☦ 8 ☦
[ ☦ ]
La mañana siguiente dormí un poco más de lo habitual y no me desperté
hasta las siete en punto.
Me levanté de la cama y me estiré:
Me sentía de maravilla.
La noche anterior había disfrutado de algunas de las mejores horas de descanso de toda mi vida.
Estoy seguro de que los cuatro orgasmos también tuvieron algo que ver.
Jimin dormía profundamente, hecho un ovillo.
No le había vuelto a oír gemir en toda la noche.
Mientras le observaba, vi cómo sonreía en sueños.
Me pregunté con qué estaría soñando y qué le estaría haciendo sonreír.
Quizá cuando se despertara ni siquiera lo recordara.
Durante la noche, la sábana había resbalado por sus hombros y había
vuelto a dejar al descubierto sus perfectos pecho y abdomen.
Alargué el brazo y se la subí para taparle; no quería que tuviera frío.
Él murmuró algo y se dio la vuelta.
Aunque necesitaba ducharme y prepararme para el partido de golf, decidí que primero prepararía una bandeja de magdalenas de arándanos.
A Jimin parecieron gustarle la semana anterior.
[ ☦ ]
Eran casi las nueve cuando le oí moverse en el piso de arriba.
No le tuve en cuenta que durmiera un poco más:
Lo había tenido ocupado hasta tarde y luego le había despertado en plena noche.
La gala benéfica de aquella noche supondría otra larga velada y él necesitaba descansar.
Mientras se duchaba, herví dos huevos y luego los guardé en el cajón
calentador.
JungKook me mandó un mensaje de texto justo cuando oí los pasos de Jimin en la escalera.
Miré el teléfono:
Mi primo estaba nervioso por
conocer a Tae Hyung.
La verdad es que me pareció divertido que un famoso atleta mundial como él se pusiera nervioso porque iba a conocer a una persona, pero ya sabía que siempre le resultaba difícil.
Le preocupaba saber si las personas estaban de verdad interesadas en él o sólo en su cuenta bancaria y su estatus de celebridad.
Le contesté y le dije que estaba seguro de que Tae Hyung estaría tan nervioso como él.
También le recordé que todos estaríamos con él aquella noche y, sinceramente, siendo el mejor amigo de Jimin, no podía estar tan mal.
«¿Cómo está tu bibliotecario de fantasía?», escribió.
«Te patearé el culo si se te ocurre decirle algo así a él», le advertí,
justo cuando Jimin entraba en la cocina.
Parecía cansado y una parte de mí se sintió culpable.
A fin de cuentas, yo era la causa de su falta de sueño y el motivo por el que caminaba con cautela.
Pero yo aún sentía el subidón de aquella noche de sexo increíble.
— ¿Una noche dura? —le pregunté, sin apartar los ojos del teléfono.
— Ni me lo recuerde.
Sonreí sin poder evitarlo.
Estaba cansado, irritado, de mal humor y, aún así, conservaba las ganas de bromear.
— ¿Una noche dura? —le volví a preguntar.
Él tomó una magdalena de la encimera y se sentó frente a mí.
«Ha sido un acierto pensar en las magdalenas, Min.»
Pero tenía que comer otras cosas aparte de la magdalena.
— Necesitas proteínas —dije.
— Estoy bien —contestó, antes de que pudiera decirle que le había preparado dos huevos.
— Jimin... —le advertí.
Maldita fuera, no quería castigarlo.
No después de lo que habíamos compartido la noche anterior.
Se levantó, se movió con cautela hasta el frigorífico y recogió un paquete de beicon.
Eso me complació.
Incluso estando dolorido se mostraba dispuesto a cocinar proteínas sólo porque yo se lo había ordenado.
— He dejado dos huevos hervidos para ti en el cajón calentador —dije.
Esbozó una expresión de alivio mientras guardaba el tocino.
— El ibuprofeno está en el primer estante del segundo armario, junto al
microondas.
— Lo siento.
Tomó el frasco de la estantería y se puso dos pastillas en la mano.
— Es que... Es que hacía mucho tiempo.
— Qué cosa tan absurda por la que disculparse. Estoy más molesto por
tu actitud de esta mañana. No debería haberte dejado dormir tanto.
Él se sentó con la cabeza gacha y el pelo colgando por delante de los ojos.
— Mírame —le pedí— Me tengo que ir. Nos veremos luego en el vestíbulo. Tienes que estar vestido y preparado para la fiesta benéfica a las cuatro y media.
Asintió y me pregunté cómo le sentaría el traje que había elegido SeokJin.
Entonces deseé, y no por primera vez, no haber hecho planes para jugar al golf y comer con mi familia.
Deseé poder pasar todo el día con él.
Deseé ser normal.
Pero, ¿qué sentido tenía ser normal?
Jimin no quería eso y yo no podía hacerlo.
Suspiré.
— Hay una bañera muy grande en la habitación de invitados; la encontrarás en la otra punta del pasillo donde está tu dormitorio. Utilízala.
Quizá un buen baño la hiciera sentir mejor.
[ ☦ ]
Tal como sospechaba, la comida se me hizo larga y el partido de golf, eterno.
Normalmente, yo disfrutaba del tiempo que pasaba con mi primo y con NamJoon, pero eso de saber que Jimin estaba en mi casa alargó mucho el día.
Sí, le dije a NamJoon que aquella noche iría con un bibliotecario.
También le dije a JungKook por decimoquinta vez que no tenía ninguna extraña fantasía con un bibliotecario.
Volví a casa a las tres y media y me fui directamente a mi habitación.
De camino, me di cuenta de que la puerta de Jimin estaba cerrada.
A las cuatro y cuarto ya estaba esperándolo en el vestíbulo.
Me volví al oír sus zapatos en la escalera y casi se me cae el abrigo que llevaba en las manos.
El traje se ajustaba a sus curvas en los lugares adecuados y el escote dejaba al descubierto sus delicadas clavículas.
Se había recogido el pelo en un sencillo moño bajo, con algunos mechones sueltos que le caían por la espalda y le rozaban el cuello.
— Estás muy guapo.
En realidad estaba espectacular.
— Gracias, Amo.
Le ofrecí el abrigo.
— ¿Nos vamos?
Se acercó a mí y se detuvo a mi lado.
Cuando le puse el abrigo sobre los
hombros, aproveché para rozar su suave piel con la yema de los dedos y
para inspirar su delicado aroma floral.
Si pudiéramos quedarnos en casa...
Pero no.
Era muy probable que él siguiera un poco dolorido.
Tenía que recordarlo.
Debía recordarlo.
Cuando caminábamos en dirección al coche, me sorprendió pensar que podíamos ser cualquier pareja normal en una cita normal de una noche normal.
Y entonces decidí que eso era lo que seríamos aquella noche.
Normales.
Mientras conducía en silencio, con Jimin a mi lado en el asiento del pasajero, pensé en los otros dos sumisos que les había presentado a mi familia.
Tanto Soo Hyun como Ki Hyun habían conocido a mi tía Suran, a JungKook, a NamJoon y a SeokJin, pero los presenté sólo como novios y si alguien sospechó que había algo más en mi relación con ellos, guardó un discreto silencio.
Antes de que conocieran a mi familia les di una larga lista de instrucciones:
Cómo debían hablar con ellos, qué clase de comportamiento consideraba más adecuado y qué cosas no me lo parecían.
Pero a Jimin no le había dado ninguna indicación.
Quería que fuera él mismo.
Quería observarlo mientras se relacionaba con la gente que más me importaba.
Quería verlo hablando y bromeando con su mejor amigo.
Quería un poco de normalidad.
Puse la radio.
Estaba sonando uno de mis conciertos de piano favoritos, una pieza que había estado practicando en mi propio piano.
Me pregunté qué clase de música escucharía Jimin.
Aparte de lo que había escrito en su solicitud, sabía muy poco sobre él.
— ¿Qué clase de música te gusta?
— Ésta me parece bien.
Quería hacerle más preguntas:
Cómo era de niño, cómo había aprendido a cocinar, cuál era su color preferido.
Detalles que no significaban nada, pero que cuando se tomaban como un todo creaban a la persona que era.
Y si le hacía preguntas, ¿me contestaría con sinceridad o respondería de la forma que creía que debía hacerlo?
Fue entonces cuando me acordé de que ése era el motivo por el que no hacía las cosas con normalidad.
Era todo demasiado confuso.
Había demasiadas zonas grises.
Y a mí no me gusta el gris.
La vida es mucho mejor en blanco y negro.
[ ☦ ]
Cuando llegamos, y después de dejar los abrigos, vi que SeokJin se acercaba a nosotros.
— ¡Yoongi! ¡Minnie! ¡Ya están aquí! —exclamó, arrastrando a su esposo, NamJoon.
— Buenas noches, SeokJin —contesté, sorprendido por el modo en que
abrazó a Jimin.
Arqueé una ceja.
¿Se habrían conocido hacía poco o
serían viejos conocidos?
— Veo que ya conoces a Minnie.
— Oh, relájate —dijo él, golpeándome levemente en el pecho— Me he tomado una taza de té con Minnie esta tarde, cuando he pasado por tu casa. Así que sí, Yoongi, ya nos conocemos.
Jimin no me había mencionado nada, pero la verdad era que habíamos pasado separados la mayor parte del día.
Y tampoco era un chico muy comunicativo.
En lugar de seguir hablando, me retiré un poco y observé cómo se comportaba con mi viejo amigo.
Habló educadamente con NamJoon, sonreía y parecía estar a gusto con todo el mundo.
Y aunque él ya me había oído hablar de él en el pasado, no tenía ni idea de que fuera la misma persona a la que estaba conociendo en ese momento.
Entonces mi tía Suran se acercó a nosotros y le presenté a Jimin, que insistió en que le llamara Minnie.
No pude evitar sonreír al escucharlo.
Mientras ellos dos hablaban de libros, me di cuenta de que NamJoon y SeokJin intercambiaban extrañas miradas, igual que lo habían hecho la tarde del día anterior en mi casa.
Pero fue la expresión de Suran, mi dulce tía que me quería como si fuera su propio hijo, la que más me sorprendió.
Era una expresión de dulce alivio y de alegría a la que no fui capaz de encontrarle el sentido.
A fin de cuentas, sólo estaban hablando sobre libros.
Me acerqué a Jimin.
Sí, sólo hablaban sobre libros.
Seguía sin comprender esa mirada.
Vino.
La noche necesitaba vino.
— Voy a buscar un poco de vino —le dije a Jimin— ¿Tinto o blanco?
Se puso tenso y le miré sorprendido.
Era una pregunta sin importancia.
Y entonces caí:
«No eres normal. Eres su Dominante. Es muy probable que piense que debe contestar de una forma determinada»
Maldición.
— No tengo ninguna intención oculta —le susurré para tranquilizarlo— Sólo quiero saberlo.
— Tinto.
«¿Ves? —pensé— Tampoco ha sido tan difícil.»
Pero sí lo era.
Una pregunta sobre el vino no debería ser motivo de angustia.
Debería ser una sencilla pregunta con el objetivo de ir conociéndole.
Y entonces me pregunté si entre nosotros habría algo que se pudiera calificar de sencillo.
Ni una sola cosa.
Cuando iba hacia la barra, HoSeok se acercó a mí.
Yo estaba apuntado en el registro de donantes de médula ósea desde la universidad y hacía unos años recibí una llamada.
Me informaron de que mis datos encajaban con los de un niño de ocho años que necesitaba un trasplante.
Fue un proceso complicado, pero después conocí a Jung HoSeok, el receptor de mi médula ósea, y supe que había valido la pena pasar por todo aquello.
El chico estaba vivo y se encontraba bien.
Todo era muy abrumador.
— Yoon —dijo, abrazándome.
— Hola, Hobi —lo saludé yo, riéndome— ¿Cómo estás?
— Genial hombre, estoy genial.
Se tiró del cuello del traje.
— Incluso a pesar de tener que llevar esta ropa.
— Estás muy guapo. Ojalá pudieran verte ahora las chicas de tu clase...
Se rio y se miró los pies.
Yo recordaba muy bien las dificultades que conllevaba ser un joven adolescente.
No querría volver a esa etapa de mi vida por nada.
— Si ves a JungKook —le advertí— asegúrate de hablarle sobre la Super Bowl. Creo que podré conseguir entradas si Seúl logra llegar a la final.
El chico sonrió y se fue corriendo a buscar a Koo.
Yo recogí dos copas de vino y regresé junto a Jimin.
Él cogió la copa y me dio las gracias en silencio antes de beber un pequeño sorbo.
[ ☦ ]
Durante la cena, le observé participar de las conversaciones que había
a su alrededor, a veces hablaba animadamente y otras sólo se sentaba y escuchaba.
Tenía una estrecha relación con Tae Hyung, me di cuenta por la forma que tenían de bromear sutilmente el uno con el otro.
El único momento en que pareció incomodarse fue cuando se levantó
para ir al servicio y todos los hombres de la mesa se levantaron al mismo
tiempo que él.
Me enfureció pensar que ninguno de los hombres con los que había salido antes le había tratado como a un príncipe.
«Sí —dijo mi conciencia con sarcasmo— Porque la pasada noche, tú sí que lo hiciste.»
No podía discutir eso, pero a mí me enseñaron a tratar bien a una persona en público.
Por suerte, SeokJin también se levantó y le acompañó a los servicios.
Tomé nota mental de acordarme de darle las gracias por el gesto.
— Tae Hyung —dije, volviéndome hacia el mejor amigo de Jimin— me
han dicho que eres profesor de guardería.
— Sí.
Apenas me miró.
— ¿Es muy agotador trabajar con niños tan pequeños?
— A veces —contestó en un tono de voz frío.
Me pregunté por qué estaría tan distante conmigo.
Parecía gustarle mucho JungKook y los dos habían pasado gran parte de la noche conversando animadamente.
Y también se mostraba amable cuando hablaba con Suran o con SeokJin.
No tuve mucho tiempo de pensar en ello, porque Jimin y Jin volvieron poco después.
Jimin estaba ligeramente ruborizado y me pregunté qué le habría dicho SeokJin mientras estaban en los servicios.
¿Qué podría haberlo avergonzado?
Le retiré la silla para que se sentara.
Me costaba mucho no tocarlo.
«Más tarde. Podrás hacerlo más tarde»
[ ☦ ]
Acabamos de cenar y, antes de que nos retiraran los platos, empezó a
tocar una banda de música.
A mí no me gustaba mucho bailar.
Podía contar con los dedos de una mano, y me sobrarían, el número de veces que le había pedido a una persona que bailara conmigo.
No era lo mío.
Pero aquella noche era distinta.
Jimin era distinto.
Y yo me sentía distinto.
Y quería bailar.
Así que cuando empezaron a sonar las notas de una pieza lenta, me levanté de la mesa y me coloqué frente a él.
— ¿Quieres bailar conmigo, Jimin?
No se lo estaba preguntando como Dominante, lo estaba haciendo como el chico que salía con él y ése era un territorio en el que no me sentía muy cómodo.
¿Y si me decía que no?
¿Y si me decía que sí?
Oí cómo Suran jadeaba al otro lado de la mesa y SeokJin se inclinó para susurrarle algo a su esposo.
Maldita pandilla de locos.
Pero entonces Jimin me tomó la mano y ya no me importó nada de lo que dijeran o hicieran.
— Sí —respondió.
Cuando llegamos a la pista, le rodeé con el brazo, le atraje hacia mí y le recogí la mano.
Le noté temblar contra mi cuerpo.
— ¿Lo estás pasando bien? —le pregunté para tranquilizarlo.
— Sí. Muy bien.
— Todo el mundo está encantado contigo.
«Y yo también.»
Lo estreché con más fuerza.
Cuando regresáramos a casa, le demostraría hasta qué punto.
Un poco más tarde, me fui con NamJoon y JungKook a buscar los abrigos, mientras los demás esperaban en la mesa.
Nam me dio un puñetazo en el hombro.
— Me agrada —afirmó.
— ¿Jimin? —pregunté.
— Tae Hyung también me ha parecido encantador —aclaró— pero sí, estaba hablando de Minnie.
— Gracias —contesté, extrañamente complacido.
— Gracias, hombre —dijo JungKook, acercándose a mí— Tae Hyung es
estupendo.
— ¿De verdad? —le pregunté.
Él se limitó a responder:
— Y tu Minnie también lo es.
Y sí que lo era.
[ ☦ ]
Cuando abrí la puerta de casa, Apolo corrió hacia nosotros.
Jimin dio un salto hacia atrás y yo suspiré.
Tenía que sacarlo un rato antes de poder centrarme en él.
— Déjate puesto el traje y espérame en mi dormitorio —dije— Colócate en la misma posición que adoptaste cuando viniste a mi despacho.
Diez minutos después, entré en mi dormitorio y me lo encontré esperando de pie, con la cabeza gacha.
Me excité sólo de verlo.
Lo rodeé muy despacio.
Caminé a su alrededor y advertí el ligero temblor de su cuerpo.
Me puse detrás de él y reseguí con suavidad el borde del escote del traje, pasando los dedos por esa porción de piel que llevaba tanto rato queriendo acariciar.
— Esta noche has estado espectacular.
Me incliné hacia delante y le olí el pelo.
Mhm.
— Y ahora mi familia no hablará de otra cosa que no seas tú.
Seguía temblando.
¿Estaba asustado?
— Esta noche me has complacido, Jimin —proseguí, con los labios tan pegados a su piel que casi podía percibir su sabor— Ahora soy yo quien debe complacerte a ti.
Me des-hice de los botones para quitarle el traje.
Me permití besarle para saborear la piel de su espalda.
Era muy dulce, con un ligero toque de sal.
Se estremeció, pero yo sabía que se debía a la expectativa.
El traje cayó al suelo y le conduje hacia la cama.
— Túmbate.
Hizo lo que le pedía y yo me acerqué para quitarle los zapatos.
Antes de agacharme y besarle el tobillo, me encontré con sus ojos.
Él jadeó.
Mientras le depositaba una serie de leves besos en la pierna, recordé
que nunca le habían hecho aquello antes.
¿Con qué clase de hombres había salido que no se habían tomado el tiempo necesario para prestar la atención que merecía su sexo?
¿Cómo habían conseguido contenerse?
Le quité las bragas.
Él me puso una mano en la cabeza.
— No.
Apreté los dientes, pero recordé que aquello era nuevo para él y que estaba asustado.
— No me digas lo que debo hacer, Jimin.
De un solo movimiento, deslicé las bragas por sus piernas y me coloqué entre sus rodillas.
Ya estaba húmedo.
Húmedo e hinchado.
Le miré fijamente; estaba preparado para demostrarle lo mucho que me había complacido.
Quería enseñarle cómo le recompensaría cuando lo hiciera.
Empecé besándole el clítoris y él casi saltó de la cama.
Soplé con suavidad sobre él y luego repartí suaves besos en su abertura.
Me lo tomé con calma, quería que se acostumbrara a mí.
Quería saborear la experiencia.
Quería darle placer.
Utilicé los dedos para separarle los pliegues con delicadeza hasta abrirle por completo para mi lengua.
Luego recorrí toda su abertura de un largo lametón.
Estaba delicioso.
Dulce como la miel.
Le lamí otra vez.
Mhm.
A continuación, le mordí con suavidad.
Seguía dolorido, tenía que ser suave.
Empezó a cerrar las piernas alrededor de mi cabeza y yo le separé las rodillas.
— No me obligues a atarte —le dije.
Seguí lamiendo su humedad, bebiendo cada gota de su excitación.
Levanté los ojos y vi cómo se agarraba del cubrecama.
Cuando le mordisqueé el clítoris le temblaron las piernas.
Por fin estaba disfrutando.
Redoblé mis esfuerzos y deslicé la lengua en su interior mientras subía las manos por su cuerpo.
Le acaricié el vientre y el estómago, luego seguí hasta sus pechos y le rocé los pezones.
Se le escapó un sorprendido jadeo y tensó el cuerpo.
«Sí, cariño. Córrete para mí.»
Me metí su clítoris en la boca rozándolo suavemente con los dientes mientras lo hacía y lamiéndole justo donde sabía que más lo necesitaba.
— Oh...
Él arqueó la espalda y se apretó contra mí.
Yo volví a deslizar las manos por su torso y le tomé de las caderas para pegarlo a mí mientras su orgasmo le recorría todo el cuerpo.
Luego Jimin se quedó inmóvil unos instantes.
Yo debería haberme sentido orgulloso, pero estaba duro como una piedra.
Me senté despacio en la cama y me puse bien los pantalones.
— Creo que es hora de que te vayas a tu habitación —susurré.
— ¿Y qué pasa contigo? ¿No deberíamos...?
— Estoy bien.
— Pero mi deber es servirte.
Quería complacerme.
¿Cómo podía no saber que ya me había complacido durante toda la noche y que yo quería que ese momento fuera sólo para él?
Quería demostrarle que nuestro acuerdo no significaba únicamente que él debía hacer cosas por mí, también que yo debía cuidar de él.
Jimin me había entregado la responsabilidad de saber lo que necesitaba y esa noche necesitaba que el placer fuera sólo suyo.
— No —negué— Tu deber es hacer lo que yo diga y te estoy diciendo que es hora de que vayas a tu habitación.
No discutió, se levantó de la cama y salió del dormitorio cerrando la
puerta a su espalda.
Yo rugí para mí.
Me quité el esmoquin y me fui al cuarto de baño, donde abrí el grifo de la ducha hasta que el agua estuvo tan
caliente como fui capaz de soportar.
Me quedé de pie bajo el chorro durante un buen rato, dejando que el agua resbalara por mi cuerpo mientras revivía en mi mente la imagen de Jimin alcanzando el orgasmo.
Levanté la cara y recordé cómo me sentí la noche anterior, cuando se corrió mientras yo estaba dentro de él.
Me tomé la polla con las dos manos y cerré los ojos.
Estaba atado en el cuarto de juegos, inclinado sobre la mesa acolchada.
Llevábamos horas jugando y los dos jadeábamos, ansiosos de liberación.
— ¿Estás preparado, Jimin? —le pregunté, rozando su trasero con mi
polla.
— Si es lo que te complace —dijo él con la voz ronca de necesidad.
Me aparté para que sintiera la ráfaga de aire frío entre nosotros.
— Lo que me complace es que me digas lo que quieres.
— Quiero...
— Dímelo.
Empujó el trasero hacia mí.
— Quiero tu polla.
Yo me reí y me incliné sobre él, presionando el pecho sobre su espalda.
— Claro que sí. Dime por dónde quieres que te la meta.
Silencio absoluto.
Le di un azote.
— Dímelo o te mandaré a tu habitación.
— Por el culo —susurró.
— Más alto.
Le azoté con más fuerza.
— No te he oído.
— Por favor, Amo.
Esa vez habló más alto.
— Por favor, métemela por el culo.
— Como tú quieras —dije, recogiendo el lubricante y echándomelo en los dedos.
Rodeé su abertura con suavidad antes de deslizar un dedo y luego dos en su interior.
Él empujó hacia atrás, quería más.
Me quería a mí.
— Paciencia —musité, mientras lo dilataba con suavidad— Debes
tener paciencia.
Cuando estuvo preparado, deslicé la lubricada punta de mi polla en su interior, apreté contra la resistencia de su cuerpo y le penetré por completo.
Jimin gimió.
— ¿Te gusta que te la meta por el culo?
Me retiré y le penetré de nuevo.
— Estás tan apretado...
La saqué.
— Me das tanto placer...
Él volvió a empujar hacia atrás para que me internara más adentro y levantó la cabeza.
— Justo así, Jimin —le indiqué, moviéndome más deprisa— Hasta
el fondo. Qué bien.
Él jadeó de placer.
— Joder.
Embestí con más fuerza.
— Me corro. Me voy a correr en tu precioso culo.
Y, bajo la ducha, me corrí en mi mano, soltando un rugido.
Una vez me hube secado y con la bata puesta, salí al pasillo, donde Apolo seguía sentado en silencio.
La puerta de Jimin estaba cerrada.
Bajé la escalera hasta la biblioteca seguido del perro.
Aquélla era una de mis estancias favoritas.
También era el espacio de la casa que preferían mis padres y estaba tal como ellos la dejaron al morir.
Algo me decía que a Jimin también le gustaría y decidí enseñársela el
siguiente fin de semana.
Pero en ese momento necesitaba tocar el piano.
Me senté en el banco y dejé que mis dedos se desplazaran por las teclas.
Cuando acabé, cerré los ojos y recordé a Jimin tal como estaba en la fiesta:
Relajado y rendido entre mis brazos, bailando conmigo.
Le vi con la espalda arqueada y la
cabeza echada hacia atrás mientras le daba placer.
Me la imaginé y dejé que mis manos tocaran la melodía que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza.
La canción de Jimin.
La canción de Minnie...
[ ☦ ]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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