Capitulo 26


**********Battista**********



Ya estaba despierto, habían pasado unos minutos antes de que por fin sonara la alarma del despertador. Sebastian extendió el brazo y tardó unos momentos en averiguar como se apagaba, se sentía como un niño reaprendiendo hasta la cosa mas estúpida.

Ahora que ya había descansado se sentó en la cama  y encorvando la espalda se dio un minuto para observar el entorno, miro a su alrededor intentando recolectar datos que le recordaran quien era él. Su habitación era amplia y sobre todo predominada el blanco, la cama estaba en el centro y un gran ventanal le mostraba el bosque a su derecha. Sintió un pequeño escalofrió y se levanto apresuradamente para buscar algo que pudiera tapar la vista y darle un poco más de privacidad. Termino colgando dos sabanas del marco que si bien no frenaban del todo la luz le dieron cierta seguridad. 

"Debo ser un puto loco" pensó.

Había una cajonera a un costado, repleta de libros desordenados sobre ella, los ojeo revolviendo entre ellos intentando concentrarse en reconocerlos, casi todos eran libros de historia y estrategias de guerra.

—"El arte de la guerra" —Leyó la portada del que parecía haber sido el mas manoseado de todos. Le dio un par de vueltas y volvió a dejarlo allí. Insistente en encontrar algo abrió primero las dos cajoneras de arriba del todo, encontró varios pares de su ropa interior y algo mas... un brazier. Cerró los cajones apresuradamente, deseando que fueran de alguna novia y no que estuvieran ahí por algún tipo de fetiche extraño, decidió ignorar ese asunto y así semidesnudo como estaba salió de la habitación.

Un pasillo lo llevo hasta el salón, sorprendentemente también rodeado de cristales, la idea del fetiche sonaba un poco mas factible ahora. En general era una casa casi normal, si ignoraba la falta de privacidad y el juego de armas que había encontrado mientras buscaba cosas por ahí.

Encontró además fotos de una familia de tres, madre, padre y un niño que entendió era él mismo.  Se sintió ciertamente satisfecho creyendo que ver la imagen de sus padres le ayudaría a recordar su infancia por lo menos, pero mientras mas escudriñaba el rostro de aquellas personas mas difícil se le hacía el intentar tener un recuerdo real.

Paso por al lado de un estante repleto de alcohol de todo tipo y casi se sintió tentado de probar alguno, pero debería esperar a otro momento, su padre se sentiría muy  decepcionado si llegaba a la misión borracho.

Hizo a penas dos pasos fuera del salón hasta que la información le vino de golpe, y hasta se sintió avergonzado de no haberlo pensado antes. Volvió apresurado al salón y tomo nuevamente la foto de la familia. 

El hombre que aparecía allí ciertamente se parecía mucho a él mismo, con los pómulos angulares y los ojos rasgados, pero ni de broma era el hombre que la noche anterior se había hecho pasar por su padre.

Con la fotografía aun en la mano se sentó en la mesilla que había en el centro del salón y se quedó simplemente con la vista perdida en el bosque, sin saber quien era él ni quien era el hombre que se hacía pasar por su padre. 

"Al carajo" Murmuro para si mismo y se acercó al estante del alcohol, rápidamente se preparo un pequeño trago y unos segundos después dio un shot que le quemó la garganta.

Sacudió la cabeza decidiendo que ignoraría lo que acababa de descubrir por el momento y se dirigió una vez mas a su dormitorio para prepararse para la inminente misión.

—¿Qué haces? —la voz de una muchacha resonó de una dirección que no pudo distinguir. Se irguió de repente alterado por la intrusa y busco a su alrededor a la dueña de aquella voz.

Giró varias veces intentando encontrarla y caminó a grandes pasos por toda la propiedad, revisó en todos los lugares pero estaba completamente solo. Comenzaba a sentir un sudor frio en la espalda que le erizaba la piel, la voz había sonado tan cerca... tan clara, era imposible que se lo hubiera imaginado, pegó el rostro en los ventanales intentando advertir si había alguien fuera pero no encontró nada. 

"Estoy loco" Pensó, completamente confundido. Abatido ante la inminente realidad, tal vez hacía tiempo había perdido la cordura y ese era un pequeño momento de lucidez en el que era consciente de aquello. 

—Lo siento... sé que te molesta que haga esto, pero hoy es un día importante y no respondes al teléfono —Sebastian llevó las manos a sus oídos completamente confundido y alterado, apretó su cabeza con fuerza como si con eso pudiera sacar a la vocecilla de su mente.

La voz continuó hablando pero él decidió ignorarla, caminó hasta su habitación y tomó una de esas armas que había encontrado, no recordaba saber usarlas, pero se sintió tan cómoda en su palma que entendió que su cuerpo si recordaba como manipularlas.

"Te matare si te me acercas, déjame en paz" Comenzó a murmurar como una especie de mantra, mientras intentaba nuevamente encontrar a la dueña de aquella voz, se sorprendió al reconocer que la idea de matar no le causaba ningún tipo de angustia ni cuestionamiento moral. Resultaba un acto tan normalizado en su mente como el hecho de ir al baño.

De lo que había aprendido de si mismo esa mañana era en breves términos, uno: estaba loco, dos: sabia manejar armas, tres: carecía de empatía. Una mezcla perfecta para los problemas.

 "Si te encuentro te matare" Siguió murmurando dando pasos cautelosos. Seguía teniendo escalofríos y rezaba por no volver a alucinar, aquella sensación nerviosa esperando que algo que no esta a tu alcance poder controlarlo suceda.

—Baja el arma —Una voz masculina lo interrumpió, se volteó sobresaltado y su cuerpo reacciono sin pensar; antes de que pudiera pensarlo estaba con los brazos extendidos al frente apuntándole a la cabeza.

El soldado que lo había acompañado a su casa la noche anterior había  entrado sin que lo notara, Cadavieco estaba frente a él, siendo amenazado sin escrúpulos pero con la misma expresión de aburrimiento con la que había entrado a su hogar. 

—Bájala —Repitió Cadavieco hundiendo las cejas, ahora en un tono mas imperativo y demandante. 

Sebastian observó un segundo el revolver de negra empuñadura en sus propias manos y lo bajo, aceptando que se había pasado de la raya y debía calmarse para volver a tener la mente fría.

—Lo siento, creí que había una intrusa —se excusó dejando el arma en la estantería de un costado.

Cadavieco asintió entrecerrando los ojos con la mirada hacia un costado, intentando comprender lo que le decía y al parecer acepto creerle, levanto las cejas levemente tomando una expresión mas comprensiva.

—Aun no estas completamente bien, recuerda que ayer tuviste un pequeño golpe... tal vez te haya afectado, de igual manera hay que irnos necesito que te vistas ya —Terminó dándole una rápida mirada. Casi podía leer en su cara el "que diablos le pasa a este" en la cara del joven Cadavieco.

 Sebastian asintió sin muchas ganas de alargar mas ese momento.


*********Amaris********

Me desperté con Midas aferrado a mi como si su vida dependiera de eso, sus piernas me habían envuelto por la cintura y sus brazos aferraban mis hombros, el chico de tez gris dormía profundamente y estaría atrapada en ese abrazo de oso un buen tiempo si no hacía nada.

Le hable para despertarlo e incluso lo sacudí un poco, pero su sueño debería de estar muy bueno ya que no parecía tener ni la menor intención de despertarse. En cierto punto él refunfuño y se apego mas a mi... hasta que lo sentí.

Si ya el tener a Midas cerca resultaba alborotador para mis sentimientos y hormonas, el sentirlo de aquella manera era completamente algo que me hacia perder el control, él pareció notarlo y se alejó un poco.

—Lo siento —murmuro adormilado— es que... es temprano...

Me reí  en su cara y él me dio un pequeño empujoncito para que lo dejara en paz.  Habíamos estado ciertamente distanciados pero los momentos así eran únicos.

Decidí girar para envolverlo en mis brazos, y Midas ni corto ni perezoso hundió el rostro en mi pecho para dormir ahí. Su cuerpo emanaba el aroma de la masculinidad, tontee intentando darle un nombre mas certero, pero simplemente era olor al chico que te gusta, imagine que seria un coctel de hormonas perfectamente organizado para que te mojaras. 

Midas tenia el cabello despeinado con un rulo mirando para cada lado, perdí un momento jugando con ellos, envolviéndolos y volviéndolos a acomodar con los dedos. Su respiración se iba volviendo pesada y comenzaba a escucharse un ronquido bajito, como el que haría un gato al descansar.

—Midas... —Murmuré— rey Midas —corregí.

—mmmnh?

—¿Puedo ser tu reina? 

—Por supuesto que no —Respondió con una lucidez instantanea, el sueño se había desvanecido de su voz.

Midas abandonó la almohada que había formado en mi pecho y se incorporo junto a mi quedando tumbado de lado levemente sobre mi. Mi rostro debió haberse vuelto de piedra porque él me hecho un pequeño vistazo y se echo a reír burlonamente como solo sabía reír Midas. 

—¿Sabes la historia de mi nombre...?

 Asentí sin entender a que iba la pregunta pero siguiéndole el juego de cualquier forma.

—"El rey Midas" el monarca de Frigia que debido a su humanidad y hospitalidad fue concedida por los Dioses la habilidad de convertir cualquier cosa que tocara en oro... —Recité.

Midas asintió aun sosteniendo la sombra de una sonrisa en el rostro.

—Muy bien niña estudiosa... —Levantó su mano acercándola a mi rostro, cerré los ojos esperando una caricia pero él solo golpeteo la punta de mi nariz con su dedo— por ese mismo motivo el rey Midas no podía tocar a su esposa... —Su dedo pasó a mi mejilla y comenzó a bajar, pasando por mi cuello con una lentitud tortuosa— si fueras mi reina... deberías estar dispuesta a que no te toque nunca jamas...—Su dedo llego a mi pecho y continuo bajando arrastrando con él la tela de mi pijama dejándome al descubierto, Midas seguía el trazo que iba haciendo fijamente con la vista hasta llegar al punto mas elevado de mi pecho derecho, dibujo un circulo al rededor de la aureola sin llegar a tocar el centro, ahora su sonrisa volvía a ensancharse.

—Tu amigo quiere ser tocado —Murmuró fingiendo inocencia, mi pezón estaba completamente estimulado y listo para la guerra, pequeño traidor.

Midas acercó  su rostro y dio una rápida lamida al pequeño traidor que se alzaba, instantáneamente su par siguió su ejemplo y también plantó batalla.

—oh mira, él también —Midas me sonrió y luego de un segundo repitió la acción sobre el otro.

Comenzaba a sentir aquel hormigueo en la entrepierna y me sentía terriblemente excitada de solo notarlo, pero deseaba pedírselo antes de que el momento terminara.

—Quiero que seas mi novio —Murmure sin poder apartar la vista de lo que continuaba haciendo.

Midas separó su rostro unos centímetros, su expresión se había vuelto seria y no dejaba de mirarme a los ojos. 

—¿Quieres una relación seria conmigo? —Preguntó.

Asentí ahora con cierta vergüenza surgiéndome de la nada. Midas termino de colocar su cuerpo sobre mi y rápidamente su mano tomo mi rostro mientras su boca se fundía con la mía. Mis manos vagaron por su pecho todo lo que duró el beso hasta que por fin se retiró a buscar aire, en su rostro tenía la expresión mas feliz que le había visto en mucho tiempo.

—¿Sabes cuantas veces fantasee con esa pregunta?  pues si... ¡Te has ganado un premio! —Canturreó tironeando de mi ropa interior, levante las nalgas de la cama para ayudarlo y una vez fuera la tela que protegía mi intimidad Midas abrió mis piernas y hundió el rostro entre ellas.

—Oh dios —Solté.



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