Capítulo 8
-Pov Rubén-
—Rubius... ¿Rubiuh?... ¡Ruben! —Gritaron mi nombre, sacándome del trance en el que estaba.
—¿¡Qué?! Ah, Mangel —Me sobresalté, mirando a todos lados y encontrándolo a mi lado en el sofá de la sala.
—¿Qué acabo de decir? —Cuestiona poniendo los pies encima del mueble y mirándome seriamente.
—¡Rubén! —Le respondo emitiendo su voz. —¿Qué acabo de decir? —Pregunto poniendo los pies encima del mueble, imitando su seriedad.
—Antes de eso. —Mueve su mano hacia atrás.
Me quedé callado, pensando en lo que estábamos hablando, tratando de crear una respuesta precisa. Levanté mi índice para comenzar a hablar, pero las palabras no me salían por el miedo a decir algo incorrecto. Él se enfadaba bastante si no lo escuchaba, ya que siempre soy un mal amigo por no prestar atención.
—Tío, ¿Qué demonios te pasa? —Pregunta molesto. —Llevo como media hora hablándote y tú mirando no sé dónde. —Cruza de brazos. Ok, creo que me he pasado de límites con esto. He estado escuchando quejas toda la semana por estar comportándome como un idiota pensando en mis cosas.
—Miguel, estoy saliendo con una chica. —Confieso de repente, interrumpiendo su monólogo sobre por qué soy el peor amigo del grupo, y de repente abrió los ojos como una vaca asustada.
—Espérate un momento. —Se sienta de lado, acomodándose los lentes oscuros. —Por eso ibas todos los días a patinar, por eso siempre estabas ocupado, las veces que te ibas en trance era por ella. —Asentí levemente. —¿¡Por qué no me lo habías dicho antes, hombre!? —
—Pensaba que no te iba a interesar. —Pongo mi voz más chillona mientras me encogía de hombros poco a poco. —Lo importante es que ya te lo dije, ¿no? —Me endurezco en el mueble, colocando un cojín en mi falda.
—¿Cómo se llama la chica afortunada? —Alza las cejas de manera pícara.
—Tn___ —Contesté orgulloso de su nombre.
—Es... Es un nombre raro, ¿estás seguro de que es de aquí? —Señala el suelo, mirándome inseguro.
Durante mucho tiempo, Miguel tenía razón con lo que decía. Llevamos casi tres meses viéndonos, pero nunca le he preguntado cosas personales. Solo sé que se llama Tn___ y que es DjBlue, nada más. No tengo ni la menor idea sobre sus padres, su lugar de nacimiento y su cultura.
—A la verdad que yo no sé. —Lo miro confundido y él me tira un cojín en la cara.
—¿Eres bruto o te haces? —Me vuelve a dar con el cojín en la cara y, para el tercer golpe, lo esquivo arrebatándoselo de las manos.
—¿Qué culpa tengo de que la tía sea mona? —Le tiro el cojín en la cara, escuchando un "crack" de los lentes que se le habían caído al suelo.
Cerré los ojos instantáneamente, no quería saber si se los había roto o si solo fue una caída estúpida. Respiro hondo.
—Además, ni siquiera la conoces. —Cruzo los brazos, abriendo mis ojos para ver cómo se acomoda los lentes.
—Pero mira quién habla. —Cruza de brazos. —El que sabe su color favorito.
—Obviamente que es el azul, Mangel, si en el nombre está muy claro, DjB... —Digo asqueado, callándome la boca de repente, deseando que él no me hubiera escuchado.
—¿Qué dijiste? —Alza una ceja.
—Estás alucinando, porque yo no dije nada. —Alzo las manos hasta mis hombros, mostrándome inocente.
—Cupido te tiene fastidiado. —Se levanta del mueble, dirigiéndose a la cocina, y yo con mucho gusto lo sigo también. —¿Qué pasó con la idea de ser amigo de DjBlue? —Imita mi voz cerrando la puerta de la nevera con una lata de refresco china en sus manos.
—Eso todavía sigue en mi lista de quehaceres. —Le miento con la mano en mi nuca. —Mañana me quedaré en la casa de Tn___, así que te encargo a mis gatos. —Acuso al ver a los gatos comiendo de sus platos llenos de comida. Aunque debería preocuparme por Miguel cuando empieza a toser por ahogarse con el refresco.
—¿Tan rápido? ¿Por cuánto tiempo? ¿Son novios? ¿Entonces toda esta conversación era para acompañarte a comprar condones?
Si no existiera la palabra "respeto", ya me habría ido corriendo con los gatos. Me quedé en el lugar estático, esperando a que se quedara sin aire, hasta que ocurrió a los cinco minutos.
—Em... no. —Entró a la cocina, abriendo la nevera y cogiendo otra Fanta china. —Es solo el fin de semana y no, no somos novios, solo somos mejores amigos. —Cerré la nevera y volví a mirar. Su cara no mostraba ningún sentimiento; solo estaba ahí, parado, haciendo nada, mirándome. —¡¿Qué?!
—Me cambiaste por ella. —Sonó más a una afirmación que a una pregunta, pasando sus manos por sus mejillas como si estuviera quitándose lágrimas imaginarias.
—Claro que no, Mangel, tú eres el primero y único amigo que sabe de esto. —Me acerco a él, colocando mi brazo alrededor de sus hombros. —No quiero que se lo digas a nadie, ¿eh? —Lo abrazo por el cuello con mis brazos. —Yo no sé qué haría sin ti, Miguel, y tú lo sabes perfectamente.
—Si las chicas estuvieran aquí, morirían por tal escena. —Menciona Mangel después de que hablé y soltamos una carcajada. —Rubelangel AAHH —Intenta imitar una voz de mujer, haciendo que me ría por la situación.
—Créeme que por más que me enamore, siempre te voy a querer, mi amor. —Hago una pose heroica.
—JA, GAY. —Grita Mangel, quitándome los ánimos.
—¡Oye! —Chillo algo ofendido y se empieza a reír, sentándose de nuevo en el sillón.
—Ahora que lo pienso, ¿ella tendrá piscina? —Alza una ceja, rascándose la nuca y mirándome.
—Ay, santa papaya. —Susurro casi para mis adentros, atemorizado.
(...)
—Hostia, Rubén, quédate quieto, tío. —Me regaña Mangel, poniéndose encima de mis caderas para que no pueda escaparme.
—Que no, Mangel, eso duele con cojones. —Forcejeo un poco mientras señalaba el papel con cera que estaba pegado a mi pecho.
—¿Entonces prefieres que vea tus tetillas peludas? —Cruza de brazos, aún encima mío.
Después de que Mangel haya hecho esa pregunta que sonaba más como una afirmación, hemos estado discutiendo. No tuve otra opción que arriesgarme y hacerme la depilación. Esto era una mala idea, un pésimo plan; yo me había prometido no volver a hacer esto en uno de mis vlogs. ¿Por qué? Porque simplemente me dolió con cojones, así de fácil y sencillo.
Primero, era nuestra primera vez usando papeles de seda, o sea, no sabíamos nada de esto. Segundo, Mangel se creyó que era el experto en esto porque su "madre" lo hacía de vez en cuando cuando él era más joven. Y por último, a Mangel no se le ocurrió leer las instrucciones e hizo todo el procedimiento mal. Pasé por mucho sufrimiento, y con todo eso, casi la mayoría de los vellos no salieron del maldito sitio.
—¡No!... Bueno, sí, no no —Bajo mis manos pensando y fue la peor decisión que tomé, ya que Mangel quitó el papel de un tirón, escuchándose por toda la casa mi grito. Ahora me encuentro en forma de feto encima de la cama, con mis manos sobando la parte derecha de mi pecho, intentando calmar mi dolor.
—Ahora solo falta uno. —Señala el lado izquierdo que aún contiene el papel. Me siento en la cama para pasar mi mano por mi cara, quitándome las gotas de sudor que bajan por mi frente. —Párate derecho, hombre. —Posa su mano en mi pecho izquierdo.
—NO —Grito, golpeando su mano, levantándome de la cama y dirigiéndome al baño. —De este me encargo yo. —Me miró al espejo, buscando la forma de cómo quitarme el papel sin que me duela tanto, jalando por cada extremo del papel. —No sé por qué lado quitármelo. —Digo, rascándome la nuca, mientras que mi otra mano está en mi cadera.
—Déjame ver. —Entra al baño Mangel, volteándome y se me queda mirando. —Yo creo que debería hacerlo de este lado. —Señala una esquina y me quedo pensando. —¡Pero hazlo ya! —Me lo quita de un tirón. Esta vez, grito y brinco hasta tirarme en la cama boca abajo.
—Hostia puta. —Gruñe, moviéndome de un lado a otro, quejándome. — Ten más corazón, Miguel.
Después de ese episodio doloroso, nos encontramos en el suelo de mi habitación, riéndonos del desastre de la depilación improvisada. Mangel y yo compartimos risas y bromas, olvidando momentáneamente el sufrimiento físico.
—Bien, Rubén, la próxima vez, dejamos esto en manos de profesionales. —Dice Mangel, aún recuperándose del ataque de risa.
—Totalmente de acuerdo, Miguel. Nunca más improvisemos algo así. —Le doy un leve golpe en el hombro, ambos compartiendo complicidad.
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