Tauro x Kino
-Relatos breves. Segunda parte. "Uno, dos, tres."
Uno, dos, tres.
Uno, dos, tres.
Uno, dos, tres.
¿Sigue fuera? ¿Sigue ahí? Oh, por los dioses, no se mueve. Permanece inmóvil como un árbol de gruesas raíces, anclado al frío y verde suelo del bosque. Cuento hasta tres para salir de la mansión, mas mis pies hacen caso omiso de cualquier tipo de orden. Ahora sería el momento perfecto, pero sus rojizos y hermosos ojos me tienen atrapada, capturada. ¿Qué será de mí? Vosotros, dioses inmortales que gobiernan cielo y tierra, responded mi llamada. ¿Qué será de mí? Si alguien lo sabe, que conteste, porque mi mente muere cada segundo que pasa, y muere de miedo. Muere de fascinación, muere de horror.
A través de la fina y sucia ventana percibo su robusta figura. El cristal dificulta mi atención, lleno de las infinitas y chocantes gotas de lluvia, pero es imposible perderlo. Ahora se mueve, silencioso, sereno, seguro. No duda, no vacila, no termina su intensa mirada. ¿Qué será de mí? ¡Por favor, necesito la respuesta! ¡Lo suplico, lo imploro! Te lo ruego, joven, no te acerques, no entres.
Entre temblores y sollozos ahogados conseguí hacerme paso entre los participantes de la fiesta. La gran masa no me dejaba ver la salida, y exhalé maldiciones en todos y cada uno de los idiomas que perfectamente conocía. Sin embargo, caí en la cuenta de que me acercaba a su trampa. Salir, él espera que salga despavorida por la puerta que con tanta ansia quiero encontrar. Quieta de nuevo. Uno, dos, tres. Respira. Uno, dos, tres. Todo saldrá bien. Uno, dos, tres. Busca otra vía. Miré a mi alrededor: copas de vino, risas descontroladas, elegantes y sofisticadas máscaras. Entonces me giré y volví sobre mis propios pasos. Él me busca a mí. A mí. Solo a mí.
Caminé con prisa y sin llamar la atención hasta una de las habitaciones dedicadas a los vestuarios. Cambié mi antifaz por otro completamente diferente, solté mi cuidadosamente recogido cabello y me puse un vestido aleatorio. Abandoné la estancia, insegura. Ahora solo quedaba actuar normal hasta mi llegada al exterior. ¿Qué será de mí? Odín, responde. ¿Qué será de mí si esto no funciona? Loki, contesta. Entre respiraciones agitadas me moví cual ciervo aterrado. A veces los invitados me miraban, a veces no. En ocasiones chasqueaban la lengua en desagrado, en ocasiones sólo ignoraban. Y, aún así, siempre sentía a ese joven pegado a mi nuca, como si ya fuese parte de ella. Uno, dos, tres. Continúa. Uno, dos, tres. Avanza. Uno, dos, tres. Eres capaz.
-Disculpad, ¿me concederíais este baile?- Preguntó una voz encantadora.
Era él. Solo él. Él y yo. Giré mi cabeza y vi esos exquisitos y rojizos ojos. Asentí y sonrió con un gesto lobuno. Entrelazó sus dedos en los míos y sentí frialdad. Oh, pero su mirada transmitía tanta calidez. Me llevó con suavidad a la pista de baile, justo al centro. Uno, dos, tres. La música comenzó. Uno, dos, tres. Bailé junto al joven sin vacilación. Uno, dos, tres. Él me sostuvo con gracia.
Oh, cuando la melodía terminó. ¡Qué estoy haciendo! ¡Qué me estás haciendo! Cuatro, cinco, seis. Me has aturdido. Cuatro, cinco, seis. Cómo me has encontrado. Cuatro, cinco, seis. Ya no hay escapatoria. He muerto, y tu sensual y falsa calidez conmigo.
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