Capítulo 6

[POV Tn___]

La noche transcurrió entre risas, sumergidos en las anécdotas que compartíamos sobre nuestras vidas. Antes de retirarnos a nuestras habitaciones, a Rubén le apeteció probar un pastel que guardaba en la nevera. Aunque era de vainilla, rechacé la oferta, observando cómo cortaba un pedazo y lo colocaba en un plato. La charla seguía de manera normal hasta que nos dimos cuenta de que el cuchillo no estaba en su lugar habitual.

—¡Vamos a morir! —Exclamé, subiéndome a la mesa del comedor dramáticamente mientras Rubén perseguía a Raspberry, su gato.

El sol empezaba a asomarse, eran las cinco y media de la mañana. Sentada en el borde de la cama, reflexionaba sobre revelar la "Oscura Vida" que llevaba. Él me había compartido la verdad, ¿por qué no tendría el derecho de hacer lo mismo? Además, si ya conocía mi identidad, pronto descubriría otro secreto. Me preocupaba que su admiración por DjBlue se desvaneciera al conocer mi vida real, y ocultar este gran secreto podía arruinar mi reputación en menos de cuarenta y ocho horas.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar un golpeteo en la puerta. Me levanté, esperando encontrarme con la mirada de Rubén.

Miau...

Cerré la puerta al ver entrar a su gato Raspberry. Me acerqué con cuidado, deseando entender cómo se sentía. Me senté a unos pasos de él, extendí mi mano hacia su cabeza. El gato me observaba atentamente, y cuando apartó la mirada, acaricié su pequeña cabeza negra. Desde lejos, se notaba el cuidado que Rubén les brindaba a estos gatos, sus "crías", como él los llamaba. Era evidente la responsabilidad y el amor que les dedicaba.

En ese momento, enfrentaba la indecisión de quedarme hasta que él se levantara o marcharme a casa dejándole una nota de agradecimiento. Después de unos minutos, opté por irme. Recogí mis cosas de la habitación de huéspedes, busqué papel y bolígrafo, dejando una pequeña carta de agradecimiento. Salí de la habitación sin hacer ruido, tomé mi patineta y suspiré al cerrar la puerta, jurando no volver a esa casa a menos que fuera una emergencia.

—¿Te vas tan temprano? —Preguntó.

Volteé a ver a Rubén, recién levantado, con el pelo más revuelto de lo normal y una camisa grande. Me quedé mirándolo unos minutos antes de responder.

—Yo... tengo cosas que hacer en estos momentos. —Mentí, señalando la puerta sin apartar la mirada.

Me sentí estúpida al dar esa mentira. No tenía nada que hacer más que quedarme en mi apartamento mirando el desgastado techo.

—Déjame al menos hacerte algo de comer. —Indicó rascándose la nuca mientras miraba la hora en su celular. —Son apenas las seis en punto. —Mostró la hora.

Quería rechazar su oferta, pero los rugidos de mi estómago hablaron por mí.

—Creo que eso es un sí. —Dijo, alzando una ceja y riendo por lo bajo.

—Bueno, sí, tengo un poco de hambre. —Cerré la puerta, encogiéndome de hombros, y nos dirigimos a la cocina.

—¿Qué quieres? Tostadas, pancakes, revuelto, avena... ¿Qué prefieres? —Preguntó, dando vueltas por la cocina en busca de ingredientes.

—Lo que sea. —Respondí con las manos detrás de la espalda.

—¡Genial! Porque solamente tengo cereal. —Mostró la caja de Azucaritas con una sonrisa.

Literalmente, me quedé impactada. Mi expresión debía valer un millón en ese momento.

—No te me quedes mirando así que me da miedo. —Dijo entre dientes, sacudiendo la cabeza al ver mi expresión.

—Perdón, es que no me lo esperaba. —Me senté mientras preparaba el cereal con leche.

—Gracias por quedarte un rato más. —Comentó Rubén, sentándose a mi lado, creando un momento de silencio roto solo por el tintineo de las cucharas.

—Debería ser yo quien te dé las gracias. Me diste refugio, desayuno y me salvaste de una manada de fans. —Sonreí al recordar la adrenalina de ayer.

—Se llaman Criaturitas. —Me corrigió. —Así se llaman mis suscriptores, y no es nada. No quería que te hicieran daño, ya sabes, algunos son muy sobreprotectores. —Jugó con el cereal. —Tu sabes, celosos... perdón por lo de ayer, enserio no pensé que iba a pasar justo ayer.

—No te preocupes, he tenido peores. —Informé, aguantando la risa al recordar lo sucedido en Tomorrowland.

—Enserio, ¿cómo fue eso? —Preguntó sorprendido, dejando el plato a un lado. Y mi respuesta fue mirarlo atentamente hasta que entendiera a lo que me refería.

—Tranquilo, ya sé la historia entera, vi tu video en YouTube. —Le dije, dejando el plato vacío.

—Joder, qué vergüenza. —Se cubrió la cara avergonzado.

—No te avergüences, fue un buen video. Además, es el único que he visto... hasta ahora. —Rodeé los ojos de manera positiva. —Gracias por el desayuno. —Agradecí, cogiendo la patineta y dirigiéndome a la puerta.

—Si quieres, te acompaño a tu casa. —Se ofreció levantándose, poniendo el plato sucio en el fregadero.

—No, gracias. Puedo ir sola, no te preocupes. —Rechacé, cerrando la puerta y dirigiéndome a casa.

—Tienes razón. —Miró el techo blanco de su casa. —Es mejor que por el momento no sepa dónde vives. —Se acercó poniendo las manos sobre mis hombros. —Tu casa debe de ser gigantesca. —Se mostró emocionado, y aunque mi cabeza daba vueltas por el repentino gesto, logré reponerme.

—Tiene una piscina bien grande y es de dos pisos. —Comencé a describir mi antigua casa con orgullo.

Cuando el mareo se disipó, abrí los ojos y me di cuenta de que ya estaba fuera del apartamento. Me golpeé mentalmente por la gran mentira que acababa de contar, o mejor dicho, por todas las mentiras que le había dicho. Me sentía como un completo desastre, había enredado la situación varias veces. Este era un martirio que, a partir de ahora, no se extinguiría.

Me prometí a mí misma no volver a mentirle a Rubén, nunca más. 

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