Quince.
A veces lo que tenías planeado nunca sucede. Mis planes de esta mañana habrian Sido totalmente simples si la señorita con una buenas cuerdas vocales no hubiera aparecido como lo hizo. Muy capaz para el almuerzo la llamada de mi abogado habría sido lo que más me causara algún desastre en la agenda.
Pero tampoco había mucho, y muchos menos existe el hubiera.
A la salida del lugar ya estaba más que claro de mi decisión sobre aquel piso. Me alivió saber que una mujer consideraba que estaba bien, mi madre capaz habría comentado algo con respecto a Samantha y, ella al igual que todos no saben lo que sucede en casa.
No son conscientes de la mayoría de los problemas que puede presentar un matrimonio lejos de los ojos de todos. A simple vista dice mucho, a escondidas es donde pasa todo.
Quería tranquilidad, paz y sobre todo confianza. Me sentía ultrajado, utilizado y traicionado. A estas alturas no sé si todo lleva a lo mismo, o si todo desde un inicio fué así y no me había dado cuenta de la ambición que escondía esa perfecta sonrisa.
Por pura inconsciencia miré a mi costado. La señorita Kennedy movía de manera distraída sus dedos sobre sus rodillas, su vista estaba en la ventana, analizando todo como supongo que hace con lo que se le cruza.
Eso me recordó a algo.
—¿Dónde vive?—pregunté regresando la vista al frente. Estábamos cerca del edificio.
Ella giró su rostro hacia mi.
—Le dije que no iba a volver a cas...
—Sólo fué una pregunta—gruñí interrumpiendola. Intentando no sonar tan grosero.
Cerró la boca antes de alzar los hombros.
—Algo lejos.
—¿No me lo va a decir?—alcé una ceja aunque sabía que no me estaba viendo.
—No veo porqué.
Dejé caer los extremos de mi boca hacia abajo. Sosteniendo el volante con una mano mientras sacaba el teléfono.
—Bien.—antes que se diera cuenta, busqué el número de mi secretaria antes de darle en Llamar.
—¿Señor Beaumont? ¡Que bueno que...
—Consigame con la Señora Aranza—sentí la mirada se la castaña sobre mi, intentando llegar al teléfono.
—¡¿Qué hace?!—gritó con los ojos a punto de salirse de su órbita.
Por el intercambio de voces es un espacio reducido empecé a mover el volante con bastante brusquedad por la calle para que no llegara a tomar el teléfono.
—¡Señor Beaumont no escucho! ¿Qué busqué qué?—dijo la voz al teléfono.
—¡No necesita mi dirección!—chilló Grace desde su asiento, golpeando levemente su hombro en un giro que dí intentando esquivar sus manos—: ¡Bien!
—¿Bien que?—ignoré a mi secretaria, seguía intando escuchar.
—Le diré.—resopló resignada a lo que yo miré el teléfono de nuevo.
—Señor Beaumont..
—Ya no importa,—colgué dejando caer el teléfono entre mis piernas, volviendo a colocar ambas manos en el volante para conducir como se debe—: La escucho.
Y no importaba en estos momentos que me estuviera saltando la hora del almuerzo, que junto con sus reclamos por todo el camino estábamos yendo a dónde me dijo a regañadientes. No sé si la suerte estaba de mi lado, o que si quiera se le pueda considerar suerte pero justo en el momento en que la respiración de la habladora se detuvo supe que estaba justo en frente de la persona causante de tus golpes.
Soy bastante detallista cuando quiero, puedo una persona que si me llegas a interesar por cualquier manera voy a hacer todo lo posible por saber todo lo que necesite sobre todo. Curiosamente la mirada de aquel hombre un tanto mayor que Grace miraba mi camioneta con intriga.
Gracias a los vidrios polarizados me di la libertad de vagar la vista por los autos a mi alrededor, no había que denigrar pero el mío resaltaba. Sentí que mi ego subió dos escalas
«Que bueno porque me partí el culo para conseguirlo»
—Ya sabe dónde es..—no sé si fué idea mía o se hizo más pequeña en el asiento, como si nos pudiera ver—: ¿Nos podemos ir?
Negué y la miré a ella antes de ver al mismo hombre cerrar con llave la que supuse que era la casa de Grace.
—Es él, ¿Cierto?—de todas formas no necesitaba que respondiera.
Ya lo sabía.
—Señor Beaumont..
Chasquee la lengua.
—¿Si o no?
—Si,—dijo con un hilo de voz—: Señor Beaumont, es tarde y tenemos que volver.
Intentó negociar, y dijo más después de eso pero la verdad no escuché más. En cortos segundos intenté pensar en la mejor excusa que pudiera procesar para poder sacarle una mejor imagen. Mejor detallada en mi cabeza.
Escuché el grito ahogado de la castaña en el asiento del copiloto cuando puse un pie fuera de la camioneta. Saqué el teléfono rápidamente mientras cerraba la puerta de un portazo, llamando la atención del mismo hombre que retaba en estatura.
«Imbecil, medimos lo mismo»
—Disculpe, ¿Sabe dónde queda el mirador?—intenté sonar lo más formal posible.
Llevaba viviendo aquí todos los años necesarios para saber dónde estaba hasta el último baño público. Estábamos cerca del lago, el mirador estaba a solo manzanas de distancia.
—¿Mirador?—no parecía confiar en mí.
—Es que creo que me perdí—mentí mirando a la calle—:¿Sabe cómo llegar, o no?—reté sin paciencia.
Se giró para señalar a la calle de enfrente. Le miré el costado a ver si podía encontrar algo que lo diferenciará, estuve a punto de maldecir cuando ví el tatuaje de una corona de espinas en su muñeca.
«Bingo»
Me enderecé rápidamente cuando me volvió a ver.
—No muy lejos, siga por ahí derecho y va a ver una entrada enorme. Las letras dicen algo referente al lago, no lo sé.—alzó los hombros, aparte de golpeador de mujeres es ignorante.
Asentí como si me hubiera servido su muy inútil información.
—Gracias.
Me voltee y regresé al auto. Me encontré con una Grace más blanca que un papel. Mientras me subía le indique con la boca que se callara al mismo tiempo que ponía el auto en marcha hasta la dirección que me indicó. Sólo para no levantar sospechas.
—¡¿Qué se supone que logró con eso?!—soltó todo el aire que tenía en los pulmones cuando giré el volante en la siguente cuadra.
Ignorandola, busqué el número del cual desde hace años no tenía uso. Sonreí cuando ví que la foto que tenía era actual. No había cambiado de número.
Me llevé el teléfono a la oreja, omitiendo que la señorita a mi lado casi rasgaba la tela de su pantalón.
—¡Hey Joshua, hasta que te acuerdas de uno!—saludó, pude sentir la sonrisa a través del aparato.
—Trabajo y más trabajo, que te puedo decir.—me regodee alzando los hombros.
—Me imagino,—aceptó—: ¿A qué debo está misteriosa llamada del tipo que conozco que tiene la agenda más apretada que mi boxer en las mañanas?
Reí sin poder evitarlo, llevándome el dedo índice de la mano que sostenía el teléfono a la boca para disimularlo.
—¿Sigues trabajando?
Él sabía a lo que me refería.
—Depende, señor—usó su tono profesional—: Define trabajo.
—Hombre blanco, desalineado, pelinegro. Tatuaje de una corona de espinas en la muñeca derecha. Cerca del lago.—a estas alturas a Grace se le estaba cayendo la mandíbula—: Después te envío detalles.
—Uh, es importante. ¿Que necesitas?
Sonreí de costado. Metiéndome en el tránsito del medio día.
—¿Recuerdas los favores que me hacías?
No estoy orgulloso, pero era lo único que mantenía advertidos a todos los hombres mirones de la universidad. Para todos estaba claro que mi actual esposa era de las mujeres más bellas que habían pasado esos pasillos, unos una vez se pasaron por el forro que tenía novio.
Tuve que tomar cartas en el asunto.
Hasta años después, justo ahora más o menos me encuentro considerando si eso fue necesario. ¿Después de tanto de esta forma es que me paga?
En un semáforo, mis ojos se volvieron a la castaña. Que ahora resignada se encontraba viendo la calle, sus hombros tensos más sus dedos enterrados en la tela de su ropa me indicaban que no la estaba pasando bien. No solo ahorita, sino en todos estos días.
Y, ¿Quien sabe? Tal vez desde hace mucho tiempo más.
Me agrada la idea de que yo pueda hacer algo en contra de eso. Darle un poco de tranquilidad, no tengo ni idea si disfruta de su sueldo, o si hace algo para ella misma en vez de para los demás.
¿En qué momento de su día piensa en si misma y no en otros?
En todo este caos de mi matrimonio mis días últimamente han tenido su pequeña participación, no me disgusta. No del todo, cuando se pone a hablar es insoportable. Pero se siente bien poder conocer a alguien quien tal vez, y estoy seguro, pueda valorar un poco de ayuda.
Aunque se niegue a aceptarla.
Ella parece querer sostener a todo el mundo pero nadie la sostiene a ella. Un descanso le hará bien, y no del trabajo, sino de su vida.
El primer paso será mantener a quien la lastima lejos, y yo seré quien me encargue de ello.
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Joshua Beaumont, te rezo.
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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤
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