☦ 32 ☦
[ ☦ ]
Yo lo había planeado.
Yo lo había previsto.
Y, sin embargo, hubo algo tan concluyente en su forma de quitarse el collar y en la apariencia del mismo allí, encima de la mesa...
No podía dejar de mirarlo.
Tampoco me atrevía a mirarlo a él sabiendo que le vería con el cuello desnudo.
«Ya no es tuyo.»
Cerré los ojos al dolor que sentía.
Aún no estaba preparado para pensar en eso.
Aún no había acabado con el papel que estaba interpretando.
— Está bien, Jimin —dije, mirándolo al fin— Si eso es lo que quieres...
— Sí —contestó él— Si vas a fingir que lo de la pasada noche no fue más que una maldita escena, esto es lo que quiero.
Él lo sabía.
Sabía que yo estaba fingiendo.
Quizá eso le ayudó a asimilar lo que estaba ocurriendo.
Yo asentí.
— Conozco muchos Dominantes en la zona de Seúl. Si quieres, puedo facilitarte algunos nombres.
La noche anterior había repasado mentalmente algunos.
Yo sabía que Minnie necesitaría un Dominante tarde o temprano, pero me había sentido incapaz de elegir uno lo bastante bueno para él.
Tenía la esperanza de que no me siguiera el juego, porque aún no estaba preparado para darle ningún nombre.
— O si lo prefieres les puedo dar tu número a ellos —añadí.
Mi intención era ser amable, pero la mirada que me dedicó fue enormemente dolida y triste.
No me estaba entendiendo.
¿Acaso no sabía lo mucho que me dolía ofrecerme a darle los nombres de mis amigos?
¿O imaginarme, aunque fuera por un momento, que pudiera estar con otro?
— Lo tendré en cuenta —espetó.
Yo me quedé allí sentado en silencio y completamente inmóvil.
— Iré a buscar mis cosas.
Se dio media vuelta y se marchó.
Cuando le oí subir la escalera, dejé caer la cabeza entre mis manos.
¡Oh, Dios!
Lo iba a hacer.
Me iba a dejar.
¿Le vería antes de que se marchara o la última imagen que tendría de él sería su dolida expresión fruto de mis palabras?
Apolo, que estaba junto a mis pies, se levantó y me miró ladeando la cabeza.
— Ve —le susurré— Ve con él.
Pero se quedó a mi lado.
Algunos minutos después, Minnie volvió a bajar la escalera.
Apolo le oyó y fue a buscarlo.
— Oh, Apolo —le oí decir desde el vestíbulo— Pórtate bien.
Yo incliné la cabeza y me tiré del pelo.
Aquello era peor que la más terrorífica de mis pesadillas.
— Te voy a echar de menos —le dijo al perro— No me puedo quedar más tiempo aquí, así que no te volveré a ver. Pero sé bueno y prométeme que cuidarás de Yoongi, ¿vale?
El llanto quiso abrirse paso a través de mi pecho.
Su último pensamiento era para mí.
La puerta principal se abrió y luego se cerró.
Yo recurrí a todas mis fuerzas y me puse en pie.
Tenía una última tarea que completar como Dominante de Minnie:
Asegurarme de que llegara bien a casa...
[ ☦ ]
Horas más tarde, después de haber conducido detrás de él hasta la ciudad sin que se diera cuenta de que lo estaba siguiendo, regresé a mi casa vacía.
Ya estaba hecho.
Se había ido.
Entré en el vestíbulo.
Mis pasos resonaron en la quietud.
La casa nunca había estado tan silenciosa, ni siquiera cuando Minnie se marchaba los domingos.
Era porque no volvería nunca.
A partir de ese momento, aquel lugar siempre estaría vacío.
No podía soportarlo, tenía que hacer algo.
Apolo miró detrás de mí, como si estuviera esperando que entrara Minie, pero sólo le lancé una mirada mientras me dirigía directamente a la biblioteca.
En el bar había varias botellas.
Me fui directo hacia ellas sin siquiera molestarme en mirar a mi alrededor.
Aún no me atrevía a hacerlo.
El brandy era un licor fuerte; no debería tardar mucho en hacerme efecto.
El contenido de las copas desaparecía más rápido a medida que bebía.
Para ser sincero, debo reconocer que perdí la cuenta después de la tercera.
Si bebía lo suficiente, si me emborrachaba lo suficiente, quizá no me doliera tanto.
Quizá consiguiera dejar de sentir que alguien me había arrancado el corazón del pecho.
Pero no me ayudó mucho.
Sólo hizo que me doliera más.
Apolo se sentó a mi lado y aulló.
— No pasa nada, Apolo —murmuré, mientras me servía otra copa— Es mejor así. Confía en mí.
La habitación empezó a girar un poco y yo me tambaleé hasta el sofá y me dejé caer en él.
Más.
Necesitaba más.
El brandy ni siquiera ardía al bajar por mi cuerpo.
Oí el ruido de la copa cuando cayó al suelo y luego nada.
[ ☦ ]
La luz del sol que se colaba por la ventana me cegó y entrecerré los ojos.
Algo se movió entre las cortinas.
Se volvió hacia mí.
— ¿Minnie? —pregunté con voz ronca.
Sentí una alegría desbordante.
Me senté.
— ¡Minnie!
Mi voz sonaba más fuerte.
Él me sonrió.
— Sabía que no me creerías. Lo sabía. Y has vuelto. Oh, Minnie. Te quiero tanto... Siento no habértelo dicho antes.
Me levanté para estrecharlo entre mis brazos.
Por fin.
Por fin se lo contaría todo.
Él se acercó a mí; seguía sonriendo.
Lo observé hipnotizado.
La luz del sol brillaba a su alrededor.
Llevaba un traje muy bonito que flotaba al andar.
Se movía con mucha elegancia, era como si anduviera por encima del aire.
Cuando se detuvo delante de mí, levanté una mano y se la acerqué a la mejilla.
Su piel era tan perfecta...
Le acaricié.
— ¿Me perdonas?
Minnie asintió.
Caí al suelo ante él.
— Lo siento, Minnie. Lo siento mucho —le acaricié los pies y se los besé— Gracias. Gracias por volver.
Entonces empecé a pensar en las posibilidades de lo que podíamos ser y de lo que podíamos hacer.
Mientras estuviéramos juntos, no importaba lo que hiciéramos, todo saldría bien.
Lo importante era que estábamos juntos.
Eso era lo único que importaba.
Solté un último gemido y me enjugué las lágrimas.
Miré hacia arriba y lo vi allí, mirándome y sonriendo.
Me puse de pie muy despacio.
— Minnie.
Nuestros labios se unieron.
Su sabor era incluso más dulce de lo que recordaba.
Gemí y le abracé con más fuerza.
Él se fundió entre mis brazos y me rodeó con los suyos.
¿No resultaba un poco extraño que no hablara?
¿No debería estar diciendo algo?
Pero podríamos hablar luego.
Teníamos mucho tiempo para eso.
Le besé con más intensidad, tomándole la cabeza con las manos y hundiendo los dedos en su pelo.
¿Por qué no olía a nada?
Sus dedos se deslizaron por mi espalda, provocándome.
Yo me retiré.
Me senté en el sofá y di una palmadita en el sitio vacío a mi lado.
— Ven. Siéntate. Deja que te lo explique todo.
Él dio un paso atrás.
— Es demasiado tarde.
— Pero has dicho que me perdonabas. Has vuelto.
— Demasiado tarde, Yoongi.
Otro paso atrás.
— Pero quiero explicártelo —supliqué— Tengo que decírtelo. Espera.
No me dejes.
Él dio otro paso atrás, casi hasta la ventana, y volvió a negar con la cabeza.
— ¿Minnie? —llamé, pero había desaparecido— ¿Minnie?
Las cortinas se mecieron.
— ¡Minnie, vuelve! ¡Minnie, te quiero!
Entonces algo cálido, suave y húmedo me lamió la mejilla.
[ ☦ ]
Me desperté de golpe y me senté.
Apolo aulló y me lamió de nuevo.
Miré alrededor de la biblioteca.
Estaba vacía.
Había sido un sueño.
Un maldito sueño.
Él no había vuelto.
Me había creído y nunca volvería.
Empujé a Apolo para que se apartara de mí y traté de tomar la copa.
¿Dónde estaba?
Me levanté y bajo la suela de mis zapatos crujieron unos trozos de cristal roto.
Joder.
Los dejé allí y fui a servirme otra copa de brandy.
Bebí un buen trago y dejé que ésa cayera también al suelo.
Observé cómo se rompía en mil pedazos.
Igual que mi vida.
Igual que mi corazón.
Igual que yo había roto a Minnie.
Me serví otra copa y me bebí su contenido en pocos minutos.
Volví a mirar hacia la ventana, hacia el sitio por donde había aparecido el Minnie de mis sueños.
Como esperando que estuviera allí.
Que se materializara del aire.
Como si pudiera volver volando hasta mi casa y colarse en la biblioteca como si yo no le hubiera arrancado el corazón.
Me parecía que estaba mirando la biblioteca a través de una espesa niebla.
Todo estaba borroso y distorsionado.
Sin embargo, mi mente funcionaba con total claridad, porque recordaba cada segundo que Minnie y yo habíamos pasado allí mismo.
En el suelo habíamos hecho nuestro picnic desnudos.
En el sofá en donde él se había desnudado para mí.
Y en el banco del piano, me poseyó después de que yo tocara para él.
Me agarré el pelo y estiré.
Quizá si me esforzaba lo suficiente pudiese arrancar todos esos recuerdos de mi cabeza.
Las imágenes que tenía en la memoria se fundían unas con otras:
Minnie y yo en la biblioteca, yo tocando el piano para él, Minnie leyendo, de pie junto a la sección de poesía, la rosa que le di...
Nunca me preguntó por aquella rosa.
¿Por qué no lo hizo?
¿Habría importado?
Él tenía que saber algo sobre esa flor.
Él lo sabía todo.
Si incluso sabía lo de Chae Rin, por el amor de Dios.
Entonces vibró mi teléfono móvil.
Me lo saqué del bolsillo y entrecerré los ojos mirando la pantalla.
¿JungKook?
No quería hablar con él.
Dejé caer el teléfono al suelo y mis ojos escudriñaron la biblioteca.
La chimenea estaba vacía.
Vi cómo se consumía todo.
La biblioteca debía quemarse.
Haría que el fuego lo consumiera todo:
El piano, los sofás, la puta poesía...
Todo.
Me reí...
No costaría mucho.
El brandy que había derramado por el suelo ayudaría.
A ver.
¿Dónde podía conseguir unas cerillas?
Me tambaleé hasta la cocina sin comprender por qué el suelo se movía a mi paso.
Me costaba andar.
Abrí un cajón con fuerza y todo lo que había dentro cayó al suelo.
Oí unos golpes en la habitación contigua.
Levanté la vista.
¿Minnie?
No.
Él se había ido y no iba a volver.
El dolor que sentía en el corazón no mejoraría nunca.
Tendría que arreglarlo yo solo.
Cerré el puño alrededor de la caja de cerillas.
Justo lo que necesitaba.
Eché a andar de vuelta a la biblioteca.
Sólo necesitaba apoyarme un poco en la pared para llegar hasta el otro extremo del pasillo.
Entonces oí unos pasos detrás de mí.
— ¿Yoon? —me llamó JungKook.
Me reí.
Podría ayudarme a prender fuego.
Fingí no oírlo y seguí adelante.
— ¿Hyung?
Vaya, era muy rápido.
¿Cómo me había alcanzado tan deprisa?
Me di la vuelta.
Estábamos justo en la entrada a la biblioteca.
— En... Enhora... Huh —agité las cerillas en el aire— Te des-seo lo mej-jor en tu... —¿cómo se llamaba?— S-sí.
— Joder —dijo aquella masa deformada que era mi primo— Estás hecho un asco.
Me di media vuelta y entré en la biblioteca.
— ¿Qué estás haciendo? —me preguntó.
— Quemarla.
— Quemar, ¿el qué?
Corrió junto a mí.
— La bib... Biblioteca.
Me agarró por los hombros y me hizo dar media vuelta.
— ¿Qué diablos estás haciendo? ¿Qué has hecho aquí?
Me reí.
— Yoongi... joder. —me sacudió— Deja de reírte. Me estás asustando.
Dejé de reírme y traté de concentrarme en su cara.
Tenía que decirlo.
— Él... Me ha... Dejado.
El dolor que tenía atrapado en el corazón explotó y me tambaleé hasta el sofá, pero acabé resbalando con el brandy y me corté las rodillas con los cristales.
Sí.
Eso era mejor.
El dolor de mis rodillas no era tan terrible como el que sentía en el corazón.
Apoyé la mano en el suelo para levantarme, pero entonces me clavé un trozo de cristal en la palma.
Le enseñé la mano a JungKook.
— Maldita sea, Yoongi.
Yo negué con la cabeza.
— No va a volver nunca.
Observé cómo la sangre resbalaba por mi brazo.
— Nunca... Volverá.
La habitación quedó sumida en la oscuridad.
[ ☦ ]
Cuando me volví a despertar era de noche.
Por una fracción de segundo, mi mundo pareció estar en perfecto orden, pero entonces me acordé de todo.
Minnie se había ido.
Para siempre.
Era incapaz de decidir qué me dolía más:
Si la cabeza o el corazón.
— ¿Yoongi hyung? —preguntó Koo desde alguna parte.
Me dolía muchísimo la cabeza, pero no había duda de que las heridas de mi corazón eran mucho más profundas.
Intenté sentarme, sin embargo, la habitación giraba demasiado deprisa y volví a tumbarme.
¿Dónde estaba?
Volví la cabeza.
Estaba en el salón.
JungKook debía de haberme llevado allí.
— ¿Estás despierto? —me preguntó.
— Creo que eso es lo que se suele entender cuando alguien tiene los ojos abiertos.
Pero abrirlos me dolía y los volví a cerrar.
— ¿Dónde está mi brandy?
— Lo he guardado todo...
— ¿Por qué?
— Por qué, ¿qué?
Abrí un ojo.
— ¿Por qué has guardado el brandy?
— Porque creo que ya has bebido suficiente.
— Yo seré quien decida cuándo he bebido suficiente.
Abrí el otro ojo.
Ah, sí, allí estaba, sentado en un sillón.
— Cuando he llegado, ibas a quemar la biblioteca.
— ¿Y me lo has impedido?
¿De verdad había intentado quemar la biblioteca?
No me acordaba.
Minnie se había ido y yo tenía un agujero enorme en el corazón.
De eso sí me acordaba.
— Por eso no voy a dejarte beber más.
Tomó el mando a distancia del televisor y cambió de canal.
— ¿Alguna vez te ha abandonado una persona a la que amas?
Me miró con el rabillo del ojo.
— No hay más brandy.
— Entonces lo alternaré con el vino tinto —dije— Es bueno para el corazón.
No intentó detenerme.
Pasé los días siguientes sumido en una bruma alcoholizada.
Me sentía mejor de esa forma.
Si bebía lo suficiente, si conseguía caer en un profundo estupor, Minnie no aparecía en mis sueños.
Lo peor era cuando estaba despierto.
Entonces lo veía en todas partes.
Y, al contrario que en mis sueños, sabía que no era verdad.
Y sin embargo podía sentirlo.
Podía sentirle en todas partes:
En la cocina, en el salón, en el vestíbulo.
Había dejado su huella en casi todas las habitaciones de mi casa.
[ ☦ ]
Después de aquel primer día, no volví a poner los pies en la biblioteca y me negaba a dormir en mi habitación.
Como JungKook insistía en quedarse conmigo, lo dejé instalarse en mi dormitorio y yo me trasladé al cuarto de invitados, que estaba en la otra punta del pasillo donde se hallaban el mío y el de Minnie.
Por lo menos allí no tenía ningún recuerdo de él.
El lunes, Jung llamó a Shan de mi parte y le dijo que durante algunos días no iría a trabajar.
No estaba muy seguro de qué excusa utilizó.
En realidad no me importaba.
La maldita empresa se podía ir a la mierda.
Sabía que también hablaba con Suran; lo oí hacerlo alguna vez.
Pero mi tía no apareció por casa, por lo que sólo pude imaginar lo que Koo le había contado.
Odiaba que hablara con Tae Hyung delante de mí.
Lo odiaba y me encantaba.
Me encantaba por la conexión que eso tenía con Minnie.
Y lo odiaba porque era una conexión con Minnie.
Me preguntaba cómo estaría él.
Mi primo no me lo dijo y yo no se lo pregunté.
Él nunca mencionaba a Minnie.
Cuando se daba cuenta de que estaba escuchando su conversación, se iba de la habitación o colgaba.
Yo deseaba poder volver a empezar de nuevo.
Deseaba poder pedirle a Minnie que entrara en mi despacho aquel primer día y hablar con él, contárselo todo.
Si hubiera sido sincero desde el principio...
Pero siempre que empezaba a preguntarme qué habría pasado en ese caso, comenzaba a beber de nuevo y me volvía a dejar arrastrar por aquella espiral interminable.
Un día de aquella semana, a saber cuál sería, me desperté en el salón y oí a JungKook hablar por teléfono.
— No lo sé, hombre —estaba diciendo— Pensaba que a estas alturas ya estaría mejor, pero no es así.
Se hizo el silencio mientras su interlocutor contestaba al otro lado de la línea.
— No quiero traer a mamá; eso sólo empeoraría las cosas —explicó— Y no hablará. No sé qué hacer, Nam hyung. Lo único que hace es quedarse mirando fijamente el vacío, beber y dormir.
Se volvió a hacer el silencio.
— ¿Quién? —preguntó— Espera.
Lo oí acercarse a la mesa que había junto al sofá y tomar mi teléfono móvil.
— ¿Has dicho Chan Yeol?
Maldita fuera.
Alargué el brazo en busca de la copa que sabía que estaría junto a mí y dejé que el alcohol hiciera su trabajo.
[ ☦ ]
— MIN YOON GI —llamó una feroz y fuerte voz horas o quizá días después.
Fingí no oírlo.
Había tenido un sueño maravilloso.
Minnie estaba allí, él...
— Sé que me has oído —dijo la voz— Despierta.
Me di media vuelta.
Estaba en la cama.
Siempre es bueno saber dónde está uno.
La cama era buena.
En la cama se podía dormir.
— Vete.
Cuando me volví a despertar había luz.
No me gustaba la luz.
La oscuridad era mucho mejor.
— Le he dicho a JungKook que ya no puedes beber más.
Aquella voz me estaba empezando a cabrear.
¿Por qué no me dejaba en paz?
— Que te jodan —le espeté.
— Abajo tengo preparada una buena taza de café...
Me tapé la cabeza con las sábanas.
— No quiero café.
— Saca tu triste e inútil culo de la cama ahora mismo.
Maldita fuera.
No pensaba callarse.
— Tú no eres nadie para decirme lo que tengo que hacer, Park Chan Yeol.
— Pues alguien tiene que hacerlo.
— No soy un niño.
— Pues demuéstralo —dijo— Y hablando de niños, he dejado a mi hijo recién nacido y a mi exhausto esposo para estar aquí contigo, así que será mejor que te levantes de esta puta cama antes de que te saque yo mismo.
Valoré mis opciones durante menos de cinco segundos y me senté.
— No recordaba que fueras tan pesado.
Chan sonrió.
— Entonces es que no me recuerdas muy bien.
[ ☦ ]
Durante las horas siguientes, me senté con él a la mesa de la cocina y se lo conté todo.
Le hablé de Minnie, le dije que lo conocía, que le había estado observando y que le mentí.
Incluso le confesé lo de la ridícula palabra de seguridad que le di.
Él ya sabía lo mal que le había tratado después de castigarlo por primera vez, así que pasé de puntillas por esa parte.
Luego le conté cómo me había enamorado de él y cómo él se había enamorado de mí.
Él asentía solemnemente, mientras yo desgranaba los detalles de la última noche y la fatídica mañana en que decidí apartarlo de mi lado.
— Te has cavado un buen agujero, ¿no? —preguntó por fin.
Yo rodeé la taza de café con las manos y dejé que me calentara los dedos.
— Sí.
— ¿Y qué vas a hacer para solucionarlo?
Lo miré a los ojos.
¿Lo decía en serio?
— Hablo en serio, chico. ¿Te vas a quedar aquí sentado gimiendo y lloriqueando por todo lo que has hecho mal, o te vas a comportar como un hombre y vas a hacer algo al respecto?
— Se ha ido. ¿Qué más puedo hacer?
— Tienes peores problemas que Minnie.
— ¿Qué?
¿De qué estaba hablando?
Minnie era el centro de todo.
—Tienes que poner orden en tu vida antes de poder arreglar las cosas con él.
Se levantó y lavó su taza.
— No hay nada que arreglar con Minnie.
Lo fulminé con la mirada.
— Te acabo de decir que me ha dejado.
— Con buenos motivos —se volvió de espaldas al fregadero y me miró— Pero la fuente principal de tus problemas con Minnie no es la mentira. La principal causa de tus problemas con él eres tú y cómo te sientes contigo mismo.
¿Qué narices...?
— No soy un experto, pero sé que tienes una familia fuerte y maravillosa que haría cualquier cosa por ti. ¿Acaso sabes todo lo que ha hecho el niño Jeon mientras tú estabas ausente? ¿Sabes lo asustado que estaba por ti?
Yo negué con la cabeza.
— Eres un niño egoísta atrapado en el cuerpo de un hombre asustado —me señaló con el dedo— Es hora de que crezcas y te enfrentes a las cosas. Así que te lo vuelvo a preguntar, Min Yoongi: ¿qué vas a hacer para solucionarlo?
Bajé la cabeza y miré fijamente la mesa:
La convicción de sus palabras me había llegado al corazón.
Sabía lo que tenía que hacer, así que tomé el teléfono y llamé a Joon.
— ¿NamJoon? —dije, cuando él contestó— ¿Puedes facilitarme algunos nombres?... Necesito ayuda.
[ ☦ ]
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top