¿Juliet enfermera?
Siento mi trasero adormecido, ¿Por qué se demora tanto? Qué ineficiente. Uff. Escucho los pasos de alguien, es Thiago al fin. Me entrega el paquete por debajo de la puerta. Lo escucho alejarse. Salgo del baño, voy al armario y me cambio de ropa. Mi teléfono suena; es mamá.
—¿Mami?
—¿Thiago y tú están juntos?
—¿Eh?, ¿estás ebria mamá?
—No, nada de eso. Thiago estuvo por aquí.
—¿De verdad?
Se me hace extraño, ¿qué hacía él por la casa de mis padres.
—¿Sí, vino por toallas higiénicas? Eran para ti, ¿no es así?
Entonces eso fue.
—Sí —susurro.
—¿Entonces están juntos?
—Mamá buenas noches.
—¡Espera!
Le corto la llamada, no puedo creer que Thiago haya hecho todo eso. No me lo puedo imaginar yendo hasta la casa de mis padres para buscar mi encargo. Claro, qué tonta soy, ninguna tienda estará abierta a estar hora. De pronto siento algo extraño recorrerme todo el cuerpo. Me siento tan...
Vuelvo a la habitación y veo a Thiago sentado en la cama.
—Thiago.
—¿Ahora qué? —pregunta, fastidiado.
Sin darme cuenta voy hacia él y lo abrazo.
—Gracias.
Mi corazón empieza a latir desesperadamente. Esto... esto que estoy sintiendo nunca me había pasado antes. El sentirlo tan cerca, sentir su calor de ese modo hace que todo mi cuerpo reaccione. Le echo la culpa a las hormonas.
—Bien, pero esto no es necesario. —Me desprende de él toscamente.
Adiós sentimiento extraño e incómodo.
—Fuiste hasta la casa de mis padres por toallas higiénicas.
—No me quedó de otra.
—¿No te dio vergüenza?
—Fíjate que no, de hecho, me agradó ir —ironiza.
—Aww, lo sé, gracias.
—Uff, sólo déjame dormir.
—Está bien, voy a cambiar mis edredones.
—Bien.
THIAGO
Juliet es un fastidio. Me alegra no haber sido mujer. Luego de un bullicio me quedo dormido. Unos quejidos hacen que me despierte, es Juliet otra vez, ¡ahora qué! Enciendo la lámpara y la veo retorciéndose mientras se coge el vientre, suda a chorros.
—¿Qué ocurre? —pregunto entre sueños.
—Tengo cólicos.
—¿Has comido algo descompuesto?
—No, es por la mes —habla entrecortada.
—¿Mes que mes? —Me mira impaciente hasta que por fin entiendo a qué se refiere—. ¿Ah, eso?
Me inclino a ella, le toco el rostro y noto que está más fría que el hielo.
—Estás fría.
—Me duele mucho.
—¿Por qué no tomas un analgésico? Esas pastillas que salen en la televisión para tus cólicos.
—No tengo, olvidé comprar.
Me llevo la mano a la frente.
—Uff, ¡¿qué tipo de mujer no está preparada para esto?! —Empiezo a exaltarme.
—No me grites, ya te dije que no sé cuándo me viene.
—¡Al menos deberías tener una noción!
—Disculpa.
Juliet ¿disculpándose?, si debe estar mal, empiezo a preocuparme. Se queja más fuerte. Una vez más me alegra haber nacido hombre; sinceramente la compadezco. ¿Ahora qué hago? ¿De donde saco una pastilla?
—Juliet, ¿debería ir a la casa de tus padres?
—No, ya es muy tarde. Además, no creo que mi prima tenga pastillas, ella siempre me pedía a mí.
—¿Entonces qué debemos hacer?
—No te preocupes, ya me va a pasar.
La veo muy mal no puedo dejarla así, ¿qué hago?, ¡claro! una vez escuché que el té, aliviaba cólicos menstruales, pero... ¿de qué era? Buscaré en google. Tomó mi teléfono celular y tecleo: té que alivia los cólicos menstruales. Me aparece en azul una lista de opciones. Escojo la primera y de pronto me aparece: Cargando página... ¡Qué diablos! Lanzo mi celular y lo tomo nuevamente, llamaré a mi madre. Juliet continúa quejándose
—¿Mamá?
—No, soy tu padre.
—Buenas noches papá.
—Más bien madrugadas, ¿qué ocurre?
—¿Puedes pasarme con mamá?
—Está durmiendo, no quiero despertarla, ya sabes cómo se pone. ¿Es urgente?
—Sí, Juliet está mal.
—¿Qué ocurre?
—Tiene cólicos menstruales.
—Oh pobre, dale una pastilla.
—No tiene. Más bien, ¿no sabes si algún tipo de té los alivian?
—Déjame pensar. Bueno, tu madre siempre ha tomado unas pastillas pequeñitas rojas, nunca la he visto tomar té, pero...
—Pero... —Empiezo a desesperarme.
—¡Mi madre!, ¡ella siempre tomaba té de orégano!
—¿Orégano?
—Sí, intenta darle eso.
—Bien bien, gracias papá.
—Suerte con eso.
Vuelvo a la habitación y la veo en el mismo estado. Se ha puesto en posición fetal. No mueras Juliet.
—Ven, sube a la cama.
La ayudo a levantarse y la cubro con la manta.
—Gracias —gime.
—Juliet, ¿tenemos orégano?
—¿Orégano? Sí, trasplantamos el otro día.
—Bien, genial.
Estoy por bajar al jardín y recuerdo que no sé qué planta es orégano. Regreso con Juliet.
—Oye, ¿cómo es el orégano?
—Es una planta pequeña con tallo marrón y hojas pequeñas.
—Bien.
Bajo a la volada al jardín. Hace frío. Las plantas son iguales; cojo las que tienen las características que me dio Juliet y subo con ellas a la habitación.
—¿Cuál de estas es? —Le muestro como cinco tipos de plantas.
Ella las huele una por una.
—Es esta —murmura escogiendo la tercera.
—Bien, ahora vengo, no te mueras.
Ver a Juliet tan adolorida, tan vulnerable me provoca algo extraño. ¿Tanto duele los cólicos? Preparo rápidamente el té de orégano, lo endulzo con miel y se lo llevo. La encuentro en la misma posición fetal masajeándose el vientre.
—Toma esto.
Se sienta a duras penas con expresión deprimente.
—Está caliente. —Coge la taza.
—Bébelo así, te hará bien.
Lo toma con dificultad. Está llena de sudor.
—Gracias Thiago. —Me entrega la taza vacía—. ¿Puedes sobarme aquí? —Me señala su vientre.
—Uff —resoplo—. Supongo que sí.
Le masajeo donde me indica y veo que su rostro ya no está tenso, al fin deja de quejarse y se queda dormida.
JACK
La maldita alarma suena, como la odio. Me baño y cambio entre sueños, y bajo a desayunar.
—Buenos días tíos —saludo.
—Buenos días hijo —me saludan al unísono.
—¿Cómo va la empresa?
—Bien tío. El padre de Juliet nos ha pasado un buen cliente.
—Eso es bueno, ya deseo regresar.
—El médico dijo que tenías que reposar hasta tu operación. Ya no te preocupes —interviene mi tía.
—Está bien querida esposa —habla con sarcasmo el tío.
Desayuno en silencio hasta que escucho nombrar a Juliet y presto atención a su conversación.
—Sí, me llamó a eso de las tres de la mañana. Al parecer Juliet tenía cólicos —comenta mi tío.
—A mí me llamó antes para preguntar por toallas higiénicas. Qué lindo mi Thiago preocupándose por su esposa.
—Creo que su relación está mejorando.
—Es la convivencia, pronto se enamorarán.
—Sería bueno.
Esas palabras me consternan. Eso no estaba dentro de mis planes, ¿puede enamorarse Thiago de Juliet? Ella me hace recordar a Jessy, quizá cause esa reacción en él.
Voy a la empresa, mi primo aún no llega. Estoy por irme de su oficina y llega.
—Thiago.
—Hola Jack —responde desganado. Trae unas ojeras de metro y un color terriblemente pálido y desagradable. Entonces estuvo muy ocupado en Juliet...
—No luces bien, ¿pasaste mala noche?
—Sí, muy mala. —Estornuda. Se sienta y descansa su cabeza sobre el escritorio.
—Creo que cogiste un resfrío.
—Parece que sí.
Esto no se me da para nada bien. Entonces decido averiguar.
—¿Y por qué pasaste mala noche?
—Fue por mi flamante esposa.
—¿Juliet?
—¿Acaso tengo otra? —Estornuda otra vez.
—¿Entonces qué?
—Tuve que correr de un lado a otro para hacerme cargo de sus cosas personales y femeninas.
—Mmm, vaya. —Sonrío de medio lado para constatar lo que busco—. Entonces ya son esposos de verdad.
—No Jack, simplemente fue necesario.
Sonrío aliviado. Aparentemente ningunos sienten nada por el otro. Pero conociendo a Juliet o lo que creo conocer de ella, sé que ese gesto la ha ablandado. Mi primo es buen hombre, y ella lo está descubriendo.
THIAGO
Estoy muriendo de sueño, la cabeza me duele, y creo que tengo fiebre; será mejor que vaya a casa. Estar deambulando en la noche sin abrigo me hizo mal. Me pongo el saco, tomo mi portafolio y salgo de la oficina.
—¿Ya te vas? —Me intercepta Sandra.
—Sí, no me siento bien.
—¿Qué ocurre?, ¿qué puedo hacer por ti? —Su rostro preocupado me enternece.
—Nada, no te preocupes, pronto estaré mejor.
—¿Quieres que te acompañe?
—No, mejor quédate en la empresa, ¿sí?
—Bien, espero que te recuperes.
—Gracias.
Llego a casa sin dejar de estornudar. El tan solo entrar en lo que ahora se ha convertido en mi hogar, me da tanta paz. Pero lo que acostumbro ver en casa no está. Su voz escandalosa no se escucha en cuanto atravieso el vestíbulo. No sé por qué, pero me encuentro buscándola por todos lados. Juliet no está. Entro al baño y veo toallas higiénicas tiradas en el suelo.
—¡Juliet!
Con asco pateo las toallas cerca del basurero. ¿Qué tan difícil es arrojarlas ahí? Me tumbo en la cama. Me siento débil y cansado.
JULIET
Salí a comprar unas cosas al mercado, verduras exactamente. Voy a preparar un buen almuerzo en agradecimiento a Thiago. Veo su portafolio en la sala. Veo la hora en el reloj de la pared, aun no es tiempo de que él esté aquí. ¿Será se olvidó de algo?
—¿Thiago estás aquí? —Subo a la habitación y lo veo durmiendo con el traje puesto—. ¿Saliste antes del trabajo? —No obtengo respuesta—. ¿Thiago? —Me acerco a él. Está pálido y con los labios resecos. Toco su frente y arde en fiebre—. ¡Oh Thiago! —Se despierta por mi grito—. ¡Tienes fiebre!
—No hagas escándalo —habla despacio. Se remueve en la cama y se sienta lentamente. Esto no me gusta nada. Se ve muy débil. ¿Qué hago? Mamá siempre me ponía paños de agua tibia cuando tenía fiebre...
—Iré por paños de agua tibia.
Presurosa echo agua de la jarra eléctrica en una fuente, y subo corriendo las escaleras. Thiago ya se ha cambiado el traje por una ropa más cómoda, y se ha vuelto a acurrucar en el edredón. Coloco los paños húmedos en su frente y los dejo reposar por cierto tiempo. Él se ha vuelto a dormir. Le pongo varias veces, y decido ir a la farmacia. Regreso con el mismo afán con un jarabe y unas pastillas.
—¿Cómo te sientes? —Me siento junto a él al encontrarlo despierto.
—Estoy mejor. —Se incorpora lentamente.
—Hoy seré tu enfermera.
—¿Juliet enfermera? —Sonríe de esa manera tan linda provocándome escalofríos. Ahora la enferma parezco yo.
—Toma tu jarabe. —Vierto el contenido en una cucharita y se lo doy—. ¿Amarga?
—No, es dulce.
—A ver, quiero probar. —Estoy por servirme y él me lo quita.
—¿Acaso crees que puedes tomar jarabe como refresco?
—Ay, qué exagerado. Compré cupcackes, ¿quieres comer?
—Sí, bajemos.
El pobre camina como un ancianito. Pobrecito, todo el cuerpo debe estar doliéndole. Pero es mejor a que no se dé a morir, porque sé que los hombres son muy quejumbrosos. Con la misma parsimonia se sienta junto a la mesa mientras yo desempaco los cupcackes y lo pongo en platitos pequeños. Me gusta ser de ayuda para él, tal como él lo fue conmigo. De pronto me siento cómoda cuidándolo y brindándole mis atenciones. No soy muy amable precisamente, solo con personas que aprecio. Entonces lo aprecio... o solo estoy agradecida... En fin.
Thiago me mira curioso preguntándose qué está pasando por mi mente. Será mejor que no lo sepa.
—Toma. —Coloco un platito frente a él.
—No lo has hecho tú, ¿no?
—No —niego sacándole la lengua—, ya te dije que los compré. Así que come tranquilo.
—Qué alivio.
Chasqueo la lengua.
THIAGO
La fiebre me ha bajado gracias a los cuidados de Juliet; estamos a mano. Ya no me debe nada, para mi mal; quería aprovecharme de ella después de todo lo que me hizo hacer.
Me parece gracioso cuando su mente vuela a no sé dónde y conversa en secreto consigo misma. Hace gestos graciosos, y parece que se recriminara todas sus fechorías o malos pensamientos que se le pasa por la mente. Es una chica tan extraña y tan original. Tiene un aura que atrae, que te produce buena energía... Una medicina, un levantamuertos que sé yo. Debo admitir que me siento muy cómodo con su compañía. Y descubrir su lado amable y tierno, provoca en mí sensaciones extrañas.
Agrego el jarabe a mi cupcacke y se lo paso a Juliet, ésta lo rosea en el suyo formando corazoncitos. Me quedo paralizado al verlo, es lo mismo que Jessy hacía... Esa manera tan peculiar e infantil de comer. Algo extraño me recorre el cuerpo y me hace retroceder y, de pronto, siento que ya no es Juliet, es...
—¿Estás enamorada? —le hago la misma pregunta que muchos años atrás se la hice a Jessy.
—¿Mmm? —Saborea el jarabe clavando esos ojos profundos sobre mí.
Miro hacia su plato señalando los corazoncitos.
—Ah, ¿eso? Lo hago desde siempre, es una costumbre. —Guiña un ojo.
Un frío aterrador atraviesa mi pecho. Me deja sin respiración, sin aliento. La misma respuesta y el mismo gesto que utilizó Jessy. Siento que es la imagen madura de ella, la siento tan cerca que me aterra, me produce escalofríos y un horrible dolor en el pecho.
—¿Quién eres? —le pregunto consternado.
A mis lectoras, les dejo el secretito del orégano, alivian esos malditos cólicos del demonio, ya ustedes saben 😢
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