Capítulo 19
-Pov Tn___-
Mi mente estaba en un caos absoluto, buscando desesperadamente una salida a esta situación. Con ambas manos retiré todo lo que estaba encima de mi gaveta, dejando caer y rompiendo una foto que tenía con mi padre. Pisoteó el marco, haciendo que el cristal se rompiera y se incrustara en mis zapatos, luego pateé el marco contra la pared con furia, caminando lentamente mientras cogía la fotografía destrozada. Era el día en que gané mi primer premio por mejor música del año, con mi padre a mi lado entregándome el trofeo. La arrojé hacia una esquina, terminando de destruir el poco marco que quedaba.
Por más que intentaba controlar mi enojo, era difícil. Quería gritar, patalear y llorar; deseaba liberarme de esta carga que llevaba sobre mis hombros. Me encontraba en el suelo, con las manos en la cabeza, aguantando la intensa migraña que se había desatado al contener todos estos sentimientos, hasta que finalmente, sollocé.
Mis gritos de desesperación, angustia, ira y tristeza resonaban por todo el apartamento. Las lágrimas caían como cascadas de agua salada, mientras la mucosidad descendía por mis labios, cayendo dentro de mi boca. A pesar de respirar, sentía que no podía tomar aire fresco. Golpeaba mi cabeza y mis manos contra la pared con brusquedad, sintiendo cómo mis manos se entumecen del dolor, el calor emanaba de ellas y el líquido frío bajaba por mis dedos.
Con pesadez, me dirigí al baño y me vi en el gran espejo con la cara hinchada, los ojos rojos y las ojeras marcadas, junto con un pequeño moretón al lado de mi ojo izquierdo. Puse mi mano sobre el moretón, sintiendo el dolor intenso. Al abrir los ojos de par en par, vi mis manos sangrientas, que podrían haber pasado por las de un asesino. Después de quitarme la camisa, intenté limpiar un poco la sangre, pero era inútil; la mayoría ya se había secado.
Entré en la ducha, dejando que el agua fría recorriera mi cuerpo caliente. Mi ropa ya estaba empapada y mis Vans no sobreviven a esta locura que acababa de cometer. Las lágrimas continuaban bajando por mi rostro y mi cuerpo se deslizó por la pared, quedando finalmente en el suelo. Las horas pasaban y yo luchaba por no quedarme dormida, pero el sueño finalmente me venció.
Desperté al sonido del móvil, eran las doce del mediodía. Mi cuerpo estaba erizado al ver las gotas de agua caer sobre mí. Cerré la ducha y me levanté del suelo húmedo, quitándome la ropa empapada y envolviéndome con una toalla. Me vendé los nudillos hasta las muñecas y me vestí con ropa cómoda, cogiendo la patineta y bajando al lobby.
—Buenos días —dije al entrar al lobby, reconociendo la voz de Emma.
—Buenos días —respondió ella, pero no le devolví la mirada, dirigiéndome hacia la salida. Sin embargo, sentí su mano en mi brazo deteniéndome.
—Vi a tu padre antes de irme. ¿Qué te hizo él? —preguntó ella, pero opté por el silencio. Solo quería estar sola y dirigirme hacia Rubén para decirle que me dejara en paz de una vez. Esta situación había cruzado todos los límites. ¿Por qué debería pagar por estar con un hombre? Eso me convertía en algo parecido a una prostituta y a Rubén en un objeto. —¡Contéstame! —exigió, volteando bruscamente mi rostro hacia ella, dejando al descubierto el moretón gracias a mi gorra.
—Nada —contesté, y sentí cómo me quitaba la gorra de un tirón.
—Mientes —murmuró, levantando mi rostro y dejando ver el moretón que mi padre me había hecho. —Maldito desgraciado —dijo, pasando su dedo por encima del golpe. Aparté su mano con la mía, no quería que me tocara.
—Iré a hablar con Rubén —anuncié, arrebatándole la gorra y saliendo del lugar, yendo hacia el parque de patinaje donde Rubén y yo siempre nos encontrábamos.
Las carreteras estaban desiertas ese día. La brisa hacía que mi cabello se moviera detrás de mí, aunque mi mente estaba en otro lugar, no en Madrid. Sentí cómo mi cuerpo se erizaba y el calor se hacía presente, a pesar de que el día estaba nublado. Frené al notar que mi vista se volvía borrosa y, aunque mi cabeza daba vueltas, cogí la patineta y caminé lentamente, apoyándome en la pared con la esperanza de que la situación mejorará, pero en realidad, empeoraba.
—Hola —escuché una voz, y al mirar, vi la silueta de un hombre frente a mí. Quise pedir ayuda.
—Buenos días —respondí, pero mi corazón se detuvo al escuchar la voz de Rubén. ¿Cómo había llegado tan rápido? Abrí los ojos y vi el suelo blanco del parque borroso. —¿Estás bien? —colocó su mano en mi mentón, obligándome a mirarlo a los ojos. No podía distinguir su rostro, solo podía ver su cabello alborotado, ya que no llevaba puesta su gorra.—¿Quién te hizo esto?—
—No hay de qué preocuparse —dije, colocando mis manos en su pecho y empujándolo un poco.
—¿Qué te pasó en las manos? —preguntó, tomando mis manos entre las suyas.
—Me caí ayer de camino a casa con la patineta —mentí, separando mis manos y tratando de buscar sus ojos. Vi que dio un paso adelante, pero mi cuerpo se desplomó sobre sus brazos. Rápidamente, quitó mi gorra y colocó su mano sobre mi cabeza, luego me la volvió a poner. Apoyó mi brazo sobre su hombro y cogió las dos patinetas del suelo.
—Te llevaré a mi casa, hagamos el intento —dijo, arreglando mi brazo y colocando el suyo alrededor de mi cintura, mientras caminábamos hacia su apartamento.
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