Capítulo 40
-POV Tn___-
Abro los ojos lentamente y veo frente a mí a Rubén, semidesnudo, dormir plácidamente. Sonrío con ternura al verlo tan tranquilo y relajado. Ha sido una muy buena semana hasta ahora, y tengo ansias de seguir por muchos años a su lado. Faltan pocos días para las premiaciones, pero aún no hemos hecho nada con el plan. El plan consiste en esperar a que mi padre se comunique conmigo para una reunión y que confiese mientras grabo la situación desde mi cartera, en la cual instalaron una cámara escondida, para luego enviársela a Max. Sin embargo, mi padre aún no me ha contactado.
Miro mi teléfono y mi corazón por un momento se detiene. Tengo más de 50 llamadas y 100 mensajes de mi padre, todos ordenándome que me reúna con él en su casa para hablar sobre los premios. Decido no contestar nada de sus llamadas ni mensajes y me doy un baño antes de irme. Al terminar, con cuidado de no levantar a Rubén, tomo la cartera y la llave del hotel para irme, no sin antes voltear a ver a Rubén, que aún duerme.
Salgo de la habitación, determinada a lo que voy a hacer, y marco el número de teléfono de uno de los choferes de mi padre, informándole sobre la situación y enviándole la localización del hotel. Luego de unos 15 o 20 minutos, el chofer llega, y sin ningún preámbulo, me monto en el auto de camino a la casa de mi padre para confrontarlo.
Entré en la oficina de mi padre con el corazón martillándome en el pecho. Cada paso que daba resonaba en mi cabeza como un tambor de guerra. Había llegado el momento de enfrentarlo y gritarle todas las verdades que había mantenido enterradas durante años. Estaba preparada, incluso antes de bajarme del auto activé la cámara, esperando captar algo que pudiera usar para liberarme de su control.
—Con que al fin llegaste —dice mi padre al entrar a la habitación, mirando unos papeles que tiene en sus manos.
—Papá, tenemos que hablar —dije, cerrando la puerta tras de mí.
Él levantó la mirada de sus papeles, con una ceja arqueada, como si mi presencia fuese una molestia más en su día ajetreado.
—¿De qué se trata, Tn___? Que yo sepa, fui yo quien te llamó aquí. —Coloca los papeles a un lado y escribe en ellos con un bolígrafo—. Te he llamado en base a las premiaciones y hay una alta probabilidad de que seas tú quien gane los premios. Quería avisarte para que estuvieras segura del vestido, te iba a dar el papel para que vayas aprendiendo lo que vas a decir y...
—De mi vida, papá —lo interrumpo, colocando la cartera en una posición que podía ver toda la oficina con claridad—. Quiero hablar de mi vida, mi libertad. No puedo seguir así. Quiero ser libre, estar con la persona que amo y que dejes de controlarme y robarme mi dinero musical.
Su expresión se volvió gélida, casi inhumana. Se reclinó en su silla de cuero, observándome con la paciencia calculadora de un cazador.
—Ni me digas que estás saliendo otra vez con ese chico —dijo, y me quedé en silencio, mientras él rodaba los ojos—. Tn___, todo lo que hago es por tu bien. Ese chico no es adecuado para ti. Y en cuanto al dinero, todo está destinado a tu carrera.
Sentí una ola de furia subiendo por mi garganta. ¿Cómo podía ser tan cínico? ¿Tan despectivo?
—¡No es cierto! —grité, avanzando hacia él—. Estás usando mi carrera para llenarte los bolsillos y controlarme. No me dejas ser yo misma, no me dejas amar a quien quiero. ¡Eso no es cuidarme, es encarcelarme!
Su rostro se endureció aún más, si eso era posible. Sus ojos eran dos pozos oscuros, vacíos de cualquier rastro de afecto.
—No sabes de lo que hablas, niña. Ese chico es una distracción. Y si sigues por este camino, terminarás destruyéndote a ti misma. No ves lo lejos que te he llevado. Vas a ganar un premio por primera vez y uno de los más importantes. ¿No era lo que siempre querías?
Las palabras me golpearon como puñetazos. Cada "niña" era una daga en mi corazón, un recordatorio de cómo me veía: una marioneta sin voluntad propia.
—No —respondí, segura—. Ya no quiero seguir con tu juego. Exijo la renuncia. Ya no quiero ser más DjBlue y me importa una mierda lo que pienses de él. Lo amo, y no voy a renunciar a él solo porque tú lo digas.
El silencio que siguió fue insoportable, pesado. Luego, mi padre se levantó lentamente de su silla, sus movimientos calculados, amenazantes. Se acercó a mí con una cercanía para luego darme un puño en la mejilla sin previo aviso, dejándome caer al suelo.
—Parece que no me dejas otra opción, hija. Si no terminas con él, alguien saldrá lastimado.
Sentí un escalofrío recorrerme la espalda, pero me obligué a no retroceder.
—¿Me estás amenazando, papá? —gruñí entre dientes, aguantando mi dolor.
—No solo a ti. Tengo formas de asegurarme de que ese chico se aleje de ti para siempre. Y si es necesario, alguien puede recibir una lección.
El miedo se mezclaba con la rabia en mi interior. Las lágrimas amenazaban con brotar, pero no podía permitirme el lujo de llorar. No ahora.
—¿Tan poco me amas que estás dispuesto a lastimarme para conseguir lo que quieres? —susurré, mi voz temblando. Caminó mi padre alrededor mío hasta ponerse de cuclillas delante de mí.
—Esto es por tu bien, Tn___. No entiendes lo que es mejor para ti.
Quería gritar, romper algo, pero en lugar de eso, me forcé a respirar. A mantener la compostura. Tenía que seguir hablando, tenía que conseguir que dijera algo que pudiera usar en su contra.
—Lo que entiendo es que nunca me has permitido vivir mi vida. Siempre has decidido por mí, y eso se acaba hoy. No te temo, papá. Y aunque me lastimes, nunca dejaré de luchar por lo que amo.
El brillo de la ira en sus ojos se intensificó. Sus puños se cerraron, los nudillos blancos por la presión.
—Ya veremos, hija. Ya veremos quién gana esta batalla —se burló, mostrando una sonrisa macabra.
Intenté seguir provocándolo, con la esperanza de que dijera algo más incriminatorio.
—No puedes controlarme para siempre. Pronto todos sabrán lo que realmente eres: un ladrón y un manipulador.
Su rostro se puso rojo de furia, y antes de que pudiera reaccionar, sentí el impacto de su mano en mi rostro. El dolor se expandió en una onda, luego pasando a mi cabeza ya que este jaló de ella haciendo que lo mirara a los ojos, aturdida. La cámara secreta en mi cartera captó cada segundo. Sabía que debía seguir, que debía provocarlo más para obtener una confesión completa.
—Esto es solo el principio —dijo él, su voz cargada de odio—. Si no haces lo que te digo, tú y ese chico pagarán las consecuencias.
El miedo me paralizaba, pero sabía que no podía rendirme. Tenía que ser fuerte, tenía que seguir grabando.
—Nunca podrás destruir lo que tengo con él. Encontraremos una manera de estar juntos, sin importar lo que hagas.
Su mirada se volvió aún más oscura, casi inhumana en su crueldad.
—Entonces verás de lo que soy capaz, hija. Esto solo es una advertencia. —Me soltó el pelo bruscamente, acomodándose la chaqueta que tenía puesta—. ¡Seguridad! —gritó mi padre, entrando tres guardaespaldas a la oficina—. Cojan a la chica y enciérrenla en la habitación. Vigilen que ella no salga de ese cuarto a toda costa. ¿Entendido?
—¿Qué? —hable aturdida, viendo a los hombres acercarse a mí sin ninguna expresión en el rostro. Me abalancé hacia un lado intentando de esquivarlos, pero uno de ellos me agarró por el brazo con fuerza. Sentí un dolor agudo mientras me retorcía tratando de liberarme.
—¡Suéltame! ¡No tienen derecho!—Grite, mi voz desesperada.
Patalee con todas mis fuerzas, logre liberar un brazo y lance un puñetazo hacia uno de los guardasesoakdas, pero solo conseguí que me sujetaran con más firmeza. Otro me tomo por las piernas, levantándome del suelo cómo si no pesara nada. Mi corazón latía desbocado, el pánico inundaba mis venas.
—¡No!¡Dejenme ir!—Continue gritando, luchando con cada fibra de mi ser.!
—No entiendes, ¿verdad? —dijo mi padre con voz fría y calculadora mientras los guardaespaldas me sujetaban con fuerza—. Esto es lo que sucede cuando no sigues mis órdenes. Te he dado todo, pero no puedes manejar tus propios asuntos. Así que ahora, aprenderás quién manda aquí.
Logre darle una patada a uno de ellos en la rodilla, haciendo que soltaran su agarre por un segundo. Aproveche para intentar correr hacia la puerta, pero otro de los guardas espaldas me interceptó, bloqueando mi camino. Me sujetaron nuevamente, esta vez con más fuerza arrastrándome hacia la habitación.
Mis intentos desesperados por liberarme solo parecían enfurecerlo más. Me sentí como una presa acorralada mientras me arrastraban hacia la habitación designada. El padre de Tn___ mostraba una autoridad despiadada, y su rostro endurecido reflejaba el control absoluto que pretendía ejercer sobre ella.
Finalmente, me encontré encerrada, sola y temblorosa. El miedo se mezclaba con la rabia ante la injusticia de la situación. Mi padre había cruzado una línea que nunca pensé que traspasaría, y ahora enfrentaba las consecuencias de desafiarlo.
—¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme, por favor! —grité con desesperación, mi voz resonando en la oficina mientras luchaba contra los hombres que me sujetaban con fuerza—. ¡No pueden hacer esto! ¡Déjenme ir!
Mi padre observaba impasible, como si mis gritos fueran solo un ruido molesto que podía ignorar.
—¡Esto no es justo! ¡No tienes derecho a encerrarme! —continué, pero mis palabras se perdían en el vacío de su indiferencia.—¡Por favor, no me hagan esto!—Suplicaba, sintiendo la deseos crecer en mi pecho.
Mis intentos por liberarme se volvieron cada vez más frenéticos, mis músculos tensos por la resistencia, pero la realidad de mi impotencia comenzó a pesar sobre mí. La desesperación dio paso a una resignación forzada mientras finalmente me rendía ante la inevitable realidad de estar encerrada por mi propio padre. Aun así golpee, arañe, patalee, hice todo lo posible para liberarme pero ellos eran demasiado fuertes. La cámara seguía grabando, capturando cada momento de mi lucha desesperada por mi libertad. Cuando por fin me empujaron dentro de la habitación, sentí una última oleada de resistencia, intentando aferrarme al marco de la puerta, pero uno de los guardaespaldas me apartó de un tirón arrojándome la cartera, haciéndome caer al suelo.
—No tienes salida, niña. Mejor coopera.—Dijo uno de ellos antes de cerrar la puerta con un estruendo.
Golpee la puerta con todas mies fuerzas, sintiendo el dolor en mis manos mientras gritaba por ayuda. Nadie respondí. Estaba sola, atrapada. Pero no derrotada. Sabia que la cámara seguía grabando, y esa era mi única esperanza. Tenía que ser fuerte, por mi y por Rubén. La batalla no había terminado.
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