Divine
El cielo amaranto y lila del Planeta Supremo del Kaio del primer universo, completamente despejado le avisaba de un hermoso día, estaba tomando el té mientras esperaba pacientemente a su pareja.
Había adelantado trabajo, cocinó algunos pequeños dulces para él y se encargó de todos los preparativos.
Una reunión entre dioses se debía planear con mucha anticipación; al menos eso era lo que creían el Kaioshin y el Hakaishin del primer universo, deseaban mantenerse en el mismo nivel ante los otros universos.
No estaba de más decir que aquella reunión no era simplemente para discutir nuevos planes y acciones sobre los mundos, actualizar las listas sobre necesidades, priorizar recursos en los planetas o sobre nuevos proyectos ante contingencias (como la sobrepoblación o un desastre natural en civilizaciones poco desarrolladas). La verdad es que querían verse, a diferencia de otros universos ellos debían hacer mucha plantación para tener unas cuantas horas de compañía.
Anat era el que más deseaba eso.
Era cierto que ascendió a Supremo Kaioshin siendo muy joven –para estándares de su raza, aún seguía siendo joven– y no tuvo oportunidad de tener libertad, explorar las posibilidades y viajar en busca de conocimientos.
En retrospectiva, lo hizo.
Pero siempre fue en pos de su puesto como Supremo, nunca por voluntad propia.
Hacerlo ahora sería muy egoísta y mezquino de su parte, debía centrarse en el presente pues cargaba con una gran responsabilidad.
No era suya por completo.
Gracias al Gran Zeno-sama tenía a su lado a Iwen, desde el inicio de los universos estaba decretado que cada Kaioshin uniría su vida a la de un Hakaishin en sagrado matrimonio.
Solo se tenían el uno al otro.
Iwen le amaba, desde que se presentaron formalmente supo que la conexión con Anat seria maravillosa.
Y así fue, así es como era actualmente.
Por eso llego justo a tiempo –según lo acordado por supuesto, nunca defraudaría a su pareja– junto a su fiel asistente Awamo.
Aparecieron en la entrada del Templo, donde el Kaio estaba sentado mientras bebía té.
Cordialmente saludó a ambos, levantándose mientras los invitaba a sentarse junto a él.
El ángel se excusó argumentando que tenía un asunto por atender con el Gran Sacerdote, le dijo a su Destructor que vendría por él en unas horas.
Y sin más desapareció.
El Kaioshin sonrió con suficiencia mientras le decía a Iwen que había preparado esos Lokum especialmente para él y que podría comerse los que quisiera.
–Supondré que ya los probaste tú mismo –le dijo mientras se sentaba en el asiento vacío y alargaba su mano para tomar el primer cubo de color rosa pálido.
–Sabes que no es necesario que lo haga –mencionó mientras llenaba otra taza y la deslizaba al alcance de su pareja–. Sé que podré degustar otro tipo de delicias.
Aquellas sucias palabras, dichas con naturalidad y sin doble intención.
Anat no era alguien muy expresivo, pero si directo.
Él lo sabía, por eso le ordeno a su ángel que una vez que llegasen al Planeta Supremo este se fuera.
Mientras Iwen comía, el de piel rosada hizo aparecer su bola de cristal y unos pergaminos. Colocándola en medio de ambos, explicando algunas situaciones que se presentaban él varios planetas y como podían resolverlo la peluda deidad respondía, dando algunas ideas y modificando alguno de los planes de Anat.
No era perfecto –algo que le dolía admitir, era excepcional en su trabajo como Supremo pero no era perfecto– sin embargo, con la ayuda de su esposo podría mejor puesto que se complementaban.
Escribía en el pergamino totalmente absorto en su labor aunque en realidad estaba viendo a su esposo buscar con la mirada algo, no decía nada pero en su mirada se notaba un leve deje de desespero.
–¿Buscas algo? –cuestionó, deteniendo su escritura.
Iwen se mordió la lengua, fue estúpido de su parte no pensar que su pareja no se daría cuenta de algo así.
–¿Buscas algo? –volvió a preguntar, dejando de lado el pergamino y la tinta.
La peluda deidad suspiro, mostrando sus manos específicamente sus dedos los cuales estaban manchados en blanco debido al azúcar glass.
Si lo pensabas, era algo cómico.
Debido a la figura adorable del Dios, levantando sus pequeñas manos como si fuera un niño regañado.
Anat por su parte le miraba con seriedad, ecuánime como siempre.
Se levantó rodeando la mesa sin quitarle los ojos de encima.
En un principio pensó que le daría una servilleta o algo parecido sin embargo se llevó la sorpresa de ver como el shinjin lo toma suavemente de las muñecas evitando por completo sus brazaletes y se encorvo un poco.
Mirando con sumo interés las manchas, como si estuviera ante un gran enigma y pensará con detenimiento su siguiente acción pues de dar un paso en falso el resultado fuera fatal.
Aunque no era así.
Al menos no como lo pensaba Iwen. Por su cabeza pasaron docenas de ideas, cada una más rebuscada que la otra; Anat siempre había sido un dios pulcro, de carácter impecable y con un férreo sentido del orden.
Por eso grande fue su sorpresa al ver como el Kaioshin se inclinaba a lamer sus dedos. Entrecerrando sus ojos, el cálido aliento de Anat en sus palmas de hizo estremecerse en su asiento especialmente cuando la rosada lengua se asoma entre los interóseos de su palma, escucha atentamente los leves gimoteos del joven Kaio y ahora su mirada destila lujuria.
Si tuviera la habilidad de leer mentes, podría haber sabido que eso fue un plan orquestado por su otra mitad.
Soltó las muñecas del Destructor, jadeando lento admirado su travesura y sin perder el tiempo se deshace de su faja y el sarashi, bajando sus pantalones hasta sus pantorrillas.
Iwen no es un idiota.
Tal vez fue muy ingenuo minutos atrás pero ahora entiende lo que está pasando.
–Pudiste decirme que querías pasar a la intimidad primero –no era una queja, es solamente que se le hacía extraño ver a Anat tan ansioso.
–Arruinaría la sorpresa.
Respondió sin más pero con esa gentil sonrisa que le caracterizaba.
Iwen bajo de la silla, puede que sea un dios pero su pareja le enloquecía si se trataba del ámbito sexual.
Levito para acercarse a los labios del shinjin, mientras compartían un beso escuchó las palabras "kai-kai" y el entorno cambio.
Estaban en la habitación de Anat.
Realmente los de su raza no necesitaban dormir, pero por mera comodidad –y porque no le gustaba el frío suelo de mármol de su Templo– añadió una cama a su cámara personal, además de que le gustaba el olor que desprendía su esposo al estar entre las sábanas.
El joven Kaio se deshizo de sus botas y dejo en el suelo sus prendas inferiores, con cuidado acostó medio cuerpo sobre la cama. Con su pecho contra el colchón, moviendo sus caderas de lado a lado con suavidad mientras miraba por sobre su hombro a Iwen, quien tenía lo boca abierta.
Su expresión era toda una ganancia para Anat, se rió por lo bajo.
–Acércate.
Le pidió volviendo a mover sus caderas y el Hakaishin obedeció al instante, siempre fue una cabeza más bajo que su esposo a decir verdad eso nunca fue un impedimento pero justo ahora sentía que cada paso que daba lo hacía sentir aún más pequeño.
Podía ver el corte largo que cubría los glúteos y parte de las piernas, volvió a elevarse y tomo la tela verde haciéndola a un lado.
Y es que las sorpresas aún no se detenían. Especialmente cuando vio una piedra preciosa entre las nalgas de su esposo.
Una espinela brillante.
Curioso alargo la mano, sujetando la joya.
–¡Ah~!
El Kaio cerró los ojos, jadeando y con el cuerpo temblando, no podía creer que de verdad lo estaba haciendo.
Iwen saco por completo el extraño objeto, tonando su particular forma de cono incluso le sorprendió el material del que estaba hecho.
Todo un misterio sobre como Anat pudo hacer algo tan pequeño con un metal tan resistente como lo era el kacchin-ko, aunque para este momento todas sus dudas podían irse al Infierno porque en su cabeza estaba solamente el intimar con su amado esposo.
Notó que el plug estaba viscoso, una sustancia azulada transparentosa.
Se rió para sus adentros, creyó conocer a su pareja pero sin dudas esto era algo que nunca antes pensó que haría.
–Yo... Yo lo encontré en uno de los libros de la biblioteca del Templo –de nuevo el Kai le miraba, tenía las mejillas coloreadas en rojo–. Quería intentar algo como... ah, lo que leí.
El Hakaishin sonrió, impresionado por la declaración.
–Desde el Torneo –hablaba entre suspiros–: quise ver de nuevo esa expresión, quiero sorprenderte como ese mortal.
–Nunca vería a Son Goku con los mismos ojos con los que te veo a ti.
Replicó con suavidad, alargando una mano que acarició la espalda de Anat; trazo una línea recta que llegó hasta los bordes del corte de la cola de su atuendo.
El Dios gimió, diciéndole que no jugara con eso.
Anat siempre parecía tan serio e imparcial, con esa sonrisilla de suficiencia y gentileza.
Ocultando sus ansias de placer sexual, ante los ojos de cualquiera eso sería prácticamente una irreverencia, el perjurio de escuchar eso le sacaría risas a quién sea.
En especial porque todos decían y declaraban que los shinjin era una raza asexual.
–Hazlo por favor... –pidió sin una pizca de vergüenza.
Sabía de qué se trataba y sin esperar más lanzó el butt plug a la cama, usando sus manos para separar las redondas y prístinas nalgas de su esposo.
Estaba muy bien dilatado y había rastros de humedad, el mismo líquido azul transparentoso.
Se acercó para olfatearlo un poco. El olor le embriago enseguida como si de el más potente licor se tratase, pero no era así.
Olía a flores, rosas para ser exactos.
Anat se estremeció, apretando las sábanas con fuerza.
–Ngh...
La lengua de la peluda deidad se hizo presente y sin más preámbulo se dispuso a lamer el anillo de carne.
Descubrió que la sustancia era lubricante aunque este tenía aquel sabor, era delicioso.
Escupió en su diestra, frotando sus dedos para mojarlos un poco y mientras lamía el dulce agujero de Anat su mano se posesionó en el punto medio entre los testículos y ano, presionando con dos dedos jugueteando un poco.
–¡Ah, ahh!
El Kaioshin sentía escalofríos recorrer su espalda, jadeando.
Por su parte Iwen hizo algunos movimientos circulares, en algún momento decidió morder las redondas y perfectas nalgas de su pareja dejando la marca de sus colmillos en la sensible piel del Kaio. Este último solo grito y se retorció de dolor y placer, que Iwen tuviera colmillos era una bendición y prueba de ello eran las marcas de mordiscos que solo podía lucir en la intimidad.
La punta de la lengua del Hakaishin se burló unas cuantas veces con su entrada, presionándose pero sin entrar.
–No... No juegues...
Su erección estaba pegada a su estómago y podía sentir como palpitaba, necesitaba atención y quería que Iwen le tocase.
Puede que se haya entrenado usando un butt plug pero aún tenía ese tabú de masturbarse de cualquier forma ¿por qué hacerlo él mismo cuando su amado esposo estaba ahí?
Aunque la verdad es que el Destructor quería seguir chupando y mordiendo, nunca se imaginó ver toda esa cantidad de lubricante que incluso ya había manchado parte de su rostro peludo y ropaje.
La verdad es que ni siquiera le importaba, mordisqueo un poco la zona y deseo ver la expresión que tendría Anat, seguro tendría ese hermoso brillo en los ojos.
–¡I-Iwen...! ¡Ah~!
Se siente intoxicado de placer, no pude seguir peleando contra las sensaciones que envuelven su cuerpo –¿qué puede decir? Amaba los besos negros– y no quiere ni puede acallar ninguno de los sonidos que salen de su boca pues ya está temblando por completo.
El dios de la destrucción lo sujeto con fuerza y obligándolo a restregarse más; sabe bien que su entrada está siendo sobre estimulada y en especial cuando siente algunos superficiales besos.
Pensar que Anat estuvo así.
Húmedo.
La idea le parecía aún más deliciosa, su interior debía estar perfectamente dilatado y listo para profanarlo.
Siendo sinceros le gusta hacerlo sufrir un poco más.
No necesitaría preocuparse por el tiempo, a veces los dioses necesitan tiempo para ellos mismos.
Sin embargo Anat ya siente su pronta eyaculación y lloriquea aferrándose a las sábanas cuando su cuerpo se sacude con violencia, apretando los puños y los párpados perdiéndose en su poderoso orgasmo; son los escalofríos en su espalda y la manera en la que se arquea, sabiendo que su esencia yace regada en las sábanas pero el sentimiento es celestial.
Divino.
Siente como Iwen se aparta un poco, jadeando al igual que él.
Ninguno dice nada por un par de segundos, solamente quieren disfrutar el efecto que esta práctica tuvo en ambos.
–Señor Iwen –le habla a penas con un hilillo de voz.
–¿Mmh?
Nota como Anat lo mira sobre el hombro, su cara esta roja por completo.
–Puede proseguir –más que una petición suena a una orden.
Una que el Hakaishin está más que dispuesto a obedecer.
I.
Todos podían decir que Jerez era una excéntrica por cambiar constantemente la decoración del Palacio de su planeta.
Y quizás todos los que decían eso tenían la razón.
Pero el motivo por el cual lo hacía estaba a solo unos metros de ella, cargando unas enormes macetas que tenían robelinas.
Sour también estaba ahí, intentando ignorar como su discípula miraba al Kaioshin del segundo universo. Estaba muy ocupado trasladando una estatua al otro lado del oasis como para prestarle atención a eso.
Por su parte la morena solo veía embelesada a su esposo, el Kaio era tan hermoso y no solamente en el aspecto físico.
Perú había entrenado toda su vida.
Más allá de nutrirse de conocimientos y pasar leyendo libros, pergaminos y la observación de razas... él se había entrenado para no ser una carga para su pareja.
La diosa de la Destrucción tomó el gesto como algo tan importante en su vida –en la de ambos, ella es su complemento y viceversa– que más allá de su unión, se enamoró por completo del shinjin.
Puede que pareciera un Kaio terco, de personalidad volátil y exigente.
Sin embargo era comprometido, leal a los principios y por supuesto un gran esposo.
El deseo por seguir aprendiendo artes marciales y pulir sus habilidades de combate mientras cuidaba y protegía el orden de su Universo eran los factores que Jerez creía que no había otro Supremo Kaioshin que mereciera amor y reconocimiento infinito como Perú.
En especial ahora que veía como se detenía, dejando la maceta en el suelo.
Trabajaba tan duro para ver esa hermosa sonrisa en los labios de la mujer que amaba y algo de sudor no era problema alguno.
Sin ningún tipo de pena comenzó a quitarse la parte superior de su traje pero sin retirarse la faja pues esta sostenía muy bien la parte superior del traje mientras que la camisa naranja fue amarrada a su cintura.
Jerez tenía autocontrol pero al ver esa escena casi pega un grito de pura emoción.
El torso tonificado de Perú brillaba debido a la capa de sudor, su abdomen marcado era un deleite visual podías notar la línea alba, pasando por el pecho y sus musculosos pectorales con las clavículas resaltando debido a su baja estatura. ¡Oh por Zeno-sama! Sus bíceps, los hombros marcados y la musculatura que se escondía tras el atuendo de Kaioshin.
Era simplemente... Divino.
En muchas ocasiones le pidió usar menos ropa o al menos no usar la camisa interior para poder apreciar el trabajado cuerpo que poesía, su pareja sin dudas era el Dios más fuerte de todos –al menos si se batía en duelo contra otros Supremos Kaioshin– y amaba verlo sin tanta ropa estorbosa cubriéndole.
No solamente en un ámbito sexual.
Era la belleza que rezaba su cuerpo, su personalidad, toda su esencia. Cubrir algo tan bello debía ser un pecado.
–Señorita Jerez.
Le llamó mientras volvía a cargar la pesada maceta.
–¿También quiere que mueva las macetas que están en el piso superior?
Sour rodó los ojos al ver que ella no respondía.
–¿Señorita Jerez?
Por su mente solo pasaban alabanzas y halagos para su esposo.
–¡Señorita Jerez!
Ese grito la sacó de su trance, mirando a todos lados parpadeando confusa.
–Discúlpame –se excusaba–. Estaba pensando en dónde quedarían mejor esas macetas.
–Imaginó que sí –se río entre dientes, solo con ella podía permitirse tales gestos–. ¿Moveremos las macetas del piso superior?
–Claro –mientras pueda verte, haré todos los arreglos innecesarios a este planeta–. ¿No deseas beber algo?
Perú se giró hacia ella, mirándola con ternura.
–¿Una diosa tan generosa podría darme sus labios como recompensa? E escuchado que tienen el sabor del más dulce néctar.
Jerez rió, acercándose hasta el Supremo Kaioshin e inclinándose hasta que sus labios rozaran separados por unos cuantos milímetros.
Sin más, se besaron lento.
Después de todo ¿el amor no es un símbolo de la belleza misma?
II.
Ea siempre fue un fanático de los avances tecnológicos que pudieran surgir en su universo, los mortales eran en secreto una de las maravillas más grandes a explorar.
Los experimentos, las pruebas, los estudios, gráficas, tecnología, evolución.
No había que ser muy inteligente para saber que estaba consiente que había cosas inexplicables como la misma existencia de las deidades y no es como si la ciencia pudiera explicarlo todo pues a veces seres supremos –como él– haciendo ciertos ajustes en las vidas de uno que otro mortal e incluso en civilizaciones enteras.
Sabía que no debía hacerlo pero lo hacía "por el bien común".
Bueno está bien... lo hacía porque quería respuestas, todas las variantes debían ser tomadas en cuenta y tenía tantos registros sobre todas las posibilidades.
Campahari suspiró.
No importaba cuantas veces viera esa misma escena del Kaio explicándole con entusiasmo al Destructor lo mucho que había trabajado en un nuevo modelo de desarrollo, creando un ambiente perfecto en el cual todas sus teorías podrían ser constatadas.
El diablillo escuchaba atentamente, haciendo notas mentales acerca de lo que le interesaba al joven shinjin.
–... también creo que sería bueno para mi investigación que pudiéramos poner especial atención en una tribu que esta al sur del planeta porque...
Mule se acomodó en su asiento al notar como su esposo aparecía un pergamino en sus manos, se ponía aún más interesante su reunión.
–Escribí todo un marco teórico para explorar a fondo la valoración a su entorno y la manera de respuesta del individuo ¿no crees que es extraordinario? –se acomodó los lentes sonriendo–. Quería mostrártelo y si tienes tiempo podrías darme algunas ideas o...
Desvío los ojos, haciendo un puchero con la boca.
No importaba los cientos de años que tenía y toda la seriedad del asunto, parecía un niño que no aceptaba la realidad.
–Beep beep beep beep.
El ángel parpadeó, hablando de nuevo por su Lord.
–El señor Mosco pregunta si quiere que corrija lo que crea necesario.
El Kaio abrió la boca pero ningún sonido salió de ella.
Tan solo se quedó mirando el cristal azul, tomó su taza de té y dio pequeños sorbos.
No es que estuviera molesto o que fuera una ofensa, era el hecho de...
El característico sonido metálico de la pequeña compuerta abriéndose, la primero que vio fue la mano del Dios sostenerse de la abertura izquierda seguido de eso todo su cuerpo emergió de la armadura metálica.
Ahí estaba Mule.
Ante la brillante y soñadora mirada del Kaioshin la figura de diablo con sus cuernos moviendo su cola lentamente.
–Deja esos complejos –dijo abruptamente, dando un salto sobre la mesa.
Ea se avergonzó cuando lo vio caminar con toda la seguridad del universo hasta plantarle frente; derramó la tetera, pateo los dulces, pisoteo las galletas y rompió algunos platos, por suerte tanto él como Campahari tomaron las pequeñas tazas de porcelana antes que sufrieran el mismo destino que los demás objetos.
–No eres un idiota –sonreía de oreja a oreja, no parecía un regaño en lo absoluto–. Fallar abre el camino hacia más oportunidades.
Se agacho para estar cara a cara con su pareja. Su hermosa piel celeste ahora tenía un ligero rubor rojizo y su mirada soñadora había cambiado a una expresión tan tímida que podría haber asombrado a cualquiera –menos él– junto a ese sutil encogimiento.
Lo tomo de la barbilla antes de volver hablar.
–Aprender del fracaso es una virtud –Mule fue un mortal alguna vez, no estaba hablando solo por hablar–. Nos gusta aprender, probemos todo lo que haya en nuestras manos.
Cerró el espacio entre ambos y le robó un beso, Ea solo se quedó quieto sin poder contestar el besó pero con ganas de que durase más.
–¿Quieres que te ayude? –le pregunto, sabiendo de antemano la clase de respuesta que obtendría.
–¡S-sí! –aunque algo tímido, el Kai puso ambas manos sobre la mesa esta vez se veía más seguro de sí mismo.
Mule giro sobre sus telones listo para entrar de nuevo en su meka no sin antes bajar los lentes de Ea con ayuda de su cola, no era para molestarlo –bien sabía que eso no le molestaba– y discretamente miro por sobre su hombro, esa era la escena que quería ver de su amado esposo.
Era el Kaioshin tomando con dos dedos el marco escarlata de sus lentes y acomodándolos, ese simple movimiento lo hacer ver divino. Ni siquiera sabía porque amaba tanto ese simple gesto, solo sabía que amaba ver que lo hiciera.
Sin dudas él era la manifestación de la naturaleza de las deidades, esa que está llena de misterios indescifrables, extraños e incomprensibles para las mentes cerradas y el poder arcano que contenía era tan poderoso que lograba doblegar hasta el corazón más oscuro pensándolo bien... tal vez deberían encontrar la respuesta certera del amor en lugar de corregir mundos, los mortales sabrán evolucionar, ahora solo quiere volver a tener una reacción ante los dulces labios del shinjin.
III.
–¡Señor Quitela es usted un tramposo!
–Kekekeke ¿acaso me viste hacer trampa? Acéptalo Kuru no eres tan hábil como yo.
Aunque Kuru se mantenía siempre al margen de la situación, siendo prudente y claramente en contra de las riñas por pequeñeces –justo como esta– su paciencia habia logrado acabarse después de ese momento.
Pero ¿qué es lo que habia pasado para que ambos esposos estuvieran envueltos en una discusión tan acalorada como esa? Para eso debemos remontarnos a unas cuantas horas antes.
El Kaioshin de piel anaranjada tenía una reunión con otros Kaios inferiores para tener un reporte exacto del último trimestre de ese siglo pero en lugar de concretar dicha acción, fue "invitado" por su esposo a un "almuerzo romántico". No habia que mencionar que de romántico no habia nada sin embargo, se conformaría con ver al roedor feliz de tenerlo a su lado aunque sea por un par de horas.
Agradeció a Cognac por la comida (ya sabía que habia sido el ángel quien preparo los alimentos) y desde ahí comenzaron los problemas. Quítela no era celoso claro está, ya que era un narcisista cruel que afirmaba que nadie se fijaría en una roca indiferente como su asistente pero escucharlo decir eso era algo tan repetitivo y molesto.
No dijo nada por supuesto, un dios no debe alegar por nimiedades como esa y en su lugar solamente comió en silencio.
Después de esto tuvo un largo baño junto al Destructor que no fue planeado, pues habia (casi) obligado a su pareja a cuidar de su aspecto y aunque sabía que Cognac negocio que se bañaría al menos regularmente, para alguien de tan altas expectativas y una cierta visión sobre los dioses el que su esposo no se aseara correctamente era una vergüenza.
Al entrar a sus aposentos descubrió de nuevo envases, platos y rastros de comida por todo el sitio.
Más que parecer su otra mitad, parecía que tanto él como el ángel eran las niñeras de Quitela, pues mientras este último se acostaba sobre un cómodo puff a jugar video juegos, ellos estaban intentando arreglar todo ese desorden; no le avergonzaba estar unido para siempre con el Hakaishin pues lo conocía y bajo toda esa vanidad, egocentrismo, sadismo, descuidado e incluso holgazán estaba la persona que más amaba en todo el universo. Quítela podía ser un ratón molesto cuando se lo proponía y especialmente si habia más personas a su alrededor.
No siempre se comportaba como un patán, pero quizás era eso lo que más le molestaba.
Quería que el dios roedor se comportara a la altura, se pare frente a él y le digo de forma amable que debía madurar y dejar de comer tanta comida chatarra o se pondría igual a cierto Dios.
La única respuesta de parte de Quitela fue.
–Si me ganas una vez te prometo que haré enseguida mis deberes como dios kekeke –saco otro control y se lo extendió para que lo tomase–. Solo quiero advertirte que soy el mejor jugador.
Si en verdad quería lograr un cambio entonces ese era su momento.
Pero lo que comenzó como un divertido reto pronto se volvió un suplicio, en verdad Quitela ostentaba el título de "mejor jugador" pues aunque Kuru aprendiera de una forma descomunalmente rápida seguía perdiendo contra su pareja.
–¡Me distrajiste y eso hizo que perdiera!
–Kekeke decidiste no creerme cuando te dije que soy el mejor.
En un principio le habia atribuido las victorias a su inexperiencia sin embargo las ultimas diez partidas habia sido un dolor de cabeza, ¡¿cómo era posible que siempre le ganase?!
Por su parte Quitela venia embobado la expresión fúrica de su pareja, Kuru no solía expresarse y que hiciera aunque sea una mueca de disgusto era algo raro.
Por eso estaba tan feliz de ver esa actitud tan... divino, sublime.
No habia estado haciendo trampa ni una sola vez, solamente le hacía creer que tenía ventaja y ver como el Kaio se desesperaba al perder.
IV.
Arak bufó cruzándose de brazos, no estaba dándose por vencido sin embargo si estaba frustrado.
–Podrías inténtalo de nuevo –ofreció Ogma con ternura.
El Destructor volvió a bufar, las cosas que debía hacer solo por mero capricho de su pareja. Solamente debía ayudarlo a cocinar pero para alguien como él –que solamente sabe calentar agua– era una tarea sumamente difícil, en especial porque ya estaba nervioso de no poder lograr que la masa de pan quedara suave sin pulverizarla en el acto.
–Lo está haciendo muy bien señor Arak –su melodiosa risa parecido levantar un poco su ánimo pues logro que el Hakaishin le mirase–. Con un poco de practica podrá lograrlo yo confió en usted.
Cukatail quien estaba recargado en el umbral de la puerta de la cocina del Templo del Supremo del Universo 5 intentaba contener su risa aplaudiendo de forma irónica a su discípulo.
–Oh sí lo está haciendo muy bien –el ángel quien siempre se mantenía neutro no pudo evitar ese comentario pues ya era la quinta vez que el dios terminaba echando a perder la masa.
–¡Argh! –grito frustrado por fin, no quería perder la cabeza.
Ogma le acaricio la espalda mientras lo reconfortaba, incluso si su amado esposo hacia corajes y rabietas por un simple alimento creía que se veía totalmente divino.
Particularmente cuando después de recuperar ímpetu volvía hacer la masa pero esta vez con furia contenida en sus movimientos.
V.
–¡S-señor Bills~!
–¡S-señor Champa~!
Gemían ambos Kaioshines al estar recibiendo las deliciosas atenciones de sus respectivas parejas.
Los Destructores gemelos solamente sabían pelear entre sí y no había ni una sola cosa que hicieran juntos que no se volviera competencia.
Comida, juegos, deporte... incluso ahora la intimidad.
Para Shin todo fue muy rápido.
En un momento estaba con su Ancestro y Kibito, luego escucho los gritos de su esposo y los regaños de Whis y ahora... ahora estaba siendo usado como muñeca sexual.
Si bien sabía que no era el mejor Kaioshin para el Universo 7 al menos creía que Bills le tenía un poco de respeto hacia su persona.
En los últimos 4 años de conocerlo tuvo un par de encuentros íntimos pues aunque el felino le considerara un dios ingenuo e inexperto, también debía llevar acabo su función como esposo.
Y nunca había sido contra su voluntad, se había prometido que solo sucumbiría ante deseos carnales si era con su pareja; claro que cuando lo pensó, había conocido a Gohan y creyó que el sayayin le correspondería sus sentimientos después de ese travieso beso cuando Kibito se dio la vuelta. Por desgracia las cosas no fueron así y mucho tiempo después se enteró que desde la trágica muerte de su Maestro llevaba casado siglos con el mezquino dios de la destrucción de su universo.
Aunque a solas con Shin nunca fue un idiota o un abusón, solo lo hacía en público para seguir con su reputación pues prefería ser temido que adorado por los mortales que lo conocían.
Por otro lado, Fuwa tenía un poco más de suerte con su pareja.
Aunque Champa fuera la copia con sobrepeso de su hermano tenía el mismo problema.
Ser arrogante, berrinchudo y con un mal genio.
Pero el Destructor del sexto universo era al menos más considerado con Fuwa, no necesitaba tratarlo mal frente a nadie ni hacer una escena.
Fuwa y Champa siempre estuvieron enamorados uno del otro.
Quizás por esa misma razón fue tan fácil convencerlo de hacer eso.
¿Qué era su nueva competencia?
Lo que había comenzado por un concurso de comer la mayor cantidad de salchichas que Bulma amablemente regalo –le dijo a Whis que se podía llevar todo el contenido del camión del repartidor si con eso lograba que Bills saliera de su propiedad– pronto y por meras bromas de mal gusto y doble sentido habían pactado ver quien hacia llegar más rápido a sus esposos.
–Señor Bills yo no le recomendaría hacer eso –su ángel sabía que no iba a frenarlo con sus palabras pero al menos quería que lo pensara dos veces.
–Cuando le pedí que hiciera cardio no me refería a esta actividad Señor Champa –Vados se sostuvo el puente de la nariz con algo de vergüenza.
Seguido de eso Bills dejo su residencia para ir en busca de su otra mitad, mientras que su gemelo llamaba a Fuwa mediante el báculo de su asistente para que este llegara enseguida.
El regreso al planeta del séptimo Hakaishin fue rápido ya que fue Shin quien los teletransporto.
Se sintió un poco fuera de lugar al ver a Fuwa de pie junto a Vados y al Destructor del sexto universo sentado en la orilla de la mesa mientras se quitaba pedazos de carne con un mondadientes.
–¡Hasta que por fin llegas! –Champa se desesperaba muy rápido.
–Cierra la boca –cruzó los brazos tras su espalda, mirándolo con desprecio–. Eres un pésimo perdedor y tu Kaioshin debe saber que tiene a un zoquete a su lado.
La deidad solamente rió, mientras con una garra le hacía saber a Fuwa que quería que se acercará y así lo hizo, quedándose a pocos centímetros de su pareja.
–Desvístete.
Por el rostro tranquilo y calmo del shinjin de piel verde pudo saber que había tanta confianza como para darle una orden y que este la acatara sin dudarlo.
Whis se atrevió a mirar al joven Kai de su universo, este se veía sorprendido y escandalizado con esa pose suya de claro temor.
–Oye Shin ¿¡qué esperas?! ¡Hazlo también!
Bills se giró hacía él y por su mirada no creía que fuese aceptar un "no" por respuesta.
Lo siguiente que supo de sí mismo es que al estar completamente desnudo tanto él como Fuwa fueron empotrados contra casi cualquier objeto de la habitación; las mesas, las sillas, el cristal del acuario, los pilares...
Pero sus esposos no estaban satisfechos aún.
Y según el marcador que llevaban los ángeles, ambos dioses llevaban el mismo número de orgasmos.
Fuwa respiraba pesadamente, no tenía buena condición física pero sí sesiones maratónicas con Champa, aunque nunca ante otros y especialmente si uno era el dios del universo vecino.
–Ahh...
Shin por su parte estaba llegando a sus límites pues más allá de unos pocos encuentros con el Destructor no iban hacerlo tan resistente.
Era una vergüenza ver como el esperma manchaba sus piernas, el interior de sus muslos, el abdomen y rostros.
No se supone que es así como se debe ver un dios creador.
Y aun menos de la forma en la que a los dioses gemelos se les ocurrió.
Los obligaron a ponerse de rodillas frente a frente tan solo a milímetros de tocarse, Shin podía ver las gotas de sudor mezcladas con semen en el rostro del Kaioshin regordete y sintió que se estaba viendo así mismo.
Solamente pudo gemir cuando sintió como la verga de su esposo volvía a su interior, el mismo caso de Fuwa quién ya sentía cansancio y tuvo que sostenerse de los hombros de su colega Kaio.
Ambas deidades estaban siendo embestidos sin más miramientos, dolía debido a las espinas que poseían las virilidades de sus parejas pero un nuevo sentimiento de placer los lleno.
Debido a que Fuwa se sostuvo de Shin, ahora sus cuerpos se habían apegado tanto que sus pechos chocaban al igual que había un delicioso roce entre sus propios falos.
Shin amaba que con cada empuje de su esposo pudiera experimentar una doble sensación de placer. El shinjin verde estaba en éxtasis total y siendo un poco egoísta –no había nada de malo en pedir algo de placer para él– movió sus caderas al compás de las embestidas para poder sentir mejor los roces con el pene de Shin.
En un momento donde el pecado de la lujuria los alcanzó el inexperto Kaio se lanzó a besar los labios de Fuwa y este sin darle tantas vueltas al asunto acepto gustoso.
Había que decirlo, los carnosos labios del Kai del sexto universo eran suaves y hábiles, mientras que los del shinjin de piel lila eran delgados pero dulces y finos; rompen el beso, mirándose con deseo puro. Shin se aventura más allá y le lame la comisura de los labios, Fuwa contesta dándole un húmedo beso donde se atreve a explorar la cálida boca del joven Kaio con la lengua.
Para Bills y Champa todo ese espectáculo es divino, nunca imaginaron que su "competencia" les diera una maravillosa visión de sus parejas intimando entre ellos.
Eso solamente les daba ánimos para seguir embistiendo y ahora con una renovada fuerza.
VI.
–No te muevas tanto –pidió con calma, mientras volvía a remojar el pincel.
Iru se mordió el labio, confiaba plenamente en Liquiir pero le daba vergüenza no ser lo suficientemente apuesto para estar al lado de su esposo.
El zorro le había invitado a un festival tradicional en uno de los planetas en los que los mortales son sabían detectar Ki, podrían pasar desapercibidos mientras iban disfrazados de kabuki.
Al Destructor le hacía feliz ver a su esposo aceptar su "cita", tenía más de un mes planeando que la velada fuera perfecta.
Hizo que Korn consiguiera un traje tradicional con la medida exacta de Iru; era una chaqueta que tenía una vista frontal del delgado pecho del Kaioshin, seguido de un kobakama que le llegaba hasta las rodillas y un par de sandalias de tabi, solamente que las cintas también eran cruzadas un poco más allá de los tobillos.
Era completamente azul marino exceptuando los listones del tabi que eran blancos.
Su esposo le dijo que se veía realmente apuesto, como si su cuerpo fuera exclusivo para portar dicho atuendo.
El dios de la destrucción le dio un efímero beso en la puntiaguda oreja, susurrándole que ya casi terminaba con el kumadori que no tenía por qué preocuparse.
Con el pincel termino los detalles de los ojos.
–Korn ¿podrías traerme el espejo?
El ángel obedeció, saliendo de la habitación.
–Te va a gustar, opacarías hasta a los más preparados actores –lo tomó de las manos, movía sus colas juguetón.
–Señor Liquiir no tiene porque ser tan modesto –aunque la verdad amaba escuchar todos esos halagos.
Korn regreso unos segundos después con un espejo circular cubierto por un trapo, dándoselo a su señor.
–Cierra los ojos Iru.
El Kaioshin aun con algo de miedo lo hizo, debía confiar.
Al cabo de unos segundos escuchó la voz de su pareja que le decía que podía abrirlos, al hacerlo se encontró con su propia imagen.
Se veía distinto.
No se reconocía, solamente quizás por los Pothalas pero fuera de ello se veía...
–Divino.
Fue la palabra que salió de los labios del shinjin.
La deidad vulpina se rió por lo bajo al notar como Iru sonreía a su reflejo, mirándose cautivado por el maquillaje y la vestimenta.
Le extendió una mano invitándolo a levantarse.
–Es hora de irnos –dijo mientras le daba un suave beso en el dorso de esta.
VII.
Mojito estaba de pie, mirándose las uñas mientras pensaba en si debía limarlas o dejar que crecieran un poco más y poder pintarlas como lo hacían otros de sus hermanos, tal vez un esmalte mate sería lo mejor; pensaba todo aquello mientras escuchaba a su discípulo y al molesto Kaioshin que tenía por pareja.
Ya se lo habia dicho miles de veces (si llevaba la cuenta pero era mejor englobar la cantidad) que ese tramposo y fastidioso de Rou no se lo merecía y que con solo una mirada le juraba que le conseguiría a alguien 9 veces mejor.
El ángel sabía que Sydra tenía un carácter más ligero que otros dioses y aunque hubieran pasado tanto tiempo desde su ascenso como dios, seguía pensando en lo que debían sentir los mortales al saber que serían borrados, era consciente y mantenía la cordura mejor de lo que podrían hacerlo otras deidades... bien tal vez le tenía un poco de resentimiento a Rou pero no es como si otras deidades y celestiales no lo odiasen.
Ni siquiera estaba seguro de la riña por la cual estaban discutiendo esta vez, pero estaban echándose en cara cosas del pasado.
–¡... siempre intenta sabotearme y solo me mira como si fuera un idiota!
–¡Mojito sabe que eres un dios inmaduro!
–¡¿Del lado de quien estas?! ¡Yo soy tu esposo!
–¡No se trata de bandos y no me cambies la conversación! ¡¿Qué se supone que haga cuando escucho que quieres cambiarme por ese Freezer?!
–¡Pues haz bien tu trabajo!
–¡No voy a destruir una ciudad solo porque tus mortales te lo pidieron!
–¡El trío peligro es importante para mí, debemos confiar en su palabra!
–¡Quiero una razón por la cual deba hacerlo!
–¡Ellos...!
La habitación quedo en silencio por unos segundos, seguido de un fuerte sonido de exasperación de parte del shinjin.
–Dame una razón, mi trabajo no es elegir lugares al azar y lo sabes bien –sostuvo su rostro entre sus manos, su mirada era comprensiva.
–Son mis mortales, son como mis mascotas y ellos me lo solicitaron –musito, sus ojos brillaban pues estaba a punto de quebrarse.
Sydra le beso la frente.
–Hare lo que me pidas solo no dejes que esos mortales te influencien por todo, yo soy tu esposo y verte así no es común –hablaba pausado, sensual–. Eres divino, nunca olvides eso.
El ángel se dio la vuelta mientras murmuraba que iría a dar una vuelta por el planeta, sabia a donde iba esto y la verdad no tenía ganas de escuchar los gritos de Rou de nuevo.
VIII.
–¡Señor Rumoosh debe probar esto!
Gowas habia visitado unas pocas veces más el Universo 7 pues sentía que siempre estaría en deuda con ellos, en algún momento de sus visitas Shin le invito a la Tierra y descubrió –gracias a Bulma– una nueva tecnología que no existía en su Universo.
Las cámaras existían por supuesto pero eso... eso era algo que jamás habia visto.
Le pidió a la mujer conocer un poco más sobre ese pequeño dispositivo y la mujer encantada de que alguien por fin alabara su tecnología –un dios nada más ni nada menos– de forma brutalmente honesta, el viejo estaba fascinado y la llevo con él hasta su Universo –con la compañía de Vegeta por supuesto– para que instalara un sistema parecido en la máquina de escribir la cual ahora podía conectarse con el pequeño dispositivo y así editar los videos y fotos que se tomaran.
Lo primero que hizo cuando Bulma regreso a su Universo fue probar todos los filtros, editores, marcos y demás aplicaciones.
Rápidamente contacto a su esposo y a Cus quienes llegaron enseguida y observaron con sorpresa la nueva adquisición del Kai.
Cus estaba encanta y estaba probándolo mientras grababa una secuencia de beber té.
–¿No crees que es algo para...? –hizo extraños ademanes, mientras caminaba de un lado a otro.
–¿De qué habla señor Rumoosh? ¿No le gusta?
El Destructor exhalo con desdén.
–Me refiero a que eso es algo de jovencitos vanidosos –explico–. Somos dioses viejos, deja eso al aprendiz del Séptimo.
–Shin no es un aprendiz –sonrió, ese muchacho le dio tantas lecciones–; es el Kaioshin oficial de su Universo y no fue él quien me enseño todo esto.
–Dijiste que lo trajiste de ese lugar –le miro confuso.
–Fueron sus mortales, unos terrícolas –contesto acortando la distancia entre ambos.
–No pases tanto tiempo cerca de ellos –lo tomo por la cintura, usando su trompa para acariciar la arrugada mejilla del dios–. ¿Cuántas visitas tuyas he tenido en estos últimos días?
–Señor Rumoosh no sea celoso.
Con su diestra dio unos suaves toques a la trompa antes de girar un poco la cara y plantarle un efímero beso, un imperceptible sonrojo hizo que el Hakaishin se tensara desviando la mirada pues no le gustaba ser tan romántico si estaba Cus cerca.
Aunque... no la veía por ningún lado, entonces ella no haría un escándalo extraño.
Y sin más el dios de la destrucción tomo a su esposo, inclinándose un poco para poder robar su aliento una vez más.
El beso duro alrededor de un minuto, antes que se escuchara el grito de emoción de su maestra.
–¡Lo tengo su Excelencia! ¡Lo tengo! –daba algunos saltitos mientras apuntaba el lente del dispositivo a la pareja.
Gowas rompió el abrazo y de forma enérgica contesto.
–Déjame verlo Cus.
Mientras ambos miraban la repetición del video y las fotografías, el Hakaishin estaba completamente congelado en su lugar, procesando lo que habia pasado.
Gowas por su parte ya estaba subiendo a KamiTube el video, feliz por tener un recuerdo tan especial que duraría por siempre.
–Señor Rumoosh no crea que lo engañe –sonrió cálido, entrelazando sus manos tras su espalda–. Algo tan divino debe ser atesorado, esta es la visión que quiero de nosotros... amándonos.
IX.
Toppo estaba nervioso.
Sentía las gotas de sudor correr por su espalda, apunto de levantarse y huir del sitio.
Habían rentado el bar debido al cumpleaños de Cocotte y toda la Tropa del Orgullo se habia vestido de gala para la ocasión, había algunos reclutas bailando, Jiren y Dyspo estaban en la barra tomando algo ligero. En general todos estaban pasándola bien, eso hasta que los dioses del Universo 11 hicieron su aparición.
Marcarita animada se sentó junto a Jiren para hablar sin embargo este parecía solo escuchar lo que decía el ángel.
Vermouth por su parte entrego un pequeño presente a la cumpleañera y después hablo con él un rato para luego terminar en la barra junto a Jiren al ver que Dyspo se habia ido a bailar con Carsserale.
La noche pasaba tranquila, la música y el ambiente era perfectos.
Como alguien que se preocupaba por los demás el ver que Kai estaba sentado solo en una mesa de la esquina menos iluminada decidido tomar un par de copas y llevarla hasta él.
–¿No te gustan las fiestas? –pregunto a modo de saludo mientras se sentaba aun lado del dios.
–No son mi estilo de diversión –respondió restándole importancia–. Gracias.
–Me sorprende verte aquí, ¿no te gustar...?
Se quedó callado de repente, esto no debería estar pasando.
–El señor Vermouth ha estado con Jiren desde hace algunos meses y cuando esta mañana me dijo que no estaría entrenándolo pensé que por fin habia notado que me hizo a un lado –tomo la copa examinando el contenido–; nunca imagine que me traería a este lugar.
–¿Qué...?
–Hace una hora me llamo y dijo que me preparara, supuse que entendió mis necesidades –movía el líquido de un lado otro con desdén–. ¿Sabes lo que se siente prepararte con distintos tamaños y lubricarse para nada? Es como si no le importara al señor Vermouth cuando yo siempre he estado ahí para él.
Su mirada llena de resentimiento y furia, acompañado de un bufido.
Kai desde el principio habia querido eso.
Acariciaba la entrepierna del aprendiz de Hakaishin sin ningún tipo de vergüenza, frotando con descaro.
–Algo que admiro de ti –continuó, mientras dejaba la copa en la mesa de nuevo, mirando el techo del establecimiento–: es como nunca vas contra tus principios, sigues apreciando a tus compañeros e incluso sigues intentando que Jiren socialice.
–Yo... yo no creo que...
Sintió un ligero apretón, la manita de Kai estaba tanteando toda su ingle intentando descifrar el verdadero tamaño del bulto.
–Entre Kaios existe una barrera, nacemos sin familia y morimos sin una –devolvió la mirada al rostro enrojecido de Toppo–. Ni siquiera podemos crear nuestra propia familia, ¿de qué sirve que el señor Vermouth y yo estemos casados? Cuando mi hora se acerque, estaré entrenando a mi reemplazo y a la próxima pareja de ese insensato.
Kai sonrió discreto al ver la reacción del mortal, con el rostro enrojecido y los ojos llorosos.
–Nunca imagine que existiera algo de este tamaño –aseguro, mientras tomaba el miembro por sobre la ropa–. Me harás muy feliz cuando seas mi esposo, sé que nunca me harías daño.
Justo cuando planeaba meter su mano para sentir su piel escucho la voz del Destructor.
–¿Qué hacen aquí? La fiesta esta por allá.
Con una velocidad inhumana retiro su mano dejándola sobre la mesa.
–Justo hablábamos sobre usted señor Vermouth –dijo con calma, mientras le indicaba que se sentase con ellos.
–¿De mí? No me hagas reír.
–Sobre como Jiren y usted han pasado tiempo como alumno y maestro.
–¿Y por qué Toppo parece que va a llorar?
Sabía de antemano lo celoso que podía llegar a ser el Destructor, aun en contra de su código ético decidido mentir.
–El Supremo Kaioshin me conto de la trágica historia de su raza, nacen solos y debido a sus cargos no pueden disfrutar de la misma camarería que nosotros –hizo algunas poses para que todo pareciera natural y no levantar sospechas, tal vez actuar como un borracho ayudaría–. ¿Qué seríamos Jiren y yo sin sus entrenamientos? Tenemos la fortuna tener un vínculo afectivo que nos una y...
–Deberías dejar de beber –interrumpió el dios de cabellos zanahoria.
–Opino lo mismo –secundo Kai–. Si me disculpan, iré a refrescarme afuera no creo que sea bueno respirar tanto tabaco y licor.
Dicho eso se teletransporto al pasillo y se fue caminando.
Vermouth se quedó mirando a su aprendiz algunos segundos más para después reírse como si le hubiesen contado el mejor chiste del universo.
–¿No crees que es divino? –preguntó refiriéndose a su pareja–. Contándole su vida a un borracho, creo que debería pasar menos tiempo solo.
Toppo no respondió, en su lugar tomo la copa que Kai ni siquiera toco, bebiéndosela en un solo movimiento.
X.
Ugg se sonrojo violentamente no habia esperado ese gesto de parte de su amado esposo.
Geen se reía, mientras Martinu observa todo con alegría, además de ser su maestra también actúa como madre del Destructor de vez en cuando.
–Te ves hermoso, tan divino.
Usa su altura a su favor tomándolo de la cintura.
El Kaioshin toma con una mano la corona de flores para que no se caiga y es su mirada llena de amor la que hace que el Hakaishin lo estruje contra su cuerpo.
–¡Se-señor Geen!
–¿Mmh? –deja su cabeza en el hueco del cuello de su pareja, su olor le gusta... siempre huele a flores.
–¿Por qué de repente esta muestra de afecto?
El anfibio no contesta en su lugar solamente hace algunos sonidos parecidos a un ronroneo, siempre es tan orgulloso y firme que solamente puede esperar momentos a solas con su esposo para poder estar así.
Llevar el cargo de dioses de la creación y la destrucción es algo cansado, no pueden fallar pues vidas dependen de sus decisiones.
A veces piensa en su antigua vida como un mortal, cada vez piensa menos en ello claro, antes lo hacía con nostalgia y ahora lo ve como un viejo recuerdo que le trae una dosis de felicidad. Está haciendo lo mejor para su Universo.
Y Ugg está ahí con él.
Están haciéndolo juntos.
Sabe que nunca fallaría si es que tenía a su amado esposo a su lado.
–¿Acaso debe haber alguna razón para amarte?
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