Capitulo 25

A partir de este punto voy a estar cambiando mas frecuentemente la narracion entre Amaris y Battista por lo que voy a poner *** antes de cambiar de personaje para que no anden perdidos(? asi no hago un millon de capitulos cortitos  





Atila se echo hacia atrás sin intención de contener la sonrisa que se le había dibujado en el rostro, si no fuera mi hermano sentiría temor en ese punto. 

-¡Es perfecto! -Grito cuando terminó su explicación.

-¿Abandonarlo? -Intente resumir. Atila había estado hablando solo por un buen rato y ya había perdido el hilo.

Mi hermano, aquel mandón de siempre volvió la vista a mi sin modificar su sonrisa.

-Necesitamos el barco para llegar, debe ser luego de subir... 

-Bien... -Murmure sabiendo que no estaba bien. Aquel hombre lo había dicho, él era simplemente un peón en aquel juego.

En el tiempo que estuve en aquella casa en el bosque con Alissa ella logro convencerme de que no era tan cruel como aparentaba. De repente la idea de que Battista era una buena persona se me había metido en la mente y seguía dando vueltas allí. Tal vez ya no tenia tantas ganas de traicionarlo.

Midas entro por la puerta en ese momento, acompañado de Bill que ya empezaba su turno, arrojo las bebidas que había comprado sobre la mesa y sin decir nada se quito la chaqueta para tumbarse a mi lado.

-¿Me perdí la conspiración? -El chico de tez gris revolvió la bolsa y saco una lata de cerveza.

-Este es mi plan -Volvió a hablar Atila abriendo las manos sobre la mesa como si extendiera un gran mapa imaginario. 

-Tomare aire -hable levantándome del sillón, sabia que eso duraría bastante y no estaba dispuesta a escucharlo otra vez.

Subí las escaleras hasta la terraza, el viento de otoño me envolvió y mi cabello se movió a diferentes lados. Rebusque en el bolsillo de mi jean el teléfono y decidí marcarle a Matt.

Pase un tiempo al teléfono hasta que cortamos, de cierta forma había ganado confianza con Matt y me había relajado hablar con él, cuando volví a entrar Atila estaba terminando su narración ahora también con presencia de Elien junto a Midas, ambos lo miraban con atención mientras Atila daba una pausa dramática al final.

Elien volteo el rostro hacia mi con la sombra de una sonrisa, cuando vio la marca en mi rostro y se le borro por completo.

-¿Quien te...? 

-Larga historia -murmure pasando de largo, aquella no sería mi noche.

El trio permaneció en silencio hasta que salí de la habitación.

Solo faltaban unos días para lo que habíamos acordado y solo deseaba que todo terminara. De repente toda la fortaleza que había creído tener ya no estaba, el cachetazo de realidad se había convertido en un puño, roce con mis llemas el moretón que había dejado aquel militar en mi rostro, no me convencía estar en su contra.



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Cardona lo había llevado dentro del enorme galpón donde trabajaba ahora. Aquel cementerio de barcos que intentaban tener una segunda vida útil, Battista lo siguió por un largo pasillo hasta que llegaron a lo mas profundo del astillero, bajo inmensos andamios que lo sostenían a metros del piso estaba aquel coloso, el buque 601 antiguo perteneciente del grupo artillero, un Titan frente a Battista pero relativamente pequeño junto a sus pares modernos.

-Es perfecto -Acotó el comandante al suboficial- ¿Cuándo lo tendrás listo? 

-Trabaje tres meses en este bebe, solo faltan un par de días Sebastian -El viejo palmeo la chapa de la quilla generando un sordo ruido- quisiera acompañarte cuando lo utilices, es un buque viejo con sus mañas y sería muy difícil hacerlo navegar solo...

Battista bajo la vista hasta su antiguo instructor, no había esperado eso y algo se le removió en el estomago. Si bien le ilusionaba la idea y el viejo tenía razón en que necesitaría ayuda su presencia tal vez podría interrumpir su plan. 

-Me parece bien, viejo -Aceptó al fin luego de pensarlo un momento.

Cardona asintió complacido y lo invito a seguir con la inspección general del buque. Le explicó a Battista que estaba allí por una pequeña fuga producto de un corte en una de sus aletas pero que ya estaba casi como nuevo y listo para salir amar abierto una vez mas. El buque era lo suficientemente viejo como para que la milicia no notara su ausencia durante el tiempo necesario. 

-¿Ya conseguiste todas las espadas? -Consultó el viejo.

Battista lo seguía con sus manos tomadas por la espalda, dio un rápido vistazo al rededor antes de hablar libremente.

-Si, restaban ocho, seis de ellos me las entregaron luego de convencerlos, dos murieron

-¿Suicidio? 

-Así es...

Cardona soltó un suspiro mientras negaba con la cabeza.

-Te consume por dentro, eso dicen... -El viejo frenó y se volteó a ver a Battista de frente. El joven entendió esa mirada y se explicó.

-No voy a mentirte si tuve momentos de flaqueza por culpa de esa espada... pero aun no me llevo a tanto.

-Debemos devolverlas cuanto antes, me apuraré, tal vez pueda tenerlo para pasado mañana...

-Es perfecto -Finalizó el joven y se despidió del viejo.

Cumplió con su horario como de costumbre ese día y antes de que pudiera darse cuenta ya era hora de la reunión que había organizado. 

Llegó a la cafetería vestido de civil, no era la primera vez allí y cuando ingreso recordó la vez que siguió a Amaris. Sus rasgos se veían casi idénticos en su hermano, pero una gran diferencia en su personalidad los separaba.

Atila lo había citado, y él estaba realmente curioso de conocer su propuesta. Sabía que el pelirrojo no confiaba en él y sabía que muy probablemente planeaba traicionarlo, pero el entretiempo le divertía. Aquel chico, pese a ser un líder diplomático e inteligente por naturaleza estaba muy lejos de tener la capacidad del comandante.

Battista lo veía como un niño intentando burlarse de un adulto. Atila estaba demasiado confiado en que su plan era perfecto y Battista lo veía como el mayor de los clichés de sus libros de estrategias de guerra.

El pelirrojo ya estaba dentro para cuando Battista llegó. Se sentó frente a él y extendió su mano, Atila dudó unos segundos pero se la estrechó al fin. Y como si el mundo se detuviera en ese saludo ambos se miraron fijamente. 

Sebastian casi pudo escuchar a una Alissa imaginaria riendo por la situación, allí estaba el gran Atila frente a su peor enemigo asiático, y una vez mas en la historia Atila perdería.

-Un placer conocerte al fin -Comenzó a hablar Battista con fingida amabilidad- Alissa me ha dicho que eres un líder astuto ¿Para qué deseabas verme? 

Atila le sonrió comenzando a explicar el plan que tenía en mente y pidiendo detalles de como realizarían tal hazaña.  El muchacho frente a Battista mostraba una seguridad envidiable, pero tal vez eso mismo lo volvía un poco ciego. 

La charla duró horas. Ninguno dejaba de hablar ni un momento y casi al final tenían todo prolijamente planeado. Pidieron la cuenta y se marcharon.

Battista tardó unos minutos en alejarse del lugar y subirse a su auto ahora mas convencido que nunca, ese chico planeaba traicionarlo. Y se sorprendió cuando se encontró sonriendo ante aquello.

Tal vez no iría tan en contra de sus planes.

Al día siguiente recibió un llamado de su superior, sintió un escalofrió al imaginarse que habían descubierto lo del buque pero él mismo se tranquilizo al convencerse de que eso era imposible.

Camino con la misma compostura de siempre hasta su oficina y luego de dos golpes abrió las puertas, haciendo la respectiva venia militar que merecía su superior. 

El superior se encontraba detrás de su escritorio, cómodamente sentado con otro militar parado a su izquierda, quien miraba a Battista con curiosidad.

No se atrevió a verlo a los ojos por lo que clavó la vista en la pared detrás de él, parado erguido y mostrándose fuerte.

-Battista me alegra verte una vez más... -Comenzó a hablar el viejo con fingida confianza como si fueran íntimos amigos. 

Battista trago en seco notando el nudo que tenia en la garganta, pero siguió firme frente a él.

-Un gusto para mi también, señor.

El anciano apoyo sus codos sobre el escritorio que se encontraba frente a él recorriendo con la vista al comandante.

-Quería mostrarte algo -Dijo levantándose al fin- debo admitir que sentí envidia de tu capacidad para dominar el poder de tu espada... dentro de todos los que lo intentaron eres el que menos cambios tuvo... 

Ahora el militar que estaba a su izquierda, a quien Battista no reconocía, le acercó una especia de maletín alargado y lo  abrió frente a él. 

El viejo aguardo unos segundos hasta que Battista se animo a mirar que había dentro, encontrando una espada curva en su interior, bajo las cejas intentando descubrir que sucedía. Esa no formaba parte de las espadas que había estado recolectando cual pokemones ¿Entonces de donde había salido? Eso arruinaba su plan.

-Señor... ¿esa espada?

-Es mía -Respondió el anciano antes de que el comandante pudiera terminar la pregunta, sonrió ampliamente mientras la tomaba en sus manos y los pliegues de su rostro se marcaban con fuerza- decidí tomar una pese... a lo que sabemos que causa, tu aun no has sucumbido al suicidio por lo que sé que si uno es lo suficientemente fuerte puede superarlo, y yo también lo haré.

-Esplendido, señor, sé que usted podrá dominarla 

El militar que estaba junto a su superior hizo una seña para invitarlo a acercarse. Un escalofrio le recorrio la espalda, pero viendo que no tenía otra opción dio unos pasos adelante. Admiro entonces a detalle los grabados de aquella espada reveladora, el metal bailaba en las manos de su superior y se vio casi tentado en preguntar que decia, pero carraspeando decidio hacer otra pregunta.

-¿Qué poder tiene señor? Si me permite... 

El anciano sonrió complacido y Battista entendió que había estado esperando esa pregunta en especifico.

-Ya veremos -respondió secamente.

El anciano hizo un movimiento rápido, impensable para su edad, y Battista tardo unos segundos en notar lo que había pasado. Abrió la boca y bajo la vista, notando un hilillo de sangre brotando a la altura de su estomago. 

Antes de que pudiera caer en el miedo o el enojo sintió un temblor. Como si el suelo bajo él hubiera decidido dejar de sostenerlo, y cayó entonces en una gran negrura, un abismo interno que parecía no tener fin. 

Sentía su cuerpo caer y caer sin tocar fondo, su uniforme revoloteaba sin control y solo oía su grito, pudiendo ver solo una negrura infinita. 

Abrió los ojos, la cabeza le daba vueltas y sentía ganas de vomitar, se dio unos momentos para intentar recordar que había pasado pero no recordaba nada, se sentó sintiendo que caería nuevamente, recordaba aquel vacío del que había caído pero no recordaba el antes. El anciano frente a él le sonrió amorosamente.

-¿Qué sucedió? -Consultó mirándolo extrañado.

-Te quedaste dormido Sebastian

Él chico buscó en su mente algún recuerdo, al menos ahora sabiendo su nombre.

-No recuerdo...

-Trabajas demasiado hijo, ya te lo advertí antes pero no escuchas a tu viejo 

¿Ese hombre era su padre? Se sintió avergonzado de no recordarlo, pero no se atrevió a preguntárselo directamente, se sentía culpable ¿Qué clase de hijo no recuerda a su padre?

-¿Por qué no lo llevas a casa? -Ordenó al militar que estaba junto a él- Debes descansar, mañana tenemos una misión muy importante ¿Recuerdas?  sé que me has fallado, por lo que es tu oportunidad de redimirte.

Sebastian asintió aun confundido y aceptó la mano que el extraño le extendió para levantarlo del suelo. El muchacho que no era mucho mayor que el lo sostuvo por la espalda ayudándolo a caminar y Sebastian se dejó guiar, mas cansado que nunca.

Sus piernas le pesaban y cuando por fin llego a su supuesto hogar solo tuvo que apoyar la cabeza en la almohada para dormirse profundamente.













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