¡La esposa soy yo!
Sus labios sobre los míos cálidos y apetecibles. Quiero separarme de ella pero no tengo fuerza de voluntad. Juliet pasa sus brazos alrededor de mi cuello pegando su cuerpo al mío. Siento un sin fin de sensaciones recorrerme entero y concentrarse en un punto en especial. El corazón me late desesperado y el cuerpo parece ser recorrido por un fuego abrazador. Es la primera vez que me siento así, y se siente bien. Sin pensarlo llevo una mano a su nuca y la otra a su espalda, y empiezo a recorrerla suavemente. Abro mis labios permitiéndole enredar los suyos con los míos. El beso se vuelve exigente y ferviente.
No estoy pensando con claridad, solo me estoy dejando llevar por el momento, por sus dulces labios, por sus cálidas manos y por el deseo.
Lentamente la recuesto sobre la cama y afianzo mi cuerpo sobre ella sin dejar de besarla un solo momento. Mi mano sin esperar mi orden recorre su torso y se extiende a dibujar las líneas de su cintura. Ella hace lo mismo con mi espalda, provocando que me vuelva adicto a sus caricias. Con la otra mano suelta el primero botón de mi camisa. Mientras yo intento hacer lo mismo con su vestido, acompañado de mi respiración entrecortada. El cierre lo lleva por delante justo a la altura de sus pechos. Torpemente dirijo mi mano hasta allí e intento abrirlo.
Juliet, ¿estará bien esto? Eres mi esposa después de todo. ¿Pero qué siento por ti?
Me detengo y bruscamente me separo de ella. No, esto no está bien. No cuando no conozco la magnitud de mis sentimientos ni los de ella. Probablemente ella despierte y se arrepienta de lo sucedido. No está en sus cinco sentidos y no puedo aprovecharme, por más que quiera.
Con la camisa desabrochada me alejo de ella y decido ir a dormir en la sala.
—Thiago...
Escucho su voz, mas no me detengo y salgo de la habitación.
JULIET
Mi cabeza me va a estallar. Me levanto de la cama a duras penas. ¿Qué pasó?
Llevo el vestido de ayer con el cierre a medio abrir. Camino lentamente para verme en el espejo, luzco como un panda, qué horror. No debí haber bebido de ese modo. Me baño, me lavo los dientes y bajo las escaleras con la pregunta marcada en la frente: ¿Qué pasó ayer?, ¿cómo llegué aquí? Lo último que recuerdo es estar bebiendo con Jack y luego, luego..., ¡ya no recuerdo! Sólo espero no haber hecho una tontera.
Thiago se interpone en mi camino causándome un ataque al corazón.
—Hasta que al fin despiertas.
—Thiago —mascullo. ¡Qué vergüenza!
—¿Esa es manera de llegar a casa?
—¿Eh?, es que...bueno, lo siento.
—¿Eres consciente de lo que hiciste ayer?
—Pues no, no recuerdo, ¿qué hice ahora? —No puede ser, seguro hice el ridículo.
—¿Realmente no lo recuerdas? —pregunta cruzando los brazos.
Hago el esfuerzo por recordar, pero se me es imposible.
—¿Qué hice?
—Me be... —se detiene de golpe.
—¿Eh?
—No nada, mejor que no lo recuerdes. —Se aleja dejándome absorta en mis pensamientos, ¿qué diablos habré hecho?
THIAGO
No lo recuerda, ni siquiera puedo preguntarle nada. No puedo estar tranquilo recordando lo de ayer, ¿por qué rayos me besó? Si ella no lo hubiera hecho, no habría tenido que congelarme de frío en la sala. Pero me alegra que no lo recuerde, de ese modo no habrá incomodidad entre los dos.
—Thiago, han abierto el "play land park", ¿vamos? —Viene Juliet dando saltitos con un anuncio en la mano.
—No tengo ganas.
—Vamos, ¿sí? —Tira de mi camisa. Y me es imposible no recordar sus hábiles manos desabrochando mi camisa ayer por la noche. Esa Juliet era otra, quizás guiada por el alcohol.
—No, ve tú sola. —Retiro su mano.
—Sola no es divertido. —Hace un puchero—. Vamos, ¿por qué no quieres ir?, acaso... —Hace el ademán de pensar—. Eres miedoso —se ríe escandalosa como siempre.
—¿Qué?, ¿miedoso? Eso nunca. La miedosa eres tú.
—Entonces demuéstralo —me reta, sonriendo de costado.
—Ve a cambiarte.
Como siempre caigo en su trampa.
No soporto los tumultos, es terriblemente abrumador y sofocante estar cerca de tantas personas que no conozco. Hay demasiada gente comprando boletos, la cola es inmensa. Precisamente por eso es que evito los lugares más concurridos.
—Compraré los boletos. —Juliet deja su cartera en mi poder.
—Suerte con eso.
Me siento a esperar en una banquilla alejándome de las personas. Ella se acerca sigilosamente a la cola y suelta un billete. Me pregunto qué planeará. Entrecierro los ojos y cruzo las piernas para observarla.
—¡Un billete! —grita—. ¿A quién se le habrá caído?
—Es mío —reclama una señora.
—Claro que no, es mío —grita otra.
Mientras todos voltean a ver el escándalo, hábilmente Juliet se mete en la cola y se forma primera. Sonrío por su hazaña, ella es tramposa, aunque astuta. Regresa saltando como niña. ¿Siempre fue así de infantil?
—Listo, aquí están los boletos. —Se echa aire con ellos. Me limito a sonreír—. ¿A cuál quieres subir?
—Vamos a ese —le señalo un juego extraño el cual gira a las personas, las eleva, las baja. De tan sólo verlo me da escalofríos.
—Ah, el spin-out. Bien, vamos. —Me jala de la mano, entrega el boleto, y nos sentamos juntos. El supervisor nos pone los cinturones de seguridad.
—¿Es realmente seguro? —pregunto nervioso.
—Si joven, no se preocupe.
Da la cuenta regresiva. Qué nervios, trago saliva.
—Tres, dos uno, ¡fuera! —grita Juliet mientras la máquina asciende.
Llegamos a lo más alto y desciende con fuerza mientras estamos de cabeza.
—¡Ah! —grito a todo pulmón mientras busco desesperadamente la mano de Juliet.
—¡Uh! —grita eufórica—. ¿Tienes miedo Thiago?
—No —miento—. Es la adrenalina.
—¡Uh! —vuelve a gritar. Está loca.
JULIET
Veo el miedo en Thiago, es realmente gracioso, sobre todo porque quiere ocultarlo, su orgullo no le da cabida a la vulnerabilidad, pero el modo en que sostiene mi mano y la aprieta, le delata. Bajamos medio mareados del juego.
—¿Otro más?
—No —determina él.
—Bien entonces iré yo, con aquel Joven —señalo un muchacho alto que me mira sin discreción. Me dispongo a ir y éste me jala del brazo.
—¿Cómo vas con extraños? Además, ese sujeto te mira demasiado.
—Es normal, soy guapa —bromeo.
—Más bien eres rara y llamas la atención.
—De cualquier modo, él va acompañarme.
—Bien, yo iré con aquella chica —señala a una joven sentada cruzada de piernas que le coquetea descaradamente.
—¿Qué? Bien, bien. —Corro hacia el chico, él no duda en aceptar mi propuesta.
Subimos a la montaña rusa los cuatro. Thiago y la pegajosa se sientan detrás de nosotros. Ni bien asciende, el chico de mi costado grita como niña y me abraza. Alguien lo golpea en el brazo, creo que fue Thiago. Mi acompañante me suelta, pero su chillido se agudiza más. Tan varonil que se veía...
Nuestro paseo dura un par de minutos más, y menos mal termina porque a ese paso iba a quedar sorda.
—Al fin —suspira cuando se detiene.
La chica caderona y de piernas llamativas se sostiene de la primera cosa que ve.
—Tierra ...
Después de que el escandaloso recobra la compostura se pega a mi lado.
—¿Vamos a comer?
Miro a Thiago y sonrío de medio lado.
—Acepto tu invitación.
—Nosotros también vamos con ustedes —se invita Thiago seguido por la chica caderona.
—Sí, es buena idea.
Buscamos un restaurante cualquiera porque tenemos hambre. La pegajosa y el gritón no dejan de hablar cosas bobas. Le hago señas a Thiago para que los calle, pero él me vuelca los ojos. Está más incómodo que yo, y estos no se callan.
—¿Escucharon? Camilo y Evaluna sacaron otra canción —dice la tipita entusiasmada.
—¿No me digas? —ironizo.
—Brother —mi acompañante le habla a Thiago—. Tu auto es de lujo.
Thiago me mira haciéndome señas para irnos, entonces le guiño el ojo.
—Voy a pedir un trago —digo de repente.
—Oh bien, que sea un buen vino, el más caro —señala la pegajosa.
—Así será.
—No te demores linda —dice la nariz afilada.
—No, claro que no.
—Voy al baño —continúa Thiago poniéndose de pie.
Salgo presurosamente y me encuentro con Thiago en la salida, subimos al auto y volamos.
—Que paguen la cuenta, por fresitas —sonrío maliciosa.
—Vaya compañía que te consigues —se burla Thiago.
—La tuya no se queda atrás.
Nos reímos mientras vamos a casa.
THIAGO
Juliet ha seguido yendo a la empresa para mi sorpresa. He creído fervientemente que iba a dejarlo en la primera semana, pero se ha tomado muy enserio lo de trabajar, me imagino que no tiene otra cosa mejor que hacer. Y he de admitir que en realidad no me molesta para nada su presencia en mi zona laboral, de hecho, hace que mi jornada sea más dinámica y divertida.
Bajo del ascensor en dirección a mi oficina, pero en el trayecto mi mirada se desvía hacia su oficina, me asomo hacia la puerta entreabierta, ella está tan concentrada en lo que sea que esté haciendo que ni siquiera nota mi presencia. Una sonrisa se dibuja en mis labios; parece una alta ejecutiva obsesionada con su trabajo. Decido no molestarla y seguir con mi camino.
—Tuvimos éxito —dice Sandra en cuanto pongo un pie en mi espacio. Se sienta junto a mí y me muestra las tablas y gráficos en Excel—. Mira, hemos mejorado la producción y las ganancias.
—Perfecto.
Tomo el USB de su portátil y lo coloco en la mío para copiar la información, pero la mirada de ella no se mueve de mi rostro, así que me giro para averiguar qué sucede.
—Tienes algo extraño en el ojo izquierdo.
—Ah, ¿de verdad? —Intento limpiarlo—. ¿Ya salió?
—No, déjame ayudarte.
Sin esperar respuesta obtiene un Kleenex y se acerca a mí.
JULIET
Necesito con urgencia la firma de Thiago para enviar el expediente técnico, así que levanto el teléfono para llamarle, pero me arrepiento y decido ir a verle en persona y molestarle y alegrarme el día.
Aliso mi vestido melón mientras me dirijo a su oficina. Me cruzo con su secretaria y aprovecho en preguntarle por él, y al confirmar su presencia en su oficina, me adentro sin llamar antes. Sé que él lo detesta.
—¿Estás aquí querido? Vine a...
Mi sonrisa burlona se evapora con la horrorosa escena que tengo frente a mí. Las descaradas manos de la trepadora sobre el aceitunado rostro de mi esposo.
—¡Juliet! —Se incorpora rápidamente Thiago, mientras Sandra me mira complacida.
Me cuesta respirar con normalidad, la tensión es más que evidente. Estoy a punto de quemarme en el infierno y arrastrar a las ojos de pasto conmigo. El teléfono de alguno comienza a sonar.
—Sí, dime —contesta Thiago—. Sí, enseguida voy. —Después de cortar la llamada agrega—: El inversionista está aquí, iré a recogerlo.
Sandra despega su mirada de la mía e intenta ir tras él, pero cuando pasa por mi lado la detengo del brazo. No escatimo en clavarle mis uñas afiladas.
—¿A dónde crees que vas?
—¿Qué te sucede? ¡suéltame, me lastimas! —Intenta zafarse, pero intensifico mi agarre haciéndole soltar un gemido.
—¿No conoces el respeto que debes hacia a un hombre casado? —escupo—. ¡La esposa soy yo!
La desvergonzada sonríe con sorna provocando que me queme en ira. Sí, arderemos juntas en el infierno.
—¿Esposa dices? Quién es su esposa, ¿tú?
—¡Hey! —Aprieto un poco más sacándole otro quejido.
—Tú no eres su esposa, ni siquiera su mujer. ¿Crees que no sé que su matrimonio es falso? ¿Qué ni siquiera duermen en la misma cama?
Sus palabras provocan que me debilite y por ende la suelte. Incluso retrocedo, ella aprovecha para erguirse y enfrentarme a los ojos.
—Tú... —titubeo—. ¿Cómo lo sabes?
Sandra vuelve a sonreír maliciosa y levanta la barbilla.
—El me lo dijo, él quiso que yo lo supiera...
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