La bufanda de Jessy

Me quedo estática y sin palabras. Apenas y consigo respirar. Me contengo lo más que puedo para no llorar, al menos no frente a ella. ¿Cómo él fue capaz de decirle eso?

—¿Qué sucedió querida? ¿No tienes nada qué decir? ¿Dónde está la Juliet arrogante que se atrevió a enfrentarme? No, no tienes con qué. —Da un paso más hacia mí—. Patética —susurra. Con la misma expresión de triunfo, abandona la oficina.

No puedo soportarlo más, siento tanta impotencia que termino por llorar, tengo ganas de derrumbarlo todo, de tirarlo todo. ¡¿Por qué?! ¿Por qué tuvo que decirle todo eso a mi enemiga? ¿Qué quería conseguir? ¡¿Cómo pudo humillarme de esa manera?! ¡Maldición! ¡Malditos los dos!

Durante dos horas espero a Thiago en su oficina y al ver que no llega decido ir a casa de mis padres. ¿Por qué me siento así? ¿Por qué me duele tanto? Tenía que decirle a ella, justo a ella. Pero lo que más me molesta es que yo haya estado viendo este matrimonio en serio, y obviamente no es lo mismo con él. ¡Qué tonta soy! ¡Qué estúpida me siento!

Retoco mi maquillaje para no verme tan demacrada frente a mis padres, no quiero que me vean de ese modo. Sonrío y entro a casa. Todos están en la sala.

—Hija, ¿por qué no avisaste que venías? —Mamá me da un abrazo.

Sin poder evitarlo, suelto un suspiro, mis ganas de llorar amenazan con salir al sentir el abrazo cariñoso de mamá. Ella intenta alejarse, pero la retengo, necesito de su abrazo un poco más. Tengo tantas ganas de llorar... Me siento frágil y vulnerable, como una niña que necesita de su madre.

—Oh, ¿qué sucede cielo? —Me aparta y acuna mi rostro—. Tu lindo rostro está un poco hinchado, y tus ojos rojos, ¿estuviste llorando?

—No...

—¿Va todo bien cariño? —pregunta mi papá poniéndose de pie.

—Sí papá, es solo que los extraño... Estoy en esos días de sensibilidad, por eso que...

—Oh, mi pobre princesita. —Papá me abraza fuerte.

—Estoy bien, todo está bien...

Mi prima mete una fresa a su boca.

—Ahora no quiere divorciarse de Thiago.

—¿No lo dije yo? —continúa mi madre.

—No es así —me defiendo relajando los hombros.

—Está bien querida, prepararé un té caliente para ti. Pasen a la mesa, vamos a cenar.

—Sí, gracias mamá.

Después de cenar recibo una llamada y mi corazón tiembla al ver el nombre de Thiago en mi pantalla. No quiero responderle la llamada, estoy resentida con él. No, estoy herida.

—¿Por qué no le respondes a tu esposo? —me sorprende mi madre observando el celular.

Prácticamente obligada le respondo para no levantar sospechas.

—Thiago... —Me muerdo los labios.

—¿En dónde estás? No me digas que estás bebiendo como la otra noche.

—Estoy en casa de mis padres.

—Mmm, estoy pasando cerca, iré a recogerte.

No, no quiero ir a casa.

—Está bien —respondo cortante y cuelgo la llamada.

—Mira nada más —dice mamá—, ya ni siquiera puede vivir sin ti. Así son todos los hombres, se vuelven dependientes de sus esposas, ¿verdad cariño? —Mira a mi padre y éste le confirma.

Ojalá él me amara como mi padre ama a mamá.

Después de unos minutos se escucha el timbre, debe ser Thiago.

—Es Thiago, ha venido a recogerme.

—Son el uno para el otro —suelta Cecilia soltando un suspiro.

—Salúdalo de mi parte —dice papá.

Asiento con la cabeza. Les doy un abrazo y un beso a cada uno.

Thiago me espera recostado en el asiento, con los brazos detrás de la cabeza. En cuanto me ve, abre la puerta del copiloto por dentro.

—¿Está todo bien? —pregunta mientras enciende el auto.

—Sí. —Dirijo mi atención a la ventana.

—Me fue bien con el inversionista. Creo que con el nuevo proyecto sacaré a la empresa adelante.

—Felicidades por ti, es lo que querías. Al fin podrás divorciarte de mí —suelto con amargura.

—Juliet...

—Es lo que querías, ¿no? —Siento que me quebraré en cualquier momento, pero no lo haré, no le regalaré mis lágrimas, no frente a él—. Llevamos meses casados, ya debes estar harto de mí.

—¿Por qué dices eso?

—Thiago —murmuro evadiendo su pregunta—, te voy a pedir un favor... —Por fin me giro hacia él—, no salgas con nadie hasta que nos divorciemos. No me seas infiel.

—¿Qué? —Detiene el auto justo cuando el semáforo marca en rojo—. ¿Por qué dices eso? —Me quedo en silencio y él parece comprenderlo—. ¿Lo dices por lo que pasó en la mañana? ¿Lo dices por Sandra?

—De otro modo no le habrías dicho de nuestro falso matrimonio. —Vuelvo a mirar hacia la ventana porque siento que me romperé.

A la luz verde pone el auto nuevamente en marcha. Gira a la izquierda unas cuadras y llegamos a casa. Ni bien detiene el auto, me bajo de el a estancadas. Siento los pasos de Thiago detrás de mí.

—Juliet. —Me detiene del brazo—. No te hagas una idea equivocada.

Las lágrimas están a punto de caer, pero las detengo lo más que puedo.

—Entonces, ¿por qué le dijiste? —Volteo para verlo a los ojos.

—Porque es mi amiga de la infancia, casi como una hermana. Tan igual como tú ves a Cecilia, del mismo modo veo a Sandra.

¿Habla en serio? ¿No la ve como una mujer? No tendría por qué engañarme, ¿no? ¿De verdad solo la ve como una amiga? Quiero creer en él, no, necesito desesperadamente creer en él. La tristeza se me esfuma en cuestión de segundos.

—Bueno, sea como sea. —Intento camuflar mi alegría—. Sólo deseo que me respetes mientras estemos casados.

Finjo desinterés y entro a la casa.

THIAGO

Juliet...por un momento creí que estaba celosa. Pero evidentemente no es así, y no tendría por qué.

Entro también detrás de ella. Paso la mano a mi barbilla y la noto algo punzante. La barba... tres días que no me rasuro la barba.

Juliet baja de la segunda planta con su toalla en mano.

—Utilizaré la ducha de este piso, el de arriba se ha descompuesto.

—Está bien, mañana llamaré para que la reparen. Iré a comprar una rasuradora.

—Entendido.

Decido ir a la tienda caminando así que me tomo mi tiempo. En cuanto vuelvo, me fijo en la ventana abierta. Seguramente Juliet la dejó así, la fastidiaré para que baje a cerrarla. Hace tiempo que ya no la fastidio.

Jugando con la rasuradora subo el primer escalón, pero recuerdo que Juliet dijo que la ducha estaba descompuesta; me imagino que alguna tubería se averió, así que decido ir al baño de abajo, seguramente Juliet ya terminó de bañarse.

Me dirijo hasta ahí, la puerta está abierta, entonces decido entrar. Mala idea. Juliet permanece de espaldas totalmente desnuda bajo una tormenta de agua cayendo sobre su cuerpo. Inmediatamente el mío se tensa. Su fresca y radiante piel hace que me estremezca, y por ende recuerde aquella noche que casi la siento debajo de mi piel.

Sin hacer ruido cierro la puerta y salgo de ahí, sin que se dé cuenta y haga un escándalo, aunque la culpa la tenga ella.

A pocos segundos que salgo del baño, ella sale envuelta en su toalla. La imagen de lo que hay debajo de la tela, no me abandona.

Thiago, ¿qué te sucede?

Trago saliva cuando ella se acerca.

—Ya llegaste. Oh, tus mejillas están rojas. —Se aproxima más, se empina y toca mi cara—. ¿Tienes fiebre?

No, no puedo tenerla cerca. Toscamente la alejo de mí provocando que la chancla mojada resbale sobre el liso piso. Lo último que veo es Juliet pegada al suelo.

—Eso dolió —gime.

Rápidamente me acerco a ella.

—¿Estás bien?

—No puedo levantarme —chilla.

Delicadamente la levanto del suelo y ella no pone resistencia. Entonces la llevo en mis brazos al segundo piso para que se cambie.

—Lo siento, no fue mi intención —me disculpo.

—Thiago. —Me mira con ojos de miedo.

SANDRA

Me he comportado como una amante, pero no pude evitarlo. Y ver su expresión fue de verdad apremiante. Ella es tan berrinchuda y orgullosa que hacerlo fue un golpe de triunfo para mí, aunque en estos momentos me sienta miserable.

Desde un inicio Thiago no debió haberse casado con ella. No tienen nada en común, no es alguien para Juliet.

Centro mi mirada en la vitamina "C" diluyéndose en el agua, me encanta el sonido efervescente que provoca y el color tan vivo como la luz del sol. Lo bebo de un trago mientras reviso mi correo. Hay uno en particular que capta mi atención, es del secretario de un importante inversionista, que muestra interés en nuestro proyecto. ¡Thiago debe verlo cuanto antes!

Después de reenviarle el correo, le marco al celular, pero suena apagado.

—Qué lamentable —sonrío—. Tendré que ir hasta su casa.

Bajo la ventana de mi auto para divisar la luz de la sala prendida de su casa; aún están despiertos. Al aproximarme, me fijo en la ventana abierta, y sin querer ya estoy husmeando a través de ella.

Mi corazón se detiene al ver a Juliet en toalla sobre los brazos de Thiago. ¿Qué está pasando? ¿Por qué están de ese modo? ¿Algo está pasando entre los dos...?

THIAGO

Regreso de correr como cada mañana, y como siempre tengo que despertar a Juliet.

—Odio despertarme temprano —reniega—. ¡Ah, cierto! —me asusta—. Tengo una cita con el médico.

—¿Te sientes mal? ¿es por la caída de ayer?

—No, es mi revisión anual.

—Ah, bien.

Dejo a Juliet en el hospital, y regreso a casa. Me dispongo a limpiar y cocinar, ya que perdí las esperanzas en Juliet.

Alguien toca la puerta. Se trata de mi primo.

—Jack, ¿qué haces aquí?

—¿Juliet está?

—No, ella fue al hospital.

—¿Al hospital? —se exalta—. ¿Está enferma?

La preocupación que se le escurre de sus ojos me fastidia un poco. Desde esa noche las cosas han cambiado un poco. Creo que el interés que tiene en mi esposa va más allá de lo permitido. Sé que la conoció antes que nos casemos, pero aun así hay límites.

—No, fue por su revisión anual.

—Ah ya, qué alivio.

Siento demasiada tensión entre los dos, esto no había pasado antes. Ni siquiera cuando a ambos nos gustaba Jessy en nuestra adolescencia.

—Bueno ya me voy, nos vemos mañana en la empresa.

Me limito a asentir con la cabeza. Ni bien entro a casa, timbra mi teléfono, es Juliet.

—Thiago, hazme un favor.

—¿Qué pasa?

—Me he olvidado mis resultados de laboratorio en casa, ¿me los puedes traer?

—Uf —resoplo—. ¿Dónde están?

—En el último cajón de mi tocador, en un sobre manila.

—Bien, en seguida te los llevo.

—Gracias Thiago, te espero.

Subo a la habitación con rapidez. ¿Es que Juliet no puede hacer nada bien? Juliet, Juliet, siempre tan distraída.

Busco en el cajón donde dijo, pero no lo encuentro, meto mi mano un poco más hasta que siento algo, lo jalo, y puedo ver un extremo. Parece ser el sobre que dijo, lo jalo un poco más, pero parece estar enredado en algo. Lo jalo con más fuerza y noto que está obstaculizado con algo de lana color rojo. Tomo el sobre con cuidado, y sale tras una bufanda roja, la extiendo bien y veo la "J", bordada en ella.

Mi corazón se estremece al reconocerla.

¡Es la bufanda de Jessy! 

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