¡Eres un pervertido!
Otra vez siento un déjà vu. Es como si ya lo hubiera vivido antes. Que ya he comido esto con él, que me pregunta por qué como de ese modo, y yo le respondo lo mismo. ¿Quizás lo soñé? He escuchado que los sueños son muy poderosos y tienen mucha influencia en nuestra forma de actuar, e incluso de hablar.
—¿Quién eres? —pregunta Thiago muy tenso. Sus ojos feroces bajo su ceño fruncido hacen que me suden las manos. Solo él logra intimidarme.
—¿Qué?, ¿a qué te refieres?
—¿Por qué pintas igual que ella? —Su expresión ha pasado a ser de dolor, de sufrimiento e inquietud—. ¡¿Por qué hablas como ella?!
La intensidad de sus preguntas me ocasiona un sobresalto. Se ve tan desesperado que tengo miedo de lo que pueda hacerme. Ni siquiera sé a qué se refiere.
—¿De quién estás hablando? —pregunto anonadada.
¿Se refiere a su amor de adolescencia? ¿Le recuerdo a ella? ¿Hasta qué punto me parezco a ella? ¿Actúo como ella?
—¿La conociste? —cuestiona con la misma expresión tensa y llena de angustia.
—¿A quién? No entiendo de quién estás hablando.
Cierra los ojos y se estruja el rostro con su mano. Sus mejillas están rojas, quizás le volvió la fiebre, o la situación, sus demonios internos lo han puesto así.
—¿Conociste a alguien llamada Jessy?
Trato de hacer memoria, pues de mis trece en adelante no conocí a nadie llamada así. ¿Y si la conocí antes de haber perdido la memoria? ¿Será que la conocí? No puedo decirle eso, solo lo haré sufrir más.
—No, no conocí a nadie con ese nombre.
El agacha la mirada la mirada lentamente, desilusionado, sin esperanzas. ¿Jessy es aquella niña de la que hablaba Jack? ¿Ella es su primer amor? Parece que, a pesar del tiempo, él no ha superado su muerte. Me siento tan mal por él. Yo no sé qué es sufrir la muerte de un ser amado. Ni siquiera he tenido la oportunidad de enamorarme, de amar a alguien que no sea mi familia. Siento lástima por él. ¿El egocéntrico Thiago amando a alguien que no sea él? Sí que debió haber sido muy importante en su vida. Pobrecito.
—Claro, no es posible, son sólo coincidencias —dictamina.
Se ve tan perturbado, siento mucha, mucha lástima por él. Debió querer mucho a esa niña. Quiero decirle que quizá pude haberla conocido, que no recuerdo nada de mis trece años atrás, pero quizá sólo empeore las cosas. Solo le daré falsas esperanzas, conjeturas.
En silencio se levanta y sale de casa.
Recojo los platillos y me dispongo a lavarlos. Repentinamente el timbre suena. ¿Quién podría ser? Thiago tiene llave.
—¿Quién es? —pregunto mientras abro la puerta.
Frente a mí permanece la mujer que vino ayer. ¿Qué busca?
—Hola —saluda. Su perfume caro y seductor embarga todas mis fosas nasales.
—Hola Sandra, ¿qué haces aquí?
—Tan sólo vine a ver el estado de Thiago, se veía muy mal. Estoy muy preocupada por él.
¿Quién se cree para venir hasta aquí? Es un hombre casado. ¿Esta mujer no tiene sentido común, ni conciencia? Su vestido ladrillo ceñido a su cuerpo me da escalofríos.
—Él está bien, tiene una esposa que lo cuide. —Finjo una sonrisa, aunque en realidad disfruto su reacción.
—Una esposa —farfulla sonriendo del mismo modo.
¿Por qué lo hace? ¿Será que sabe de la condición de nuestro matrimonio? ¿Sabe que es un matrimonio falso? Quizás es muy cercana a Thiago, y yo estoy quedando como una estúpida.
—De cualquier modo, gracias por tu preocupación. Le diré que estuviste por aquí.
Sandra me da una última mirada y vuelve a su auto caminando elegantemente.
¿Entonces así se sienten las esposas?
THIAGO
Sé que sólo me hago más daño tratando de rebuscar en el pasado, cualquier cosa que me recuerde a ella me hace daño. Debo dejarla ir de una vez, pero me es imposible. Soy un idiota por no entender ni creer que ella está muerta. Ella ya no existe, ya no está más en este mundo. Admítelo de una vez Thiago Berman.
Vuelvo a casa de noche, con malestar y dolor de cabeza. Aún no me he recuperado del resfrío. No debí haber salido en mi condición, pero necesitaba hacerlo. Sobre todo, para no aturdir a Juliet. Ella no tiene la culpa de mis desasosiegos.
—¿A dónde fuiste? Estás resfriado. No voy a cuidarte si te da fiebre. Renuncio a ser tu enfermera. —Me recibe Juliet con los brazos en jarra.
Se ve tan graciosa que, me descubro sonriendo ligeramente.
—Pareces una esposa.
—¡Soy tu esposa! —Me acusa con el dedo—. Aunque no nos amamos, me comportaré como una esposa real, ¿entiendes?
Niego con la cabeza, divertido.
—Bien, haz como quieras. Sólo déjame dormir.
Subo a la habitación. Ella viene en mi tras.
—Se supone que debes discutir conmigo.
—¿Por qué? —Me detengo en el último escalón para mirarla extrañado.
—Eso hacen los esposos —afirma llevándose la mano al mentón.
—No tengo intenciones de hacerlo.
—Deberías, debemos empezar actuar como una pareja normal.
—¿A qué te refieres? —Continúo mi camino. No sé qué vaya a decir, siempre sale con todo tipo de cosas, y yo debo estar preparado para todo. Preparado para Juliet, en sí.
—Si yo hago tu comida y limpio la casa, tú debes al menos traerme algún detalle; bombones, chocolates, qué sé yo —¿Es en serio? ¿habla en serio? Lo dije, debo estar preparado para todo—. Yo actúo como una esposa normal, tú deberías hacer lo mismo.
—Tú no eres normal Juliet. —Abro la puerta de nuestra habitación. Es tan divertido fastidiarla.
—Thiago, estoy hablando en serio —refunfuña—. Debemos actuar como esposos.
—¿En serio? —Me giro hacia ella sonriendo de medio lado—. ¿Estás segura de lo que pides?
—Claro que sí, ¿acaso me ves bromeando?
Voy a molestarla. Juliet sirve para levantarme el ánimo.
—Bien, actuaré como un esposo. —Me saco el suéter y lo tiro al suelo. Sigo con los tres botones de mi camiseta con cuello. Me lo quito y hago lo mismo
—¡¿Qué haces?! —Abre sus ojos como platos.
—Actuando como un esposo. —Me acerco a ella seductoramente. Sus mejillas ruborizadas me alientan para seguir con mi juego.
—¡Aléjate de mí, pervertido! —Retrocede de sopetón y sale corriendo de mi depravada presencia.
Ya no puedo aguantar una carcajada. Me pongo el pijama sin dejar de reír un segundo. Hoy me toca dormir en el suelo. Aunque ayer hice dormir a Juliet en la cama.
JULIET
¿Por qué hace tanto calor? Estamos en primavera. Voy a la cocina y bebo agua del refrigerador. Creo que el aire acondicionado no está funcionando.
Thiago es un pervertido, un degenerado. ¿Cómo puede desnudarse frente a mis inocentes ojos? Pude ver su torso. Es atractivo, muy tonificado. Claro, si sale a correr todos los días. Estoy pensando seriamente en salir a correr con él.
Llamo a Cecilia. No tarda en coger mi llamada.
—¿Ceci?
—Sí, yo, quién más.
Vigilo que él no venga y sigo con mi conversación.
—Oye —susurro—, Thiago está muy raro.
—¿Cómo así?
—Está haciendo cosas perversas.
—¿A qué te refieres?
—Empezó a desnudarse delante de mí, bueno, no exactamente, sólo se sacó el suéter y camiseta, pero me corrí.
—Debiste quedarte a ver todo.
Ruedo los ojos.
—Ay, ¿por qué recurro a ti?
—¿Está bueno?
Buenísimo.
—Sí, ¡no! que digo. Bueno sí, uff.
—Es normal que actúe así. —Muerde algo, creo que una manzana—. Es hombre, y vive con una mujer. Debes estar preparada.
—¿Qué?, ¡oye que cosas dices!
—¿Qué tiene de malo? Están casados.
Me recuesto sobre la estufa pensativa. Cecilia tiene razón.
—Sí, pero es un matrimonio por conveniencia.
—Bah, y eso que; a lo mejor sea con él tu primera vez.
¿Thiago mi primera vez? ¿Sería capaz de regalarle mi primera experiencia a un hombre que no amo ni me ama? No, es una locura.
—¡Que cosas dices!
—Debes tener cuidado y estar preparada.
—¡No voy a prepararme para nada! Eso me pasa por llamarte a ti.
—Yo sólo te digo la realidad, después no digas que no te lo dije.
—Voy a colgar. —Presiono el telefonito rojo y dejo mi teléfono celular sobre la mesa.
Voy a la habitación. La luz está apagada. Husmeo y veo a mi querido esposo durmiendo en el suelo. Subo a la cama sin hacer el menor ruido. No dejo de pensar en lo que me dijo Cecilia. Me acerco al borde para ver a Thiago. ¿Será que él...? No, no. Bueno, es hombre a fin y al cabo, debo tener más cuidado.
THIAGO
Me levanto tarde; es feriado, así que no iré a la empresa. Extrañamente Juliet se ha levantado primero, pero como siempre no tiende la cama. Así que me tomo más tiempo en tenderla.
Bajo al primer piso, y veo el desayuno sobre la mesa del comedor. Eso es muy extraño.
—Ya te levantaste.
—Sí, ¿qué pasó? ¿te caíste de la cama que te levantaste primero?
—No, más bien estoy en guardia —dice.
—¿Guardia?, ¿por qué o qué?
Eleva una ceja y tuerce su labio inferior.
—Cosas mías.
Me limito a mirarla con rareza. ¿Qué más puedo esperar de mi esposa extraterrestre?
—La casa necesita limpieza y esta vez no pagarás a nadie para que lo haga. —Me siento frente a ella.
—¿Cómo lo supiste? —Abre enormemente sus ojos.
—No hacías nada en tu casa, era demasiado extraño que la casa estuviera reluciente.
—¿Qué esperabas? Fui criada como una preciosa hija única.
—Consentida y caprichosa. —Meto un pedazo de huevo a mi boca.
—De cualquier modo, es grande para hacerlo yo sola, si quieres que la limpie debes ayudarme.
Es lo más justo, aunque quedamos lo contrario. Pero es demasiado trabajo para ella, así que la ayudaré.
—De acuerdo, hoy limpiaremos juntos.
—Bien, yo limpiaré la cocina y tú limpias la habitación.
—Bien, estoy de acuerdo.
Después del desayuno lavo los platos, y subo a limpiar la habitación. Paso la aspiradora debajo de la cama y algo se atasca en ella. Saco el aparato para verlo, algo negro esta atorado en la boquilla; lo retiro con cuidado y noto que es... ¡la ropa interior de Juliet!
—¡Pero que rayos hace esto aquí! —Lo sostengo con dos dedos.
La puerta se abre de golpe.
—Thiago, quería preguntarte si... —Se detiene y abre su boca en un gran círculo—. ¡¿Por qué rayos tienes mi calzón?! —Se escandaliza.
—¿Eh? —Lo suelto.
—Cecilia tenía razón, eres un pervertido.
—¿De qué hablas?
—¿Por qué tenías mi ropa interior? —Se apresura a recogerlo y esconderlo detrás de ella.
—¡Estaba debajo de la cama!, ¿quién guarda su ropa interior ahí?
—Am... —Se rasca la cabeza—. Debió haberse caído.
—Lo dudo. —Sigo pasando la aspiradora.
—No miento.
Me limito a continuar con mi labor. De pronto recuerdo la próxima reunión. Ella está por irse, pero la detengo.
—Por cierto, habrá una cena con los ejecutivos y trabajadores de la empresa. Todos llevarán a sus esposas, creo que sería correcto si vas y...
—¡Claro que voy! —me interrumpe. Sus ojos se han iluminado de la emoción. Parece que le gusta la idea.
—¿Bien? —Frunzo el ceño.
—Pero necesito comprar un vestido.
—Ve a comprarlo entonces.
—Vamos, dirás.
—¿Yo, para qué?
—Necesito que alguien me ayude a elegir.
—Ese no seré yo, querida.
Vuelvo a aspirar debajo de la alfombra. No quiero imaginarme el pasar horas y horas acompañándola para comprar su vestido. Las mujeres siempre tardan en esas situaciones. Recuerdo cuando acompañaba a mamá y siempre terminaba con ampollas en los pies, y tremendamente cansado y aburrido.
—Claro que sí.
—Dile a tu prima que te acompañe.
—Quiero una opinión masculina. —Me quita la aspiradora, me toma del brazo y me jala al primer piso, al garaje, me empuja a mi auto y se sube ella también. Todo en cuestión de segundos.
—Conduce —ordena moviendo sus pestañas, según ella, angelicalmente.
—Dije que no iré.
Minutos más tarde estamos llegando al centro comercial.
—Ven vamos por acá. —Me arrastra del brazo.
—¿Acaso soy tu asistente?
—¡Mira ese vestido! —Ignora ni comentario y me señala un vestido extraño de color... ¿rojo?—. Está lindo, ¿no?
—Sí si hermoso, cómpralo y vamos. El rojo te sienta bien.
—Pero este no es rojo, es granate.
—¿Ah no? Igual, te quedará bien.
—No, no lo creo. El granate es distinto y me quedará mal.
—Son iguales.
—No claro que no. Mejor vamos a la segunda planta.
—Esto me faltaba.
JULIET
De seguro a esa dichosa cena irá la tal Sandra; tengo que verme mejor que ella. Soy la esposa del presidente así que tengo que lucir como tal.
Subimos por las escaleras eléctricas y recibo un mensaje de WhatsApp, es de Jack; lo abro y veo que es un meme. Me río y le contesto rápidamente.
Sin darme cuenta llegamos y mi pie se atora justo al finalizar la escalera, ya me veo en el suelo con la frente estrellada, pero Thiago que, va detrás de mí, me sostiene posicionando con fuerza sus manos justo en mis senos
—¡Ah! —grito—. ¡Eres un pervertido!
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