Ella es tan complicada
Tardé un montón en hacer entender a esa gente que no era taxista. Mataré a Juliet en cuanto llegue a casa, y ahora mismo la llamaré. Conecto la llamada desde mi auto.
—¿Hola? —contesta tranquila, incluso puedo verla, mirándose las uñas mientras se burla de mí.
—¡Porqué hiciste eso! —le recrimino.
—¿Por qué gritas de ese modo? Vas a dejarme sorda.
Luz roja a buena hora; me concentro en nuestra discusión.
—¿Por qué pusiste ese aviso de taxista en mi auto?
—Como venganza —responde despreocupada.
—¿Venganza de qué?
¿Ya dije que está loca?
—No quisiste enseñarme a manejar.
No habla en serio.
—¿Fue por eso?
—Sí, y haré cosas peores si no accedes. ¿Vas a enseñarme?
Respira Thiago respira.
—¡No! —Le corto la llamada y pongo el vehículo en marcha.
Entra una nueva llamada; estoy seguro que se trata de ella.
—Qué.
—¡A mí nadie me corta! —Me cuelga.
Llevo mi mano libre a mi rostro frustrado.
El horrible tráfico hace que mi mal humor vaya en aumento. Evito cruzarme con nadie mientras subo a mi oficina, pero en la entrada me cruzo con Sandra.
—Ya estás aquí. —Sonríe, pero al notar mi aura negativa, baja los hombros—. ¿Ocurrió algo? Luces mal.
Intento sonreírle mientras paso. Dejo mi portafolios en el mueble.
—Nada —miento. Sus brazos en jarra me hacen decir la verdad—. Bueno, sí. Juliet me saca de quicio. —Me siento de golpe en la silla giratoria.
—¿Juliet?, ¿tu esposa?
—Sí, ella misma.
—¿Recién casados y tienen peleas? —Sonríe divertida. No, esto no es nada divertido.
—Uf, supongo que es por eso que las parejas se divorcian.
—Supongo que sí, aún más si se casan sin amor. —Se sienta frente a mí finamente. Ella sería la esposa perfecta.
—Tienes razón. —Sonrío.
—Te ves muy tenso, ¿deseas que te haga un masaje?
—¿Eh? —Dudo un momento—. Bueno... si deseas.
Rápidamente se pone de pie y se acerca a mí. Me hace masajes muy relajantes, tiene unas manos de maravilla. Suaves y delicadas. Ella es muy femenina. Ojalá me hubiera casado con ella, no sería un matrimonio tan terrible y destinado al fracaso como lo es con Juliet.
—¿Te habrías casado conmigo? —le pregunto repentinamente.
Sus manos se detienen de golpe. Creo que se sorprendió. Giro mi silla hacia ella.
—¿Cómo dices? —titubea sonrojada.
Sonrío amistosamente, no quiero que piense que le estoy coqueteando o algo así.
—Si me habría casado contigo, todo habría sido más sencillo.
—Entonces... —Hace una pausa—. ¿Por qué no pensaste en casarte conmigo?
Mi sonrisa desaparece, no me vi venir su pregunta. Pero tengo la respuesta.
—Cuando supe que tenía que casarme para salvar la empresa de mi padre, pensé en proponértelo. Pero sé que todas las mujeres sueñan con una boda de ensueño y con la persona que aman. Así que no podría haberte quitado esa ilusión, porque eres una amiga que aprecio.
Después de un corto silencio ella dice:
—Lo habría hecho.
Me pongo de pie para verla mejor.
—¿De verdad?
Sandra asiente con la cabeza.
—Me habría casado contigo gustosamente.
Como respuesta sonrío. Me da gusto contar con buenos amigos como ella.
JULIET
Me aguanté la risa cuando Thiago me llamó, se escuchaba muy molesto.
¿Y ahora qué? Estoy aburridísima. Me lanzo al sofá y, reviso mi Instagram; le doy corazoncito a todas las fotos que sube mi amor platónico, hasta que me aparece la foto de mi prima con su mascota. ¡Claro! llamaré a Cecilia y a Jack para invitarles a comer. Cito a los dos al restaurante de siempre.
Soy la primera en llegar, y después de unos minutos llega Jack.
—Hola linda. —Sonríe sentándose frente a mí.
—Hola Jack.
—El matrimonio te ha asentado bien; te ves radiante.
—Claro. —Alzo la barbilla fingiendo presunción—. ¿No deberías estar trabajando? —le fastidio.
—Sí, pero mi amiga me llamó; además, es la esposa del presidente, ¿cómo puedo decirle que no?
Le sonrío mostrando mis dientes.
—Claro, qué tonta soy. Así que me convertí en la esposa del presidente de una empresa.
—Eso mismo.
Cecilia también llega, utilizando un pantalón holgado y un top con mangas. Saluda efusivamente.
—¿Ella también vino? —pregunta dramático, llevándose una mano al pecho.
—¿Qué hace esa cosa aquí? —Reacciona mi prima del mismo modo.
—¡Ay mis ojos por Dios! —contraataca.
Indudablemente necesito de ellos dos para alegrarme la vida. Estoy segura que se gustan, pero no lo quieren aceptar o ni ellos mismos lo saben. Desde que se conocieron he sentido esa innegable atracción que huele a kilómetros, pero sus personalidades son muy parecidas, por lo que chocan constantemente y ninguno quiere dar su brazo a torcer.
—¡Ya! Dejen de pelear. —Levanto una mano—. Suficiente tengo con Thiago.
—¿Él te maltrata querida? —pregunta Jack como si hablara con una niña.
—Ajá. —Le sigo la corriente y hago un puchero.
—Eres quejona —interviene Ceci—. Tienes suerte. ¿Qué no daría yo por ver ese lindo rostro todos los días? Además de su lindo y tocable trasero. —Hace una cara morbosa, además de hacer el ademán de estar cogiendo algo.
—Eres una cochina pervertida. —Jack pone cara de asco—. ¿Cómo puedes corromper a nuestra Juliet?
—Ella nació corrompida y me corrompió a mí.
—Eso no es cierto —me defiendo.
—Claro que sí, tienes puros chicos desnudos en tu celular.
Jack finge estar sorprendido.
—Tú me pasaste las imágenes.
—Porque me las pediste.
El pasa su mirada de Cecilia a mí y viceversa, espera a ver quién gana.
THIAGO
Al fin la hora de salida. Fue un día muy agotador; no es una empresa grande pero el trabajo es como si lo fuera.
Sandra me alcanza en el garaje.
—¿Qué pasó?
—Deseo conocer tu casa. —Se cuelga de mi brazo.
—¿Eh?
—Soy tu amiga y ni siquiera conozco tu casa. Llévame a conocerla ¿sí?
Me sorprende su actitud, al parecer ya no es tan tímida como antes.
—Bueno, no veo porqué no. Eso sí, espero que salgas viva.
—Qué exagerado.
SANDRA
Me muero de ganas por conocer de cerca a la esposa de Thiago. La otra vez la vi en la boda, pero no la vi bien; lo que alcancé a ver, es que era bonita. ¿Será una rival para mí? Yo me he puesto bonita también, o siempre lo fui y no me di cuenta. He tenido problemas de timidez que estoy superando poco a poco.
Quiero a Thiago conmigo esta vez, no me dejaré vencer. Su pregunta de la mañana me dejó helada. ¿Entonces él pensó en casarse conmigo antes que con ella? Me lamento terriblemente que no haya sucedido así, de haberlo sabido, incluso yo misma habría hablado con su madre y habría cumplido el sueño que tenía desde mi niñez. Entonces le habría conquistado, me habría esforzado mucho y me habría convertido en una esposa abnegada, y se habría enamorado de mí.
Llegamos a su casa en menos de diez minutos; es pequeña, acogedora y preciosa. Perfecta para una pareja de recién casados. ¿Habría vivido con él ahí si nos casábamos?
—Llegamos, pasa.
—Gracias.
Entramos a la vivienda y es tan linda como lo es por fuera. Realmente parece una casa de recién casados. Me veo cocinando para él y ayudándole en lo que lo que él necesitase.
—¿Juliet? —la llama, mas no hay respuesta—. Parece que salió, esa chica no puede estar quieta.
Veo su foto matrimonial colgada en las paredes. Mi foto debería estar junto a él.
—Ya veo. —Sonrío—. ¿Me muestras toda tu casa?
—Bien.
Veo cada rincón con detenimiento, sigo creyendo que muy linda y acogedora. Aunque sé que no siente nada por ella, la envidio porque vive con él en esta hermosa casa. Ojalá y yo estuviera en su lugar, me muero por estar en su lugar
Subimos al segundo piso, veo un enorme espacio vacío y una sola habitación. Extrañamente.
—Nuestra habitación. —Abre la puerta.
La observo anonadada, es una habitación matrimonial. Una sola cama. Acaso...
—¿Duermen en la misma habitación? —me atrevo a preguntar.
—No nos queda de otra. —Eleva los hombros.
Eso me incomoda, no es bueno que comparta habitación con ella, después de todo es hombre y pues...
—Mira la pintura que me dio Jessy. —Thiago interrumpe mis pensamientos.
Me acerco a la pintura de Thiago adolescente. Ella lo retrató muy bien, tal y como lo recuerdo.
—¿La trajiste aquí?
—Sí. Bueno, mis papás la trajeron, debió ser mi padre quien la guardó.
—Mm, y... ¿a ella no le incomoda?
Frunce el ceño.
—¿No? No creo que le importe.
La puerta se abre de golpe asustándonos.
—¡Ya llegué! —Entra una chica que supongo es Juliet; su voz se va apagando al terminar de pronunciar las últimas sílabas y frunce el ceño.
—¿Quién eres? —Me mira fijamente y luego a Thiago.
—Ah, ella es Sandra; una amiga y compañera de trabajo.
Por un momento me repara detenidamente.
—Hola. —Me extiende la mano y yo hago lo mismo—. Soy Juliet.
—Sandra.
Nos miramos un buen rato. Sí, es guapa, su rostro se me hace familiar pero no recuerdo exactamente a quien. Es de mi misma contextura y un poquito más baja que yo.
Bajamos a la primera planta.
—Quédate para la cena —dice Thiago.
—Bueno, ¿pero me permiten cocinar?
—Claro, necesito comer algo rico. Juliet es un desastre en la cocina.
Ella lo fulmina con la mirada. ¿Cuándo empezaron a tener tanta confianza? Eso no me gusta para nada.
Voy a la cocina y decido preparar lo que mejor me sale: "bistec ". Me esfuerzo en hacerlo, debo sorprender a Thiago. De reojo veo a Juliet, ésta me mira con recelo, de no saber que fue un matrimonio arreglado, pensaría que está celosa.
JULIET
Esa tal Sandra no me da buena espina; desde que la encontré con Thiago en mi habitación —bueno, nuestra habitación—, le puse el ojo. Se nota a leguas que quiere con él. ¿Es tan estúpido para no notarlo? O quizá tengan algo. Pero... ¿por qué me incomoda? No debería importarme. ¿Entonces yo soy la villana aquí? ¿Ellos están enamorados? Pues por su apariencia y su perfume caro, pues se nota que dinero no le falta, ¿por qué no se casó con ella?
Ella nos sirve la cena. Realmente espero que no tenga buen sabor. Corto la carne y con tan solo cortarla sé que está buena porque está muy suave. La pruebo y está jugosa y apetitosa. Cocina bien y eso me molesta. Tiene una gracia para comer que me irrita.
—No le puse mayonesa. Eres alérgico a la mayonesa —dice con su suave voz que hace sangrar mis oídos.
—Oh, cierto, gracias.
—Nunca le des algo con mayonesa —se dirige a mí—. Le salen ronchas gigantes.
—Qué alergia horrorosa, la mayonesa es deliciosa.
—Sí. —Sonríe.
Ahora su risa me da alergia.
Mientras comemos la miro de rato en rato. Es muy guapa y elegante; sus ojos verdes contrastan muy bien con su oscuro cabello. Reitero, su manera tan recatada de comer hace que se me erice la piel. Ella es demasiado perfecta para ser la esposa perfecta. Miro a Thiago y luego la miro a ella. ¿Es ella su tipo?
Después de cenar, Sandra se predispone a levantar los platos.
—Está bien —la detiene Thiago—. Yo lo haré.
—No tengo problema para hacerlo.
—Por favor, déjame hacerlo. Me sentiré fatal si lo haces. —Le sonríe y ella responde del mismo modo.
Tengo ganas de vomitar.
—Me sentiré fatal si lo haces —arremedo a Thiago con un tonito más agudo. ¿Por qué él nunca me sonríe así? Y mucho menos es caballero conmigo.
Menos mal la tal Sandra se va lo antes posible, y para aumentar mi rechazo, Thiago la lleva a su casa.
Subo a la habitación. Hoy me toca dormir en el suelo. Me acomodo y sin más caigo dormida.
Un dolor terrible en el abdomen me despierta, siento mi trasero mojado. ¿Qué demonios? Me levanto y enciendo la lámpara.
—¡Maldición!, ¿hoy tocaba? —Miro la sábana embarrada.
Maldita irregularidad. ¿Por qué no soy una chica normal? Si fuera regular supiera que día me viene la mes, o quizá no, lo más probable es que no. Me levanto y veo a Thiago dormir en la cama. Ni noté cuando llegó.
Con cuidado voy al baño. Camino como pato. Odio estos días; me escaldo, me da diarrea, me pongo llorona y ni hablar de los cólicos.
THIAGO
La luz de la lámpara hace que me despierte, odio la luz cuando duermo. Me levanto para apagarla y no veo a Juliet, seguro fue al baño. Piso en su cama improvisada para pararme y siento humedad en mi pie. ¿Acaso se hizo pipí? Cochina. Ya está grandecita como para...Veo bien y me doy cuenta que es ¡sangre!
—¡Juliet! —grito alarmado. ¿Qué le sucedió? —. ¡Juliet, ¿dónde estás?!
Miro por todos lados.
JULIET
No puede ser, Thiago se ha despertado.
—Juliet, ¿dónde estás? —pregunta.
—Aquí —respondo entrecortada y bajito.
—¿Dónde?
—Aquí en el baño.
Escucho sus pasos acercándose.
—Vi sangre en tu cama, ¿estás herida? —pregunta desde el otro lado de la puerta.
Sonrío maliciosa. Voy a asustarle un poquito.
—Estoy mal, muy mal. Empiezo a ver una luz. Un momento él es... ¿San Pedro?
—¡No le hables! ¡Llamaré a la ambulancia!
Adiós broma.
—¡No lo hagas!, no es necesario.
—Pero te estás desangrado, ¿qué te ocurrió.
—Mm, es normal.
—¿Normal?
—Sí, es un proceso hormonal.
—No entiendo.
—Eso que les da a las mujeres.
—¿Puedes ser más específica?
—Eso pues...
¡Ay qué vergüenza!
—¿Qué?
—Que nos da una vez al mes.
—¿Qué diablos? —Se queda callado—. Te ha bajado la...
—Si sí. —No le dejo terminar—. Alégrate, no seremos padres —bromeo para apaciguar mi vergüenza.
—He pisado... ¡Aj! —suelta gritando.
—¿Eh? ¿Qué has pisado? —curioseo.
—Me voy a dormir.
—¡Espera!
—Qué.
—¿Puedes alcanzarme algo?
—¿Qué cosa?
—Mis... —Dudo en pedirle—. Lo que compramos ese día, ¿recuerdas?
—Compramos verduras, accesorios y... ¿quieres que te alcance esas cosas de mujeres?
—Sí, ¿por favor?
—¿Dónde está?
—Mm —¿Dónde lo puse?—. Am, creo que está en la mesita de noche.
—¿Crees?
—No estoy segura.
—¡Espero que esté ahí! —advierte.
—Bien, pero no grites.
THIAGO
Voy a buscar las dichosas toallas, mas no las encuentro.
—Juliet no están ahí. —Vuelvo con ella.
—Busca bien, ya me estoy adormeciendo aquí.
—¿Dónde rayos lo dejaste?
—Pues no lo sé, no lo recuerdo.
Busco en cada rincón de la casa y no está. Vuelvo exasperado junto a ella.
—Juliet, no está.
—Ay no puede ser ¿y si se cayeron?
—¿Entonces qué?
—¿Puedes ir a comprar?
—¿A estas horas?
—Porfis porfis.
¡Maldición!
Voy a cada tienda y está cerrada. ¿Ahora qué? Un momento aún queda una. Sólo espero que esa esté abierta; vuelo hasta ella y menos mal aún hay atención. Qué raro, un sujeto me atiende.
—¿Aún vende a estas horas? —Entro a la tienda.
—Sí, tengo insomnio —responde el hombre casi anciano.
—Bien, genial. —Sonrío.
—No es genial.
—No claro, es decir es genial para mí.
—¿Qué necesitas?
—Am, bueno necesito... toallas higiénicas —hablo atropelladamente.
—¿Eh?, no entendí.
—Necesito eso que utilizan sólo las mujeres.
—¿Puedes ser más claro joven? —El hombre gordo va a matarme con la mirada.
Maldición maldición, esto es vergonzoso.
—¡Toallas higiénicas!
—Ah eso, debiste decirlo desde un comienzo.
—Sí claro, sólo deme un paquete.
—Ah lo siento ya no me quedan.
—¿Qué?
—Es una pena.
¡Maldición!, ¿ahora qué hago? Quien más puede tener eso. ¡Claro, mi madre! Voy a llamarla. Tarda un montón en contestar.
—¿Madre?
—¿Qué ocurre hijo? —contesta entre sueños.
—Mamá, ¿de casualidad tienes? ...Uf.
—¿Qué? ¿uf? ¿qué es uf?
—Uf no. —Respiro hondo y suelto—: ¿Toallas higiénicas?
Se queda un momento en silencio y resuella.
—Eres cruel.
—¿Eh?
—Hace tiempo que me dio la menopausia.
—Ah. —Tenso mi expresión—. No lo pensé, lo siento.
—Eres un mal hijo —rompe en llanto.
Será mejor que corte.
—Adiós mamá.
¿Y ahora? Sólo queda una opción. Sin darme cuenta estoy de ida a la casa de los padres de Juliet. Toco la puerta, nadie me abre, estoy por irme y se oye la puerta abrirse.
—¿Thiago? —Escucho la voz del padre de Juliet.
—Buenas noches señor.
—¿Qué te trae por aquí?, ¿a esta hora? —Mira su reloj.
—Ah, una emergencia.
—¿Ha ocurrido algo con mi hija?
—Sí.
—¿Qué? —Se alarma.
—Am.
Su esposa sale.
—¿Thiago?
—Señora es una emergencia.
—¡¿Qué?!
—Ah quería saber si... —Es demasiado vergonzoso—. ¡Tiene toallas higiénicas!
Los señores se quedan atónitos, me quiero morir. Empiezan a reírse escandalosamente. Tierra trágame.
—¿Te mandó Juliet? —pregunta la suegra.
Asiento con la cabeza, desganado.
—Pues no tengo.
—¿Eh?
—Pero Cecilia sí, déjame revisar su habitación, ¿bueno?
—Bien.
Me quedo en su sala con la graciosa mirada de su esposo. Eso me faltaba.
—Parece que se están llevando bien. Sé lo que sientes hijo, lo he pasado muchas veces. Jajaja.
Sonrío sin ganas.
—Aquí tienes Thiago. —Al fin aparece la señora.
—Bien, gracias, nos vemos.
—Claro, ve con cuidado —me despide el suegro.
Llego a la casa rapidísimo. Juliet está cantando en el baño.
—Toma. —Le tiro el paquete debajo de la puerta.
—¿Por qué tardaste tanto?
—Porque había tantas marcas y no sabía en cuál comprar —ironizo.
—Oh, suele pasarme.
¿Es en serio? Me voy molesto a la habitación y me siento en la cama.
Juliet entra y me queda mirando.
—Thiago.
—¿Ahora qué?
—Gracias. —Se aproxima y me abraza. Me quedo de piedra.
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