltara.
-¿Perro?- ladea la cabeza, confundido. Se sobresalta y se eriza de la sorpresa cuando un repentino ladrido suena, dándose la vuelta sin dudar, un poco avergonzado de no haber notado que había alguien más allí. Es un perro de sonrisa burlona que los mira con diversión, saliendo del callejón al parecer y llevándose el pedazo de hamburguesa que sostiene a la boca antes de apoyarse con tranquilidad contra la pared más cercana, alzando su otra mano, girando en uno de sus dedos ese anillo que sostiene las llaves de las esposas. -Oh- se endereza, sacudiendo la cola, analizando a quien tiene enfrente. El pelaje castaño esta alborotado y un cansancio notable a pesar de su expresión llena de diversión, vistiendo pantalones negros y zapatillas incluidas, usando un buzo azul oscuros cuyos bolsillos, capucha y puños terminan en negro. Parece quedarle un poco grande, con las mangas holgadas y tan largas que casi le cubren las manos pero aun así, es difícil no ver los guantes negros que lo cubren. Y en su cuello hay un collar, negro, con tachuelas en punta y una calavera plateada justo enfrente. -Hey~- siente un cierto encanto cuando se da cuenta de lo bajito que es el perro. -¿Hay alguna posibilidad que me entregues las llaves en son de paz?- sus patas tocan las esposas colgadas en su cinturón, algo que logra hacer que el otro entrecierre los ojos y detenga su movimiento, apretando las llaves con fuerza. -¿Y te entregues voluntariamente al arresto?- el perro emite un sonido, ligero y pensativo, mirando las llaves que sostiene, lanzándolas apenas y atrapándolas, repitiendo el gesto un par de veces antes de detenerse y enderezarse con un suspiro.
Mete su mano libre en el bolsillo de su buzo y lanza las llaves hacia el gato.
-¡Hey!- Petey las atrapa por puro reflejo, suspirando con alivio, mirando aquello por unos segundos. -Muchas gra...cias- levanta la vista y su voz muere en el momento en el que nota que el perro ya no esta allí. -¿Eh?- lo ve huyendo, ágil y veloz, dispuesto a perderse entre la gente al parecer. -¡Vuelve aquí!- se siente un poco iluso por haber creído que el otro se rendiría con tanta facilidad y esta dispuesto a seguirlo, solo para detenerse en seco ante los gritos de sus compañeros.
-¡No nos dejes aquí!- uno se remueve una vez más, ya arto de la posición en la que estuvo atrapado por poco más de una hora de seguro.
-¡Ya me acalambre!- el otro solloza de manera dramática y el felino se queda tieso en su lugar, haciendo una mueca porque se había olvidado de ellos por unos segundos, terminando por suspirar con cierto cansancio y resignación, dándose medía vuelta para poder liberarlos.
Vuelven a la estación con la cabeza gacha y con una sensación pesada de vergüenza que comparten entre los tres, quienes no tiene mucha otra opción más que presentarse ante el jefe y contarles el desastre que fue todo eso. El policía cuyo rostro aun esta lleno de un marcador negro que no da señales hacerse siquiera más claro a pesar de que frota con ímpetu y cierta impaciencia, es incapaz de ver al jefe a los ojos. El otro, cuyas medías de diferentes colores y diseños se muestran libremente porque tiene los zapatos en mano en un intento de desatar las agujetas, solo puede bajar la cabeza con vergüenza y llegando a lucir como un niño regañado. Y Petey no es muy diferente a ellos, sonriendo con nerviosismo al tener que mencionar su propia ingenuidad y bajando las orejas al admitir al admitir que había dejado que el sospechoso escapar.
Chief solo los mira en silencio, con una expresión difícil de interpretar, luciendo entre querer reprenderlos y al mismo tiempo, pareciendo que quiere reírse a carcajadas de la ridícula situación pero al final, para su suerte, no hace ninguna de las dos y solo suspira, dejándolos ir de momento.
Los siguientes días son más tranquilos, incluso si el par de policías se vuelven el objetivo de muchas burlas ante la foto de ellos esposados a ese poste de luz llega al pizarrón de los anuncios que tiene allí pero más allá de eso, no pasa nada demasiado emocionante y Petey llega a olvidarse del perro si tiene que ser sincero consigo mismo, más concentrado en su rutina, trabajando y luego volviendo a casa para poder ayudar a sus padres, entre otras cosas.
Hasta que lo vuelve a ver.
Es casi medio día y el felino esta saliendo de una tienda, cargando algunas bolsas con cosas para su mamá y algunos materiales extra que necesita para su siguiente creación, además de unos ingredientes de último momento para el almuerzo que le toca cocinar pero a pesar de eso, no tiene real apuro. Tararea una melodía para si mismo, repasando su lista mental y revisando dentro de las bolsas solo para asegurarse de que no le falta nada, cuando levanta la vista y ahí lo ve.
Es el perro, aquel de buzo azulado y pelaje castaño, parado de perfil y bajo el semáforo, luciendo como si estuviera esperando que la luz cambiara para poder cruzar al otro lado de la calle, con las manos metidas en lo profundo de los bolsillos de ese buzo suyo. Luce...cansado al decir verdad, con una postura casi derrotada de cierta manera por la forma en la que esta ligeramente encorvado, bostezando de forma tan amplia que Petey esta seguro de que le dolerá la mandíbula en unos segundos y con los parpados amenazando con caer pero también, se ve algo maltratado, con la ropa al sucia y el pelaje más alborotado que antes, además de tener las orejas bajar.
-Oh, changos- su pata se levanta antes de que pudiera pensarlo para taparse la boca, sintiendo una ola de asco y horror que lo invade, bajando las orejas. Porque ahora que tiene la oportunidad de verlo un poco mejor y sin tanto apuro como antes, es que puede notar que a ese perro le falta algo importante. Detrás de él, donde debería haber una cola que se agita o simplemente se mantenga caída por el cansancio, no hay nada, y su cerebro no tarda mucho en imaginar los peores escenarios para que ese sea el resultado pero a pesar de eso, solo puede quedarse en su lugar y mirar al perro, quien bosteza una vez más, avanzando en cuando la luz cambia y pareciendo tambalearse apenas en su lugar, como si tuviera un enorme peso sobre su pequeño cuerpo.
Petey no puede evitar sentirse ansioso después de eso, aunque no tiene muy en claro la razón, y termina por mantener las orejas atentas a la presencia del perro, esperando que esa sensación desapareciera en algún punto.
El perro parece desarrollar casi como una especie de rutina a lo largo de las semanas. Roba dos o incluso tres veces por semana, siempre comida que muchos dicen que devora casi al instante y Petey intenta ignorar que eso activa algunas alarmas en su cabeza, encontrando un gusto muy particular en molestar a los policías. No importaba si fueran policías de transito, patrulleros o guardias de seguridad, todos eran sus blancos. Desde pastelazos repentinos tirados al rostro con fuerza suficiente como para hacerte tropezar, hasta globos rellenos con mal olor o pintura permanente pero llegando tan lejos como para descomponer los autos estacionados a las afueras de la estación y trabar tanto las puertas como las ventanas de estas en más de una ocasión.
-¿Es en serio?- y Petey lo encuentra una vez al lado del edificio, con una lata de puntura en mano y un gran dibujo casi infantil en la pared, donde se ve vagamente como un cerdo devorando una dona o un ser humano muy deforme, el felino no lo tiene muy en claro. -Tienes un sentido del humor raro- bufo ante la sonrisa llena de orgullo que el otro muestra y el felino termina por suspirar, mirando el dibujo de reojo por unos segundos. Cree que puede estar analizando un poco demasiado toda la situación pero todo lo sucedido hasta el momento se siente como una enorme señal de algo y él no puede ignorarlo. -Y tienes algo contra la policía- es una teoría en base a todo lo que ese perro a hecho en contra de los oficiales, analizando al otro, pudiendo notar como se tensaba y apretaba los dientes con fuerza. Le gustaría que tuviera cola, para que delatara un poco su estado de animo, pero tendrá que hacerlo como hace con los humanos, siendo observado. -Más bien, tienes algo en contra de esta estación- porque allí fue el centro principal de las peores maldades ajenas. Rayos, el perro les había llegado a cortar la electricidad en algún punto, y eso sucedió más de lo que a alguno le podría gustar. -¿Por qué?- algo esta sucediendo bajo sus narices y siendo quien es, tiene el deseo de saber, porque todo eso solo le grita que algo sucedió entre ese perro y esa estación pero no tiene ni siquiera una pista para armar el escenario completo.
El perro aprieta los dientes con fuerza, soltando un gruñido profundo y sonoro que sobresalta al gato, quien retrocede con las patas en alto cuando el can se mueve. Es brusco, lleno de ira y molestia, escribiendo algo sin mucho cuidado junto a su dibujos, pero Petey puede ver el dolor en su expresión y siente que algo en su interior se remueve, obligándose a apartar la vista para centrarse en la pared, abriendo los ojos con sorpresa al notar que se esta formando una oración.
-¿"Se olvidaron de él"?- esta escrito allí, con los bordes algo retorcidos y la letra un poco extraña pero allí esta. Su mente lucha un poco por armar el rompecabezas que de repente tiene en frente pero sabe que es imposible, apenas tiene unas pocas piezas, no lo suficiente para una imagen completa. -La estación- mira de frente al perro, pudiendo notar el el resentimiento y el dolor en su rostro, sus ojos brillando con lagrimas que no parece dispuesto a derramar y las manos temblando, una de ellas apretando fuertemente la lata de pintura. -Ellos...¿se olvidaron de alguien? ¿Un amigo tuyo?- Petey se gana un gruñido ligero y eso lo hace fruncir el ceño, confundido, sintiendo que se había equivocado. -No un amigo...¿Un familiar?- se eriza cuando el otro termina por tirar bruscamente la lata contra el suelo, esta rebotando y provocando un fuerte sonido que hace que las orejas felinas se sacudan un poco, luciendo ya en su limite.
Le muestra los dientes con un gruñido salvaje, casi sonando como una especie de advertencia poco clara, moviendo sus manos libres para subirse la capucha de su buzo y darse media vuelta para alejarse de allí, dejando al gato con una sensación de pesadez en el pecho. Cree que pudo haber cruzado un limite, quizás lo presiono demasiado, y aunque siente una punzada de culpa porque esta seguro de que logro ver como la expresión ajena se derrumbaba por unos segundos, siente también esperanza.
Tiene una pista, solo necesita investigar y conseguir todas las piezas de ese raro rompecabezas que de repente tiene entre sus patas.
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