DM - Parte 1.
Habia un mundo llamado los cielos. En ese lugar solo habitaban seres divinos, conocidos como dioses.
Hace muchos años los dioses se aburrieron de como estaban viviendo, y fue entonces cuando varios de ellos comenzaron a mirar hacia abajo, hacia el mundo inferior. El mundo en donde las razas mortales existían.
Todo comenzó con un pequeño puñado de dioses que decidieron probar la vida en la superficie. Pasaron varios años hasta que otro puñado decidieran seguir a los que ya habían partido.
Poco más de milenio después, una diosa nació. Era una diosa poco maravillosa. Casi una chica común. De ojos azules profundo, y cabello rubio.
El árbol que le dio la vida, era el mismo que había engendrado al primer dios. Se levanto, desnuda y había alguien delante para recibirla.
"Hola...?", le dijo la persona al frete de ella. –
– La miro por un momento antes de cerrar los ojos. Luego se levantó lentamente y respondió. –
"Hola". – Tenia los labios levantados mientras caminaba. –
"Soy la diosa Atenea, la diosa de la sabiduría. Actualmente soy la única que puede darte un saludo diosa Joven". – Ella le estiro la mano con una sonrisa confortante en el rostro. Algo que la diosa recién nacida acepto. –
"Atenea".
"¿Qué pasa?".
"Yo soy Lili, Lili la diosa de los Juegos".
"¿Juegos?", Atenea se movió hacia un lado y empezó a mirarlo. – "Una diosa de los juegos e...".
– Lili tomo de regreso su mano y uso sus poderes divinos para vestirse. Como cualquier dios, el conocimiento llego a ella como si fuera algo que vendría por defecto. –
"Antes... antes de llegar a este lugar, yo vigilaba a los humanos en otro lugar. Uno muy muy lejano".
"Eh...? ¿Como?".
– Como la diosa Atenea parecía realmente Sorprendido, ella enfoco mas en sus palabras. –
"Yo, soy una diosa que busco otro mundo. Realmente tuve suerte de que algún Árbol divino me recibiera. Pensé que mi alma vagaría por la eternidad, pero parece que no".
"Transferiste tu alma......... nunca me habría imaginado... que eso era posible".
– La diosa Lili se movió dando un paso y acercándose hacia el mundo inferior. –
"Espera". – La diosa Atenea la detuvo. – "¿Sabes que por ahí es? Digo que esa es........ la entrada al mundo mortal".
"Lo sé. Te lo dije hace un momento".
"Yo soy la diosa de los juegos, pero también la diosa que vigila a los mortales".
"¿Pero ya sabes que... nosotros no usamos nuestros poderes divinos ahí abajo?".
"Si. Estoy dispuesta aceptar la vida tal y como venga desde ahora. Y también.... Estoy dispuesta a entregarle mi bendición especial...".
"Bendición... ¡especial?", Ella lo miro confundida. Lili sonrió mirándola y ella continúo caminando.
– Ella continuo y desactivo su arcanum. El cual se mostraba como un cable que se enrollaba alrededor de ella. –
"Nos vemos luego, Atenea, y gracias por recibirme".
"L...Lili".
– La diosa desaparecio de su vista, y casi al mismo tiempo apareció alguien atrás de Atenea. –
"Atenea, vine a ver porque el Arbol divino estaba brillando... y ahora me he quedado asombrada".
"Oh.... Hestia". – Ella dio medio brinco antes de recomponerse. – "Pensé que estabas encerrado en tu templo".
"Sali por un poco de Aire fresco y lo vi".
"Oh... así que fue eso".
– Hestia miro hacia adelante, y le recordó a Atenea que la chica ya no estaba. Preguntándole luego que si era ella la recién llegada y si estaba yendo al mundo inferior ahora mismo. A lo que Atenea le dijo que ella lo estaba haciendo, y que probablemente ya había tomado la puerta al mundo mortal. –
"Ya. Hubo un tiempo en el que también pensé bajar al mundo inferior... pero sigo sin poder dar el primer paso".
"Oh... Hestia. Yo creo que lo mejor para ti seria quedarte en el cielo".
"¿Hm... Por qué?", pregunto Hestia dándole una mirada. –
"El mundo inferior está lleno de contra tiempos, y no creo que tu.... Ya sabes".
"Ya te entiendo", Le respondió Hestia con normalidad, aunque algo ofendida. – "Se bien lo perezosa que soy. Tal vez el próximo siglo vaya a echar un vistazo". – Hestia sacudió una mano diciendo que no era nada importante, la lo que la otra diosa le dio agrado, terminando por taparse la boca con una mano. –
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– Una estrella luminosa centello por unos segundos en el cielo. Varios dioses lo miraron, y varios mortales sabían lo que era. La llegada de un dios desde los cielos. –
– Había una diosa que estaba atenta en ese momento. Era una de las diosas mas importantes en la ciudad principal. La diosa Freya, quien estaba tomando una copa de vino justo cuando la estrella caía en algún lugar cercano. Aunque si era mucho más allá de los límites de Orario. –
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– "..."
"El cielo del mundo... llegue aqui". – La diosa Lili, camino tranquilamente en el paisaje nocturno, en ese mismo gran campo en el que había despertado. –
– En tanto, y casi al mismo tiempo. Un niño llegaba a la ciudad. Tenia el cabello blanco, y piel pálida. Era un joven venido de las montañas, que había decidido entrar en Orario para ser un aventurero. –
"Al fin, estoy aquí". – Miro hacia todo lado muy animado. –
– Paso algún tiempo hasta que se encontrara con la primera persona, la que la ayudo a llegar a Orario. Un campesino simple que iba por el camino. Mientras tanto, el chico de pelo blanco seguía siendo rechazado por las familias de la ciudad. –
NOTA: Las familias son las organizaciones que están lideradas por un dios.
NOTA 2: Los mortales siguen a los dioses porque ellos dándoles un pequeño toque de su sangre son capaces de liberar el potencial de las personas.
– El chico levanto la mirada hacia el cielo, decepcionado tal vez de si mismo por no parecer apropiado para ser un aventurero. –
– "..."
– Los pequeños pies de Lili, tocaron el suelo frente a las murallas de la ciudad. Varios la miraron en su camino hasta la primera entrada, y nadie se dio cuenta que ella era una diosa. –
"¿Qué hace aqui?".
– Habia un caballero con armadura que le pregunto antes de entrar. Aunque en Orario no había un gran régimen para ingresar, al menos siempre preguntaban las intenciones de las personas que querían hacerlo. –
"Yo... a vivir".
– Cerro sus ojos con una pequeña sonrisa muy tranquilizante. El gran hombre de armadura, no dudo de su respuesta y la dejo pasar, preguntándose qué clase de persona era ella, ruborizado por su voz. –
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