Capitulo 12
Verónica me acompañó hasta el cuarto de invitados, en solo un día parecía haber rejuvenecido años, aquella tensión que sentían antes había desaparecido.
Claro que me contó que la reemplazó cierto miedo por la recuperación que le tocaría pasar a Elien y más teniendo en cuenta que debido a que no podíamos hablar de todo esto le tocaba hacerlo solo, sin la ayuda de ningún especialista.
Abrió la puerta y entramos, el lugar no era muy grande, pero si resultaba más cómodo que su habitación, más ahora que necesitaba ciertos cuidados.
Elien abrió los ojos al escuchar el chirrido de la puerta, encontró mi mirada rápidamente y se detuvo ahí mientras me acercaba a él.
Dudosa me detuve a un costado de su cama, tomando asiento cuidadosamente en el borde.
Verónica decidió dejarnos solos diciendo que podríamos hablar tranquilos.
Ninguno se atrevió a decir nada cuando ella salió, pero Elien se incorporó y extendió los brazos y me acomode en su pecho en el abrazo que tanto había esperado, nos quedamos allí tal vez unos minutos en silencio simplemente felices del reencuentro.
Una vez que nos separamos inspeccione su rostro. Tenía unas ojeras marcadas a pesar de que había dormido lo suficiente en esa especie de coma. Su piel ya no era del tono bronceado de siempre, sino que se había vuelto de un pálido verdoso enfermizo, parecía haber perdido unos kilos ya que la línea de sus pómulos se marcaba con más fuerza al igual que sus clavículas. Pero si lo mirabas a los ojos aquel centelleo por querer demostrar ser el mejor en todo aún estaba ahí, aún era nuestro Elien.
—Me alegra que estés bien
—A mí también —alzo las cejas con una verdadera expresión de alivio— les debo la vida a ti y a los demás
—Estamos a mano si puedo quedarme con tu consola —decidi negociar, Elien fingió pensárselo frotándose la barbilla.
—¿Una consola por una vida?... si, me parece justo —acepto dejándose caer en la almohada.
Asentí a lo que él dijo y me acomodé acostándome a su lado.
—Elien, tengo miles de preguntas —comencé a hablar seriamente decidida a sincerarme con el— pero no quisiera agotarte... tal vez deberías avisarme cuando estés listo para eso.
—Lo estoy —respondió sin pensarselo.
—No quiero presionarte, quiero que te recuperes y luego puedo molestarte
—Siempre me molestas ¿qué diferencia habría? —Soltó sarcástico luego de una risa— te digo que estoy listo, armaron todo aquello para salvarme... mira si no puedo compartir mi gran conocimiento
—Te aprovechas de que no puedo golpearte —suspire lentamente pensando bien que sería lo primero— ¿te dañaron de alguna forma?
—No físicamente, pero me tenían horas y horas trabajando junto a mi espada... llegue a pensar que ni ellos sabían bien con que trataban y simplemente por eso no me hacían daño
—¿Te temían? —alcance a formular en un hito de voz.
—Eso sospeche, tal vez simplemente no querían enfrentar todo el poder de la espada y probaban con pequeñas dosis momentáneamente...
Asentí lentamente procesando aquello.
—¿Qué te hacían?
Elien acomodo uno de sus brazos antes de hablar, como preparándose para lo que vendria a recordar.
—Me dejaban sin dormir al principio, de alguna forma así lograban que activara mi espada, luego aprendí a hacerlo a mi antojo, ahí comencé a hablarte en los pequeños momentos en los que me dejaban tranquilo por la noche
—¿Sabes qué es lo que más quiero preguntarte no?
Elien se rio a mi lado, una risa leve pero que aún así le causo una tos seca momentánea. Cuando se reacomodo respondió:
—Decía "Soledad"
Intente buscar su mirada, pero estaba en una especie de laguna mental, mirando un punto fijo en el techo de madera.
—¿Yo... estando solo? —Volvió a reírse esta vez evitando la tos— ¿Sabes lo que fue leer eso?
Era ridículo, Elien solo. Él era tal vez él más codiciado en su universidad, el que se la pasaba todo su día acompañado de un grupo de amigos que le revoloteaban todos los días del año, amigos a parte de nuestro propio grupo, el que habíamos formado con los demas.
—No puedo imaginarlo —solté con una risita.
—Lo peor de todo es que es tan posible que asusta... piénsalo, sí; siempre estoy rodeado de gente que me admira, por así decirlo, pero solo ustedes son mis verdaderos amigos
—Que miseria ser tan popular —le codee el brazo con picardía.
—Ellos... la gran mayoría, no me conocen, no sienten verdadero aprecio hacia mi —siguió explicando— Mara, tú y el grupo, ustedes son casi hermanos para mí... pero me perdí en mí mismo cuando lo leí y solo podía pensar en que soy reemplazable para todos aquellos otros
—Elien... —hable para intentar calmarlo, pero levanto la mano hacia mí en un "cállate perra, es mi momento"
—La espada... creo que refleja nuestros miedos, no es ninguna condena mística, es solo un espejo a tu verdadero yo, algo cruel que te refriega en el rostro tu mayor debilidad y miedo... ¿Entiendes? —Se rio sin gracia— es psicológico por así decirlo... esa porquería juega con tu mente hasta que te lo crees
Sin darme cuenta fije la vista en el techo al igual que él, acostada a su derecha podía sentir un leve temblor en su brazo que rozaba el mío. ¿Todo había sido un reflejo de nuestros miedos?
Podría ser, realmente el de Elien no variaba tanto del mío. Imaginarme una muerte lejos de los míos era lo peor que podría sucederme, sin la oportunidad de apreciar los últimos momentos ni ser capaz de despedirme como corresponde. La idea de no estar para mis cercanos, de no poder acompañarlos y ayudarlos me revolvía el estómago de solo pensarlo.
Realmente mi mayor miedo, siempre fue perder el control de mis relaciones, con mis padres y con mis amigos. Todo debía ser meticulosamente cuidado y cercano.
—No puedo creerlo —murmure aplicando la poca lógica que me quedaba.
—Hace tiempo ya no cuestiono esas cosas Mara —sentenció Elien.
Me acomode sobre las mantas torpemente, quedando de lado para intentar apreciar cualquier gesto que pudiera, me acerque a Elien viendo su asombro y lo solté.
—¿Conoces a Alisa?
Elien se puso serio mirando de reojo mi rostro. Pensó unos segundos vagando en su mente.
—No recuerdo a nadie con ese nombre
—¡Puta! —solté entendiendo que me había mentido. Casi podía imaginarme a Alisa en algún lugar de la ciudad riéndose con Matt de cómo me había engañado tan fácilmente.
Pero luego lo razone en frio ¿Por qué mentiría con eso? ¿Por qué hacerse ver como una sospechosa solo por diversión?
—Es una chica alta, morenita, con el cabello largo hasta aquí —marque las medidas con mis manos en las costillas y Elien observaba— tiene onditas en el cabello y tiene un amigo emmo
Elien despego los labios tomando aire para hablar, pero termino siendo solo un jadeo nervioso que le solicitaba cada vez más aire del que podía tomar. Se removió en su cama agitándose mientras trataba de decirlo. Intenté calmarlo, le sostuve los brazos gentilmente mientras masajeaba su espalda para que respirara, pero el jadeo continuaba. Verónica entro a la habitación alertada por el jadeo y al verlo en aquel estado le alcanzo en seguida su bronquio dilatador, aquel que Elien no usaba desde los doce años.
Su madre se quedó a su lado y pronto su padre también se había acercado a la habitación alarmado. Unos minutos bastaron para que Elien volviera a relajarse.
—Lo siento Amaris... aún estoy débil, gracias por venir, pero por favor déjame descansar —Soltó Elien ni bien se recompuso.
Me sentí una estúpida. Le había exigido más de lo que él podía dar en ese momento. Al final terminaba siendo solo uno de esos que no se preocupaban por él realmente, solo quería satisfacer mi necesidad de respuestas sin importar qué.
—Lo siento Elien, volveré cuando estés mejor... realmente lo siento —murmure despidiendo también rápidamente a sus padres.
Ellos no mostraron enojo, pero la vergüenza aún no se me iba. ¿Qué había estado pensando? ¡Atila me había advertido de no molestarlo!
Nuevamente en la calle me sentí una tonta. Mordí mis labios una y otra vez hasta sacarme una pequeña gota de sangre.
Caminando hacia la parada del bus saque mi teléfono del bolsillo y marque de memoria el teléfono de Midas.
—¡EH! —un sonido hueco resonó en mi oído.
—Si, hola Eh
—¿Que sucede, me extrañas?
—Si cállate, cara de pito —le solté chasqueando la lengua contra el paladar.
—Tal vez por eso me amas —soltó rápidamente.
—wey ya... ¿Estas libre?
Pare de caminar cuando llegue a la parada, el viento me llevaba el cabello hacia todos lados.
—eh si... algo así, estoy en el baño ¿Quieres salir?
—Dime que no estas cagando... por favor
—No prometo nada —Murmuro— solo dime donde
—¡En la cafetería de siempre, pues! —masculle, de seguro estaba cagando— Estaré como en veinte ¿Puedes?
—Claro, te veo allí, ahora me voy que esto cuesta
Iba a soltarle algo más, pero inmediatamente corto la llamada. Realmente agradecía que lo hubiera hecho antes de obligarme a escuchar algo raro.
Midas apareció media hora después. Con un abrigo de lanilla puesto a las apuradas y el cabello aun mojado.
—¡Eh! —grito al entrar y varias personas voltearon a verlo. Ignorándolas se acercó a la mesa que había elegido y se sentó frente a mi— ¿Qué cuentas? ¿Ya pediste?
Miro rápidamente sobre la barra de la cafetería intentando adivinar si algo de lo que estaba ahí era nuestro.
—¿Y mi licuado de fresa? —murmuro por lo bajo.
—Ahora pedimos gordinflon —le aclare guardando mi teléfono que había estado usando—¿Vienen los demás?
—¿Cómo, no era una cita? —soltó burlón.
Dejo sus tonterías para verme de frente. Bajo las cejas en una actitud seria. Si fuera un anime sería el momento justo para que la cara se le viera nublada en una bruma negra sobre los ojos.
—Dejare de bromear con eso, mejor —volvió entonces a su expresión de burla de siempre— ¡Debo felicitarte! Al fin encontré algo con lo que no puedo bromear...
Abrí la boca para soltar algo, pero Midas continúo hablando sin notarlo.
—No había entendido que te referías al grupo, ahora los llamo —hundió la mano en su bolsillo y saco el teléfono para marcarles, sin darle más importancia.
—No me malentiendas, pero este no es el momento... —intente sincerarme.
—Ni nunca lo será para ti —respondió sin pensar— ¡Eh! Mollie ven y trae a los demás... en la de siempre ¿Cual más? ... bueno...
Solté aire intentando sacarme ese peso de encima. ¿Podría hablar alguna vez con Midas sin necesitar ir luego con Atila a pedir consejos? Porque en ese preciso momento era lo que deseaba hacer. Midas hablaba tranquilamente con Mollie mientras me distraje con mi propio teléfono que acababa de vibrar.
"Lo siento recién vuelvo a estar solo
No quería asustar a mis padres
Si conozco a esa chica
Debemos juntarnos con los demás"
Un Midas sonriente me llamo la atención diciendo que los demás estarían dentro de poco.
—¡Midas, si la conoce!
Él chico de tez gris levanto las cejas pidiéndome con la mirada que me explicara, claro que no entendía nada.
La emoción que me había atravesado se me escapo del cuerpo.
¡Si la conocía! Y aquello no podía ser bueno.
—Midas... si la conoce —repetí ahora sin tanto ánimo.
—¿Efe? —Cuestiono.
—Efe —Asentí.
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