Helen lucía feliz mientras que esa mañana aportaba increíbles ideas para que la empresa innovara nuevamente como antes lo solía hacer. Sus jefes al igual que los supervisores, los economistas y todas aquellas personas con algún título aplaudían las ideas de esta increíble chica quien con tan solo treinta años que no sobreviviría en el hospital al finalizar el día.

– ¿Entonces qué harás cuando salgas de trabajar? –La voz del novio de Helen, quien llamaba con entusiasmo y mucha felicidad que seguramente luego sería borrada.

–Es lunes y comúnmente salgo tarde entre las seis de la tarde en cuanto termine la última reunión iré a casa de mis padres, ya que cumplen su vigésimo aniversario. Esperemos que algún día lleguemos a tantos años de casados. ¿No?

–Claro que sí amor, por el momento solamente llevamos cinco años de compromiso. Nos quedan quince años más, ¿Qué puede pasar para arruinar nuestro compromiso? En absoluto nada.

–Tienes razón, a todo esto... me gustaría tener un hijo.

–Que traviesa eres, esta noche cuando estemos los dos a solas lo platicaremos y seguramente llegaremos a algún acuerdo. Aunque necesito de una oferta por tu parte para acceder. Por cierto, esta noche cocino yo.

–Esta noche te sorprenderé, debo colgar. Te quiero –Terminó la llamada Helen, con una sonrisa picarona.

Algo que no sabía ella ni su novio, es que esa era su última conversación que iban a tener. Porque antes de que Helen pudiera llegar a su casa ya un homicidio en la calle Lindón se presentaría y cintas amarillas rodearían la escena del crimen mientras que la policía junto a los paramédicos actuarían con su máxima velocidad y eficacia para salvar la vida de esta inocente chica.