Capitulo 8

Les juro que escribi este cap antes de la cuarentena

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Desperté alrededor de las nueve.

Pase unos diez minutos desperezándome en la cama, hasta que abrí los ojos buscando a Midas y note que estaba sola.

Los recuerdos me vinieron en oleadas y recordé todo.

Hoy era el gran día.

—Carajo

Solté un quejido acompañado de un gran suspiro grave. Y así como estaba me levante.

Alana y Atila ya estaban en la cocina desayunando con mamá. Midas no aparecía por ningún lado, decidí aceptar que se había ido temprano para no tener que hablar conmigo. Por primera vez me sentí avergonzada de haber dormido junto a él, si bien ya sabía que roncaba y me pedorreaba ahora resultaba distinto.

Me uní a ellos en silencio mirando la televisión, ellos hablaban de la tromba marina que había en ese momento en la costa y de hecho cada canal de la televisión mostraban también imágenes de aquello.

Las zonas más cercanas a la costa habían sufrido pequeños daños, incomparables a los daños de un tornado, pero daños al fin. Un par de personas incluso habían sido evacuadas a los refugios de la ciudad.

Luego hable con Mollie por teléfono para asegurarme de que estuviera bien, me comentó que en su barrio se habían caído algunos árboles, pero no habían causado más daño que asustarlos.

Cuando mamá subió a su habitación aproveche el momento para hablarle a Atila, creyendo que teníamos un ambiente más confidencial entre los tres.

—¿Por qué no me advertiste? —le solté sin mas explicación sabiendo que entendería.

Atila casi escupe su café al escucharme y solo soltó una gran risa sin responderme, Alana quedo a media mordida de su tostada y parecía igual de divertida.

—¿Debía? Era realmente obvio Mara...

Atila sonrió de costado mientras se codeaba con Alana que también había comenzado a reír, aunque cubriéndose el rostro con cierta culpabilidad.

—Todos lo sabíamos, creímos que solo te hacías la tonta —aclaró Alana tomando un trago de la taza para bajar la media tostada que se le había quedado a mitad de camino por la risa.

—Es que es tonta —aceptó Atila asintiéndole a su novia para luego voltear hacia mi— al menos ya se animó a decírtelo y no tendré que soportarlo pidiéndome consejos ¿Ya es oficial?

—¿Oficial, pero qué... ? Le dije que fuéramos amigos...

Ambos se me quedaron mirando y un silencio nos envolvió a los tres, compartieron miradas como hablándose entre ellos y volvieron la vista a mí.

—Oh... bueno, eso cambia todo

—Siempre... creí que había química entre ustedes —Comento Alana dejando su taza sobre la mesa, parecían no poder creer lo que había hecho.

Realmente no sabría decir que había entre nosotros, Alana pareció comprender mi mirada porque soltó un "ohh aún no lo sabes" entre risas.

—Nunca me imaginé que me quería de esa forma —solté en defensa— ¿cómo podría reaccionar con tremenda bomba... ?

—Oh por favor Mara —Contraataco Atila— ¡Mamaaa!

—¿Queee? —se escuchó desde el primer piso, bueno ya sabía de donde habíamos salido como salimos.

—¿Te habías dado cuenta que Midas sentía algo por Mara? —grito a todo pulmón Atila, rompiendo mi débil sensación de intimidad y confianza.

—¡Por supuesto! ¿Quién sería tan ciego? —gritó ella en respuesta.

—¿Ves? —Atila asintió satisfecho con lo que me había revelado.

Negué con la cabeza intentando concentrarme en lo que realmente importaba ese día.

—¿Hablaron con Alisa?

—Si desvía el tema nada más —Alana levantó los hombros en tono burlón— Nos estarán esperando a las 11 pm allí, ya tenemos todo bastante bien planeado, pero viendo lo distraída que eres tal vez te convenga repasarlo.

Suspire con fuerza frotándome los ojos con las palmas de las manos, no podría decirle que no, me lleve el cabello hacia atrás e hice un repaso mental de como habíamos acordado que actuaríamos.

Matt se encargaría de disfrazarnos mediante su espada, cuestión que me daba escalofríos, entraríamos por la puerta principal vistiendo las pieles de los soldados que ya se había encargado de aprender de memoria, la materialización sería tan correcta y detallada como cuando yo creí tener a esa gata corriendo detrás de mí por atún.

Alisa si bien había conseguido hacer una especie de plano del primer subsuelo, noto más tarde que Elien en realidad estaba en el segundo, así que se encargaría de una vez dentro encontrar la manera de bajar por algún lugar seguro y llegar a donde él estaba.

Verónica y Alana se quedarían afuera advirtiéndonos de cualquier cambio y preparadas para una huida rápida si era necesario.

Atila y Marc, el padre de Elien, irían por delante abriéndole el paso a Alisa. Matt, Midas y yo les seguiríamos atrás para asegurarnos que todo saliera según lo planeado.

— Aun no sé cómo diablos usar mi espada —confesé aunque era más que sabido.

— Úsala como una espada común y listo, si vienen por nosotros los navajeas — aceptó Atila levantando sus cosas sucias de la mesa.

— Y ellos me dispararían — finalice apoyando la frente sobre el mármol de la isla — acabaría muriendo del miedo Ati

— Bueno...todos estamos igual

Suspiró fuerte como si aquello le quitara algún peso invisible de los hombros.

El tiempo no mejoro, el cielo continuaba de un exagerado negro que nos obligaba a ir a oscuras en pleno medio día, los medios informaban que la tromba marina se estaba dirigiendo hacia el sur pero que aún quedaba el peligro de que la cola tocara tierra.

El alerta meteorológico continuaba previniendo la tormenta por unos cuantos días más, el gobierno había prohibido a todos en la ciudad y las ciudades vecinas salir a menos de que fuera completamente necesario. Y se rumoreaba que carros de prefectura patrullaban la costa para que ningún surfista apasionado del suicidio (o del surf extremo) se adentrara en el mar.

O que nadie tratara de ir a liberar a nadie.

¿El ejercito reteniendo personas inocentes? ¡Nunca antes visto! ¿Quién pensaría algo así? Tal vez todo el país.

Y sin embargo el asunto de las espadas se había mantenido en nada más que un rumor juvenil, casi cercano a una creepypasta, no más real de lo que sería slenderman o eyeless jack. ¿Quién habría sido tan estúpido de ir a comprobar si era cierto? Una Amaris imaginaria levanto la mano entusiasta, un Matt imaginario le siguió el gesto.

Divague imaginando como habría sido en el caso de Matt y Alisa, había tantas cosas de las que no habíamos hablado por querer ocuparnos del asunto. Deseaba tanto tener un solo día, donde no hubiera alerta meteorológica, en el que pudiéramos salir y solo tirarnos en el pasto a charlar.

— No nos harán nada... el poder de Matt es impresionante —Atila se había apoyado sobre la mesada, se notaba entusiasmado y con confianza — deberían haberlo visto, convirtió a Midas en una copia perfecta de uno de esos soldados... increíble

— ¿Qué diablos tienen esas espadas para lograr eso? — atacó Alana hundiéndose tanto como yo.

Y es que de solo imaginármelo se me fruncían las nalgas. Un verdadero terror me llenaba erizándome los pelos y la única forma de sacarme esa sensación de ahogo era hacerme la tonta e ignorarlo.

Obviamente no tenía una espada, muy probablemente alien, en el armario de mi habitación.

Casi pude recordar al pequeño ser de aquella peli vieja que vimos con Atila de pequeños, arrugado y escondido entre peluches. Me recorrió un escalofrió de solo compararlos.

— No lo sé, pero es increíble...realmente dan ganas de tener una

Alana lanzó una mirada amenazante, me reincorpore de mi posición de larva para ver qué sucedería, Atila levanto la mano mostrando la palma, acababa de entender todo.

— No lo haré —se defendió.

Se me escapo una risita que hizo que Alana dirigiera ahora la vista a mí. Me levanté de la mesa completamente decidida de que ya no quería estar ahí, salí rápidamente de la cocina aun riéndome.

Me confine en mi habitación el resto del día hasta que Alana subió a buscarme. Golpeo la puerta por compromiso y entro por costumbre.

— ¿Lista? —Pregunto asomándose por mi vista.

La mire mordiéndome los labios ¿Alguno de nosotros estaba realmente listo? habíamos hecho cosas ilegales antes, que de contarlas seria otra historia, pero entrar a una base militar... las sobrepasaba por mucho.

Asentí lentamente mientras terminaba de guardar algunas cosas en la pequeña mochila que llevaría, que más podía decir. Tome la espada que había dejado hasta ese momento en la cama, me colgué la mochila al hombro y me gire hacia Alana.

— Por supuesto

Alana sonrió ante mi respuesta, me sorprendí de haber sonado tan tranquila, ella apoyo una mano sobre mi hombro cuando estuve lo suficientemente cerca.

— No importa lo que este pasando, si lo necesitas llámame y créeme que los prenderé fuego si es necesario

Hubo un silencio muy íntimo de unos segundos, siempre había contado con Alana y ese día no sería distinto. Alana nunca había sido solo la novia de Atila, siempre fue una compañera de guerra para mí.

— Gracias Al...

No pude responder más que eso y salímos de la habitación.

Atila ya nos esperaba en el auto sentado en el asiento del acompañante, acomode la mochila en el asiento de atrás y me acomode ahí con la espada como pude.

Decidimos que la charla no era necesaria y fuimos en silencio. La fuerte lluvia y los vientos que había hizo que Atila tampoco pudiera sintonizar una estación por la terrible interferencia.

El auto de Alana sufría de pequeñas sacudidas cada cierto tiempo debido al viento, sería realmente preocupante que el viento nos sacara del carril si hubiera más autos en las calles, pero esa noche era una ciudad fantasma y con mucha lógica ¿Quién diablos saldría una noche así? Una Amaris imaginaria volvió a levantar la mano.

Así que teníamos una cierta sensación de poder hacer lo que quisiéramos, los semáforos en rojo fueron cruelmente ignorados por Alana y casi al finalizar el camino comenzamos a ir por algunas calles en contramano para evitar dar demasiadas vueltas.

Dos autos más estaban estacionados en donde habíamos pactado, Mollie y los chicos en uno y los padres de Elien en otro.

Sentí un pequeño capricho de no querer salir del auto, un sexto sentido que quería que me quedara allí refugiada. Desde donde estábamos se veía la entrada de la base a tan solo unos cientos metros de distancia, los locales de la zona estaban cerrados por enormes persianas y aún tenía la pinta de ciudad fantasma; como siempre imagine que se vería una ciudad amenazada por alguna bomba nuclear o algún mal peor, como si toda la población hubiera huido a lugares más seguros sin tomar ninguna de sus cosas antes, como si no hubieran tenido el tiempo.

Atila y Alana bajaron antes de poder ver el pequeño destello que hizo la espada a mi derecha. Tal vez se sentía como en casa.

Dos golpeteos sonaron en el cristal, un Midas confundido me hacía señas con la cabeza para que saliera del auto, con un vistazo rápido me di cuenta de que ya todos estaban reunidos en una semi ronda esperándome solo a mí.

Abrí la puerta, ignorando todo lo que pasaba por mi mente respecto a Midas, y salí empuñando la espada.

Matt y Alisa me dieron un vistazo rápido, insinuando algo que no supe distinguir, y luego volvieron a mirarse entre ellos.

— ¿Listos? — Pregunto Matt desenvainando su espada. La suya era mucho más pequeña que la de Alisa y la mía, e incluso la de Elien. Esta era comparable a una daga pequeña, igual de cubierta por aquella simbología extravagante que danzaba por la empuñadura sobre las manos de Matt.

Por un segundo envidie el poder de llevarla continuamente con él sin que fuera terriblemente notorio como la mía.

Y todo sucedió frente a mi como si estuviera hundida en un trance. Matt nos disfrazó con aquel don que tenía, nos vistió de pieles humanas ajenas, tan detalladas que ni aun nosotros conociendo aquel poder podríamos distinguirlo si no nos lo decía directamente.

Entonces Atila abrió el paso con Marc, se perdieron en aquellos metros que nos separaban de la base y luego de unos minutos en los que no sabíamos qué diablos estaría sucediendo fuimos tras de ellos.

Antes de alejarnos completamente llegué a escuchar un "Suerte" de Alana "Recuerda lo que te dije" le asentí rápidamente mientras terminábamos de perderla.

Alisa encabezó nuestro segundo grupo de cinco, fue ella quien hablo en la entrada disponiendo nuestras falsas identidades.

Los dos muchachos, soldados que estaban ahí, nos vieron con una naturalidad (que si bien esperábamos) fue tan extraña, jamás había visto sus caras antes y ahí estaban saludándonos como viejos conocidos. Un escalofrió me recorrió el cuerpo de solo imaginar lo que podría hacer Matt con ese don.

Y un chillido sonó, nos habían permitido el paso. Incluso uno de ellos bromeo deseándonos un buen turno.

Quien supuse que era Midas por la manera de caminar levanto la mano despidiéndolos, fingiendo aquella cercanía, y nos dio el pie para entrar. Realmente lo estábamos haciendo, estábamos ahí.

— Disimula —susurró el soldado a mi izquierda, quien creí era Matt — cambia esa cara de asombro

Debería comenzar a identificarlos si no quería meterme en problemas una vez dentro. Midas ahora a mi derecha tenía una especie de marca en la frente, una cicatriz notoria, que me haría fácil identificarlo. Y en Matt descubrí un pequeño lunar sobre el labio que también me serviría de referencia. Alisa en cambio tenía una contextura más delgada que nosotros, por lo que con esos detalles podría diferenciarlos luego.

Cada tanto bajaba la vista para observar mi propio cuerpo, sentía el peso de la espada en la mano, pero resultaba solo ver un bolso.

Cuando llegamos al edificio central que parecía ser el principal y más grande, Alisa se abrió paso por la puerta grande, saludando a los demás soldados que íbamos encontrando durante el camino.

Todo salía tan natural, nadie nos miraba con desconfianza, asentían en saludo cuando pasábamos y algunos otros nos golpeteaban el hombro mientras salían de su turno.

El lugar, si bien parecía abandonado por fuera, era increíble por dentro. Completamente blanco, estilizado y limpio. Con anchos pasillos que llegaban a grandes salones, la curiosidad crecía y crecía permitiéndome olvidar el verdadero motivo tan solo un instante para poder centrarme en lo que pasaba a mi alrededor. ¿En que otro momento podría ver aquello? ¡Debía ver cada detalle!

El soldado más delgado frente a mí se volteó para señalarnos a otros dos soldados que estaban a unos metros por delante de nosotros, Atila y Marc, que sutilmente hacían señas para que los siguiéramos.

Ya habían encontrado el camino para bajar el primer subsuelo.

Alisa se unió a ellos rápidamente y los tres le seguimos el paso. Nos guiaron hacia el final de aquel pasillo hacia las escaleras.

Justo antes de llegar un soldado alto me golpeteo el hombro como saludo, se acercó para hablar tal vez, y por más que el poder de Matt fuera increíble y de que físicamente me viera igual que aquel soldado, había algo que Matt nunca podría imitar y era la actitud.

El soldado me pregunto qué sucedía mirándome fijamente a los ojos, tal vez buscando la mirada de siempre a la que estaba acostumbrado. Tal vez noto mi cara de espanto o fue mi voz quebradiza o la mirada que le di. Algo en mi le fue lo suficientemente evidente para saber que yo no era su compañero con total seguridad.

— No eres tú... —Solo soltó. Bajo la mirada al bolso, curioso aun sin alejarse.

De un movimiento rápido intento tomarlo para arrebatármelo y como era lógico, la hoja de la espada le rasgo la palma de la mano.

Fue un corte limpio y rápido, solo eso basto para sentenciarnos.







































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