♊Géminis x Shin♊

Dedicado a: Reila_Skorza

-Y este es tu dormitorio.- Finalizó el chico de pelo anaranjado.

-Gracias por enseñarme la casa aunque sinceramente creo que me perderé en más de una ocasión. Es demasiado grande.- Agradecí, con una sonrisa.

-Esa sonrisa es pésima, ¿sabes?

-¿Cómo sugieres que sonría? Te recuerdo que me has secuestrado.- Respondí, con la expresión más severa que pude realizar.

-Hmph... Estoy seguro de que si las miradas matasen estaría en el infierno ahora mismo. No obstante, para tu desgracia, me tendrás que aguantar durante bastante tiempo.

-No lo creo.- Murumuré.

-¿Has dicho algo?

-Nada. Habrán sido imaginaciones tuyas. Tal vez ser un lunático secuestrador de chicas te está pasando factura.

El muchacho no se contuvo la mueca de asco y me empujó dentro de la habitación.

-Ten cuidado. Puedo ser simpático, pero también la peor pesadilla de cualquiera. Eso lo entiendes, ¿no? Al fin y al cabo estamos hablando en el mismo idioma. A no ser que seas lo suficientemente estúpida como para no captar lo que tus superiores te dicen.

Callé y me mordí el labio inferior. Tal vez me haya pasado bromeando con este chico.

-Ah, cierto. No me he presentado. Soy Shin Tsukinami. No voy a decir que estoy encantado de conocerte porque, sinceramente, odio mentir.

-El sentimiento es recíproco.- Finalicé, acercándome al alféizar de la ventana.

Al dar por terminada la conversación más incómoda de la historia, mi secuestrador se dispuso a salir del cuarto, pero antes giró la cabeza.

-Por cierto, no intentes escapar.- Dijo.

-¿Y cuál es la razón para que no lo haga?

-Porque te aniquilaré.

Y con una sonrisa que me dio escalofríos, siguió su camino y escuché cómo sus pasos se alejaban en la amplitud del pasillo.

Tras unas horas que para mí fueron eternas, dejé de escuchar ruidos o gente hablando, quienes supuse que eran Shin y su hermano. Decidida, me quité los zapatos y asomé la cabeza por el marco de la puerta. Pensé en escaparme sin hacer ningún ruido, pero seguramente me pescarían o me perdería, así que qué mejor  que alguien que vive dentro te guíe hacia una salida. Volví a calzarme y salí de la habitación de la manera más normal posible y me dirigí hacia la habitación de Shin, que no estaba particularmente lejos.

Cuando llegué, llamé a la puerta y me abrió con otra mueca, esta vez una bastante inusual, como si no se esperara mi visita nocturna.

-¿Qué haces aquí?- Preguntó con una mano en la nuca.

-No sabía dónde estaba la cocina y quería pedirte que me acompañaras hasta allí.

-¿Para qué quieres ir a la maldita cocina? Te llevé la cena a su hora. ¿Acaso tienes todavía más hambre? Qué eres: ¿un pozo sin fondo?

-No tengo hambre, sino sed. Las salchichas me han dejado la boca seca. Si no bebo agua no dormiré tranquila. Y además, para qué ir sola. Podría perderme o aún peor, que alguien crea que me estoy escapando.

-Me parece un argumento válido. Espera un segundo.

Cerró la puerta y al rato la volvió a abrir, salió al pasillo y me hizo una seña para que le siguiera.

-Gracias por acompañarme.- Comenté, a su espalda.

-Deja de ser tan educada. Es incómodo. Tampoco es que te caiga bien, ¿por qué ser tan correcta?

-¿Y si fuera más informal qué? También te quejarías y dirías que no tengo respeto. Al final, haga lo que haga, me criticarás, ¿no?

Escuché una leve risa y le vi encogerse de hombros.

-Puede que tengas razón. Quién sabe.

Pasaron unos minutos y se paró en seco justo delante de una puerta. La abrió y la sujetó para que pasara.

-¿Sabrás volver?

-Creo que sí. De todas formas, si en diez minutos no estoy de vuelta, tienes todo el derecho para venir a comprobar que todo está en orden.

-¿Cuánto tiempo piensas estar bebiendo agua? ¿Diez malditos minutos? ¿Quieres explotar?

-Necesito beber agua y también ir al baño. Tengo la costumbre de expulsar residuos líquidos antes de ir a la cama. Si no lo hago...

-Vale, vale, ugh. No hace falta que des tantos detalles, puedes ahorrártelos.- Me cortó, asqueado.- Cerraré la puerta.

-No, no la cierres.

-¿Por qué?

-¿Y por qué cerrarla?

-Dios, eres una maldita pesadilla.

Entre queja y queja se fue de mal humor. Quise que dejara la puerta abierta para asegurarme de que no pegaba la oreja con el fin escuchar lo que hacía y además comprobar que se había ido de verdad. Contenta por el resultado, abrí el grifo y llené un vaso de agua. Si algo había notado en el poco tiempo que he permanecido aquí es que las tuberías suenan muchísimo. Cada vez que alguien abre el grifo se nota el sonido del agua hasta en el piso de arriba. Otra manera de asegurarme de que Shin creía mi excusa.

Alcancé con la vista la puerta trasera de la cocina, que daba al patio. Si conseguía cruzar el jardín sería libre. El único problema es que la habitación de Shin tenía vistas hacia mi próxima parada. La única solución era arriesgarse. Sin embargo, me pareció ver las cortinas levantadas cuando abrió la puerta para ver qué quería. Lo cual significa que en cualquier momento podrá percatarse de mi huida. Mis sueños se desmoronaron por segundos. No obstante, todavía quedaba el plan de emergencia: aprovecharme de los diez minutos. Si en ese tiempo no volvía a mi cuarto, Shin vendría a comprobar que seguía aquí, así que, como consecuencia, se vería obligado a salir de su cuarto y no podrá mirar por la ventana. El inconveniente es que mi margen de escape será muy reducido, pero podré soportarlo.

Miré el reloj de la cocina. Quedaban dos minutos para iniciar el plan. Fui abriendo la puerta trasera y cuando creí escuchar unos pasos bajando las escaleras, corrí como nunca antes lo había hecho. Atravesé el patio a toda velocidad y me metí entre los árboles del bosque cercano.

De repente, escuché un aullido a lo lejos. ¿Me estarán persiguiendo sus familiares? Podría pararme un segundo a pensar y a recuperar el aliento, pero no tenía tiempo para ello.

Llegué hasta un lago. En él se reflejaba la luz de la luna. Ya no oía nada y me paré un momento. Dejé caer mi cansado cuerpo sobre el follaje y suspiré alviada. Había consegido escapar. Apoyé la cabeza hacia atrás en el árbol donde descansaba y cerré los ojos. Me deleité con los sonidos del agua y de la naturaleza. Pero algo me sacó de aquella corta y maravillosa paz.

Un ruido se hizo notar entre los matorrales. Asustada, me escondí tras el roble y esperé. Una figura peluda y negra apareció y avanzaba hacia mí. Supongo que el escondite no me sirvió de mucho. Al principio creí que era un lobo de Shin, pero descarté la idea cuando no aulló para avisar al resto de su manada y a su amo.

Retrocedí. Sin embargo, tras unos pasos hacia atrás, escuché otro ruido detrás mía.

Entonces vi a otro lobo de pelaje anaranjado saliendo de entre los árboles, con un parche. ¿Acaso ese era...?

No me dio mucho tiempo a reaccionar, porque ya los dos lobos habían empezado una pelea mortífera. La imagen era grotesca. A pesar de que el lobo con el parche ganaba en tamaño, el negro lo hacía en agilidad.

Me sentía inútil y la pelea estaba prácticamente igualada. Con vacilo, decidí coger una piedra y se la tiré al lobo de color azabache. Perfecta distracción que le sirvió al contrincante para desempatar y salir victorioso de la batalla.

Quise acercarme al ganador, pero, de repente, todo empezó a dar vueltas a mi alrededor. Caí en redondo sobre el suelo y sentí como no tenía fuerzas para levantarme.

Los ojos cada vez se hacían más pesados y escuché unos pasos familiares a mi lado. Antes de perder completamente la consciencia, unas palabras resonaron en mi cabeza:

-Eres un problema, chica. Te habrías escapado de no ser por las salchichas. Siento decirte que llevaban un pequeño somnífero. En fin, espero que no te cause un trauma y no quieras volver a comerlas en tu vida. Es lo que hay. Hace efecto a largo plazo pero al menos ha salido bueno. Te seré sincero, te mataría de no ser porque me has ayudado con ese perro baboso. Ahora puedo decir con certeza que me ha... encantado conocerte.

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