Capitulo 39
-POV Tn___-
La luna llena brillaba intensamente sobre la superficie de la piscina, reflejándose en las ondas suaves que el viento nocturno creaba. El agua tibia proporcionaba un contraste perfecto con la frescura de la brisa veraniega. Rubén y yo estábamos sumergidos hasta la cintura, disfrutando del momento en silencio.
Rubén se acercó lentamente, sus ojos fijos en los míos, llenos de ternura y deseo. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, no por el frío, sino por la intensidad de su mirada. Con un gesto suave, él tomó una de mis manos y la llevó a sus labios, depositando un beso delicado en mis dedos.
—¿Sabes lo hermosa que eres bajo esta luz?—, susurró Rubén, su voz apenas un murmullo en el silencio de la noche. Sonreí tímidamente, sintiendo cómo el rubor coloreaba mis mejillas.
Rubén acercó aún más su rostro, dejando apenas un suspiro de distancia entre nuestros labios. Cerré los ojos, esperando el contacto, y cuando finalmente llegó, fue como una explosión de sensaciones. Nuestros labios se encontraron en un beso suave pero lleno de pasión, mientras el agua de la piscina nos envolvía como un abrazo cálido.
Las manos de Rubén se deslizaron suavemente por mi espalda, atrayéndome más hacia él. Respondí envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, profundizando el beso. Los latidos de nuestros corazones se sincronizaban, resonando en nuestros pechos.
Nos separamos apenas unos centímetros, respirando el mismo aire.
—Te amo—murmuró Rubén contra mis labios, sus palabras sinceras y llenas de emoción.
—Yo también te amo.—respondí, mis ojos brillando con felicidad.
Sin más palabras, volvimos a encontrarnos en un beso, dejando que el amor que sentíamos el uno por el otro se expresara en cada caricia, en cada mirada. La noche avanzaba, pero para nosotros, el tiempo parecía detenerse, perdidos en la magia de ese momento en la piscina, entregándonos al amor que nos unía.
Rubén se apartó un momento, solo para mirarme. Sus dedos acariciaron el contorno de mi rostro, sus ojos explorando cada detalle como si quisiera memorizarlo todo. Le devolví la mirada, mis propios dedos trazando líneas suaves sobre su pecho, sintiendo los latidos fuertes de su corazón bajo mis dedos.
—¿Recuerdas la primera vez que nos besamos?—, pregunté, mi voz un susurro suave en la tranquilidad de la noche.
Rubén sonrió, sus ojos brillando con el recuerdo. "Claro que sí. Quién diría que eso nos traería problemas. Nunca olvidaré lo nervioso que estaba por hacerlo. —Se ríe un poco ante la confesión.
—¿Nervioso tú? Nunca lo habría imaginado,—dije, riendo suavemente.
—Siempre estoy un poco nervioso cuando estoy cerca de ti,—confesó Rubén, su sonrisa volviéndose más suave, más íntima. —Porque quiero que todo sea perfecto, como tú.
Me incliné y lo besé de nuevo, un beso lleno de amor y gratitud. Sentía que no necesitaba palabras para expresar lo que sentía, porque Rubén siempre parecía entenderme sin que yo tuviera que decir nada.
El agua de la piscina se mecía suavemente a nuestro alrededor, creando una sensación de ingravidez que nos hacía sentir como si estuviéramos flotando en un sueño. Rubén me envolvió en sus brazos, sosteniéndome con firmeza pero con ternura, mientras yo descansaba mi cabeza en su hombro. Permanecimos así, meciéndonos juntos en el agua, disfrutando de la cercanía y el silencio compartido.
Después de un rato, Rubén me miró con una sonrisa traviesa. —¿Qué te parece si hacemos una carrera hasta el otro extremo de la piscina?
Reí, mis ojos llenos de diversión.
—¡Estás en desventaja, Rubén! Soy mucho mejor nadadora que tú.
—Eso está por verse,—respondió él, besándome rápidamente antes de lanzarse al agua, nadando con todas sus fuerzas. No tardé en seguirlo, riendo mientras nadaba rápidamente, alcanzándolo y superándolo fácilmente. Cuando llegamos al otro extremo, Rubén me atrapó entre sus brazos, levantándome del agua con facilidad.
—¡Tramposa! Me has distraído con tu risa,—dijo, fingiendo estar molesto. Me reí, mis brazos alrededor de su cuello.
—Tal vez, pero admito que me gusta ganarte.
—Bueno, me gusta verte ganar.—dijo Rubén, acercándome para besarme de nuevo. El beso fue largo y profundo, lleno de la promesa de muchas noches más como esa.
Eventualmente, salimos de la piscina, envueltos en toallas y abrazados bajo las estrellas. Rubén me susurró al oído.
—Siempre serás mi victoria más preciada, Tn___.—Sonreí, mis ojos brillando con amor.
—Y tú siempre serás mi mayor premio, Rubén.
Después de salir de la piscina, caminamos de la mano hacia la habitación. Las gotas de agua resbalaban por nuestros cuerpos, y la brisa nocturna nos envolvía con una frescura reconfortante. Subimos por las escaleras., con una toalla alrededor de cada uno, y nos dirigimos a la habitación, riendo y compartiendo miradas llenas de complicidad.
Al entrar en la habitación, Rubén cerró la puerta suavemente detrás de nosotros. Las luces tenues creaban un ambiente íntimo y acogedor. Me senté en el borde de la cama, observando a Rubén mientras él se acercaba. Con una sonrisa traviesa, Rubén se arrodilló frente a mí, tomando mis manos en las suyas.
—Eres lo mejor que me ha pasado,—dijo Rubén, su voz cargada de sinceridad. —Y quiero que esta noche sea inolvidable.
Lo miré con amor, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.
—Cada momento contigo ya es inolvidable, Rubén.
Rubén se levantó lentamente, manteniendo nuestras manos entrelazadas. Con suavidad, comenzó a quitar la toalla que me envolvía, dejando al descubierto mi piel suave y cálida. Sus dedos acariciaron cada centímetro de mi piel, memorizando cada curva, cada detalle. Cerré los ojos, disfrutando de la sensación de sus caricias.
—Te ves tan hermosa,—murmuró Rubén, inclinándose para besar mi hombro, luego mi cuello, subiendo lentamente hasta encontrar mis labios. El beso fue tierno al principio, pero pronto se volvió más apasionado, más urgente.
Respondí con la misma intensidad, mis manos explorando el cuerpo de Rubén, deslizando la toalla que él llevaba puesta. Nos besamos con una mezcla de deseo y amor, dejando que nuestros cuerpos hablaran por nosotros. Rubén me levantó con facilidad, acostándome suavemente sobre la cama.
Los minutos se convirtieron en horas mientras nos entregábamos el uno al otro, explorando cada rincón de nuestros cuerpos con caricias y besos. Cada gesto, cada mirada, era una promesa de amor eterno. La habitación se llenó con nuestros susurros y risas, creando una sinfonía de amor y pasión.
Finalmente, exhaustos y satisfechos, nos recostamos juntos, nuestros cuerpos entrelazados. Rubén acariciaba mi cabello, sus dedos deslizándose suavemente entre los mechones húmedos. —Eres mi todo, Tn___.—dijo en un susurro, sus ojos llenos de amor.
—Y tú eres el mío,—respondí, acurrucándome más cerca de él. —No podría pedir nada más.
Nos quedamos así, disfrutando del calor de nuestros cuerpos y la cercanía que compartíamos. La luna brillaba a través de las ventanas, iluminando la habitación con su luz plateada. En ese momento, nada más importaba. Solo nosotros dos, perdidos en nuestro propio mundo de amor y felicidad.
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