Capítulo 20
-Pov TN___-
—Rubén—Murmuré, aferrándome más a él al entrar en razón. Las gotas de agua fría bajaban por mi cuerpo, mi piel estaba congelada, tenía frío. Había caído en razón.
—Ten...tengo frío.—Tartamudeó, subiendo mi rostro para ver su cabello completamente mojado, aferrándome a él como si fuera una muñeca de trapo. Él pasó sus pulgares por mis ojos, aclarando mi vista aún borrosa, y luego me abrazó, escondiéndome en su pecho mientras cerraba la ducha.
—Me alegra que hayas caído en cuenta. —Escuchaba sus latidos de su corazón, eran como música para mis oídos, un relajante. Siento como él coloca la toalla alrededor de mis hombros. —Siéntate en el inodoro. —Me ordenó mientras buscaba con calma algo hasta que vi el botiquín de primeros auxilios.
Tragué saliva, mirando mis manos aún vendadas por estar húmedas. No quería que viera los golpes que me había causado gracias a mi rabia. Siento cómo él coge mis manos con delicadeza, mi reacción fue inesperada, quité mis manos, atrayéndolas a mí.
—Solo quiero que no se te infecten.—Volvió a coger mis manos mientras me miraba a los ojos, sus ojos que me hipnotizaron por completo. Una mezcla de marrón y verde se veían mezclando entre sí, creando esos ojos avellanas que tanto me gustan. Gemí al salir de mi trance al sentir la piel cruda alzarse de manera brusca.—Perdón—Susurró quitando con más calma las vendas.—En realidad, ¿qué fue lo qué pasó?
—Como te dije, me había caído de la patineta. —Le entregué la otra mano cuando terminó con la primera.—No hay de qué preocuparse. —Intenté sonreír, pero no me salió para nada.
El suspiro de Rubén me hizo volver a poner mi mirada en mis manos.
—Buscaré una secadora, necesitas secarte un poco.—Se levantó, colocando el botiquín en su lugar. Asentí sin darle la mirada y se escucha la puerta ser tocada; él rápidamente fue a atenderla.
Mire mis manos con vendas nuevas, cerraba y abría mis manos verificando que pudiera sentir los músculos perfectamente.
—Mierda—Susurré, poniendo mis palmas en los ojos al acordarme de que iba a un solo propósito. Me sentía sucia, patética y estúpida. Todo lo que ha hecho Rubén por mí hoy y le pagaré de la forma más cruel que pueda existir.
Me levanté del inodoro, dirigiéndome a la puerta, cerrándola. Decidí quitarme la ropa y quedarme con mi ropa interior, enrollándome la toalla alrededor de mi cuerpo. Fui al lavamanos, exprimiendo la ropa mojada gracias a que Rubén me había metido a la ducha. Aunque eso no cabe duda que ahora tenía que pensar en otra forma de cómo decirle todo a Rubén después de que me haya ayudado a no morirme.
—El médico Miguel Ángel Rogel ha llegado al rescate.—Entró de la nada, el pelo negro haciendo que saltara del susto, sujetándome con más fuerza la toalla para que no se me cayera.—Pero qué mierd... Yo estoy bien, bye. —Cerró la puerta otra vez, dejándome sola nuevamente en el baño, y de la nada tocaron la puerta otra vez.
—Perdón por lo ocurrido, te traje algo de ropa. —Abrió Rubén la puerta, extendiendo una camisa súper mega grande. Caminé hacia él y la cogí, viendo los pequeños detalles que tenía la camisa negra, me coloqué la camisa que me quedaba casi hasta las rodillas.
—Traje una secadora para por lo menos secar la ropa. —Entró con delicadeza Mangel con la secadora en mano. Vino y conectó la secadora con la electricidad; el calentón de la máquina se sentía en el lugar en menos de unos minutos.
—Gracias, Mangel. —Cogí la toalla y la coloqué alrededor de mi cabello.
—No hay de qué.—Me sonrió.—Oye, Rubén, ¿por qué no haces una de esas sopas que te quedan geniales?—Le ordenó a Rubén que estaba en el marco de la puerta, mirándome.—Y por favor, cámbiate de ropa que no quiero que te enfermes.—Dirigió ahora la secadora a mi pantalón.
—Pregunta que te hago. —Me habló luego de que Rubén decidió irse a hacer las cosas que Mangel le ordenó.—¿A ti te gusta Rubén?
—Un poco, bueno, yo... yo no sé.—Lo miré apenada al escuchar su pregunta, era como más pretexto para que no le hiciera daño a Rubén.
—¿Qué es lo que tanto escondes?—Preguntó él, acercándose a mí y haciéndome frente por la altura casi parecida que teníamos. Colocó mi mano en su pecho, despegándose de mí con seguridad.—Eres súper buena onda, pero no cabe duda de que escondes algo.
—Te lo voy a decir en castellano a ver si me entiendes un poco. —Carraspeó sarcásticamente mi voz.—Yo no le estoy ocultando nada a vosotros, entendéis claramente o tenéis cerilla en tus oídos, Miguel.—Alcé un poco la voz poco a poco acercándome a él, haciéndole frente yo ahora.
Nunca había sentido tanto enojo solamente por una pregunta, aunque a la vez estaba confundida. ¿Por qué me está tratando así? Si antes era muy bueno conmigo.
—Si me entero de algo, créeme que se lo diré a Rubén.—Encendió la secadora con los ojos cerrados con cierto positivismo, es como si tuviera la razón aunque la tenía en cantidad. Me volví a sentar en el inodoro, analizando lo que me estaba pasando en tan poco tiempo.
—Tú no eres capaz de hacer eso. —Lo miré por primera vez con rabia.
—Ya las sopas están listas. —Apareció Rubén, interrumpiendo nuestra conversación.—¿Están bien? Los veo súper tensos.
—No, qué va, estamos súper bien. Solo hablábamos un poco más sobre nuestras vidas, tú sabes lo básico.—Le sonrió Rubén, caminando hacia donde él, poniendo su mano en su espalda, luego mirándome seriamente para seguirle la corriente.
—Vamos a comer, estoy que me muero de hambre. —Salí del baño hacia el comedor, tratando de calmar un poco mi enojo hacia Mangel.
(...)
Prefiero caerme de la patineta al frente de mucha gente a que Miguel me mire a cada rato con cara de estrangularme.
Estábamos en el comedor, sentados en la mesa comiendo las sopas que Rubén había preparado para mí. Yo jugaba con la comida disimuladamente mientras ellos hablaban de sus planes futuros, videos, amistades, eventos y entre otras cosas. Vuelvo a ver la amistad de años que estaba delante de mí, Rubén estaba sentado al frente mío y Miguel a mi lado. Pongo mi mirada en la sopa donde se podía ver un poco de mi reflejo, preocupada.
—¿Pasa algo?—preguntó Rubén, sacándome del pequeño trance. —Llevas mirando la comida por varios minutos.
—No, estoy bien. —Intenté sonreír, pero de repente sentí una patada en mi espinilla. Sabía que era Miguel el culpable, no lo iba a mirar porque si no le tiraría la sopa encima.
—Estás segura, si no quieres comer, está bien. —Alzó de hombros, mirando a Wilson que estaba a su lado esperando algo de comida de la que estaba en la mesa.
—No, Ru...—Me callé, casi levantándome del asiento al sentir el pie de Miguel pisar el mío. La diferencia de esto era que él tenía zapatos puestos, en cambio yo estaba descalza. La corriente que invadía mi pie no cesaba ya que él todavía tenía su pie encima del mío.
—Rubén, tenemos que hablar ma...—Volví a callarme cuando esté movía el pie de un lado a otro causando más dolor.—A solas, ahora.—Miro a Miguel y este rápidamente saca el pie, sintiendo un alivio en menos de treinta segundos.
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