Capitulo 21- La cura esta en el mar


Battista lo observo un instante antes de acercársele. Su antiguo superior se encontraba desmantelando el frente de un gran buque que había sufrido un cruel destino y debía ser renovado. El hombre de ahora unos cuarenta estaba prolijamente vestido con su uniforme de suboficial, un sentimiento que Battista no supo reconocer le atravesó la garganta. 

-Cardona -Le llamo Battista, esperando casi con ansias su reencuentro. 

El hombre lo miro por el rabillo del ojo, demostrándole todo el resentimiento que aun sentía por él, acomodo lo más posible lo que había estado haciendo hasta el momento y luego se levanto. Ambos quedaron  frente a frente, separados por unos centímetros de altura. Cardona ya estaba comenzando a encogerse y Battista noto como la juventud se le había escapado, aquel comandante poderoso e implacable que le había enseñado todo lo que sabia solo había quedado en su memoria, ahora solo quedaba un Cardona abnegado, uno que había elegido perder su rango antes que perder su moral. 

-¿Que quieres ahora? -Soltó el hombre, acomodándose incómodamente el uniforme. Se giro sin esperar la respuesta del joven muchacho y luego de levantar unas herramientas comenzó a caminar lejos de él.

-Quiero devolver las espadas al mar, necesito que me des un barco -Soltó sin mas sabiendo que el hombre no lo escucharía por mucho tiempo.

Cardona sacudió la cabeza sabiendo que Battista no pararía hasta tenerlo, imaginando todo lo que podría pasar si le daba el gusto. 

-Es mas fácil si te suicidas con una cuerda ¿Sabes? 

Battista refunfuño. 

-Podría someterte y tendrías que hacerlo de todos modos -comento tranquilamente, frenándose en el lugar.

-¿Cuantas vidas quieres tener en tus manos? -Cardona finalmente se detuvo y se giro para enfrentar a Battista. 

-Las necesarias para  cumplir mi objetivo -Respondió sin mas, usando la frialdad que se le había inculcado.

Cardona frunció el ceño bajando las cejas, endureciendo el rostro en una expresión de desagrado. 

-Te  entrene para que fueras el mejor Sebastian, superaste ampliamente a todos mis otros subordinados, pero perdiste tu compasión en estos años. Te corrompió el deseo de poder y la admiración vana. 

Cardona dio un paso frente a él disminuyendo la distancia. 

-Lograste pasar por encima de mi y los demás gracias a esa indiferencia tuya... y aun así no estas satisfecho...

Battista dejo escapar una risita socarrona -Vamos viejo, lo dices como si fuera una debilidad... no vengo para tus sermones, no me cambiaron antes y no lo harán ahora...


Desvió la mirada entonces a su derecha, la fosa marina se abría frente a ellos, vagó kilómetros con la mente imaginando el lugar en donde las había encontrado. Battista dudó unos segundos antes de revelarle al hombre lo que tanto había pensado esos últimos días, pero finalmente decidió soltarlo. 

-Estoy convencido de que la cura esta en el mar... 

-Eres un estúpido pero aun así no quiero cargar con tu muerte Battista -El viejo había llevado su mano a su frente, recorriendo las arrugas que le habían dado los últimos años. 

Battista sintió un pequeño pequeñísimo remordimiento, un intento de humanidad en lo mas profundo de su corazón de mármol.

-Estas en el ejercito, no debería importarte -Battista estaba cansado y realmente solo deseaba oír lo que él deseaba, la moral cambiante le desagradaba en gran manera.

-El ejercito implica la protección de las personas que amas, y aunque seas un idiota te amo como el hijo que nunca tuve -Cardona se acerco aun mas estirando la mano sobre el hombro de Battista- te daré una barquilla, por lo que mas quieras no la cagues... 

Battista subió las comisuras de los labios, asintiendo al fin luego de escucharlo. Tomó en sus manos la mano de su mentor e hizo una pequeña reverencia ante él como muestra de su respeto. 

-Lo aprecio mucho señor, mañana partiré

Cardona lo miró una ultima vez antes de dar la charla por finalizada, suspiró soltando el aire que había estado conteniendo y soltó la frase que quedo grabada en la mente de Battista. 

-Ya no te reconozco...

El viejo se había ido, pero Battista continuo allí parado unos minutos más, intentando buscar en el laberinto de su mente porque le había afectado tanto ese comentario.

"Me estoy volviendo débil" Concluyó al fin, y entendió que aquella espada estaba consumiendo la poca sanidad mental que le restaba, y que ahora mas que nunca debía solucionar ese problema aun si debía ir en contra del ejercito.

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