Capitulo 14

Midas se nos adelantó.

Dio un gracioso trote animado en los últimos metros del pasillo y cuando estuvo frente a la puerta de madera la empujó con su hombro para abrirla lo más rápido posible.

Lo perdí de vista unos segundos y cuando llegué al umbral con Mollie a mi costado, pude ver todo el cuerpo de Midas, enorme como era sobre el esquelético cuerpo de Elien que se removía debajo de su abrazo.

—Quítate rey —reprochaba Elien dándole pequeños empujones.

—¡Es que te extrañe mucho! —soltaba el chico gris— dios sabe cuánto te extrañe Eliencito

—¡Esta bien, tu chaqueta está en el primer piso ahora suéltame!

Elien soltó unas risas mientras el cuerpo de Midas se enderezo sobre él.

—¿Crees que vine por eso? —preguntó tajante.

Los demás y yo ya habíamos entrado a la habitación y acomodamos nuestras cosas, acostumbrados a aquellos papelones.

—Oh sin dudas —sentencio Elien.

Midas abrió la boca y fingió ofenderse, pero silenciosamente se levantó de la cama y salió de la habitación. Solo el ruido de sus pasos alejándose nos indicaban que estaba yendo en dirección a subir las escaleras.

Atila fue el segundo en abalanzársele, Elien lo recibió en un gran abrazo y ambos se golpetearon la espalda en una especie de saludo varonil.

Mollie, quien se había mantenido a mi lado, se dejó llevar y acercándose con pequeños pasitos dudosos los abrazó a ambos por detrás haciendo una gran bola de gente.

Me decidí por sentarme en la silla que se encontraba a un costado, probablemente en la que sus padres habían pasado horas, mirando la escena de aquel hijo demacrado al borde del coma. Un escalofrió me recorrió el cuerpo y tuve que alejar la mirada de ellos.

Los abrazos y los reproches tontos por idioteces en breve terminaron, Atila se refugió en el marco de la ventana y levemente, como jugando retiro un poco la cortina para pispear el exterior.

Elien se reacomodo en la cama entre risas para poder sentarse cómodamente y justo cuando estábamos entrando en calma apareció. El larguirucho de pelo enrulado oscuro, posando ante nosotros una de sus chaquetas de jean y cuero preferidas.

—¡Todavía me queda! —Soltó triunfal.

Hizo un par de poses para demostrarlo y por fin se sentó junto a Alana, que había elegido un pequeño sillón que había ahí contra un costado de la habitación.

—Debo preguntar... —Inicio Atila rompiendo el momento de amigos tranquilos en una juntada, para volverlo algo más siniestro y complicado.

—¿No lo adivinaste ya? —Se burlo Elien frotando con la palma de su mano el ojo que no parecía golpeado.

—Bueno si, estimo que si... necesito tu confirmación —Acepto el pelirrojo alejándose de la ventana, girándose a verlo de frente al fin.

—Pues no... no me dejan salir

Atila asintió muy satisfecho, tal vez sabiendo que había pensado bien.

—¿De qué hablan? —Preguntó Mollie alternando la vista entre todos.

Elien le sonrío tranquilamente, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para resolver los problemas, como si todo aquello no hubiera sido más que una historia de terror contada entre amigos una noche. Me encontré a mí misma clavando las uñas con fuerza en el tapizado esponjoso de la silla, y lo solté casi asustada de no haberlo notado.

—Mis padres no me permiten salir... ¿Se imaginan? La mayoría de mis vecinos se la paso en protestas por más seguridad gritando mi nombre, si me vieran vivo de un día para el otro harían preguntas...

Todos asentimos, seria completamente confuso para ellos.

—Podemos decir que te fuiste con un amante —acotó Midas a su historia— y que de repente volviste... y listo.

—¿Y el cadáver del rayo? —pregunte hundiéndome en la silla, debía relajarme un poco.

—Alguien con poca suerte —explicó Midas rodando los ojos— equis, todos los días pasan esas equivocaciones de reconocimiento... cuando Mollie salía con uno de los gemelos, por ejemplo ¿Recuerdan? Las personas se pueden confundir... —Se encogió de hombros y en seguida fue golpeado por una almohada que no se hizo esperar.

Mollie aun sentada en la cama lo miraba centelleando de ira por recordar aquello.

—¡Cállate rey cuervo! —Mollie aun enfadada lo amenazó con otra almohada que había conseguido tomar a los tirones.

—Rey Midas pa' ti —contesto el chico sin miedo a la muerte.

Atila se paseó por la habitación dando por terminada la pelea antes de que Mollie arrojara otra cosa contra la cabeza de Midas, que aún mantenía la mueca de una risa burlona.

Casi si no fuera una loca desquiciada, podría creer que era una juntada común, la curiosidad me carcomía el alma, pero tampoco quería ser quien empezara con la pregunta fundamental. Los mire a todos mientras seguían bromeando, intentado con la mente que alguien diera el primer golpe.

Atila hablaba entonces de los cuidados que deberíamos tener todos a partir de ese momento y comenzaron las ideas para ver como Elien podría salir algún día a la ciudad nuevamente. Midas bromeo entonces con cirugías estéticas y su versión económica: una buena paliza.

Sentí por un segundo que no estaba realmente allí, mi mente vagaba en mil posibilidades sobre Alisa. Entonces Mollie, en un nuevo arrebato infantil, se movió bruscamente para tomar más fuerza en el almohadazo que le daría a Midas, uno de sus pies golpeo algo debajo de la cama.

El objeto se movió a penas un poco y paso casi desapercibido. Pensé que seguramente era alguna porquería de los padres de Elien que habrían olvidado levantar.

Pasee los ojos por la habitación, el tiempo parecía pasar para todos menos para mí. Y la curiosidad de mi interior creció hasta un punto insostenible.

—¿Entonces la conoces? —Solté al fin interrumpiendo a Atila que había estado hablando rápidamente.

Los chicos me miraron algo asombrados por lo abrupto del momento, pero luego parecieron igual de curiosos que yo.

—Si, tengo recuerdos de ella, es algo muy confuso, pero también estaba en la base

Elien se relamió los labios tal vez eligiendo las palabras para continuar con su explicación.

—Ella estaba en otro salón... aún no sé cómo pudo escapar... pero yo lo hice así que... imposible no es —Aceptó levantando los hombros al finalizar.

Todos nos quedamos en un silencio tenso mirándonos entre nosotros, casi esperaba el chiste de Midas que calmaría la situación, pero este no llego.

—Es solo ¿alguien más que escapo? —Preguntó Mollie mirando concentrada hacia Atila.

No, no podía ser, me había preocupado tanto ¿Solo por eso?

—Puede ser... —Determino Atila luego de unos segundos de silencio.

Mire a mi hermano casi ofendida de que aceptara aquello.

—No puede ser —solté sin pensar— sigue siendo extraño... todo su actuar lo fue

—No podríamos juzgarla por eso —retruco Alana— ¿Quién sabe qué fue lo que sufrió allí? ¿Qué puedes saber Amaris? Tal vez le sea tan doloroso recordarlo que prefiere fingir que no estuvo allí...

Quise gritarle en la cara que si sabía, que siempre tenía la razón, que el puto escalofrió que tenía en la espalda esa noche no fue casualidad. ¿Pero que iba a decirle, mi prueba es un escalofrió y una sensación fea? Aun no tenía el título de médium colgado en mi habitación como para poder afirmar eso.

—Esa chica tiene algo que me altera —murmure entre el enfado.

El sexto sentido no me fallaba y esa chica había comenzado a alterarlo. ¿Solo estaba traumada con su pasado? ¿Solo por eso se comportó así?

Me sentía estúpida de solo recordar que no tenía pruebas de nada, absolutamente nada.

—Todo te altera, carboncito —Atila soltó una risa malvada, la misma risa que siempre ponía cuando quería molestarme— fuiste la primera en confiar ciegamente en ellos ¿Con que cara dices ahora que te altera?

La conversación siguió, me guarde los comentarios. Volvieron a bromear entre ellos como antes, ya no había preocupaciones ni nada que se los evitara.

Ya no teníamos ningún problema que nos impidiera estar tranquilos.

¿Entonces porque se sentía así? Sentía un hilo delgado de frio que se tensaba en la espalda. Algo que no me permitiría estar tranquila.

Me levanté y puse la primera excusa que se me cruzo por la mente para irme.

¿Quién era yo para sacarles ese sentimiento de libertad?

¿Quién era yo? La que había desatado todo.

Pasaron semanas que se convirtieron en meses. Aproveche el inicio de clases en la universidad para fingir que estaba ocupada y no podría ver a nadie.

Claro que solo conseguí distanciarme de Elien al cien por ciento, Midas y Mollie cursaban en el mismo edificio y era inevitable que me buscaran al final de las clases. Con Atila, bueno, solo bastaba bajar a la cocina para verlo, y Alana aparecía una que otra vez a su lado.

Continuaron sus vidas y yo fingí continuar la mía, ignorando las tormentas que se desataban constantemente, decidiendo que tal vez era mejor autoconvencerme de que Alisa oculto tantas cosas por cuidar su privacidad.

Mollie comentó un par de veces del cambio de look que le habían dado a Elien, Alana y ella tardaron toda una semana en completarlo satisfactoriamente. Pero de cierta forma nunca estaba presente cuando ella me hablaba, viajaba mentalmente a un universo alterno en el que tenía las respuestas de todo, en el que nunca sufría de incertidumbres ni dudas.

La Amaris de ese otro universo había terminado con todo hacía tiempo y ya nada le revoloteaba por la mente más que cosas insignificantes.

Un día Alana y Mollie me arrastraron hasta el café al que íbamos siempre, o al que solíamos ir antes de la tormenta (guiño, guiño) ambas entraron y atravesaron las mesas de la entrada, creí que tendrían alguna reserva, pero realmente me sorprendieron al acomodarse junto a un calvo.

El muchacho debería tener aproximadamente nuestra edad, parecía removerse con fingida tranquilidad en su asiento. Estaba incomodo, ni aun llevando las gafas de sol espejadas podía evitar demostrarlo. Le recorrí rápidamente el rostro buscando algún indicio, algo que me hiciera saber si lo conocía de algún lado.

—oh dios... tu pelo —dije cuando caí en cuenta de quien era.

Su piel llevaba un bronceado imposible de conseguir con los días que nos habían tocado, y hasta diría que había aumentado de peso, me distraje subiendo y bajando la vista en él, los moretones habían desaparecido y la marca de una barba salía a la luz.

Los tres soltaron rápidas carcajadas mientras observaban mi rostro. Elien (o mas bien Mollie y Alana) se había cortado el cabello, le habían rapado aquel cabello espectacular de Max Steel que llevaba.

—¿No estoy hermosa? —Consultó Elien, batiendo una melena imaginaria que ya no tenía.

Levante el brazo para acariciar su nuevo estilo.

—Rasposo como lengua de michi —Murmure algo decepcionada. Si había alguien en el grupo que tenía un cabello decente era Elien y ahora ya no estaba. Ahora bien podríamos ser el grupo de cabello de espanta pájaros.

—Estas espectacular Elien, no la escuches —respondió Mollie acomodándose en su lugar en la mesa.

Alana hizo una rápida seña para pedir nuestras bebidas y tomo la palabra.

—No importa cómo te veas, la gracia es que sea difícil reconocerte...

—Claro —susurro Elien divertido— por eso hablamos de eso en plena cafetería llena de gente... es lo más inteligente

Todos asentimos aceptando evitar hablar de eso.

—Está bien —Bufo Mollie batiendo las manos con un nerviosismo entrante— bueno se preguntarán porque insistí tanto en volver a juntarnos...

—Supongo que habernos extrañado no era suficiente ¿No? —Murmure tan bajo que no llegaron a escucharme. Si Midas estuviera allí repetiría el comentario lo suficientemente fuerte para que se escuchara hasta el estacionamiento.

Fruncí la frente obligándome a pensar en otra cosa.

Alana le sostuvo el hombro cuando Mollie tardo en responder, mirándola fijamente con la típica cara de una madre de "tú puedes"

—Me están extorsionando —Soltó al fin luego de una pausa incomoda. Vagó la vista por el café evitando nuestras miradas mientras la sangre le subía a los cachetes volviéndola más roja de lo que era siempre.

Mire a Alana que continuaba en aquel papel de apoyo, definitivamente ella ya sabía, puse mi mejor cara de seriedad intentado presionarla para que soltara todo, pero Mollie volvió a hablar antes de que se me terminara la paciencia.

—¿Recuerdan al chico que me acompaño en la fiesta de comienzo de año...?

En mi mente aun no podía entrar la posibilidad de que alguien extorsionara a Mollie. ¡A Mollie!

Si ella era tal vez la mejor persona de todas nuestras universidades juntas, un pan de dios recién horneado, la más dulce e inocente chica que había conocido, la mejor compañera de curso y quien siempre te acompañaba en las largas noches de trabajos para la u, repartiendo café entre los presentes y palabras de animo.

—Le pase unas nudes y me está amenazando con pegarlas por los pasillos de la universidad... —Finalizo tomando el color más rojo que vi en un ser humano.

Tal vez no tan inocente después de todo.

—Le parto las piernas —Soltó Elien arrojando los lentes sobre la mesa completamente ofendido— que imbécil, ¿Qué problema tienen esos chicos? ¿No saben apreciar una nude y guardársela?

—Me está pidiendo más —Confesó Mollie mordiéndose las uñas— para evitarlo, deben ayudarme a pensar que hacer... si le rompes las piernas da por hecho que lo hará ¡Hay que convencerlo por las buenas para que me deje en paz!

Claro que debíamos hacer que se arrepintiera por sí mismo, pero no estaría mal darle una buena paliza luego.

—Podría usar mi espada...

No tardaron en voltear la vista a mí, tal vez asombrados porque quisiera usarla nuevamente. Mas asombrados aun porque el último tiempo había fingido demencia cada vez que retomaban ese asunto.

Pero vamos, tampoco podía quedarme de brazos cruzados ante el problema de Mollie y nadie podría negar que era buena idea utilizarla.

—Le pediré ayuda a Matt —sentencie sacando mi teléfono. Debería volver a hablar con aquel peligro para la sociedad de negras vestiduras.

La necesidad siempre superará al miedo, o en este caso a la desconfianza.

Mollie levanto y bajo varias veces la cabeza en mi dirección, aceptando la ayuda.

—Bien —acepto Elien— ¿Qué harás?

Me relamí los labios de solo pensar en todas las posibilidades.

—Ya verán... 

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