Ocho.

—¡Eres una harpía!—grito antes de salir por la puerta principal dando un portazo.

Horas atrás me estaba diciendo que quiere salvar el matrimonio y en un pestañeo me grita que quiere quedarse con un gran porcentaje de todo para sus —según ella— beneficios futuros. Samantha era ese tipo de chica que durante la época de clases se conocía como la que no rompía un plato, aquella mocosa del fondo que nunca en su vida llegaría a ser nada para que en cuestión de segundos resultará ser conocida como una de las más cotizadas de la ciudad.

En millones de reencuentros escolares ella quería estar presente, sabía los motivos y como en ese momento —Ciego de su aumento bienes a costillas mias— estábamos bien, siempre la acompañaba.

En sus ojos nunca ví algún signo de dudas, nada con respecto a nosotros. Nos conocimos de una forma tan casual que todo el mundo pensaría que quizás estábamos destinados a ser. ¿Podía quejarme? No, mujer hermosa esperando por mi en las tardes después que terminara su mañana de trabajo. Leía mucho, todo de comercio y finanzas, no termino la universidad pero cualquiera pensaría que tiene más de un título.

Cuando la agarré sacando dinero, una cantidad que sobrepasaba los ocho ceros; tanto su mundo como el mío se vino abajo. Mentiría si dijera que no me sentí decepcionado, pero no sólo eso, sino traicionado.

Podrían llamarme como quisieran. Inculto, soberbio, mal educado, egoísta, tacaño pero nunca, jamás un traicionero. La mujer a la que le había confiado mi casa, mi familia y mi vida había tirado todo en sólo una acción.

No la quería ver ni en pintura, tal vez el rencor estaba hablando por mi. Pero la parte que aún conserva al joven que se enamoró durante clases tiene dudas, muchas dudas. ¿Tan mal la estaba pasando sin decirme nada que necesitaba robarme?

No quería pensar mucho en el asunto, temía ponerle sentimientos al asunto y terminar metiendo a mi casa una segunda oportunidad para quitarme más dinero. Que no me importa perder o ganar otra cantidad, pero mi confianza hacia otra persona —mi ex mujer— es la que está en juego.

Las calles iluminadas por la luz del sol a las 9 AM me daban la sensación de calidad, tranquilidad. Por lo menos durante el camino. Cruce bien la entrada, estacioné perfectamente, el ascensor estaba vacío, todo bien.

Todo bien hasta que las puertas metálicas se abrieron en mi piso.

—¡Señor Beaumont, hasta que por fin!—exclamó Thalía exasperada—: La señorita Kennedy vino a esperarlo porque tenía que hablar con usted,—caminaba a mi lado mientras hablaba—: Por lo que me dijo ayer le pedí que esperara pero no me hizo caso.

—¿Dónde está?—firmé distraídamente la planilla de hora de llegada.

Está mujer es otro caso aparte, todo lo contrario a lo que conozco. Habla mucho, se la pasa corriendo, cree que a todo el mundo lo puede comprar con un testamento saliendo de su boca. Conmigo, tragandose un perico no va a conseguir nada.

Mi secretaria se sonrojó.

—Tuve que llamar a seguridad pero no fué de mucha ayuda—juntó sus manos frente a su vestido, fué ahí donde me giré para adentrarme en el pasillo que daba a mi oficina con Thalía a mis espaldas.

En ese instante lo noté. La señorita Kennedy se aferraba a los barrotes que simulaban ser el pomo de la puerta como si su vida dependiera de ello, dos de los gorilas de seguridad la tenían sujeta de las piernas y el torso para tratar que soltara la puerta. Bastante testaruda la muchacha, toda despeinada y sonrojada luchando por no soltarte. Casi me reí.

—¿Son sordos, acaso?—vociferó Grace a los guardias—: ¡Sólo iba a entrar a esperarlo, no tienen que ser unos salvajes!—chilló sin soltar la puerta.

—¡Niña, te dije que tenías que esperar afuera!—exclamó Thalía.

—¡Es que es de urgencia!

Aclarando mi garganta me acerqué a ellos, los guardias de mi edificio me miraban con una expresión neutra.

—Sueltenla—ordené haciendo que la soltaran en segundos, sino fuera porque Grace es de reflejos rápidos apoyando sus pies primero; se hubiera dado un buen golpe.

«¿Seguirá sin saber maquillarse el rostro?»

La despeinada del lugar le lanzó una mirada furibunda a los gorilas antes de intentar arreglarse la camisa con las manos. Cuando me distrajo esa acción miré de forma instantánea a mi secretaria.

—Café—dije sin más, asintió mientras yo le daba una mirada cansada a la mujer frente a mí antes de regresarla a mi secretaria—: Negro, nada de azúcar.

Asintió de nuevo y corrió hacia el ascensor.

Abrí la puerta y la señorita Kennedy fué la primera en entrar. No la abrí para ella, la abrí para mí, parecía que tenía un cohete en el culo esta mañana.

—¡Dígale a sus mounstros que por favor ya no me traten así!—se soltó el pelo dejando libre aquella melena castaña oscura al mismo tiempo que dejaba mis cosas en el escritorio, dándole la espalda—: Sólo quería hablar con usted.

—Sin respetar las reglas—me tragué el Como siempre con un resoplido.

Al sentarme en mi silla la ví de nuevo con su coleta alta. Más peinada que antes.

—Era,—negó—: Es importante.

—¿Qué quiere ahora, señorita Kennedy?—ahogué un bostezo. Así no quería empezar mi mañana.

—Quiero regresar el dinero que me pasó—voltee los ojos—: Señor Beaumont hablo en serio, por favor se lo pido,—estaba ansiosa—: Casi no pude dormir bien al saber que ese dinero que no es mío seguía ahí, estoy segura que yo no tengo tan buena suerte como para ganar tanto dinero en tan poco tiempo,—llevó sus manos a su pelo—: ¡Y menos si es de usted!

Me froté la frente con una mano.

—No estoy de humor para berrinches, ni cuentos de insomnio,—la ironía le distorsionó el rostro—: Se fué todo lo bueno al ver el circo formado en la entrada de mi oficina.

Abrió los ojos en sorpresa.

—¡No fué mi culpa, señor!—se defendió—: Su gente es una abusiva.

—Mi gente hace su trabajo,—recargué ambos codos en el escritorio para mirarla—: Justo el que no estás haciendo tú.

Se sonrojó.

—Señor..

—Largo—ladré justo al mismo tiempo que Thalía entraba con una taza humeante.

Ambos la miramos acercarse hasta que la secretaria de Aranza por fin se fué cuando el café tocó mi escritorio.

—Si me permite decirlo señor...—alcé una ceja—: Esa niña es un caso serio.

No cuestionaba aquello, aquella joven universitaria tenía más ánimos que una guardería entera. Parecía desayunar saliva de loro por las mañanas, ganas de pelear de almuerzo y de merienda una taza de un litro de inmadurez.

Quería pensar que no la botaba porque me sentía un imbécil por lo de la camisa. No pensé bien en lo que podría hacer ella a mis espaldas, tampoco pensé que lo hiciera en realidad. Tan joven y tres trabajos, o al menos eso le había entendido y, si por mi culpa recibió una paliza en su rostro tendría que cargar con la consciencia pesada un par de días y sinceramente para eso no tenía ganas. Mi cerebro tenía que concentrado en el divorcio.

—Llama a los guardias que subieron,—asintió con el ceño fruncido—: Diles que se queden un turno extra leyendo por internet como se trata a una mujer.

Abrió los ojos sorprendida pero sin chistar salió pitando por la puerta.

.
.
.

Instagram: heroscot_
Twitter: heroscotw
Tiktok: heroscot

Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top