INFJ x Carla (INTJ)
Estábamos en asientos opuestos, mirándonos el uno al otro sin pronunciar palabra alguna. Si había algo que nos gustaba a ambos era el silencio; mortífero y apasionante. Por supuesto que, dada nuestra falta de amistad o respeto, se convertía en una dulce y aterradora tortura. Aún así, intentaba mantener la cabeza bien alta, aunque sin rozar el complejo de superioridad. Sabía que le molestaba mi resistencia. Él esperaba una presa dócil y preparada para la absoluta sumisión, cosa que yo no era.
-Podríamos estar aquí toda la eternidad, si es lo que quieres.- Dije, rompiendo la mentirosa paz del silencio.
Entrecerró los ojos, con claro disgusto.
-Llevamos semanas haciendo esto, ¿sabes?- Respondió, cansado.- Y sigo sin saber qué es lo que hay dentro de esa cabeza tuya.
-No puedes conocer todo acerca de las personas. Es imposible.
-Llevo analizando enemigos siglos y siglos. ¿Por quién me tomas?
-No te estoy echando tierra, sólo intento que comprendas que la fórmula de tu análisis no siempre será compatible con el resto de seres vivientes. Estás acostumbrado a ganar y a llevar ventaja. Te molesta que esta vez no sea así.- Respiré hondo.- Mi comportamiento no es lo que te enfurece, sino el hecho de no poder adivinar mis pensamientos; de no estar por encima de mí. Eres demasiado orgulloso. Estás destinado a la derrota si continúas por ese camino.
Su postura permaneció impasible y serena, sin atisbos de sorpresa. Sin embargo, hubo algo que sí se movió: su dedo pulgar izquierdo. Lo metió dentro del puño y creí escuchar levemente el sonido del crujir de su guante negro hecho en cuero. Había dado en el clavo.
-Me han llegado rumores de que tus ojos lo ven todo. ¿Será cierto?- Preguntó, cambiando ligeramente de tema.
-Hay muchos rumores sobre mí, si te soy sincera. Pero es tu decisión creerlos o no.
-Nuestras miradas se parecen bastante, lo admito.
-¿En qué?
-Nos resulta relativamente fácil ver el interior del resto; sus intenciones, sus barreras, sus sentimientos, sus pensamientos... Es como si pudiéramos atravesar su alma.
-Aunque no puedes pasar a través de la mía, me temo.
Esta vez escondió el pulgar derecho.
-De momento.- Aclaró, acomodándose en el respaldo de la majestuosa silla en la que descansaba.
El silenció volvió a gobernar la sala, aunque por menos tiempo que antes.
-Volveré a mi habitación. Llámame si me necesitas.- Finalicé.
Avancé lentamente hacia la puerta del salón, ansiosa por llegar a mi dormitorio. Pasé por detrás del asiento del muchacho y no desperdicié más tiempo en mirarle por última vez. No necesitaba observar de nuevo esa presencia estoica, fría y mezquina. Su imagen ya estaba anclada en lo más profundo de mi consciencia, y no hacía falta volcar mi atención sobre él para sentir su intensidad sobre mis hombros.
No obstante, nada más deslizar las yemas de mis dedos sobre el pomo de la puerta, algo detuvo mi mano. Se había colocado tras de mí.
-Suéltame.- Ordené.
Acercó tanto su aliento que pude sentir el roce que éste hacía sobre la fina piel de mi cuello. E incluso a pesar de que no intercambiábamos ninguna otra mirada, había una comunicación metafísica que nos unía. Parecía como una vibración imaginaria que rebotaba entre nuestros cuerpos, chocando con uno y otro de manera eterna y recíproca. Era intensa, aterradora y poderosa. El tacto de su guante se mezcló con el sudor de mi muñeca y me adentré de lleno en el campo de batalla. Empujé la cerradura hacia la derecha.
Instantáneamente, agudizó su fuerza para dejarme inmóvil de nuevo y, además, despejó suavemente mi garganta echando a un lado el pelo. La temperatura glacial del ambiente me atacó sin compasión y un escalofrío recorrió toda mi columna.
-Quédate.- Susurró.
Una parte de mí se derretía lentamente mientras él hablaba. Su voz era gélida, pero su cuerpo desprendía un calor mucho mayor que el de cualquier desierto. Quería dejarme caer en su pecho y respirar el aroma de su oscuridad. Nunca antes había deseado tanto bailar con las peligrosas sombras de un monstruo.
-Quédate.- Repitió, deslizando su dedo índice de cuero a través de los límites de mi mandíbula, prestando luego mayor atención a mis labios.
Cerré los ojos y escuché la grave y lúgubre sinfonía de su engaño. Sabía que esto no era real. Y él también lo hacía. Aun así, me incliné hacia atrás y consentí que envolviera sus brazos alrededor de mi torso. Me sentía parcialmente completa y enteramente vacía con su seductor juego, pero quería seguir la partida. Quería mover ficha después de él, ganar y darle muerte. La competición sana es aquella que termina con la vida del otro, la última compasión es traición.
Y no había nada más ilusorio que el sentimiento de ventaja, mis ojos ya lo habían vaticinado; ya habían atravesado su alma y su fin.
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Esta vez he probado una temática diferente: los tipos de personalidad según la teoría de Myers Briggs junto con los Diaboys. A partir de ahora los relatos cortos serán así. Si tenéis interés en ver cómo podrían interactuar vuestros tipos de personalidad con los distintos vampiros, estáis invitados a dejar un comentario en este apartado. Un saludo y hasta la próxima.
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