☦ 28 ☦
[ ☦ ]
Aquella noche, canturreé mientras preparaba la cena.
Quizá eso de que nos hubiéramos quedado atrapados por la nieve durante algunos días no fuera lo peor del mundo.
Hasta el momento, todo había ido muy bien.
Aquella tarde, Minnie y yo vimos un rato la televisión.
Cuando nos cansamos de las noticias y del tiempo, nos fuimos a la biblioteca.
Él se sentó frente a la chimenea y yo a mi escritorio, donde fingí trabajar, pero en realidad estaba leyendo una lista de citas de Shakespeare.
Apolo nos seguía a todas partes, y Minnie y yo nos turnábamos para sacarlo a pasear.
Estaba a punto de abrir una de mis latas sin etiquetar.
Cerraría los ojos, esperaría lo mejor y, si todo salía conforme al plan, prepararía una deliciosa salsa marinera.
Minnie estaba en la cocina.
Se había sentado detrás de mí y estaba bebiendo una copa de vino tinto.
Me sorprendió que decidiera quedarse allí mientras yo cocinaba.
Normalmente siempre se iba a la biblioteca.
Cuando recogí el abrelatas, se puso de puntillas detrás de mí para ver qué contenía la lata.
— Sólo quiero asegurarme —me explicó.
Latas sin etiquetar.
¿Quién me iba a decir que nos iban a entretener tanto y que llamarían nuestra atención de aquella forma?
Dejé el abrelatas y abrí la tapa con cuidado.
— Tomates —dijimos al unísono, cuando vimos el contenido.
— ¡Vaya! —exlamó él— yo esperaba que fueran lenguas de vaca encurtidas o alguna parte del cuerpo incriminatoria.
Pinché un tomate con el tenedor.
— Ha sido un poco anticlímax, ¿no crees?
— No.
Volvió a apoyar los talones en el suelo.
— Es mejor saberlo.
— Tienes razón —convine— Y con esto vamos a hacer una cena deliciosa.
Puse los tomates en la sartén que tenía preparada.
El olor de los jugosos tomates se mezcló con el aroma de las cebollas doradas y los champiñones.
Minnie no volvió a la mesa; decidió quedarse detrás de mí.
Yo miré la encimera y lo recordé allí sentado, mientras escuchaba en mi cabeza las palabras que me dijo mientras la poseía:
«Más fuerte. Por favor, más fuerte»
— Huele bien —comentó, mirando de nuevo por encima de mi hombro.
Si me daba la vuelta, le desnudaría en menos de diez segundos.
— Ve a sentarte —le pedí— Me gustaría poder disfrutar de una comida caliente en algún momento del día.
Él no se movió.
— El desayuno nos los hemos comido caliente y la comida también —hizo una breve pausa— Por lo menos la parte previa a la comida.
— Jimin.
— Ya me siento —dijo alejándose— Ya me siento.
Yo tuve que ponerme bien los pantalones con discreción, mientras seguía removiendo con la otra mano.
La salsa estaba empezando a calentarse, pero necesitaba su tiempo para cocinarse bien.
Mientras acababa de hacerse, preparé dos platos y pensé en tomar otra botella de...
— ¿Eres consciente de que hoy has conseguido un avance?
— ¿A qué te refieres? —pregunté, sin estar muy seguro de a qué se refería.
— Has abierto una de tus latas sin etiquetar —contestó y me relajé— Creo que eso hay que celebrarlo.
— ¿Y qué tienes en mente?
Esbozó una sonrisa traviesa.
Problemas.
Aquél chico era muy problemático.
— ¿Hacemos un picnic desnudos en la biblioteca?
Como iba diciendo...
Encendí el fuego que había bajo la olla llena de agua.
— ¿Ésa es tu idea de una celebración?
— Debería haber hecho un pan para la cena —dijo.
¿Qué?
¿Pan?
¿De qué estaba hablando?
¿Significaba eso que no habría picnic desnudos?
— Tú ya has hecho bastante por hoy —solté.
«Pero hagamos un poco más de todos modos.»
— Sí, ésa es mi idea de una celebración.
Gracias a Dios.
— Está bien. Picnic desnudos en la biblioteca. Treinta minutos.
Minnie dio un saltito para bajarse de la mesa.
— Iré a prepararlo todo.
— Hay más mantas en el armario donde está la ropa de cama —le dije mientras se marchaba.
Serví la pasta en los platos y la cubrí de salsa marinera.
Picnic desnudos en la biblioteca.
Al traste con mi plan.
Otra vez.
Pero, ¿qué importancia tenía?
¿Y qué si practicábamos un poco de sexo?
Era su biblioteca.
Ya habíamos practicado sexo antes en aquel lugar.
Nada había cambiado.
¿Por qué iba a ser distinta aquella vez?
Pero entonces oí la voz de NamJoon resonando en mi cabeza:
«Una relación como la tuya... Sinceridad absoluta y confianza...»
Lo ignoré.
[ ☦ ]
Era la hora del picnic.
Me desnudé en el cuarto de baño y fui a la biblioteca.
Minnie había cubierto el suelo con mantas gruesas y había colocado media docena de almohadones frente al fuego.
Y él...
Estaba sentado justo en medio.
Había flexionado una pierna de forma que dejaba entrever su brillante y depilado...
— ¿Necesitas ayuda? —preguntó.
Yo tragué saliva con fuerza.
— No. Estoy bien. Espera que deje esto y traeré unas copas. ¿Quieres más vino?
Un paseo hasta la fría bodega era justo lo que necesitaba para refrescarme un poco.
— Por favor.
Y funcionó.
El corto paseo por la escalera que bajaba a la bodega enfrió mi cuerpo lo justo para mantener mi polla bajo control.
Luego volví con Minnie y serví una copa para cada uno.
Observé cómo se llevaba el tenedor cargado de pasta a la boca y probaba mi marinera sin etiquetar.
Comió un segundo bocado inmediatamente y luego un tercero.
— Está soberbia —dijo, haciendo girar el tenedor en la pasta de nuevo— Mis felicitaciones al chef.
— Por las latas sin etiquetar —contesté, levantando el tenedor rodeado de pasta y tratando de alejar mis ojos de su boca y de otras partes de su cuerpo.
— Por las latas sin etiquetar —repitió él, alzando también el tenedor.
Pero entonces la salsa marinera sin etiquetar voló desde su tenedor hasta mi...
Me quedé mirando dónde había ido a parar.
— Me has manchado la polla de salsa marinera.
— Ups.
Su tono de voz escondía una sonrisa.
— Límpiamela. Ahora.
Levanté la vista.
Ni siquiera estaba intentando ocultar esa sonrisa.
— Túmbate.
Me quitó el plato de las manos y lo dejó a mi lado.
Era una locura, pero yo había imaginado que el sexo ocurriría después de la cena.
— Jimin.
Me empujó por los hombros.
— ¿Quieres que use una servilleta?
Claro que no.
Quería que me lo limpiara con la lengua.
Apoyé la cabeza en uno de los almohadones y cerré los ojos mientras él deslizaba una mano por mi pecho.
— La marinera, Jimin.
Dibujó círculos en mis pezones con sus dedos.
— Ya voy.
— Pues ve más rápido.
Pero no me estaba escuchando.
Empezó por mi pecho y se tomó su tiempo para dibujar un camino de mordiscos hacia abajo, lamiéndome y rozando mi estómago con los dientes a su paso.
Entonces me mordió justo debajo del ombligo.
Yo apreté los puños.
Por fin llegó justo donde lo quería y echó aire caliente sobre la punta de mi polla.
Me estaba provocando.
Me tembló todo el cuerpo ante la expectativa de sentir su boca sobre mí.
Y por fin sacó la lengua y me lamió.
«Joder. No pares.»
Y no paró, pero tampoco se metió toda mi polla en la boca.
Decidió jugar conmigo:
Se metía sólo la punta y lamía y acariciaba el resto con las manos.
Me volvió loco de ansiedad; yo quería deslizarme hasta su garganta, pero me quedé quieto, con los puños apretados a los costados.
Y entonces, cuando menos lo esperaba, se la metió toda entera en la boca y la relajó cuando llegué al fondo.
— ¡Joder! —exclamé.
Minnie se retiró.
— Puedo parar.
— Dios, no —pedí— Pásame las piernas por encima. Quiero probar tu dulce sexo.
Él se cambió de postura.
Perfecto.
Le agarré de las caderas hasta formar con nuestros cuerpos un perfecto sesenta y nueve.
Luego interné la lengua en su sexo y alivié mi necesidad dándole placer a él.
— Mhm —le lamí el clítoris— Eres más dulce que el mejor de los vinos. Y voy a beber de ti hasta que no quede ni una gota.
Empecé a hacer precisamente eso y él se volvió a meter toda mi polla en la boca.
Nos movíamos al unísono, sus lametones y mordiscos coincidían con los míos.
Minnie me recorría la polla con los dientes cuando yo le mordisqueaba el clítoris.
Le volví a lamer y él se acercó más a mi cara.
Di media vuelta llevándolo conmigo para que los dos tuviéramos mejor acceso al cuerpo del otro.
De ese modo podía internarme más profundamente en él.
Y Minnie respondió moviéndose contra mi lengua.
Entonces inserté tres dedos en su interior y gimió alrededor de mi polla.
«Te gusta, ¿verdad?»
Le lamí el clítoris y moví los dedos.
Intenté alcanzar el punto que había encontrado la semana anterior, pero en aquella postura era demasiado difícil.
Entonces él deslizó un dedo desde mis testículos hasta mi ano y yo le penetré la boca con más fuerza por instinto.
La fricción que estaba provocando en mi polla era alucinante.
Increíble.
Y saber que yo le estaba dando placer al mismo tiempo, sintiendo cómo se movía contra mis dedos, me invitaba a embestirle con más fuerza.
Minnie gimió de nuevo y provocó unas vibraciones que me recorrieron todo el pene.
Chupé su clítoris y arrastré los dedos por su sexo con suavidad.
Entonces tembló y al poco se tensó de pies a cabeza, abrumado por el clímax.
Yo le mordí con delicadeza y Minnie se corrió por segunda vez, cosa que hizo que me internase más profundamente en su boca.
No pude evitar gemir cuando me corrí y él se lo tragó todo.
Cubrí de besos su sexo depilado y alargué los brazos para atraerlo hacia mí.
Le abracé con debilidad.
— La cena se ha enfriado —dijo contra mi pecho.
Yo le pasé una mano por la espalda.
— Y a quién le importa la cena.
Pero al cabo de un rato le ayudé a sentarse.
— Tenemos que comer.
La pregunta brillaba en sus ojos, pero no llegó a verbalizarla.
«Sí, Minnie. Esta vez será comida.»
Le ofrecí su plato y recogí el mío.
La pasta no estaba mal a pesar de haberse enfriado; supuse que caliente estaba buenísima.
Aunque si tenía que elegir entre la pasta y Minnie...
Bueno, él siempre ganaba.
Entonces vi cómo adoptaba una expresión concentrada y fruncía el cejo mirando la pasta.
¿En qué estaría pensando con tanta intensidad?
Levantó la vista y yo me apresuré a mirar mi plato.
— ¿Cuánto tiempo llevas siendo un Dominante? —preguntó.
Ah.
Quería hacerme preguntas personales.
Sentí una punzada de incomodidad.
— Casi diez años.
— ¿Has tenido muchos sumisos?
«¿Con collar o sin collar? Y define "tener"»
Pero elegí la salida fácil.
— Supongo que eso depende de lo que entiendas por «muchos»
Él puso los ojos en blanco.
— Ya sabes a qué me refiero.
A pesar de lo mucho que me gustó que se sintiera lo bastante cómodo como para hacerme preguntas, tenía que establecer algunas reglas básicas.
— No me importa tener esta conversación, Jimin. Ésta es tu biblioteca. Pero ten en cuenta que el hecho de que me hagas una pregunta no significa que vaya a responderla.
Él volvió a mostrarse decidido.
— Me parece justo.
— Pues sigue.
Su primera cuestión me sorprendió:
— ¿Alguna vez has adoptado el papel de sumiso?
Entonces recordé mis días con Chan Yeol, las escenas en las que me hizo de mentor y las escasas ocasiones en que me sometí a él.
Nuestra relación no fue sexual, pero Chan creía que un Dominante debía saber lo que se sentía al someterse a otra persona.
— Sí —dije y él abrió mucho los ojos— Pero no durante períodos largos, sólo para una escena o dos —me apresuré a añadir.
Me sorprendió que no me preguntara nada sobre esas escenas.
— ¿Alguno de tus sumisos ha utilizado su palabra de seguridad?
— No —respondí con curiosidad por saber cómo reaccionaría.
— ¿Nunca?
— Nunca, Jimin.
Él fue el primera en apartar la vista.
— Mírame.
Quería que comprendiera bien lo que le iba a decir.
— Ya sé que eres nuevo en esto, pero sólo te lo preguntaré una vez: ¿he estado cerca de llegar a tu límite?
Yo ya sabía la respuesta, pero quería que él siguiera mi razonamiento.
— No —contestó.
— ¿He sido suave, paciente y cuidadoso? —pregunté— ¿Me he anticipado a tus necesidades?
— Sí.
— ¿Y no crees que habré sido suave, paciente y cuidadoso con mis demás sumisos y que me habré anticipado también a sus necesidades?
La comprensión se reflejó en sus ojos.
— Oh.
— Estoy yendo despacio contigo porque veo esto como una relación a largo plazo, pero aún hay muchas cosas que podemos hacer juntos.
Le deslicé un dedo por el brazo y llegué hasta su codo, mientras me lo
imaginaba en mi cuarto de juegos.
— Hay muchas cosas de las que tu cuerpo es capaz y que tú ni siquiera sabes aún. Y de la misma forma que tienes que aprender a confiar en mí, yo aún tengo que conocer tus reacciones.
Minnie tragó saliva con tanta fuerza que pude oírlo desde donde estaba; luego se le puso la carne de gallina.
— Tengo que descubrir tus límites, por eso voy despacio. Pero hay muchas, muchas zonas que aún no hemos explorado.
Le rodeé la muñeca y apreté.
— Y quiero explorarlas todas.
«Ya basta, Min»
— ¿He contestado a tu pregunta?
— Sí.
— ¿Alguna cuestión más?
Minnie se puso derecho.
— Si los demás sumisos no utilizaron su palabra de seguridad, ¿por qué acabó sus relación?
¿Debía decirle que Ki Hyun se fue porque no podía darle lo que él quería?
¿O estaba dudando de lo que le había dicho sobre las palabras de seguridad?
— Como acaba cualquier relación —dije, con intención de darle una respuesta prudente— Nos distanciamos y seguimos caminos distintos.
— ¿Alguna vez has tenido una relación romántica con una persona que no fuera tu sumiso?
Maldito SeokJin.
En cuanto le pusiera las manos encima...
— Sí —me limité a contestar.
Minnie me miró con sus ojos castaños.
— ¿Y cómo fue?
No fue de ninguna forma.
Fue un fracaso absoluto.
Yo era un fracaso absoluto.
Yo, Min Yoongi, que nunca fracasaba en nada, le había fallado a Chae Rin.
— Ahora eres tú quien está en mi casa —aseveré, buscando de nuevo una salida fácil.
¿Era una pregunta retórica?
— ¿Chae Rin?
Decidido.
Pensaba llamar a SeokJin después de cenar.
Él no tenía por qué contarle mi vida a Minnie.
— ¿Qué te ha contado SeokJin?
— Que Chae Rin no era tu sumisa.
Suspiré aliviado.
Jin no sabía por qué rompimos Chae Rin y yo, ¿no?
— Preferiría que mis relaciones pasadas siguieran en el pasado — repuse— Lo que hiciéramos o dejáramos de hacer Chae Rin y yo no tiene nada que ver con nosotros.
Minnie bajó la vista y empezó a remover la pasta que le quedaba de un lado a otro del plato.
Le había molestado.
— Jimin. Si quisiera estar con Chae Rin, estaría con ella. Pero estoy aquí contigo.
— ¿Alguna vez hiciste un picnic desnudo con Chae Rin?
¿Un picnic desnudo con ella?
Intenté imaginarlo.
«¿En el suelo, Yoongi? ¿Sin ropa? Me tomas el pelo, ¿no? Dime que me estás tomando el pelo.»
— No —contesté— Nunca.
Minnie esbozó una sonrisa triunfante.
— ¿Alguna pregunta más? —pregunté.
— Ahora mismo no.
Gracias a Dios.
La verdad es que por mucho que me gustara que se sintiera con valor suficiente para hacerme preguntas, había algunas cosas de las que aún no quería hablar.
Y todavía me quedaba una semana y media hasta que tuviera que hacerlo.
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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