U N O
Fue un diciembre demasiado frío. Aunque poco a poco, ya comenzaban a aumentar las temperaturas. Desde lejos se veía que quedaban restos de nieve aferrados a los predominantes relieves de mi pueblito, y se mantenía una brisa densa, esta vez acompañada de pequeños destellos de Sol, que solo brindaban luz sin calor.
Todavía conservo la estética navideña, es la primera navidad que celebro en cinco años. Y aunque lo celebré hablando con una vieja amiga por Zoom; me sentí un poco mejor después de tanto tiempo.
Desde que dejé el trabajo, he intentado volver a la rutina cotidiana. Ahora trabajo en un mercadillo, hago los domingos de limpieza y los martes de compra, a veces paso por la iglesia unos minutos y por fin he podido quedarme en un lugar por más de dos meses.
En este tiempo, he creado nuevos hábitos; como ver el cielo desde mi balcón, ahora siempre tomo un café y saco algún libro empolvado de la librería, me encanta contemplar esa pintura astronómica que me regalan de 7:00 pm a 8:00 pm, un atardecer que pinta el cielo con tonos naranjas y rosas, unas nubes traslúcidas que dejan pasar rayos de luz y un clima intermedio. Es mi momento, y contemplarlo es mi objetivo diario.
[7:36 pm] Mientras estoy en mi punto de apogeo, quedándome menos de 25 páginas a un libro de Richard Dawkins. Suena el timbre de mi apartamento. Es raro que llamen a esta hora, no espero a nadie.
Me levanto del puff y apenas puedo acomodar mi cabello en el camino. Me dirijo hacia la puerta y al observar por la mirilla, veo a una chica joven, de cabello rojo y de aproximadamente mi altura.
Abro la puerta, confiada de que es una equivocación y que podré seguir disfrutando de mi hora preferida.
— ¿Sí? — le digo dudosa.
— Hola ¿Aquí vive la Dra. Gema? — dice la desconocida.
Algunos flash-back invaden mi mente, mi primer mecanismo fue negar mi existencia.
— No, disculpa. No vive ninguna Gema en este edificio — le digo un poco acelerada y mintiéndole.
— ¿En serio? Según sé, creo que ustedes son bastante parecidas — me dice segura— Gema, por favor necesito de su ayuda.
Su respuesta me demostraba, que tenía la certeza de que era yo. Y que probablemente ya conocía a fondo, la mitad de mi vida y trabajo.
La miro intentando escanear sus intenciones, pero sus últimas palabras no se perciben con otra intención más que suplicar ayuda. La dejo entrar a mi casa. Mientras entra, la analizo cuidadosamente de pies a cabeza.
— No te preocupes, no soy de la policía ni de la mafia italiana... — dice mientras se quita su chaqueta, haciéndome saber que no tiene armas u otros objetos— Sé que ya no estás en el negocio, pero eres la única que puede hacer el trabajo que necesito.
— Si sabes que ya no soy investigadora... — hago una pausa y pregunto— ¿Para qué viniste?
— En este caso solo tendría certeza de éxito si lo hiciera una persona... — dice— Y después de mirar tu perfil, sé que eres la más apta.
— Primero ¿Quién cojones eres? — le pregunto.
— Disculpa, me llamo Karla Larsson.
— ¿Larsson? ¿De los Larssons suecos? — le digo intrigada.
— Exacto.
— Quién diría que tengo a la hija de Alexander Larsson en mi casa, y pidiéndome ayuda — digo irónica.
— Tu experiencia y profesionalismo son la causa — me dice mientras se le forma una media sonrisa.
— Gracias, pero tú a estas alturas debes conocer mi última experiencia. Por la cual estoy así. Y conoces los riesgos que corro al volver a esa vida.
— Sí lo sé; pero esta vez no tiene que ser igual. Quizás este sea tu momento, y poder remediar ese error del pasado — dice Karla.
— No creo que esto vaya a llegar más lejos, esa etapa de mi vida acabó — le digo tajante, mientras miro mi pulsera de reloj y observo la hora [7:50 pm]— Es mi momento de hacer una vida normal, además me voy a perder la puesta de Sol.
— Vale, no te presiono, pero piénsatelo Gema... — me dice mientras saca de su bolsillo trasero un papel con un número de teléfono — En tres días volamos nuevamente a Estocolmo... — hace una pausa detenida y dice—A veces "la vida normal" no está hecha para personas como nosotras, que vivimos con una presión sistólica en 130.
Tomo el papel y la guío nuevamente hacia la salida. Cierro la puerta un poco brusca y herida. Me apresuro para volver al balcón, y el Sol está prácticamente oculto.
— ¡Joder! — exclamo.
La veo salir del edificio, caminando hacia un carro robusto, a unas calles de mi edificio, justo antes de entrar en él hacemos un breve contacto visual.
¿Qué será tan importante como para hacer venir a una Larsson hasta mi casa?
Aún ni me lo creo, una vez más puedo sentir el fruto de mi trabajo, el cual estuve perfeccionando durante diez años; estos pequeños reconocimientos me dan vida.
Pero ya esa época pasó, ni siquiera exponerme a una gran ciudad sería buena idea. Aquí está mi futuro o lo que queda de él. En un pueblito de tres mil habitantes, alejada de la civilización, con una mensualidad de 800 euros y sin volver a sentir esos 130 de presión sistólica haciendo lo que me gusta, a menos que sea un infarto, claro está. Este es el precio de un error, del trabajo que acepté y la vida que escogí recorrer.
Rompí en varias partes aquel papel entregado por Karla y lo lancé a la basura. El resto de la noche muchas voces, preguntas e ideas bombardeaban mi mente.
¿Realmente es esto lo que quiero? ¿Merece la pena volver a arriesgar mi vida? ¿Me gusta la persona que soy ahora?
¿Quiero ser esta Gema Ruiz? La cajera de mercadillo, destinada a morir en el olvido de un cementerio solitario. Odiando vivir esta vida de pena, sin rumbo y esperando a que sean las 7 pm para disfrutar algo de mi día.
No me veo...
Yo soy Gema Ruiz, pero una investigadora; de las mejores de este país. Una tía a la que le encanta vivir como si fuera el último día, con el corazón en la garganta y expuesta a que todo vaya a pique. Esa, esa es mi vida...
[2:40 am] Me levanto apresurada de mi cama y levanto la puertilla del cesto de la basura. Extraigo todas las piezas del papel; que se encontraban en la parte superior de toda esa podredumbre y, como si de un puzzle se tratara, pude conformar nuevamente el número de teléfono.
Lavo mis manos y desde el teléfono fijo llamo al número. Tardan en contestar, hasta que siento una respiración a través del micrófono.
— ¿Karla? — pregunto.
— Gema — me dice, como si hubiese estado esperando mi llamada toda la noche.
— Karla... — respiro profundamente— Acepto el trabajo.
Dejo salir mis palabras y algunas lágrimas desbordan el caudal de mis ojos.
He vuelto.
💌 Nota del Autor:
¡Holiwis Chamurris! ¿Cómo están mis cositas del Universo? Espero que este capítulo les haya gustado. Como pueden notar, los capítulos no serán tan largos; así los he pensado para que sean ligeros. Sin embargo, si en algún momento uno tiene que ser más extenso, así será.
Ojalá la presentación de nuestra personaje principal les haya gustado, y que en futuros capítulos puedan conectar con algunos de sus aspectos.
Sin más que decir, les invito a dejar su hermoso voto para que más personas puedan encontrar la historia y comentarme qué piensan.
Un bechote grandote. 🌺
D.S 🕷️
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