Capitulo 4


Me habían armado una cama improvisada en el sillón de la sala en la casa de Alana. Junto a mí en una mesa pequeña descansaba la espada. Y a mi alrededor estaban los chicos, entre nerviosos por lo que les había revelado y ansiosos por si lograban ver algo.

—Síguelo esta vez —me había aconsejado Atila— descubre qué es lo que quiere mostrarte, tal vez ayude...

Asentí sin muchas ganas acostándome sobre el sillón. Los chicos se sentaron en el juego de sillones que estaban al rededor y esperamos algo de una hora antes de que me durmiera por completo.

De nuevo estaba allí, tirada en la arena sobre mi vientre con una nube de arenilla que me revoloteaba el cabello. Una luz se acercaba a lo lejos hasta llegar a mí que ya me había incorporado.

Elien bajaba la linterna y nuevamente me pedía que lo siguiera, daba un paso para seguirlo siguiendo lo que Atila me había pedido, pero de repente algo me cruzo la mente, algo que me interesaba mucho más que seguirlo.

—Elien ¿Que decía tu espada? —Me pare en seco y una ráfaga de viento nos envolvió a ambos.

—Mara, es muy fácil sacarlo de contexto, deberías entender unas cosas antes...yo mismo lo saque de contexto esa noche... —su rostro formaba una mueca de arrepentimiento— no tengo mucho tiempo Mara, realmente es doloroso hacer esto...

Lo examine con una mirada rápida sin entender nada.

—Necesitamos saberlo... ¿Que sucedió? ¿Que viste? ¿Estas...

Elien rio sorprendido, entendiendo perfectamente a donde quería llegar con esa pregunta.

—No, no estoy muerto, ya quisieras que este muerto, recuerdo muy bien que te presté mi consola —apunto la linterna acusadoramente hacia mí, de repente volvió a la situación seria de antes— ¿Mis padres también lo piensan?

—No han dejado de buscarte —negué con la cabeza— pero sí que las esperanzas van bajando para todos... ¿Dónde estás Elien?

Las alarmas comenzaron a sonar por sobre el acantilado y Elien me arrastró del brazo hasta una cueva que se formaba al límite de ellos, estábamos agitados y nerviosos esperando que no sucediera nada malo.

—Ellos me tienen, debes contárselo a mis padres por favor, no sé dónde estoy físicamente —soltó todo rápidamente sabiendo que se terminaba el tiempo— me permiten tener la espada y ver que sucede, al parecer no fuimos los únicos idiotas que las tocaron, quieren encontrarlos

Ahogue un gritito de horror sabiendo que podrían estar detrás de mí, ¿Detrás de quien más?

—Mara cuéntale todo a mis padres —hizo una mueca de dolor que creí seria por conocer el dolor que pasaban sus padres, pero en un solo segundo su nariz comenzó a sangrar por los orificios y él se la cubrió rápidamente con la mano— debo irme

Se alejo nuevamente entre las luces y la alarma que sonaba cada vez más cerca, me quede allí con una cara de idiota de que no entendía nada, al borde del llanto sintiéndome miserable. No podía hacer nada.

Una cosa blanca estaba sobre mi rostro, mirándome curiosamente mientras babeaba sobre mí. Escuche un "Ya despertó" de alguien a mi alrededor, me saque al caniche de Alana de encima y lo deje en el suelo. Estaba de nuevo en la realidad.

Los chicos se acercaron a mi ansiosos por sacar conclusiones de lo que podría contarles. Me senté un poco mejor y noté que la espada ahora reposaba sobre mis piernas.

—Elien no está muerto —fue lo primero que me salió, absorta sin mirar a nadie— alguien está haciendo una especie de experimento con él, hay más como él y yo y también los buscan. Elien no sabe dónde esta y ¡Oh mierda! —Solté entendiendo lo raro que sonaba todo eso.

Atila me golpeteo la espalda para calmarme y se ofreció a traerme agua, me había agitado sin darme cuenta, los demás comenzaron a hablar entre ellos en murmuros a los que no les preste atención.

—La espada... no sé cómo decirlo, brilló —Alana comenzó a explicarme una vez que me había calmado un poco— le salieron surcos y de ellos emanaron luces Mara

Una luz rápida me impacto el rostro haciendo que dejara de prestarle atención a Alana, Midas sostenía su celular en las manos y reía por la foto que había sacado, un impulso de ira me recorrió el cuerpo y le golpee las manos con el dorso de la mía, haciendo que por el impacto se le cayera el celular.

—¿Podrías tomarte algo en serio? —le recrimine. Aun reía, pero parecía preocupado por su teléfono.

—Tu cara lo valió —comentó Mollie en voz baja, también dejándose llevar.

Alana llevo las manos a la cabeza y acomodándose el pelo hacia atrás en un tic que parecía contenerla prosiguió.

—No parece que sea un simple material inerte... no sé cómo decirlo sin que suene que nos drogamos, pero pareciera que tiene ¿vida? —Miró a los chicos para ver si estaban de acuerdo con la palabra que había elegido.

Midas negó con la cabeza aún inspeccionando su teléfono, los risos se le fueron a la frente y de un tirón los acomodo.

—Diría más bien tecnología... no es hierro sólido, o sea si —se encogió de hombros ahora mirándonos— hierro es, pero no completamente, ya saben... debe tener capas de distintas cosas para poder hacer eso...

—Propongo que la destruyamos —Soltó Atila parado junto a mí con la expresión más entusiasta que le vi nunca— tenemos que abrirla para ver que tiene.

Un sexto sentido me dijo que no deberíamos hacer eso, algo que no era capaz de entender.

—Hey no, si quieres destruirla ve a la playa maldita y llévate tu propia espada para experimentos, la mía no —Apoye la nuca sobre el sillón— ¿No tienen curiosidad? ¿Saber qué dirán las suyas?

Nos quedamos en silencio un momento, como imaginando la muerte de cada uno.

—Viendo lo que causo esta no —Mollie respondió señalando la espada.

El silencio volvió, recién ahí note que había comenzado a llover nuevamente. Si el tiempo estaba relacionado a la cercanía de las espadas ¿Alguien más estaría intentando alejarse?

Mire la espada, las marcas y surcos que formaban la palabra "exilio" tal vez se refería a eso, a entregarme junto a ella para simplificar la vida de los demás.

—Elien dijo que había más gente... tenemos que localizarlos —hable cortando la tensión que se había generado.

—¿Como? —Alana puso sus codos sobre sus rodillas esperando escuchar tal vez un plan magnifico y detallado, el problema era que no lo tenía.

—Si Elien puede comunicarse a través de la espada ¿Por qué tu no? podríamos contactarlos así —Sugirió Atila.

—Porque soy medio tonta —respondí con total sinceridad

—Si bueno eso ya lo sé —Atila me acaricio el cabello como lo harías con un perro— es que de pequeña te di lavandina cuando mama no miraba y quedaste así.

Solté un bufido enojado y con la mayor velocidad que pude le estrellé uno de los almohadones del sillón en la cara. Él se cubrió, pero no llego a evitarlo y copiando mi actitud hizo lo mismo con el almohadón contra mi cara.

—¡Perdóname por querer ser hijo único! —Continuó bromeando— sé que es raro, pero podríamos intentarlo mínimo... ¿O quieres volver a la playa y preguntarles directamente a los militares? "Hola si yo agarre una espada y ahora alucino que hablo con mi amigo que me revelo que ustedes lo tienen para experimentos y que hay más como yo, ¿me pueden decir quiénes son así nos hacemos amiguis de espadas?"

—¿Crees que fueron los militares? —Alana lo miro seriamente ignorando la voz aguda que había usado.

—Amiguis de espadas me suena a una categoría de Petardas —Midas soltó interrumpiéndola entre risas mientras se cubría los ojos con las manos, solo Atila y Mollie se rieron en respuesta.

—¡Ya maldita sea dejen de bromear! —les ordeno Alana con una voz imponente, seguramente de eso se había enamorado Atila— ¡Si lo tienen los militares no podremos hacer nada!

Alana se levantó en dirección al patio para corroborar que estaba lloviendo, quedándose de espaldas a nosotros.

—Bueno tenemos la espada... —Susurro Midas, que enseguida fue golpeado por el codo de Mollie para que se callara— ¡No lo dije en broma! —Se excuso ofendido.

Hizo un gesto exagerado con las manos en sus piernas mostrando las palmas, como si no pudiera creer que no distinguiéramos cuando hablaba en serio y cuando no.

—¡Tenemos la espada, Atila tiene razón debemos intentar comunicarnos con los demás a través de ella!

Atila asintió desde su lugar, orgulloso y de acuerdo en que tenía la razón.

Mollie se inclinó entonces y puso su mejor cara de expectación, mirándome fijamente esperando que hiciera algo.

—¿Y qué? ¿Tiene las mismas reglas que la ouija? —Midas se puso en la misma posición de Mollie.

Un cosquilleo surgió en mis manos antes de que pudiera responderle con su mismo tono, tal vez si era posible, los símbolos bailaron por la hoja como si quisieran formar otra palabra, como si la misma espada quisiera dejarnos en claro lo que opinaba que había que hacer.

—dime que no nos está advirtiendo de algo... —murmuro Atila lo suficientemente bajo para que solo yo escuchara.

—Suficiente —tome la espada y les avise que saldría.

Si tenía que hacer aquello debería estar relajada y concentrada y con todos ellos haciendo comentarios cada vez que podían no podría avanzar mucho aun por mucho que lo quisiera. Mollie se ofreció a llevarme a casa y acepte para que la gente no notara que cargaba un arma medieval de más de un metro en el bolsillo del pantalón.

Esa noche lo intente, pase horas concentrándome en que algo sucediera por más mínimo que pareciera. Intentado hacer lo que Elien hacia conmigo, intente e intente, pero nada sucedió y con cada hora que pasaba me sentía más estúpida de estar sentada en la cama con la espada, simplemente poniendo cara de concentración y esperando que hiciera algo.

¿Por qué se comportaba como un objeto común ahora que necesitaba alguna de sus extrañezas? Estúpida espada traicionera.

Un ruido se escuchó en el patio de casa, algo que se quebraba al ser pisado, me asome para ver y note que alguien huía asustado de haber sido visto, de seguro Atila estaría intentando curiosear como iba desde la ventana de mi habitación, le grite una maldición mientras lo veía correr hacia la entrada.

Aquella noche no dormí esperando que la espada brillara como la noche anterior y rápidamente amaneció.

A la madrugada me rendí, salí de la habitación para prepararme un café, necesitaba estar lucida. Camine por el pasillo de la planta alta hasta dar con la habitación de Atila que estaba antes de la escalera. Su puerta estaba abierta dejando ver aquella habitación que conocía de memoria, el librero con los comics de marvel que había recolectado por años, la pc con la que habíamos jugado noches enteras, los proyectos de la universidad colgados en su pizarra de ideas, su cama perfectamente tendida y sus lentes de descanso puestos vagamente en la mesa de noche.

Me frote la mano sobre el rostro intentando despabilarme un poco mientras continuaba mi camino hacia las escaleras. Me prepare un café recargado y el olor inundo toda la cocina, con el primer trago me queme los labios, pero al segundo era una delicia, solo entonces me di cuenta parada en el medio de la cocina de madrugada con mi taza en la boca.

La cama de Atila estaba perfectamente tendida.

Apoye la taza sobre la isla de la cocina y rápidamente fui a asegurarme de que todas las puertas estuvieran bien cerradas, le advertí a Atila que no regresara a casa hasta que amaneciera (mensaje que obviamente no respondió porque estaría muerto del sueño) y me asegure que todo estuviera como de costumbre.

Hice guardia toda la madrugada, pero todo se mantuvo normal. Atila volvió al mediodía, cuando ya le había avisado a mama que había visto a alguien en nuestro patio y cuando ella ya había amenazado unas treinta veces con poner seguridad privada.

Al final del día ya ninguno de los dos podía soportarla con sus teorías paranoicas diciendo que despertaríamos amordazados a la cama, que el barrio ya no era seguro y que las de antes eran otras épocas en donde hasta se podía dormir con la puerta abierta sin temor. Decidimos que tampoco estaría de más tener seguridad privada y para esa misma noche ya estaba en casa Bill, un hombre cuarenton más alto a cualquier persona que conociera, amable pero extremadamente intimidante, ex militar retirado.

Por esa noche el plan era que se quedaría cuidando el patio y luego colocaríamos una garita para el día siguiente.

Deje la espada en la habitación de Atila esa noche, esperando que la lejanía fuera lo suficiente como para que Elien no pudiera contactarme, estaba destrozada y necesitaba dormir. Atila solo hizo una broma tonta al respecto, pero no le molesto guardarla.

Asegure la ventana de mi habitación y me arroje sobre la cama. Estaba comenzando a lloviznar, pero nada muy fuerte, una leve brisa que golpeaba la ventana y que realmente ayudaba a dormir.

Desperté al escuchar un ruido sordo seguido de unos gritos, en la oscuridad de mi habitación busqué mis pantuflas y salí corriendo en pijama hacia el pasillo. Atila y Bill estaban en la sala entrando a forcejeos a alguien.

Encendí las luces y logré ver a un muchacho de nuestra edad, vestido completamente de negro, alterado y asegurando entre gritos que no hacía nada malo. La lluvia lo había empapado, tenía el cabello negro sobre el rostro y unas ojeras tal vez más grandes que las mías, trataba de soltarse del agarre hasta que Bill lo esposo y lo obligo a sentarse en el sillón. Agradecí que mamá no estuviera allí para ver cómo se empapaba su sillón preferido.

Bill se enfrentó a él con la seguridad de quien había hecho eso cientos de veces y comenzó el cuestionario.

—¿Que hacías irrumpiendo en propiedad privada a esta hora? —Soltó rápido y brusco.

El chico parecía asustado, nos miró a Atila y a mí con una complicidad extraña como suplicando que lo sacáramos de aquel problema ¿Seria conocido de Atila? Intente recordar si su rostro me era familiar, Atila y yo habíamos compartido colegios desde que podía recordar, incluso ahora compartíamos universidad. Conocía, al menos de vista, a todas las personas que eran cercanas a mi hermano o siquiera compañeros de curso, pero aquel no lo era.

—No hacía nada malo lo juro —respondió rápidamente cuando Bill aseveró la mirada, su voz sonó seca y quebradiza.

Nos dio un vistazo fugaz como para asegurarse de que no íbamos a interrumpir para ayudarlo.

—Lo siento, entiendo que se asustaran yo también lo habría hecho, solo busco a mi gata se escapó cuando llegue a casa de una fiesta y como está lloviendo no quería que le pasara nada...

Solté entonces la tensión que se me había acumulado en los hombros, ¿eso era? El sentir que algo te estaba agobiando y de repente puff se solucionaba.

—Vi algo negro corriendo en su patio y creí que podría ser ella, solo búsquenla y verán que está ahí... —Bill no quito la mirada del muchacho tal vez buscando indicios de mentira.

—Buscare a la gata —acepte saliendo para la cocina.

Abrí una lata de atún y me acerque a la puerta del patio, la lluvia y la hora no dejaban ver mucho, hice entonces un dobles en la tapa de la lata para que hiciera un chasquido que ningún gato podría resistir, en seguida entre los arbustos un suave "Miau" delato al felino. Repetí el chasquido ahora inclinándome para mostrarle el contenido de la lata.

El arbusto se sacudió y una gata completamente negra salió de él, era tan peluda que parecía un pompom con patas, le ofrecí el atún y siguiendo este entro a la casa.

El muchacho pareció tranquilizarse y nos explicó que la había buscado por al menos una hora antes de verla en nuestro patio, se disculpó muchas veces más, sobre todo con Bill que a pesar de que había aclarado que entendía la situación y no habría problemas le seguía infundiendo temor.

—No te acerques nunca más —sentencio Bill— solo eso...

El muchacho asintió con la mirada sosteniendo la bola de pelos dentro de su camisa para protegerla de la lluvia, y luego de arrojarnos una mirada nuevamente se disculpó y salió de nuestra casa.

Le ofrecí a Bill un chocolate caliente intentando tranquilizar la situación, Atila acoto que también se prepararía uno ya que no había logrado dormir nada aun, y solo entonces mamá bajo por las escaleras sosteniendo su bata de entre casa, en pantuflas y entre dormida. Nos miró a todos como tratando de explicar porque estábamos todos en la sala.

—¿Hicieron una fiesta sin mí? —Soltó.

Bill se apresuró a explicarle lo sucedido y ellos se quedaron charlando en la sala mientras Atila y yo preparábamos los chocolates calientes.

—Nunca había visto a ese chico —Atila decidió cortar el silencio— pero nos miraba con confianza ¿Es conocido tuyo?

—Tenía nuestra edad, debe ser por eso —levante los hombros por inercia— había creído que tal vez te conocía a ti...

Atila acepto con un murmullo— si, tal vez lo cruzamos en alguna fiesta.

Los cuatro pasamos un buen rato ahí, la lluvia se volvió más densa y eso solo mejoraba el momento de estar tirados en el sillón con las mantas. Mama y Bill charlaban animadamente mientras que casi nos ignoraban, solo me vasto una mirada a Atila para atar los cabos.

—¿Tú crees que... —le susurre teniéndolo a mi lado.

El soltó una risa malvada cargada de burla.

—Pero mira... si hasta tú que eres tan ciega para el romance lo notaste, woah —Bebió un gran sorbo terminando el chocolate y se levantó del sillón antes de que pudiera hacerle preguntas.

—¿Como que ciega? —Atila ya había comenzado a subir la escalera con desgano en camino a su habitación.

—¿Hace cuantos años conocemos a los chicos? —Atila me miro por sobre el hombro exagerando su actitud como si estuviera intentando recordar realmente.

Me levanté del sillón y fui tras él aun con la taza en mano y envuelta en la manta cual oruga. Necesitaba saber de qué hablaba el tonto.

—¡Habla ya! —Le grite subiendo tras de él.

—¿Que le sucedió al sillón? —escuche levemente a mamá quejándose desde abajo.

Atila soltó una risita infantil y corrió el último tramo del pasillo hasta su habitación cerrando la puerta detrás de él. Me sentí como de seis años otra vez, corriendo tras de él cuando me robaba las muñecas. Pateé su puerta únicamente por el capricho de demostrarle que estaba enojada y me fui hacia la mía.

Soñé que tenía una gran piedra que me aplastaba hasta morir. Y por más que pataleara no lograba sacármela de encima. Y desperté oh casualidad con Midas usando mi estomago de almohada.

—¿Como mierda haces para entrar así? —le recrimine observando mejor la escena.

Midas sostenía un joystick en sus manos y estaba jugando con la consola que Elien me había prestado, estaba en medio de una persecución de cuatro estrellas en San Andreas.

—¿Hace cuantos años nos conocemos Amaris? —cuestionó sin mucha importancia, más concentrado en el juego que en otra cosa— Me preocuparía más el por qué vine ¿Sabes?

Dio cierto aire de confidencialidad cuando dijo eso, parecía hablar de algún plan super secreto y sentí como el sueño se me iba de golpe y era reemplazado por un dolor de estómago. Me levante solo un poco de la cama para poder estar atenta.

—¿Que sucedió? —adopte la misma tensión en la voz que él.

Midas me miró desde su posición frunciendo el ceño con desconcierto, tenía la cara arrugada en reproche ofendido.

—¡Amaris! Habíamos quedado en que me acompañarías hoy

Midas gruño por lo bajo y volvió la vista a la pantalla que estaba frente a la cama, demasiado tarde, la avioneta que piloteaba Cj se había estrellado contra una montaña que no logro esquivar.

Hice memoria en un segundo y caí en cuenta de porque se había ofendido. Solté aire con fuerza y me dejé caer de nuevo en la almohada. Realmente no importaba si lo olvidaba o no, Midas si me conocía lo suficiente ya debería haber supuesto que lo haría.

—¿Podemos desayunar antes?

—Solo piensas en comida niña —Midas arrojó el joystick mientras su personaje aparecía en el hospital— lo bueno es que yo también...

Se levantó y me dijo que me esperaría en la cocina. Me puse el primer vestido que encontré, me hice una cola de caballo sin siquiera peinarme y bajé verificando antes si Atila estaba en su habitación. Una carcajada sonora en la cocina me hizo darme cuenta de que estaba con Midas ya desayunando.

Me acomode junto a ellos en la isla de la cocina ignorando la conversación que llevaban, me senté allí pretendiendo que nadie más que yo existía, tome la taza de café que habían dejado para mí y de a tragos fui despertando totalmente.

—¿Que le sucedió a tu pelo? —Atila estaba algo reclinado sobre la isla, bebiendo también café, su rostro tenía una sonrisa de lado en completa burla.

Midas pareció ocultarla mejor pero aun así también tenía una mueca divertida.

—Déjala el cabello corto es difícil de llevar —soltó con falsa amabilidad entre risas.

Hundí las cejas, este era un desayuno tipo con ellos, burlas que iban y venían sin intención de herir, pero lo suficientemente molestas para soltarles una maldición cada tanto.

—¡Midas, no me lo esperaba de ti comadreja traidora! —gruñí con la taza rozándome los labios. Respondió encogiendo los hombros.

Atila encendió la tele y comenzó a buscar algo para distraerse. Me mordí los labios y los junté formando una línea mientras Midas me miraba fijamente. ¿Debía preguntárselo o dejar que los sucesos me dieran la respuesta? Bajé la mirada al poco café que me quedaba y lo solté sin más.

—¿Que íbamos a hacer hoy?

Atila se palmeo la frente entendiendo que lo había olvidado por completo, Midas lo imito un segundo después, ambos decepcionados.

—¿Mínimamente recuerdas que se acerca el inicio de cursada en la universidad? —Midas continuaba con la mano en la frente y ahora tenía una sonrisa rara.

—Oh si... —Intente recordarlo un segundo— oh... tu traje ¿no?

—oh mi traje, si —repitió Midas— ...y tu vestido No planeas cancelarme, ¿verdad? —lo pensó un segundo concentrándose en la mesa— Oye ya si me cancelas tu puedo darme por gay a ver si consigo que alguien me acompañe

—Yo quiero ver eso, mejor cancélale Mara —Atila había vuelto con ganas a la conversación para ver en que terminaría.

Me imagine a Midas entrando del brazo con algún otro chico de la universidad, divague entonces decidiendo con quien sería en ese caso, tal vez el chico moreno de Leyes, o aquel hippie de Filosofía en el que tanto nos fijamos con Mollie durante el primer año.

—¡Ya vamos! —Midas salto de su banco alto y se colocó la chaqueta de cuero que había dejado allí.

—¿Si sabes que es verano? —le había consultado mientras lo seguía a la salida, moriría de calor con esa chaqueta.

Midas me miro con una seriedad extraña que no logre distinguir.

—Este verano es extraño... —acoto solo eso, simple y conciso. Realmente tenía razón.

Pasamos todo el día en el centro buscando los tipos de trajes que Midas quería, yo me había conformado con un vestido rojo que iba muy bien con mi tez blanca, pero pasaron todas las tiendas que conocíamos y Midas no se decidió por nada en particular, finalmente se cansó de sí mismo y terminamos tomando un helado fuera de una de ellas sin haber comprado nada para él. Habíamos discutido porque yo no pensaba ir otro día más a pasear por las tiendas para que simplemente terminara sin elegir nada.

De repente Midas se volteo hacia mi aun con el helado en la mano. Lucia serio y parecía intentar cubrirme con su cuerpo de algo que estaba detrás de él.

—¿Qué pasa? —Murmure aun concentrada en el relleno de chocolate del helado.

—¿Conoces al chico de gorra que está detrás mío? —adopto una pose natural dejándome verlo ahora.

A un par de tiendas estaba él, un muchacho de nuestra edad alto y delgado, vestido completamente de negro y con una gorra puesta al revés en la cabeza. Aún tenía aquellas ojeras marcadas y seguía pareciendo más cansado que yo, tenía ese aire enfermizo que se les ve a los pacientes bajo los efectos de la quimioterapia pero él parecía sano ¿Entonces por qué..

Su mirada se centró en mí, notó que lo estaba viendo más de lo normal, que ya había notado su presencia y salió de su posición confiada contra la pared para caminar por el centro en otra dirección.

—Midas ese chico entro a mi casa el otro día ... —Se me heló la sangre de solo decirlo.

Midas asintió y me entregó su helado.

—Nos estuvo siguiendo el ultimo rato, iré a hablar con él

Vi entonces a un Midas que no conocía, se enderezo para ocupar toda su altura y toda su imagen era del típico chico rudo con el que no quieres problemas en la secundaria, aquel que con solo mirarte te partía la nariz.

Sostuve los helados con fuerza, tal vez no debería dejarlo ir tras él. Mientras dudaba él alcanzo al chico y de un empujón brusco le dio vuelta.

Hablaron entre ellos, creí que en todo momento Midas lo taclearía, pero no lo hizo, el chico nuevamente parecía aterrorizado, discutieron un poco más y se separaron. El muchacho me vio con toda la intensidad con la que una persona podría ver a otra antes de alejarse ¿Quién era? ¿Qué diablos hacia?

Midas espero allí hasta que estuvo seguro de que se había marchado por completo y volvió a donde estaba yo.

—Te acompañare a casa —murmuro reclamando su helado con la mano— tengo una sensación extraña con ese chico.

—¿Que te dijo?

Midas apretó los labios pareciendo decidir algo, estaba dudando si decirme o no ¡¿Se pensaba que era tan estúpida como para no conocer esa cara?!

—Quería hablar contigo... no explico por qué, pero quería hacerlo a solas, sabes parece un acosador promedio —Inclino los hombros dispuesto a irse cuanto antes.

Me estremecí entendiendo que me había dicho la verdad, su expresión era sincera, realmente estaba preocupado. Tome la bolsa con el vestido y sin preguntar nada más salimos de ahí lo antes posible, Midas cada tanto echaba una mirada hacia atrás de nosotros intentando ver si alguien nos seguía.

—Tal vez sería bueno que cambies tu rutina, podríamos ir turnando casas para que duermas en lugares distintos y no estés siempre en el mismo lugar... —Midas continúo explicándome todo su plan extraño todo el camino a casa mientras solo escuchaba, tratando de imaginar que quería aquel chico.

¿Él me conocería de algún lado? Tal vez eran esas típicas personas que eran muy íntimas en tu infancia y luego por algún motivo se distanciaban, para que luego descubrieras que habían tenido un cambio total de imagen. Tal vez fue algún chico que rechacé en el pasado, hice una lista mental que no tardó mucho en terminarse con solo cuatro chicos (y uno de ellos no contaba porque era el Midas infante de diez años) así que solo quedaban tres, de los cuales había seguido teniendo contacto por los cursos que hacía o de solo cruzarlos por la ciudad, aquel era un desconocido.

Se me ocurrió entonces la idea de buscarlo a través de algunas conocidas de mi universidad, no podía ser un desconocido para todos ¿O sí? Lo pensé un tiempo, pero tal vez seria meterse mucho en el asunto.

Viendo lo que había pasado Bill siguió trabajando en casa, pero ahora se concentraría mas solo en mí. Me sentía como una rea en mi propia casa, teniendo a un grandote siguiéndome a cada paso para asegurarse que el acosador loco no se acercara para matarme.

Esa noche, para variar, no llovió. Me lleve una mantita a la terraza y me quede ahí tomando una cerveza, había logrado escabullirme de Bill diciéndole que estaba con una fuerte diarrea y que no me molestara porque iba a estar en el baño un buen rato, y él acepto entendiendo la asquerosa situación.

Al salir y ver el cielo estrellado, completamente sola. Sentí como si todo el entorno, toda aquella naturaleza supiera el secreto que estábamos guardando con los chicos, culpándonos de todo aquello.

Algo dentro de mi quería volver a esa playa y enterrar de nuevo la espada, y listo, problema resuelto... o eso quería creer. La ciudad, exceptuando a nuestro grupo y a los padres de Elien, habían continuado con su vida tan fácil que hasta me parecía ofensivo lo individualistas que podríamos llegar a ser. ¿Nadie notaba la playa cerrada y a los militares? ¿La muerte de ese chico no les parecía extraña, aunque sea un poco?

Lo notaban, pero como no interrumpía su vida diaria lo ignoraban como ignoraban todo lo malo del mundo.

Mi teléfono vibró a mitad de mi análisis filosófico, tal vez seria Mollie mandándome un meme de aquellos que me gustaban, siempre solía hacerlo antes de dormir. Sonreí de solo pensarlo y lo saqué del bolsillo emocionada, justo en ese momento necesitaba un buen meme.

Se me cayó la emoción al suelo cuando vi que no era el número de Mollie, más bien era uno desconocido, leí el mensaje desde la barra de notificaciones como buen camper en todos los aspectos que no quería ser descubierta.

Era un numero de la ciudad, con la foto de un muchacho al que no lograba distinguirle bien la cara, pero ya sabía quién era.

"Realmente debo hablar contigo a solas" 

















Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top