01
Camila estaba inmersa en una situación complicada. Por un lado, sentía que había tomado la mejor decisión al abordar este nuevo capítulo de su vida. Las peleas constantes y las noches de tensión la tenían exhausta ya veces deseaba simplemente quedarse en la oficina en lugar de enfrentar la realidad en casa.
El silencio en la habitación era tenso, se sintió un funeral de un ser tan querido en el que nadie esperaba la noticia del fallecimiento. Quería aligerar la situación aun sabiendo que no había nada para cambiarlo.
No debía significar algo malo para un futuro ¿Cierto? Serian planetas orbitando el sol buscando el consuelo en la soledad e inmensidad del espacio y con suerte se verían cada cierto tiempo y por un período corto. Reconfortarse en saber que al menos vería a Lauren era lo que más anhelaba.
No la veía desde hace una semana. La misma que la tuvo martiriando queriendo saber si su todavía esposa estaba bien y había comido.
Camila sabía que las habían llamado casi al momento para hacerles saber la fecha exacta de la firma del acta de divorcio. No era estúpida, Lauren había salido de la que era su casa como alma que lleva el diablo y supo por su suegra que estaba bien y que buscaría a los niños a sus clases extracurriculares después del colegio.
Eso fue todo.
Sarah y Sawyer son dos niños espectaculares producto del matrimonio de Camila y Lauren Jauregui-Cabello. Sarah, de 9 años proyectaba toda la timidez de Camila y el amor por las pinturas de Lauren, su verdadera pasión eran los deportes gracias a sus abuelos Michael y Alejandro, con quienes veían todo el tiempo los partidos de hockey sobre hielo apoyando los Miami Panthers. .
Sawyer de 7 años llevaba una personalidad extrovertida solamente con las personas a las que le tenia confianza. Al principio podía parecer que Sarah era más social, pero era lo contrario. Tiene un amor profundo a la naturaleza, los dinosaurios y el baile. Sus días favoritos eran los sábados, acompañar a su abuela Sinuhe ya su mamá Camila a las clases de zumba era lo mejor del mundo. En secreto veía patinar sobre hielo con su tía Taylor,
Con el tiempo, las tácticas en las jugadas que Michael y Alejandro con el hockey con Sarah y las prácticas de Sawyer en la pequeña sala de música dejaron de ser un secreto. Ellas sabían que debían tener la suficiente confianza para inscribirlo en clases de patinaje artístico porque el miedo de que se lastimaran era grande, pero pudieron lograrlo y ya los niños tenían seis meses haciendo lo que les gustaba.
El proceso no era solo un descubrimiento para sus hijos, también para ella sufriendo la agonía de su cerebro preguntándole si era real lo que pasaba en su matrimonio. Se decía a sí misma que debía aguantar por sus hijos.
Solo un año duró la agonía.
Dejaba atrás una década de matrimonio donde fueron los mejores de su vida. Estaba abandonando trece años en total si se cuentan los años de novias. Se estaba despidiendo de un periodo lleno de experiencias, amor, felicidad, dificultades, momentos malos y buenos, pero sobre todo de años en los cuales compartió felicidad junto a la persona que más amaba.
El proceso de divorcio con Lauren estaba cargado de emociones fuertes. Cada momento que compartió con ella, desde los diez años de matrimonio llenos de amor y felicidad hasta la época de novias, era recordado con nostalgia. Las mejores y peores experiencias que vivieron juntas se estaban convirtiendo en recuerdos dolorosos de dejar atrás. A medida que avanzaba el proceso de divorcio, sintió un creciente nudo en la garganta ante la idea de decirle adiós a una relación tan significativa.
Sentía la mirada de las cuatro personas que se encontraban en la habitación. Los abogados, el notario y su esposa. Tenían la mirada esperando que hiciera algo. No quería hablar con nadie, no tenía ánimos ¿Cómo se puede tener ánimos en un caso así? Sus manos sudaban, su corazón latía fuerte y el hecho de que Lauren la viera esperando que firmara, no hacía las cosas mejores.
—Señora Jauregui ¿Se encuentra bien? —Preguntó su abogado notablemente preocupado por Camila.
La cabeza de Lauren estaba que explotaba. Los días no estaban siendo fáciles, el trabajo le generaba más presión que antes por los temas políticos que atravesaba el mundo. Si en un pasado el trabajo le generaba placer y sensación de viajar y hacer muchísimas cosas para contárselas a Camila y a sus hijos, actualmente no quería tener nada que ver con él.
Se estaba enfrentando a un divorcio y no veía a sus hijos con la misma frecuencia. Se estaba perdiendo una parte importante de sus vidas. Una parte importante de ella.
—¿Eh? —Las dos con el apellido actual de casadas respondieron viendo al abogado y este rio nervioso por la situación.
—Disculpen, hablaba de la señora Camila. — Ambas mujeres se miraron tensas por varios segundos antes de apartar la mirada y dirigirla a los presentes. — ¿Deseas un vaso de agua o unos minutos afuera para tomarse un tiempo? Estos momentos son difíciles...
—No. Estoy bien. —Interrumpió y fijó su mirada en su esposa. — Lauren, ¿Estarás bien?
—Lo estaré dentro de un tiempo. —La ojiverde dijo con una mirada aprehensiva.
¿Qué estaba pensando Camila en atrasar todo y hacerle preguntas sin sentido? Desear tantear el terreno e ir despacio y mejorar la situación debía ser sin abogados y sin el papel que estaba en la mesa.
—Hablo de ahora en adelante, Lauren.
—¿Firmarás los papeles o no, Camila? ¿No era eso lo que querías? —La miró con dureza y ahí supo que su esposa no necesitaba de sus palabras de aliento.
Lauren estaba sorprendida al enterarse que Camila había tomado la decisión de divorciarse. Su mente procesaba la noticia y se preguntaba por qué había sucedido. Los años que compartieron juntos estaban llenos de felicidad y amor. Lauren se encontraba con el corazón roto. El dolor y la tristeza se apoderaban de ella a medida que comprendía la realidad de que su matrimonio estaba llegando a su fin.
La ojiverde no le preguntó, el fracaso y la inseguridad estaban acabando con ella, preguntar los detalles sería el detonante que acabaría con lo poco que sentía que le quedaba. La situación no era justa, lo sabía. Perdía estar en el lugar que construyeron y armonizaron como un hogar, el tiempo con sus hijos se resumiría a pocas horas al día o a la semana.
Tendría que acostumbrarse a un lugar nuevo, con personas nuevas. Imaginar que sus amigas en algún punto querrían que continuara con su vida amorosa. Lauren no quería eso.
Quería su hogar, sus cosas, a su familia. Gritar que todas las inseguridades y pensamientos que Camila tuvo eran mentira, que detuviera el divorcio y trabajaran para ser mejores. Pero sabía que no podía.
¿Si detenía la situación cómo trabajarían? ¿Los niños volverían a las peleas y tensión constantes? Desde hace muchos años no estaban solas. Su prioridad eran sus hijos, por más que su corazón se esté desgarrando.
Hace un mes, hizo una pequeña maleta con lo necesario. Se despidió de sus hijos, prometiéndoles que pronto volvería. De Camila, solo se despidió con una mirada. Para Camila, la casa no era la misma desde ese día. Lauren se fue llevando sus pertenencias de a poco y ella veía como la casa se volvía un color grisáceo.
¿Por qué mentir sobre aquello? ¿Por qué decir que al tomar decisiones sabremos que es bueno y que es malo y desde el fondo de nuestro corazón y la lógica elegiremos lo mejor? Camila no sabía que estaba haciendo en ese momento. Cualquier decisión y pensamiento que pasaban por ella, le dolía y replicaba en sus hijos y en Lauren.
Quedarse dolía.
No quedarse dolía.
Y ninguna le daba pistas a futuro de cuál era la mejor decisión.
—Si necesitan un momento a solas, saldremos sin ningún problema, señoras.
—No lo necesitamos. —Habló Lauren dirigiéndose a su abogado. Camila estaba sorprendida y asombrada por la forma en que Lauren explotó de enojo. No estaba acostumbrada a ver a su esposa perder tanto el control. Las palabras y gestos bruscos que Lauren expresaba dejaban a Camila con una sensación de desorientación, sin poder encontrar las palabras adecuadas para responder.
Estaba cometiendo un error. Pensar en Lauren fuera de su vida y luchando por la de sus hijos no estuvo en sus aviones.
—Lauren, espera...
—¡¿Esperar que Camila?! —Se levantó de la silla — ¡Tú decides esto! No me diste tiempo de nada. Te estoy complaciendo en lo que quieres, por primera vez, según tú. Si no eres feliz ¿Qué tengo que esperar? —Los ojos de su esposa se pusieron rojos. Ella odiaba ver a Lauren llorar.
—Creí que nuestro matrimonio no tenía salvación. No sabía que hacer ese día.
—Señoras Jauregui —Las dos dejaron de mirarse para ver al hombre que les hablaba. —El mejor momento para aclarar las cosas creo que fue hace unos cuatro meses. No cuando los papeles de divorcio están sobre la mesa...
El abogado de Lauren tenía toda la razón. Ya no era momento de dar un paso atrás, debían afrontar sus actos.
Volteó a ver los papeles que había sobre la mesa, los tomó al igual que el bolígrafo a su derecha. También por el rabillo de su ojo, pudo captar como Lauren se volvió a sentar y ya no la miraba a ella, miraba el suelo como si tuviera algo fascinante y recordó a su hija Sarah cuando hacía algo malo y era reprendida y temerosa por ver a sus madres, preferían ver el suelo.
—Puede, por favor, ¿Repetirme lo arreglado en los papeles? —Pidió Lauren a su abogado.
—Por supuesto— El hombre abrió su portafolio y saco una hoja. —Se establece que ambos tienen la custodia compartida de los niños Sarah y Sawyer Jauregui-Cabello. Cada cinco días se girarán de casa. Los fines de semana serán acordados por ustedes. Se les abrirá una cuenta a los menores donde automáticamente se les descontará una suma de dinero de sus cuentas para su fondo de la universidad, sin excepciones. La casa donde vivieron queda un nombre de la señora Cabello, al igual que los autos familiares. Las empresas al ser creadas antes de su matrimonio, no tienen por qué ser peleadas al divorciarse y su empresa en conjunto seguirá de igual manejo, con ustedes dos. —Terminó de leer y fijo sus ojos en Camila y en Lauren, alternándose. —¿Lo leído está en lo correcto? —Las dos asintieron— Perfecto, podemos proceder.
No quisiera mirar directamente a los ojos a Lauren, hacerlo sería lanzarse al suelo y llorar. Solo desvió la mirada mientras firmaba y se levantaba del asiento.
—Te amo, Camz. —Dio la vuelta y vio a su ahora ex esposa dejando el bolígrafo en el escritorio, en señal de ya haber firmado.
—Te amo, Lolo.
Y antes de romperse en esa oficina. Se fue.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top