☦ 7 ☦
[ ☦ ]
Había llegado la hora.
Me tomé mi tiempo para subir la escalera:
Quería alargar el momento.
Dejé a Apolo en la puerta y entré en la habitación llena de velas encendidas.
Jimin me estaba esperando en la cama.
Desnudo.
Tal como le había pedido.
A principios de semana, me percaté de que la primera vez no sería capaz de poseerle sin taparle los ojos.
Sería demasiado y seguro que se me
notaría algo.
Y tampoco quería que él me tocara.
Me pareció que sería demasiado íntimo.
Primero tenía que poseerlo atado y acostumbrarme a su cuerpo.
Ya habría tiempo más adelante para que Jimin me tocara y me mirara.
Sus ojos me siguieron mientras caminaba hacia él y supe que había tomado la decisión correcta.
Me acerqué a la cama y levanté uno de los grilletes.
Él abrió mucho los ojos y por un momento pensé que se levantaría y se marcharía.
Había algo en su interior que le decía que aquello estaba mal y que no debería dejar que le hiciera eso, pero otra parte de él sabía muy bien lo que quería y se dejó llevar por esa parte.
— No iba a hacer esto esta noche —dije, mientras le sujetaba a la cama con los brazos y las piernas abiertos— pero me he dado cuenta de que aún no lo has entendido bien.
» Tú eres mío y tienes que hacer lo que yo te ordene y comportarte como yo te diga. La próxima vez que me vuelvas a hablar de esa forma tan irrespetuosa, te azotaré. Asiente si me entiendes.
Me pareció un motivo tan bueno como cualquier otro para atarlo y
taparle los ojos, y hablaba muy en serio al decir que le azotaría.
Ya le había dejado pasar demasiadas cosas.
Él asintió y apareció una rápida sonrisa en sus labios.
— Mi última sumisa podía conseguir que me corriera tres veces por noche.
Quería que Jimin mejorara esa marca.
— Quiero que intentes llegar a cuatro. Y quiero que estés completamente a mi merced.
Me saqué el pañuelo negro del bolsillo y vi cómo su conflicto interior se volvía a reflejar en sus ojos castaños.
«Confía en mí.»
Le tapé los ojos y di un paso atrás.
Acababa de permitirme, a una persona prácticamente desconocida, que le atara y le tapara los ojos.
Se estaba ofreciendo de la manera más íntima que existía.
Confiaba en mí.
Aunque yo no merecía su confianza.
Recorrí con los ojos su figura desnuda.
Yo quería hacerlo bien y darle lo que necesitaba, lo que había estado buscando.
Me bajé la cremallera y liberé mi erección.
Vaya, la tenía tan dura que hasta me dolía.
Me subí a la cama y me senté junto a él.
Por fin ya era mío y podía tocarlo todo lo que quisiera.
Los dos estábamos preparados.
Posé las manos en sus hombros y percibí los latidos de su corazón.
Acelerados.
Exactamente igual que los míos.
Le pasé la yema de los dedos por los costados, por la cara exterior de su pecho y uní las manos sobre su vientre.
Mucho mejor que la semana anterior.
Entonces me limitó que él llevara puesta la bata, pero en ese instante...
En ese instante estaba completamente desnudo ante mí.
Dejé que uno de mis dedos se aventurara por su sexo:
Ya estaba húmedo.
— ¿Cuánto tiempo hace, Jimin?
«¿Cuánto tiempo hace que otro hombre se apoderó de lo que me pertenece?»
— Contéstame.
Me llevé el dedo a los labios y probé su sabor.
Era muy dulce.
Quería enterrar la cara entre sus piernas y saborearlo completamente, y lo haría, pero por el momento, mi polla tenía otros planes.
— Tres años.
«¿Tres años?»
Mierda.
No me extrañaba que estuviera tan tenso.
Volví a meter el dedo en su interior y me incliné para susurrarle:
—Aún no estás preparado. Tienes que estar listo, porque, si no, no podré follarte todo lo fuerte que quiero.
Inspiré hondo y me acerqué a él para probar el sabor de su cuello.
Tenía una piel tan suave...
Abrí los labios y le mordisqueé hasta la clavícula.
La luz de las velas se reflejó en los diamantes de su collar y yo lo aparté con la mano para pasarle la lengua por el hueco de la garganta.
Fui bajando mientras observaba el rítmico movimiento de su pecho, cómo se alzaban sus botones y lo duros que tenía los pezones.
Dibujé un camino de besos hasta uno de ellos y me lo metí en la boca.
Oh, Dios.
Qué sabor.
Lo succioné y disfruté de la sensación de plenitud.
Mhm.
Le chupé el pezón y le pasé la lengua por encima.
Él movió las caderas y gimió.
Utilicé los dientes para tirar suavemente de él, me desplacé hasta el otro lado y le chupé el otro pecho.
Me lo metí en la boca y la mordí con más fuerza.
Él se arqueó contra mí.
Desesperado.
Decidí darle un poco de lo que necesitaba deslizando los dedos ásperamente por su cuerpo antes de meterlos en su sexo.
Sonreí cuando él volvió a levantar las caderas.
Estaba listo.
Por fin.
Me separé y me coloqué a horcajadas sobre él, moviéndome por su cuerpo hasta que mi polla se posó entre sus pechos, justo donde su corazón latía con fuerza.
— ¿Crees que estás listo, Jimin? Porque ya estoy cansado de esperar.
¿Estás preparado? ¡Contéstame!
— Sí, Amo. Por favor. Sí.
Le acerqué la polla a los labios; quería que la sintiera.
— Bésame la polla. Bésala antes de que te folle.
Entonces él abrió los labios y me rozó con suavidad, pero mientras la miraba, vi cómo sacaba la lengua para lamerme.
Casi me corro en su cara.
Joder.
No podía dejar que hiciera esas cosas ni que me desobedeciera.
Le di una suave bofetada.
— Yo no te he dicho que hagas eso.
Bajé por su cuerpo hasta llegar al vértice de sus muslos.
Le levanté las caderas con una mano y utilicé la otra para colocarme justo en su entrada.
Inspiré hondo.
Jimin contuvo la respiración.
Y entonces lo penetré muy despacio.
Estaba firme, húmedo y caliente y al deslizarme en su interior me sentí mejor de lo que me había sentido con ninguna otra persona.
Empujé un poco más:
Quería cerrar los ojos para disfrutar de la sensación, pero al mismo tiempo quería tenerlos bien abiertos para poder ver bien cómo por fin poseía a Park Jimin.
Apretado.
Estaba muy apretado.
Joder.
El ángulo no era correcto.
No podía internarme hasta el fondo.
— Maldita sea.
Me mecí de delante atrás y conseguí entrar un poco más, pero no era suficiente.
— Muévete conmigo.
Él movió las caderas.
Bajé la vista:
Ya casi estaba dentro.
Cerré los ojos y empujé con fuerza.
Cuando le penetré del todo, se me escapó un gemido.
Me quedé quieto un momento:
Quería sentirlo.
Traté de grabarme a fuego la sensación de su sexo caliente y húmedo alrededor del mío.
Miré nuestros cuerpos unidos y dejé que mis ojos asimilaran la imagen de Jimin atado a mi cama.
Aquello era mejor que cualquier fantasía que hubiera tenido.
Me tuve que recordar que estaba ocurriendo de verdad.
Me retiré y observé cómo mi polla se volvía a internar en él.
Jimin levantó las caderas debajo de mí.
Estaba hambriento.
Necesitado.
Y de repente yo estaba igual de hambriento y necesitado.
— ¿Crees que estás listo?
Me retiré casi por completo, me recoloqué y le embestí con fuerza para volver a salir igual de rápido.
Le miré para asegurarme de que estaba bien y vi que así era.
Tiró de las cadenas.
Ése era mi chico.
Mi chico travieso.
Entonces me relajé y empecé a penetrarlo dejándome llevar por mi cuerpo.
Él respondió del mismo modo y arqueó las caderas para recibir mis embestidas.
Se me cubrió la frente de sudor y supe que no aguantaría mucho más.
Jimin separó los labios.
Él también estaba cerca.
Empujé con más fuerza y aumenté el ritmo; quería llevarlo hasta el límite conmigo y vi que empezaba a jadear.
— Córrete cuando quieras —dije y sus músculos se contrajeron a mi alrededor mientras lo hacía.
Yo me interné en él y me quedé quieto, con la espalda arqueada por
el placer que estaba experimentando al liberarme en su interior.
Pero sabía que podía ofrecerle más, así que embestí una y otra vez y enseguida fui recompensado con su segundo orgasmo.
Agaché la cabeza y me esforcé por recuperar el aliento.
Cuando pude volver a respirar, me acerqué a su oído y susurré:
— Uno.
Estaba sonrojado del placer que le había dado y tenía una sonrisa en los labios.
Se cambió de postura y yo comprobé las ataduras y que no estuviera demasiado incómodo.
Pero parecía estar bien.
Y por «bien» me refiero a completamente follable.
Me levanté de la cama y me acerqué a la cómoda.
Recogí el ungüento y me puse a los pies de la cama.
Le quité el grillete del tobillo derecho, me unté el ungüento en las manos y froté justo donde había tenido el grillete puesto.
Me tomé mi tiempo para asegurarme de que no estaba herido y no tenía la piel hinchada.
Luego hice lo mismo con el pie izquierdo.
— ¿Sabes por qué te estoy soltando las piernas?
Él negó con la cabeza.
Dejé el ungüento donde estaba y me aseguré de que me oía, y me acerqué a su cabeza.
— Porque cuando me rodees la cintura con las piernas, mi polla se adentrará tanto en tu cuerpo que me sentirás llegar hasta tu puta garganta.
Murmuró algo, pero se ruborizó y se le aceleró el corazón.
— Estira las piernas —le dije y me quedé junto a él para darle tiempo a superar el entumecimiento.
Cuando volví a la cama, deslicé las manos hasta sus hombros y se los acaricié para asegurarme de que los grilletes no le dolían o tiraban demasiado.
Le miré a la cara y observé cómo abría un poco los labios.
Yo me acerqué a la base de su cuello y le besé con suavidad para degustar el
ligero sabor a sal de su cuerpo.
Luego cerré los ojos para concentrarme mejor y mordí la tierna piel de su axila.
Él inspiró hondo.
— ¿Te gusta, Jimin?
Gimoteó.
— ¿Quieres que te haga sentir mejor?
— Sí, Amo —contestó tan bajito que apenas pude oírlo.
Le tomé un pezón y lo hice rodar entre mis dedos, encantado por el
modo en que él reaccionó al contacto.
— ¿Te gusta?
— Sí, Amo —repitió, arqueando la espalda.
— Dime cuánto te gusta —le susurré, mientras le mordía con suavidad.
Él jadeó y le mordí un poco más fuerte, al tiempo que succionaba y le lamía la punta del pezón.
— Ah, ah, sí —murmuró.
Entonces dejé resbalar una mano por su cuerpo y metí un dedo en su sexo.
Él levantó las caderas y trató de absorberme más.
— ¿Estás preparado para saber hasta dónde puedo llegar? —le pregunté.
— Si... Si usted quiere.
— Oh, Jimin —dije, colocándome sobre su cuerpo— Me estás complaciendo mucho.
Eché las caderas hacia delante para que mi erección le presionara el vientre.
Hasta yo estaba sorprendido de lo rápido que me había recuperado de nuestra primera vez.
— Mira, siente cómo me complaces.
Él gimoteó de nuevo y arqueó las caderas.
Yo me tomé la polla con la mano y la llevé hasta su húmeda abertura para deslizarme en su interior.
— Quiero que me rodees con las piernas. Llévame hasta el fondo.
Él obedeció y yo me enterré en su firme calidez.
Por un momento, me pregunté si no sería demasiado pronto para volverlo a hacer, pero entonces Jimin dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió.
Yo me interné más y entonces fue a mí a quien se le escapó un gemido.
Me retiré y adopté un ritmo constante, no tan urgente como la primera vez, pero constante.
Quería ir más despacio y llegar más adentro.
Quería que él sintiera lo conectados que estábamos.
Entonces levantó las caderas y me estrechó fuerte con las piernas mientras yo embestía.
Joder.
Aumenté el ritmo.
Vaya...
Cómo me gustaba lo que me hacía.
Empecé a sentir que perdía el control al notar cómo me golpeaba el trasero con los talones cada vez que yo empujaba.
Adopté un ritmo más rápido.
Él gimió y me detuve el tiempo suficiente como para observar su expresión:
Era de absoluto placer.
Cada vez iba más deprisa y cuando empezó a contonear las caderas, casi pierdo el control.
— Córrete para mí, Jimin.
Embestí lo más profundamente que pude y noté cómo sus músculos se contraían a mi alrededor.
— Eso es —dije, penetrándolo de nuevo— Ahora.
Entonces él alcanzó el clímax y yo le seguí algunos segundos después.
Luego me dejé caer a su lado, asegurándome de que no apoyaba todo el peso de mi cuerpo sobre el suyo.
Descansé unos minutos y disfruté de tenerlo a mi lado antes de levantarme.
Saqué el edredón grueso y unas sábanas de algodón del cajón superior de mi cómoda y los dejé en el suelo, junto a la cama; luego coloqué una de mis almohadas encima.
Era el camastro más cómodo que podía proporcionarle.
— Hoy dormirás en mi habitación, Jimin —le dije, desatándole los brazos y quitándole el pañuelo de los ojos.
Él observó todos mis movimientos.
— Te volveré a follar en algún momento de la noche y no quiero molestarme en tener que salir al pasillo. Te he preparado un camastro.
Me miró arqueando una ceja.
En algún momento tendría que poner fin a esa clase de gestos.
— ¿Tienes algún problema con la orden que te he dado?
Él negó con la cabeza y me alegré de que no se le ocurriera cuestionar lo que le había dicho.
Aún así...
Se levantó de la cama comprobando con cuidado la fuerza de sus piernas al ponerse en pie y se tambaleó un poco antes de hacerse un ovillo sobre el edredón y acurrucarse bajo las sábanas.
Yo me quedé en la cama hasta que su respiración empezó a sonar más pesada y supe que estaba dormida.
Luego me levanté y apagué todas las velas menos una.
Ya era casi medianoche y él necesitaba dormir algunas horas.
No todo el mundo podía funcionar con el mismo poco sueño que yo.
Volví a la cama, me puse las manos detrás de la cabeza y me quedé mirando el techo.
Sólo entonces me permití pensar en el hecho de que Park Jimin estaba durmiendo en mi habitación.
Y que yo acababa de poseerle.
Dos veces.
Me asomé al borde de la cama para observarlo.
Tenía los labios separados y el pelo extendido de un modo salvaje sobre la almohada.
Era la persona más hermosa que había visto nunca.
Y entonces empezó a gemir en sueños.
Al principio era un sonido muy débil, casi un susurro, pero poco a poco fue aumentando de volumen.
Luego se empezó a mover y la sábana
resbaló por su cuerpo hasta dejar sus piernas al descubierto.
Me volví a tumbar boca arriba y cerré los ojos.
«No puedes despertarla todavía»
«No puedes despertarla todavía»
«No puedes despertarla todavía»
Intenté repasar el valor de las cotizaciones del día.
«Sólo hasta las dos de la madrugada. La podrás despertar a las dos»
Suspiré.
Iban a ser dos horas muy largas.
[ ☦ ]
— Despierta, Jimin.
Eran las dos y cuarto.
Había esperado más de dos horas mientras él dormía.
Dos horas escuchando esos gemidos que me gritaban «fóllame», dos horas tumbado en la cama, prácticamente a oscuras, sabiendo que su cuerpo desnudo estaba tumbado en el suelo junto a mí.
No tenía derecho a estar tan excitado; aquella noche ya me había corrido dentro de él dos veces.
— Ponte en cuatro sobre la cama. Rápido.
Jimin parpadeó varias veces, pero se subió a la cama sin siquiera mirarme.
Se me puso aún más dura cuando le vi así, esperándome a cuatro patas sobre la cama.
— Apóyate sobre los codos.
Él se dejó caer sobre los codos inmediatamente, y su culo y su dulce sexo quedaron expuestos frente a mí.
No pensaba ser suave.
No pensaba ser moderado.
Le pasé la mano por la espalda y le abrí las piernas.
— Ya estabas apretado de la otra forma, pero así lo estarás aún más.
Deslicé las manos por su cuerpo hasta llegar a sus pechos.
Se los agarré y jugué con ellos.
Cuando deslicé un dedo en su sexo ya estaba húmedo.
«¿Has tenido dulces sueños, Jimin?»
Recogí parte de su humedad y deslicé el dedo hacia su ano.
— ¿Alguna vez te han penetrado por aquí?
No, nadie lo había hecho.
Ya lo había leído en la información que me facilitó, pero quería que me lo dijera.
Negó con la cabeza.
— Yo lo haré.
Entonces noté que se ponía tenso bajo mis manos y eso me sorprendió.
El sexo anal no era uno de sus límites infranqueables.
Repasé su lista mentalmente.
No, no era un límite infranqueable.
— Pronto —dije, mientras retiraba el dedo y oía su tembloroso suspiro de alivio.
Estaba asustado, pero no importaba.
Podía manejar su miedo.
Yo sería delicado y paciente mientras me abría paso a través de éste.
Acabaría encantándole.
Aunque no aquella noche...
Guié mi polla hasta su húmedo sexo y me enrollé su pelo en las muñecas.
El mismo pelo que llevaba dos horas desplegado sobre mi almohada.
El pelo que me moría por acariciar.
Era más suave de lo que recordaba.
Y, con un tirón, me interné en él por tercera vez.
¿Llegaría a cansarme de lo que sentía cada vez que me hundía en su interior?
Esperaba que no.
Jimin gimió.
¿Se sentiría igual de bien que yo?
Esperaba que sí.
Volví a tirar y le embestí.
Joder, estaba muy apretado.
Dejé caer la cabeza hacia atrás mientras me movía.
Apretado, caliente y húmedo.
Cuando él empezó a empujarse contra mí, dejé escapar un gemido.
Temía estar siendo demasiado áspero, pero sus jadeos me decían lo contrario.
Seguí adelante, embistiéndole cada vez con más fuerza.
Jimin empujó contra mí, dejando escapar un gemido.
Oh, sí.
Lo penetré una vez más y me quedé quieto mientras él gritaba su liberación.
Sus músculos se contrajeron provocando mi clímax y jadeé empujado por su fuerza.
Cuando me retiré, él se dejó caer sobre la cama.
Lo observé un rato y me pregunté si habría planeado demasiadas cosas para aquella noche.
Pero entonces me recordé que él había alcanzado el orgasmo cada vez.
Había disfrutado de cada uno de nuestros encuentros sexuales.
Recordé su imagen de hacía sólo un momento:
Su pelo enredado en mis manos, mi polla enterrada en su interior y esos últimos segundos, cuando había gritado de placer.
Joder, se me estaba poniendo dura otra vez.
Pero sabía que no podía volver a penetrarle.
Ya estaría lo bastante irritado con lo que habíamos hecho.
Cambio de planes.
Le di media vuelta para ponerle boca arriba y abrió los ojos.
¿Se había dormido?
No estaba seguro, pero en todo caso ya estaba completamente despierto.
Me acerqué a su cara.
— Cuarto asalto, Jimin.
Él miró a su alrededor.
¿Qué estaba haciendo?
— Mírame.
Le tomé de la cabeza con las manos y lo volví hacia mí.
— Ahora mismo yo soy tu única preocupación. Yo y lo que te ordene. Y ahora mismo lo que quiero es que me des placer con la boca.
Él abrió la boca obediente y dispuesto y yo me dejé caer de rodillas, a horcajadas sobre su cuerpo, con la cabeza apoyada en el respaldo de la
cama.
Jimin echó la cabeza hacia atrás y me tomó en su boca.
Luego me tomó los testículos con las manos y me los acarició mientras yo me balanceaba dentro y fuera.
Joder.
Sus manos, vaya, sus manos eran mágicas.
Me acariciaban y me provocaban, mientras su boca obraba su propia magia.
Dejé escapar un gemido, al tiempo que acompasaba el ritmo de mis embestidas con su forma de chuparme, de manera que sus labios crearon en mi polla la fricción más dulce que había experimentado nunca.
El orgasmo empezó a crecer en mi interior demasiado pronto.
— Me voy a correr —le advertí, al tiempo que me internaba en su boca
una última vez.
Me enterré hasta el fondo de su garganta y me quedé quieto mientras me vertía en su interior en varias largas oleadas.
Vaya, aquello parecía imposible.
Y más después de haberme corrido ya tres veces.
Me dejé caer junto a él sin aliento.
Jimin se volvió hacia mí y yo me acerqué un poco.
— Creo que acabas de batir mi récord —le dije.
Sonrió y esperó.
— Puedes volver al suelo.
Me sentí un poco mal, pero aunque quería que estuviera en mi habitación, aún no estaba preparado para compartir mi cama con él.
Sería demasiado y era muy pronto.
Necesitaba conservar cierto control.
Se bajó y se acurrucó en su camastro.
Yo me metí bajo las sábanas y me quedé dormido casi inmediatamente.
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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