☦ 6 ☦

[ ☦ ]

— SeokJin —dije cuando le llamé el lunes— mi cita necesita un traje para la gala benéfica del sábado. ¿Podrías traerme algo?

— ¿Tienes una cita? —preguntó él— ¿De verdad?

Fulminé con la mirada el teléfono móvil, pero enseguida dejé de hacerlo.

Él tampoco podía verme.

— He decidido no interpretar tu comentario como un insulto —
repliqué.

— Es que no sabía que hubieras empezado a salir con alguien después de romper con Chae Rin. Además, tú siempre sueles venir solo a estas cosas.

Tenía razón.

No podía discutírselo.

Pero Chae Rin nunca fue mi sumisa.

Yo no llevaba a mis sumisos a los compromisos familiares, ni siquiera cuando ya les había puesto mi collar.

Soo Hyun y Ki Hyun habían sido los
únicos que les había presentado a mi familia.

— Pues ya puedes cerrar la boca y conseguirme un traje —le dije—
Porque sí, tengo una cita.

— Ya era hora.

Estuve a punto de colgar.

Aquello no era justo.

Pero Jimin me había pedido un traje y se lo conseguiría, aunque tuviera que aguantar algún que otro comentario impertinente.

Sabía que Jin tenía buena intención.

Sólo le gustaba provocarme un poco.

— El traje —le recordé.

— Sí, sí.

Y oí ruido de papeles de fondo.

— ¿Qué clase de traje quiere?

Quise decirle que a Jimin aceptaría lo que yo le proporcionara, pero no lo hice.

SeokJin desconocía los detalles de mi vida.

— Algo sexy, pero no demasiado sugerente. Sexy y sofisticado.

— Oh, Yoongi, dilo otra vez.

— ¿Decir el qué?

— «Sexy.» Quiero oírte decir «sexy»

— Cállate. ¿Tienes algo así o no?

— ¿En qué talla?

— Treinta y seis.

— Espera.

Oí más ruido de papeles.

Se estaba moviendo por el despacho,
probablemente rebuscando entre material, trajes o lo que fuera.

— Tengo justo lo que necesitas —dijo por fin— En negro.

— Plateado.

Recordé la bata de satén.

— El color plateado combina muy bien con su piel.

— ¿Él pidió un traje plateado o mi adicto al trabajo favorito de verdad se ha dado cuenta de qué color combina mejor con el tono de piel de una persona?

Di unos golpecitos con el bolígrafo sobre la mesa.

— Está bien, me has cachado. Soy un adicto al trabajo que por fin ha descubierto qué color combina mejor con el tono de piel de una persona.

Suspiré.

— ¿Lo tienes en plateado o no?

— Lo siento, sólo lo tengo en negro. Pero te prometo que si no fuéramos tan justos de tiempo, te conseguiría un vestido plateado para tu cita y su precioso tono de piel.

— Gracias, SeokJin.

Me pregunté cuánto tardarían todos en enterarse de aquello.

Estaba seguro de que mi amigo llamaría a su adorado esposo en cuanto colgara.

— ¿Necesita también unos zapatos y un bolso a juego? —preguntó él.

— Eso sería perfecto. Calza un seis.

Más ruido de papeles.

— Marchando unos zapatos de tacón negros en un seis.

— Gracias, Jin —repetí.

— ¿Cuándo podré conocerlo? —me preguntó.

— El sábado por la noche, igual que todo el mundo.

Hablamos un poco más, sobre el próximo fin de semana y sobre el
trabajo de NamJoon.

Cuando colgamos, intenté concentrarme en el informe que tenía delante, pero enseguida me di por vencido.

Era mejor que aceptara que no iba a poder hacer nada.

Marqué el número de mi primo.

— JungKook —dije, cuando contestó el teléfono— Vamos a comer.

— ¿Hoy?

— Sí.

Miré el reloj, sólo eran las once.

— ¿Nos vemos en Delphinia dentro de una hora?

— Claro. Te veo allí.

Elegí el Delphinia porque es uno de mis restaurantes favoritos y no un
bar con televisión.

Por mucho que quiera a Koo, a veces es agradable comer en un sitio donde no estén retransmitiendo deportes en diez pantallas distintas.

— Hey —dijo él, sentándose a la mesa una hora después— ¿Qué
pasa?

— Lo normal. La Bolsa ha bajado. Mis clientes están preocupados. Tengo una cita para la gala benéfica.

— Que tú tengas una cita para la gala benéfica no es «lo normal»

Tomó el menú y le echó un vistazo.

— ¿Aquí sólo tienen comida para
mariquitas?

— A algunos nos gusta la comida para mariquitas —repliqué— No te mataría comer una ensalada de vez en cuando.

— Claro que sí.

Le dio la vuelta al menú.

— Oh, qué bien, tienen carne roja.

El camarero se acercó para anotar nuestro pedido, pero antes de que
pudiéramos retomar la conversación, sonó mi teléfono.

Le quité el sonido y suspiré.

Aquel socio en particular podía esperar.

En ese momento no estaba de humor para hablar con los de Wall Street.

— No me importa que tomes esa llamada —afirmó él cuando me
vio fruncir el ceño.

— No quiero estropear la comida hablando del mercado de valores.

— La economía es un rollo, ¿eh?

— No todo el mundo gana millones de dólares al año, ¿sabes?

— No intentes hacerme sentir mal —me advirtió— Tú ganas tanto como yo. Probablemente más.

— Este año no.

— ¿Qué?

— Este año no voy a cobrar ningún sueldo.

Me encogí de hombros.

— Yo no lo necesito y servirá para garantizar la seguridad de mis
empleados.

Me miró con incredulidad.

— Vaya, estás hablando en serio.

— Claro que sí.

— ¿Y tus empleados saben lo que estás haciendo?

El camarero volvió con las bebidas y tomé un sorbo de agua.

— No —respondí— Aunque estoy seguro de que lo verán cuando se publique el informe anual.

— ¿La compañía está en peligro?

— No. En absoluto —contesté— En realidad, nos va mejor que a otras. Sólo estoy siendo precavido.

— Eres Don Prudente.

Se rio y luego me miró a los ojos.

— Así que Tae Hyung.

— Sí.

Sonrió.

— Ya sé que es pronto para decirlo, pero gracias. Por teléfono parece un chico de ensueño.

— ¿Ya le has llamado? —pregunté.

— Ayer por la noche. Le pedí que este fin de semana viniera conmigo a la cena.

— Jimin me dijo que es pelirrojo y profesor de guardería.

— ¿Qué más se puede pedir en una pareja?

— Me alegro de haberte ayudado.

Entonces se inclinó hacia delante y me dijo en tono confidencial:

— Háblame de tu Minnie.

Le llamó así, «mi Minnie»

Mi Minnie...

Carraspeé.

— Es un precioso e inteligente chico, que prepara unos filetes deliciosos.

— ¿Ya ha cocinado para ti?

JungKook me miró con curiosidad.

— ¿En serio?

«Y me la ha chupado dos veces. En serio.»

Se me puso la polla dura sólo de pensar en eso y tuve que cambiar de postura.

— Tan serio como puede ser después de un fin de semana.

El camarero trajo mi ensalada de pollo y la hamburguesa de Koo.

Me puse la servilleta en el regazo y miré a mi primo.

Me estaba observando con una extraña expresión en los ojos.

— ¡Joder, hombre!

— ¿Le pasa algo a la hamburguesa?

Desde donde yo estaba tenía buen aspecto, pero nunca se sabe.

— Hombre —se limitó a repetir, como si supiera algo que yo también debería saber.

— ¿Qué?

Me volvió a mirar y luego negó con la cabeza.

— No importa.

Yo fruncí el ceño y empecé a comer. 

Él no solía ponerse raro conmigo.

Quizá hubiera recibido demasiados golpes en la cabeza en el partido del día anterior.

[ ☦ ]

La tarde del jueves me marché de la oficina más temprano de lo habitual y le dije a Shan que no me esperara el viernes.

Se quedó un poco extrañada, pero se recuperó rápidamente y se limitó a asentir.

Pasé parte de la mañana del viernes paseando por los terrenos de mi
propiedad con Apolo, intentando decidir qué quería plantar la próxima
primavera.

Ya era demasiado tarde para los tulipanes, pero mi jardinero me había sugerido plantar lirios.

Yo tenía dudas, me daba miedo que el
exotismo de esas flores no encajara con la sencillez de las demás plantas.

Sin embargo, mientras caminaba, me cargué de la energía que necesitaba para la noche que me esperaba.

La sencillez era aburrida.

Mi jardín necesitaba un toque exótico.

Igual que mi vida lo había adquirido desde que le había puesto mi collar a
Jimin.

No me había llamado y, por muchas ganas que tuviera de asegurarme de que estaba bien, yo también conseguí contenerme.

No quería agobiarlo, deseaba darle tiempo para plantearse las cosas.

A las dos en punto, oí el ruido de un coche en la entrada principal y fui a abrir la puerta.

Debían de haber llegado NamJoon y SeokJin.

Apolo se escondió detrás de mí.

— Yoongi —me saludó mi amigo, acercándose para abrazarme—
¿Cómo estás?

— Estoy bien, Jin —contesté— Gracias.

NamJoon sostenía un portatrajes y una caja de zapatos.

— Hola, Yoongi —me saludó sonriendo.

— Hola, Nam.

Tomé la bolsa y la caja.

— Supongo que esto es para mí.

— Claro, hombre —dijo él— El plateado siempre ha sido tu color.

Mierda.

SeokJin se lo había dicho.

— He oído decir que hace maravillas con tu tono de piel —añadió Joon.

Jin le dio un golpe en el brazo.

— Sé bueno.

— Pasen —les indiqué, entrando en la casa e ignorando los comentarios de él.

Colgué el portatrajes en el armario de los abrigos.

Ya lo llevaría a la habitación de Jimin más tarde.

Luego fuimos a la cocina y nos sentamos a la mesa.

Intenté olvidar que pocas horas más tarde seríamos él y yo quienes nos sentaríamos allí.

Y que poco después de eso subiríamos al piso de arriba y...

— Y dinos —habló SeokJin, interrumpiendo mis pensamientos—
¿cómo es que estás en casa un viernes?

Me levanté y serví té para todos.

— Me he tomado el día libre.

— Tú nunca te tomas el día libre —comentó NamJoon.

— Claro que sí. —ñ

Les ofrecí unos vasos.

— No trabajé para final de año. Ni tampoco el día de Navidad.

Arrugué la frente como si estuviera
muy concentrado.

— Y estoy bastante seguro de que tampoco trabajé el día de Acción de Gracias. Ni tampoco el día después, ahora que lo pienso.

Volví a dejar la jarra del té en la nevera.

— Ya sabes lo que quiero decir —dijo Joon.

Yo me encogí de hombros.

— Simplemente, me ha apetecido tomarme un día libre. Quería estar
con Apolo, ¿sabes?

NamJoon y SeokJin intercambiaron una mirada cómplice.

Era la misma mirada que me había dedicado JungKook unos días atrás.

¿Me estaba perdiendo algo?

— ¿Qué? —pregunté.

— Nada —respondió Nam y le guiñó un ojo a su esposo— ¿Sigue en pie
el partido de golf de mañana?

Antes de ofrecerle mi collar a Jimin, había quedado para jugar al golf con JungKook y NamJoon aquel fin de semana.

Y no se me ocurría cómo escaparme.

— Claro —contesté— Mañana jugamos al golf.

¿Quién podía hablar del día siguiente?

¿Quién podía pensar más allá de aquella noche?

¿Cuánto quedaba para las seis de la tarde?

Miré el reloj.

Aún faltaba demasiado.

— ¿Va todo bien? —inquirió Jin— Pareces distraído.

Yo quería gritar que sí, que estaba distraído.

¿Quién no lo estaría?

Pero me senté y bebí un sorbo de té.

Estaba nervioso.

Tenía que relajarme.

— En absoluto —negué— ¿Por qué lo dices?

Me parece que no me creyeron.

[ ☦ ]

Abrí la puerta en cuanto oí llegar el coche.

Cuando se bajó delcvehículo, Jimin me miró y me regaló una tímida sonrisa.

— Hola, Jimin —la saludé— Me alegro de verte.

— Gracias.

Estaba nervioso.

Me di cuenta por la forma en que sus ojos lo miraban todo.

Y, sin embargo, enseguida me di cuenta de que las pocas veces en
que me miró a mí, el deseo le oscurecía la mirada.

También supe, sin necesidad de preguntarle, que había obedecido la orden que le di antes de que se fuera de casa el fin de semana anterior:

No debía tocarse durante la semana.

Le acompañé hasta la cocina y nos comimos la pasta con salsa de almejas que había preparado cuando se marcharon SeokJin y NamJoon.

Cocinar me había ayudado a relajarme.

— ¿Qué tal la semana? —le pregunté, cuando empezó a comer.

Vi asomar una sonrisa a sus labios.

— Larga. ¿Y la suya?

No podía decirle que a mí se me había hecho igual de larga, o que había pasado demasiado tiempo planificando aquella noche e
imaginándolo.

Si lo hubiera hecho, le habría dado demasiada información.

Así que me limité a encogerme de hombros y actuar con tranquilidad. 

Él necesitaba que mantuviera el control.

Seguimos comiendo.

— Apolo mató un roedor —dije.

Ese comentario pareció sorprenderla y un ligero rubor le tiñó las mejillas.

No esperaba que yo iniciara una conversación normal.

Eso le hacía sentir más necesitado y se ponía más nervioso.

Jugar con Jimin iba a ser una absoluta delicia.

Y yo estaba decidido a disfrutar de cada segundo.

El sexo no empezaba en la cama, sino en la forma en que uno se movía, en cómo hablaba.

Era algo que se susurraba, acompañado de una sutil mirada.

— Hace un rato han venido mis amigos NamJoon y SeokJin; Jin me ha
traído un traje para ti —le expliqué. 

Sabía que después de la cena ya no tendríamos ocasión de volver a hablar sobre la gala benéfica.

— Están deseando conocerte.

— ¿Sus amigos? ¿Alguien sabe algo de nosotros?

Su voz destilaba nerviosismo.

Me tomé mi tiempo en enrollar un poco de pasta en el tenedor.

«Yo controlo la situación, Jimin. Confía en mí.»

Me metí la pasta en la boca antes de contestar:

— Sólo saben que sales conmigo. No saben nada sobre nuestro acuerdo.

Me recosté en la silla y le observé mientras comía.

Estaba cortando la pasta compulsivamente y se metía pequeñas porciones en la boca.

De repente, levantó la vista, se dio cuenta de que lo estaba mirando y volvió a concentrarse en la pasta.

Unos pocos segundos más y le tendría justo donde quería.

Entonces dejó el tenedor en la mesa.

— Y dime, ¿tienes planeado tocarme este fin de semana? —me espetó.

«Sí.»

— Hazme esa pregunta de una forma más respetuosa, Jimin. Que estemos sentados a tu mesa no significa que puedas hablarme como te dé la gana.

Bajó la vista y clavó los ojos en la mesa.

— ¿Me tocará este fin de semana, Amo?

— Mírame —le dije, porque quería que me viera los ojos.

Enseguida vi el conflicto en su expresión:

Él sabía que había hablado más de la cuenta, pero esa vez se lo pasaría por alto.

Y ya que había preguntado...

— Tengo pensado hacer mucho más que tocarte. Tengo pensado follarte. Dura y repetidamente.

Jimin abrió un poco los labios y sus pupilas se dilataron de excitación; se olvidó completamente de la cena.

Me levanté de la mesa.

— Vamos a empezar, ¿te parece? Te quiero desnudo en mi cama dentro de quince minutos.

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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