Capitulo 11
Alisa sonrío con fingida inocencia, como una niña a la que descubriste intentando robarse las galletas que le habías prohibido tomar. Acomodo la falda de su vestido con elegancia y una meticulosidad que me hacía querer saltar de la silla, lo reconocí como un intento de ganar tiempo, porque yo misma utilizaba ese recurso en algunos momentos.
—No sé por dónde podría empezar... —comenzó a hablar ella, durante un segundo los ojos parecieron dar mil vueltas en sus cuencas, un baile algo extraño que tome como nerviosismo— en realidad si conozco a Elien y de cierta forma te conozco a ti también... siempre hablaba mucho de sus amigos —finalizo cerrando los ojos con fuerza como sintiendo algún dolor de cabeza pero volvió a mirarme fijamente, ahora de nuevo sonriente.
Levante las cejas, hice un repaso mental de los conocidos de Elien, aunque no conociera a todos él me había hablado de la gran mayoría, y sin embargo Alisa no estaba en esa larga lista de personas.
—¿Eres una amiga de él? —cuestione tratando de ir al punto del asunto. Aceptando que siendo lo sociable que era Elien tal vez era cierto lo que decia.
Alisa levanto las cejas, tal vez tomándose un segundo para cuestionar si realmente podrían llamarlos amigos.
—Podría decirse, pero hace tiempo que no hablo con él —inclino la cabeza hacia un lado y al parecer se distrajo recordando algo.
¿Quién era realmente esta chica?
—¿Nos ayudaste por qué lo conocías?
Alisa jugueteo con las manos volviéndome a mirarme ya no tan alegre, su rostro mostraba cansancio y hastió un "qué diablos hago hablando con ella aquí" escrito en la frente.
—¡Amaris! —Interrumpió una voz imponente, una voz que había escuchado mil veces antes y que nos había encontrado, mi cuerpo tembló por costumbre al escucharla en aquel tono serio como queriendo reprendernos. Con solo pronunciar mi nombre me hacía volver a ser una niña.
Una mujer aún más imponente que Alana se acercó a nosotras, su madre siempre había tenido aquel efecto conmigo, por supuesto que obedecería cualquier cosa con tal de que dejara de mirarme con esa cara.
Salude a la madre de Alana e inmediatamente note a que venía, llevaba un abrigo con varias gotas por doquier así que supe que recién había llegado a su hogar.
—¡Dios, como pueden estar en el patio con esta tormenta! ¡van a enfermarse!
—¡No hay problema, no nos estamos mojando! —Aclaro Alisa, señalando el pequeño techo sobre nuestras cabezas, volviendo a la personalidad amable.
—Entren, no me hagan salir a buscarlas... —sentencio ignorando lo dicho para volver a perderse dentro de la casa.
Alisa se levantó obedientemente de la mesilla que nos separaba, decidida a entrar cuanto antes a la casa para reunirse con su escudero Matt. Por un segundo me pregunte si Matt también conocía a Elien desde antes. ¿Siempre habían estado omitiendo esa información?
—Alisa espera—la llame siguiéndola, no podía guardarme las preguntas por más tiempo.
Se frenó en el pasillo que daba hacia la entrada de la casa y con cansancio se giró, ya sin ningún movimiento extraño en la mirada, me enfrento. Sus cejas se hundieron y casi sentí que me escupiría si me acercaba un centímetro más.
No la tentaría.
—Es tarde Amaris, y estoy verdaderamente cansada por haberte ayudado, porque te ayude... así que déjame ir a descansar —se dirigió rápidamente a la habitación de Alana en donde estaban todos, llamo a Matt y este ya preparado no tardo un segundo en salir.
El pelinegro bajo la mirada al pasar por donde yo estaba, él sin dudas sabia algo.
¿Alisa me mataría ahí mismo si le pedía a Matt que se quedase? ¿O lo haría después?
No sabría cuando exactamente, pero que lo haría lo haría.
Luego hablaría con él, mientras tanto le dejaría marcharse.
Ambos se envolvieron en sus abrigos y salieron de la casa por aquel pasillo central sin más.
—¿Como lograste que se fuera? Por favor debo aprender a hacer eso —Midas salió también de la habitación, sonriente y complacido de que su mayor enemigo se fuera.
—¿Por qué se tienen tanta maña? ¿Sabes si esconde algo? —pregunte caminando hacia él completamente a la defensiva.
Pareció sorprendido por la pregunta, se enderezo en su lugar dejando unos segundos de silencio y luego se carcajeo. Paseo la vista por la pared evitando mirarme y lo dijo.
—¿Vas a hacer que me confiese de nuevo? ¿No me rechazaste lo suficientemente bien ya?
Sacudí la cabeza sintiéndome avergonzada de golpe. Algo que podía dar por hecho era que sí Midas se tiraba un pedo yo sería la primera a quien se lo contara. ¿Entonces por qué creía que él tendría alguna otra información? Si lo hubiera tenido ya lo hubiera soltado.
— ¿Y eso? ¿Qué tiene que ver?
Midas negó teatralmente entre risas, girándose para volver a la habitación de Alana.
—¡No tienes remedio Amaris Figliuolo! —gritó entre risitas.
Murmure unas maldiciones, odiaba que me dejara con más preguntas que respuestas. Esa sensación de saber que ocultaba algo y le resultaba cómico insinuarlo cada cierto tiempo me ponía los pelos de punta, hubiera pagado lo que fuera para que Midas fuera claro y directo con lo que sentía una sola vez en la vida.
Pero la presencia de Midas no me atontaría esa vez, realmente ahora estaba más preocupada por Alisa y toda la historia que había detrás de ella. ¿Por qué Elien nunca me hablo sobre ella si fueron cercanos? ¿Por qué no le hablo de ella a nadie? ¿Por qué ella y Matt escondieron ese detalle hasta ahora? ¡Maldita sea! ¿Por qué no lo había enfrentado antes?
Quizás había estado tan ciega con la necesidad de encontrar a Elien, por mí misma culpabilidad de haber levantado la espada, que habría sido capaz de aliarme con quien fuera para lograr mi cometido. Si venia Alisa o Hitler habría sido lo mismo para mi yo cegada.
Realmente solo esperaba no haber metido la pata nuevamente. Mientras tanto solo quedaba esperar a que Elien despertara.
O tal vez no.
Me acerque a la puerta de la habitación de Alana, asome el cuello y buscando a mi hermano con la mirada, lo encontré con la cabeza hundida en la laptop de Al.
—Atila —le llame— debemos hablar.
Mi hermano levanto la cabeza, mirándome confundido analizando mi rostro para saber con qué intención se lo decía. Pareció entenderlo ya que en seguida se levantó de donde estaba para ir conmigo al patio. Me arriesgaría a que la madre de Alana volviera a vernos, pero necesitaba de un estratega como él.
—¿Qué te sucede ahora? —Me dijo una vez que estuvimos fuera de la casa de Al— ¿Es una especie de confesionario o qué?
—¡Necesito de tus dones! —respondí acomodándome la capucha del abrigo.
—¿Quien no? —murmuro alzando las cejas.
—Atila ya, es Alisa... —di una pausa eligiendo mentalmente las palabras— ella me confeso que conocía a Elien, pero dioos tenía ese aura raro de "aun les escondo algo perra" ¿Crees que fue normal no haberlo dicho antes? "Ah yo lo conozco, pero voy a fingir que no" ¡¿Quién diablos hace eso?!
Solté todo rápidamente, tratando de pensar lo más rápido posible lo que estaba ocurriendo, imaginándome las respuestas a todas esas preguntas. Atila se mantenía tranquilo, aparentemente calmado y en silencio.
—¿No te dijo de dónde lo conoce? ¿hace cuánto? —intento profundizar él. No había cambiado su expresión en ningún momento y eso me desesperaba.
—No, solo dijo que Elien le había hablado de nosotros, que hacía tiempo ya no eran cercanos
—Tal vez caímos en una trampa Mara —murmuro confidencialmente bajo— o tal vez no.
Una risa sin gracia se escapó de mis labios.
—Tal vez nos joda la vida —le susurre en burla— o tal vez no.
Atila hizo un movimiento hacia el costado para empujarme levemente con su brazo.
—Sabes de que te hablo, tonta —resentida imite su movimiento permitiéndome empujarlo un poco más fuerte— necesitamos averiguar algo más, con lo que me dices no puedo plantearme nada preciso...
—Necesitamos hablar con Elien, maldición
Atila devolvió nuevamente el empujón, ya comenzaba a tener una fuerza un tanto bruta, pero aun haciéndome inclinar solo unos centímetros.
—Déjalo recuperarse —Soltó con una risa ofendida— no ha pasado ni un día
Me incline para empujarlo nuevamente, esta vez dejando ir el peso de mi cuerpo sin importancia.
—Debes estar igual de preocupado que yo
—Por supuesto que sí, pero yo se controlarme, carboncito —Atila dio unos pasos torpes al costado debido a mi empujón.
Antes de que pudiera devolverme otro a mí que me dejara en el suelo me aleje de él considerablemente evitando que se me acercara.
Mire a mi hermano convenciéndolo de alejarse con una amenaza silenciosa. Cuando se dio por vencido comencé con el siguiente tema del que quería hablarle. Atila ya comenzaba a jugar con los pies pateando una piedrita del patio.
—¿Como sabes que amas a alana?
Atila miró hacia el frente tranquilamente, una expresión de tranquilidad cubrió su rostro.
—Solo sé que ella es mi lugar en el mundo, siento como si la hubiera esperado siempre sin saberlo y ella me hubiera esperado a mí también
Levanto las comisuras de los labios aún con la vista perdida.
—Sé que aunque hubiéramos pasado por una o mil personas hubiéramos terminado juntos, porque estamos destinados...
Cerró los ojos, casi se me salían las lágrimas al escucharlo hablar así de ella. Vamos que sabía que se amaban, pero aquella confesión era pura y hermosa.
¿Yo sentía eso por Midas?
Me recorrió una sensación extraña desde la base de la espalda hasta los dedos... ¿Eso era lo que Atila decía?
Atila se giró nuevamente hacia mi saliendo de aquel trance en el que el mismo se había hundido, arrugó la frente como hacia cuando éramos niños y sentenció.
—Espero que te guardes eso, capiche?
Moví los labios haciendo una mueca de burla en respuesta.
—Tranquilo no se lo diré... si ordenas mi habitación
Atila me miro unos segundos, tal vez considerando si aceptaría o no el chantaje.
—meh... díselo, no vale la pena —sonrió de lado con cierta malicia— no sirves para extorsionar ya veo porque no sabemos lo de Alisa...
Me tome unos segundos para responder.
—eso duele Atilio
—Muy bien eso es todo —levanto los brazos poniéndoselos a los costados del rostro, molesto— regresaré con mi amorcito, tu pierdes
Atila se alejó caminando nuevamente hacia el interior de la casa de Alana dejándome atrás. Lo ignore, decidí que tal vez podría ir a casa sola.
Pero claro que Midas también estaba en aquella habitación y eso cambiaba las cosas quisiera o no.
Aún no podía creer como había cambiado mi manera de verlo, casi podía imaginarme tocando sus labios, acariciando su espalda en un abrazo más íntimo de los que conocíamos. La sola idea de poder tocar su piel desnuda me encantaba.
¿Debía volver? ¿Qué haría si lo hacía? No podía simplemente entrar y besarlo como si no le hubiera dicho que fuésemos amigos, los mismos de antes.
"El amor nos hace débiles" había leído una vez, y ya iban dos veces que perdía la noción de la realidad por Midas, no podía permitirme perder de vista lo verdaderamente importante. Yo no era ninguna rayita tonta y enamoradiza.
En ese momento me necesitaba lucida más que nada, atenta y preparada para lo que viniese a partir de ahora. Porque una corazonada me decía que esto aún no había terminado.
—Lo siento Midas —murmure para mí misma.
No regresaría, iría a hablar con el único que podía darme respuestas.
Tenía que hablar con Elien.
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Volvimos jaja
Como va su cuarentena?
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