Capitulo 28
*Les recomiendo escuchar esta cancion antes de leer este cap para que entren en calor*
Estaba lloviendo. Los mechones de pelo se me pegaban en el rostro pero me importaban poco en ese momento. Cardona, pese a su edad había subido ligeramente al barco, mediante una especie de puente de esos que usan los marines, de los que se ven completamente el vacío bajo el y la negrura del mar que esperaba abajo. Trague en seco sin poder levantar la vista mientras seguía dando pasos, suspirando entre ellos para no caer en el miedo.
El barco estaba en penumbras para evitar llamar la atención, y a esa altura de la noche ya no podía distinguir el mar, pero el sonido era la prueba de que estaba allí.
Entre mi estremecimiento y mi lucha interna alguien me extendió la mano frente a mi, tan solo faltaban unos metros, levante la vista y vi a Cardona, y aun sin conocerlo su cálida mirada me dió seguridad y le tomé la mano. Me tironeó un poco y en seguida estuve sobre el barco esperando a que subieran los demás.
Di un vistazo en general, el galpon había quedado bastante lejos y ahora solo veiamos las escolleras que eran lo unico que unía al barco con la tierra firme. Mi visión no me permitia ver unos metros mas alla del barco y simplemente se veía negrura a lo lejos, sin siquiera poder distinguir donde terminaba el mar y donde comenzaba el cielo.
—Muy bien —Murmuró Cardona una vez todos estuvimos arriba— Necesitaré la ayuda de algunos de ustedes para maniobrar... —Levantó la mano y al azar señaló al padre de Elien, Atila y a Midas— acompañenme...
Los chicos se marcharon siguiendo al anciano y los demas recibimos la orden de entrar a una pequeña sala del barco hasta que llegáramos al lugar acordado, sabíamos que serian un par de horas de viaje y solo nos quedaba esperar e intentar calmarnos. Claro que eso me parecía irónico siendo que Midas y Atila se habían alejado de mi.
Los restantes hicimos un circulo imaginario sentados en el suelo de metal del barco, sintiendo el leve vaivén del oleaje y luego de unos minutos el movimiento como tal del barco.
Alana se había sentado con las piernas cruzadas y con la espada en sus manos, le pedí que me mostrara lo que estaba viendo y me sumergí con ella en las profundidades del mar, nos rodeaba una negrura que me hacía sentir pequeña y vulnerable y cada breves momentos lograbamos ver algun que otro pescado. Alana rebuscaba en su espada como si tuviera un mapa en sus manos, la sensación de estar flotando en un espacio en negro me maravillo, como si alli abajo no existiera el tiempo y simplemente estuvieramos suspendidas en el vacio.
—Aun estamos lejos —me comentó aunque la escuche vagamente, como si estuviera muy lejos de mi.
Una forma mas oscura que lo oscuro se acercaba hacía mi por delante volviendose cada vez mas grande, cuando el animal estuvo a unos centimetros tuve un escalofrio en la espalda. Un gran lobo marino paso a un costado mio ignorandome completamente.
—Ten cuidado —Murmuró divertida Alana luego de verme la cara de espanto— suficiente exploración para ti, vuelve con los chicos.
Intente refutar pero en un parpadeo estaba nuevamente en aquella sala del barco, Alana estaba a mi lado con la espada aun en sus manos con ese resplandor extraño, ella había decidido quedarse en las profundidades.
—¿Te sacó de la aventura? —Murmuró Matt burlonamente, se había acostado a mi otro lado con los brazos bajo la cabeza funcionandole de almohada.
Asentí un poco atontada aun por el cambio de realidad abrupto.
Matt hizo una mueca del tipo "Meh" y revolvió entre los bolsillos de su abrigo, sacó aquella pequeña daga que tenía por espada y mirandome a los ojos me dijo;
—Mi poder es mucho mejor... mira esto.
Y en el siguiente parpadeo estuvimos nuevamente en las profundidades del mar, pero ahora no se veía escalofriante y negro, sino mas bien de un azul claro y extrañamente nitido, una increible diversidad de peces tropicales rondaban entre nosotros, todo se sentía extrañamente acojedor y relajante.
—Y mira esto —soltó Matt señalando un punto en la lejanía.
A unos metros se acercaba un animal enorme, una gran cola escameada que parecía tornasolada, el torso desnudo con la piel mas blanca que había visto, los ojos y el cabello negro extremadamente largo, y decorandole el cuello tenía unas branquias que abrian y cerraban.
La sirena se acercó hasta mi con curiosidad y poso una de sus manos sobre mi rostro, la mirada negra la desproveia de expresión y lograba perturbarme un poco, sus dedos tenían una especie de membrana que los mantenía unidos y sus uñas eran unas pequeñas garras. Su rostro era casi angelical con rasgos androginos, la cara mas bella que vi nunca, con labios azulados y gruesos.
Se acercó mas a mi casi tocando nuestras narices, aun sin una pupila como tal presentía que me estaba mirando fijamente, sus branquias se abrieron y casi sentí que me besaría si se acercaba solo un poco mas. De repente sus labios se abrieron, dejando a la vista unos dientes como colmillos puntiagudos y largos, su boca se disloco como lo haría la de una serpiente segundos antes de engullir a su victima y abrió entonces sus fauces mientras sus manos me retenían por detras del cuello.
Sentí que se me paralizaba el corazón del miedo e intente salirme de su agarre tironeando hacia atras. Cai de espalda en el suelo del barco mirando el techo sin entender, aunque bien sabía como funcionaba aquello, no dejaba de sorprenderme.
Matt se reía a carcajadas a mi costado murmurando cosas que no logre escuchar.
—Ay lo siento —Soltó aguantando la risilla— no lo planee, solo vi el momento y lo aproveche.
Intente reaccionar mirando las cosas a mi alrededor, los demas hablaban entre ellos sin prestarnos atención, excepto Ellien.
—A mi no me mires, esto no es una excursion entre los poderes de las espadas —dijó. Cualquier oportunidad de que mostrara el futuro que estaba viendo era imposible.
Pasaron asi las horas, que resultaron eternas.
En cierto punto de la noche Alana nos llamó diciendo que ya lo veía, no tuvimos tiempo de preguntar a que se refería porque las espadas empezaron a vibrar, como si estuvieran sintiendo una especie de interferencia en el ambiente. Como esas radios antiguas que se entrecortaban cuando dejabas un telefono celular lo suficientemente cerca.
Entonces Cardona apareció por uno de los pasillos y sonriente soltó lo mejor que había escuchado en la noche.
—LLegamos
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