Capitulo 1


Un día simplemente aparecieron.

La historia no tardo en extenderse en toda la ciudad.

Simplemente parecían exageraciones, una leyenda urbana que cuentas con tus amigos cuando están borrachos.

Entonces ellos se animaron a retarme a ir, y yo creyendo que no me encontraría con nada en la costa puse mi mejor expresión de valor y dije que aceptaría el reto.

Solo un par se asombraron, fuimos en grupo deseosos de comprobar aquello de lo que todos hablaban, el área 51 versión latina, que ni bien había aparecido había causado estragos.

Los militares rodeaban la zona por supuesta protección, pero no tenían la orden de impedir tu entrada, sino la de ocuparse de tus restos si te atrevías a tocarlos. O eso habían relatado los muchachos alrededor de la fogata.

Entonces mientras se me revolvía el estómago por la velocidad del cuatri del que iba como acompañante colgando como trapo, llegamos a la orilla de la playa.

Los últimos rayos de sol de la tarde iluminaban lo que apareció de un día para otro. Una larga hilera de espadas que parecían sacadas de otra época, clavadas firmes en la arena bordeadas por la orilla del mar que pronto subiría hasta cubrirlas una noche más.

Sentí que la sobriedad me volvía con una cachetada de realidad, las espadas si existían después de todo.

Pasamos las dunas a toda velocidad siguiendo la hilera que parecía llegar hasta el fin de la ciudad ¿Cuantas había? Eran las suficientes como para que no fuera el trabajo de una o varias personas ¿Cómo habían llegado entonces? ¿Quién se tomaría el tiempo de hacer aquello de esa manera tan meticulosa?

De manera abrupta sentí el impulso de vomitar todo, di un golpe al hombro de Midas que manejaba el cuatri y había decidido llevarme cual ganado, tal vez se había encontrado en la misma confusión que yo.

Su casco asintió enérgicamente como entendiendo mi pedido y envuelto en una nube de arenilla el cuatri bajo la velocidad, los otros tres cuatris que nos seguían el paso hicieron lo mismo. No dude un segundo y salte hacia la arena arrojando el casco por el camino, necesitaba ver si eran reales.

Salí corriendo hasta la frontera que formaban aquellas empuñaduras de espadas clavadas en la arena, sentía una gran curiosidad justo en ese momento.

—¡Mara no debes tocarlas! —grito Alana viendo mis intenciones, los demás siguieron mis pasos y abandonaron los cuatris corriendo detrás de mí— ¡Dicen que advierten de tu muerte! —finalizó como amenaza.

Me voltee un segundo cuando estaba a solo unos metros de las empuñaduras, los chicos ya no se veían tan alegres como en la fogata, sus rostros reflejaban desde asombro entusiasmado hasta una incertidumbre horrorosa.

—... es verdad no hay que tocarlas, ya las vimos son reales, listo ¡Volvamos a mi casa! —soltó Mollie mientras movía nerviosamente las manos.

— ¿Qué diferencia hay si las tocamos o no? ¿No quieren ver si son de hierro real y no de cartón, mínimo? -bufe volviendo a caminar hacia ellas.

Pude verlas más claramente aun, parecían salidas de aquellos libros que leía de niña, no había dos empuñaduras iguales por lo que supuse que no habría dos espadas iguales tampoco, algunas tenían una especie de hendiduras circulares que rodeaban todo el mango, otras una especie de protección para las manos de quien la empuñara. Pero todas tenían símbolos que rodeaban la superficie, runas tal vez, escritos en idiomas desconocidos, marcas que sin duda tenían un gran significado.

—comentaron que si "desempuñas" la indicada te dirá como morirás...  —soltó Elien igual de asombrado que yo.

—¿Una predicción de muerte? -pregunte mientras buscaba cual me llamara más la atención.

Apareció una entonces aún más llamativa que el resto, con preciosos detalles en el mango y una delicada escritura en los bordes, parecía de todas aquellas la más agradable, sentí la necesidad de verla completa. Parecía haber postergado cualquier pensamiento temeroso a cerca de ellas ¿Era el alcohol? No, había algo raro en todo aquello, una sensación rara me estremecía la espalda, una sensación desconocida.

—Exactamente...por eso debemos irnos —volvió a pedir Mollie, no pude reconocer porque le temblaba la voz.

Hacía frío esa noche a pesar de ser verano, el viento parecía querer alejarnos de allí. Me corrí el cabello de la cara y sin pensarlo mucho más avancé lo suficiente para colocar mi mano sobre el mango de aquella que me resultaba más llamativa.

La empuñadura calzo a la perfección en mi mano, amoldándose a cada curva en concreto, con un movimiento lento y meticuloso la fui desenvainando de la arena.

¿Cuál sería mi "futuro"? ¿Tal vez morir en un accidente tonto que no puede ser evitado por más que conozca que una fuerza mayor me persigue? ¿Durmiendo, así de simple? ¿Tal vez un paro cardíaco, así de cliché?

El hierro hizo un sutil ruido mientras era desenfundado, la hoja de la espada comenzaba a verse, si el mango era toda una obra de arte de runas y símbolos ni podía compararse con la impresionante hoja.

Una vez desenfundada por completo y ya en mis manos, las runas parecieron acomodarse unas sobre otras con vida propia, mi yo lucida hubiera soltado eso y echado a correr lloriqueando de solo verlo, pero algo aun me detenía. La espada portaba vida ¿era eso? Entonces ante el asombro y el terror dejaron de moverse, el peso de la espada hacía que me temblara el brazo y sin más la tome con ambas manos mientras leía lo que habían formado las marcas.

"Exilio"

Sentenciaban.

Un titubeo salió de mí, ¿aquello era mi predicción de muerte?

¿Qué tipo de muerte era aquella?

—Dice "exilio" —murmuraron los chicos detrás de mí, se habían acercado hasta hacer un círculo a mi alrededor.

Elien se emocionó al ver que eran reales las cosas que la gente contaba, ni si quiera lo vi moverse pero cuando alce la vista hacia él ya se encontraba a unos cuantos metros, sosteniendo al igual que yo una espada en sus manos. Su cara se deformo en una mueca de horror, sus piernas temblaron y cayo de rodillas.

—... ¿qué dice? —me atreví a preguntar.

Abrió los ojos en lo que pareció un segundo de lucidez, un segundo en el que notaba que todos lo estábamos mirando, y antes de que los demás llegaran a donde estaba hundió nuevamente la espada en la arena.

—... ya vimos suficiente —sus ojos parecían lagrimear.

Elien se levantó rápidamente y en un par de segundos ya estaba nuevamente sobre el cuatri alejándose de nosotros en dirección a la casa de Mollie.

—mira su espada —ordenó Mollie a Atila que siempre había sido el más sensato del grupo.

Atila se acercó a aquella que había sido hundida nuevamente y la sacó de aquel hoyito que había en la arena. Todos nos quedamos expectantes ¿Qué decía aquella para ponerlo así? Esperamos unos segundos, pero Atila no aclaraba nada aun, simplemente miraba la hoja extrañado. Nos miró entonces y dijo algo que no esperábamos.

—No dice nada... —su expresión no aclaraba ninguna de mis dudas, estaba en blanco.

—¿Cómo que nada? —solté con un poco de fastidio, deje caer la espada que tenía en las manos y le arranque la espada para acercármela al rostro, ¡No podía no decir nada! ¿Por qué debía ser yo la única condenada?

Un frío me recorrió la espalda, la hoja, si bien tenía una gran cantidad de marcas no formaba ninguna palabra en concreto como la mía. La di vuelta una y otra vez mientras los demás me daban consejos "gírala" "ponla boca abajo" "tal vez en los bordes"

La espada paso de mano en mano sin excepción, ya todos habían abandonado el miedo inicial por la curiosidad de saber que era lo que había afectado a Elien.

Aquello debía resolverse no podíamos dejarlo así.

Ni aun habiendo sido inspeccionada por todos logramos ver alguna palabra. Entonces ya no quedaba más nada por hacer, volví la vista hacia la espada que había dejado tirada en la arena.

—La mía tampoco dice nada ya —murmuré ni bien lo noté. Tal vez tenían una especie de temporizador, tal vez solo fue imaginación mía. No, los demás la habían visto también. ¿Entonces eran alucinaciones grupales o cómo?

La levanté algo desilusionada y entonces nuevamente las letras comenzaron a acomodarse para aclarar la palabra "Exilio"

—¡Mollie! —la llamé siendo a quien tenía más cerca. Sin pensarlo se la deje en las manos.

Y sucedió.

La hoja estaba en blanco.

Algo saltó dentro de mí. Una mínima parte del misterio estaba a la luz.

—¿Cada una de ellas pertenece a alguien? —Alana estaba abrazándose, no logre saber si era por el frío o por la impresión.

Todos hicimos silencio, cuando Atila estaba a punto de hablar y todos creímos que nos calmaría sonó una especie de bocina que nos aturdió. En ese momento la sensación rara, aquella que no podría explicar desapareció, una ola de frío me recorrió el cuerpo. Note entonces que el tiempo había empeorado ¿O quizás siempre estuvo así?

Había una fuerte ventisca y el mar estaba a punto de llegar hasta nosotros, la bocina seguía sonando y entonces recordé la otra parte de la historia que nos había contado Midas.

"Los militares rodean la zona por supuesta protección, pero no tienen la orden de impedir tu entrada, sino la de ocuparse de tus restos si te atreves a tocarlos"

¿Estaban viniendo por nosotros?

Ahogué un grito mientras corrí hacia el cuatri en el que había llegado. A los gritos llame a los chicos que al parecer habían llegado a la misma conclusión que yo. No le di tiempo a Midas y esta vez manejé yo.

Todo fue tan rápido entre gritos y una nube de arenilla volando por todos lados que ni siquiera supe en qué momento logré ponerme el casco. El cuatri de Atila y Alana iba por delante a toda velocidad, tomando impulso en las dunas para luego caer con fuerza a unos metros, yo seguía aquel camino que marcaba por la arena, de alguna forma sentía que nos hundiríamos si bajaba la velocidad. Mollie iba detrás, la escuche gritar varias veces, pero no lograba entender de que nos advertía.

Midas quien iba conmigo en el cuatri en la parte trasera, ahora siendo él el trapo que colgaba como bandera, le gritaba a Mollie que acelerara y dejara de mirar atrás, le aseguraba que saldríamos bien de esa.

La tormenta de arena se había puesto muy fuerte, las bocinas infernales seguían sonando acompañadas de unas luces que provenían desde el acantilado, al parecer alguien nos había visto y ahora trataba de encontrarnos.

Atila ya había pensado en eso, como de costumbre siempre un paso adelante, siguió un camino alterno al que habíamos llegado que se adentraba más en una arbolada que había allí, lo suficientemente grande para que entraran los tres cuatris. Cubiertos por las copas de los pequeños árboles, entre gritos nos ordenó seguir su ruta.

Y sin darnos tiempo a pensarlo volvió a salir a toda velocidad hacia los acantilados, en hilera nos acercamos lo suficiente a ellos como para cubrirnos de quien pudiera estar por encima de nosotros. Midas se apretó con fuerza a mi estómago, recordé entonces que esa zona tenía peligro de derrumbe y volvieron las ganas de vomitar.

Entonces, luego de un largo trayecto huyendo de algo que no lográbamos ver llegamos al patio trasero de la casa de Mollie. Tenía el cuerpo cubierto de un sudor frío, Midas y yo bajamos de cuatri y él se acostó en el suelo respirando agitado. Mire a los demás y estaban en un estado similar al de Midas.

Atila se apresuró a extenderle la mano para levantarlo, parecía nervioso como si quisiera terminar una tarea.

—Mollie guarda los cuatris en el garaje —volvió la vista a Midas quien de mala gana se ponía en pie aun de su mano— necesitamos entrar, simularemos que nunca vimos eso ¿Entienden? Esto queda entre nosotros.

—¿Qué eran esos ruidos? —murmuró Alana aun con el casco puesto, cuando notó que nadie le había entendido se lo sacó de un tirón— ¿Qué fue aquello Midas? Tu contaste la estúpida historia, dinos que sabes que era eso...

—¿Podemos entrar a la casa antes de discutir ... —Atila inclinó la cabeza hacia atrás cuando lo interrumpieron.

—Me lo contó el borracho del Salmon ¡No pensé que sería cierto! —Se excusó Midas, abriendo los brazos al cielo como si pidiera clemencia divina— ¡Tampoco pensé que te atreverías a hacerlo! —me miró ahora a mí con cierto destello de admiración.

—Chicos...

Mollie había elegido mal momento para hablar. Todo se había resumido a una pelea entre Alana y Midas quienes se pasaban la culpa con rebuscadas teorías. Atila y yo simplemente mirábamos, él parecía el más ofendido porque nadie seguía su orden de entrar en la casa.

—Chicos... —Mollie balbuceaba.

Atila daba entonces un discurso de porque no debían pelear justo ahora, que mañana podríamos hablarlo tranquilos y pensando bien en todo una vez que hubiéramos encontrado a Elien.

Intente imaginarme que diría su espada ¿Realmente era tan malo como para huir así? Atila marcaba y marcaba con el celular, no tenía respuesta de Elien. Por un segundo en la playa creí que nos encontraríamos con él ahí en el patio trasero, de hecho, había salido en esa dirección ¿Habría tenido un accidente? ¿Y si lo habían encontrado?

Todo esto me daba vueltas en la cabeza, aun había un viento fuerte y comenzaba a chispear, no podíamos simplemente irnos a dormir sin saber que le había pasado. Tal vez debíamos haber subido al auto de Mollie para ver si estaba por la ciudad o incluso en su casa, ¡Eso es! debíamos buscarlo, obviamente sin los cuatris para no llamar la atención de quien fuera que nos vio antes.

Me voltee hacia Mollie que había quedado un poco apartada de nosotros, su rostro estaba pálido y con los ojos enrojecidos, su cabello al igual que el mío estaba sufriendo de aquel viento que lo volaba hacia todos lados, baje la vista entonces...

...Aun tenía mi espada. 




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