EPÍLOGO
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El mal triunfa esta vez...
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Ella sabía que su fin estaba cerca, lo presentía pero más lo esperaba porque siempre deseó conocer a la tan famosa muerte que la había acechado desde temprana edad.
Con calma, bajó del vehículo dejándolo a mitad del camino y prendió un cigarro, caminando en la oscuridad pudo ver más que un cielo despejado.
A lo lejos visualizó las luces de la ostentosa mansión de los Kuznetsov que casualmente parecía vacía o eso parecía hasta que varios hombres armados salieron a recibirla hasta acorralarla por completo.
—A un lado, me están esperando—soltó con tranquilidad despidiendo una gran bocanada de humo.
Siguió adelante con los hombres casi pisandole los talones porque ninguno de ellos quería arriesgarse a que se le escapara porque sería difícil atraparla. Ella al contrario no se molestó en ubicarlos, de todas formas no le serviría tomarse tal molestia.
Puso un pie dentro de la mansión y oyó que la música clásica se apoderaba de cada rincón del lugar, El Trino del Diablo, Sonata de Giuseppe Tartini que aludía a lo diabólico sonaba en lo más alto dando un toque perturbador e inquietante.
Respiró ondo, era una de las melodías favoritas de Volker...
Nadie fue a recibirla por lo que tuvo que guiarse sola hasta el único lugar donde la luz era más visible, la gran mesa.
Unos segundos caminó sin apuro y le fue difícil no quedarse estática sin respirar al entrar en la sala...
—Te estaba esperando impaciente Negginne...—pronunció con astucia el hombre que se encontraba sentado a la cabeza de la mesa con los ojos cerrados disfrutando de la música.
El mismísimo Volker Alvize Rousseau.
Miles de escenarios pasaron por la mente de Negginne, preguntas, cuestionamientos, reproches y sobretodo enojo y decepción.
Apretó las manos con fuerza hasta hacerse sangrar a si misma, su mirada estaba fija sólo en él que no se había percatado de las demás presencias hasta que una pesada mirada la hizo cambiar de dirección y se encontró con su esposo.
Hilleon junto con Caroline ocupaban lugares en dicha mesa al igual que los hermanos Kuznetsov y su patriarca a un costado derecho de Volker indicando la posición que ocupó todo este tiempo.
La unión de sus manos la desestabilizó, creyó tener el control pero le dolió, bastante para ser ella que nunca sentía, que no amaba y que no pensaba en nadie más que en ella, pero jamás digas nunca.
Quería descifrar lo que le transmitían los ojos de Hilleon pero no había nada, él estaba serio como un monje, sin demostrar una pizca de emoción o hacer una mueca.
—¿No vas a saludar a tu abuelo Negginne?—habló el viejo Balamhor queriendo reírse de ella y la hizo volver en sí, la rabia acumulada la hizo actuar.
Con su destreza y agilidad sacó su filosa navaja que tenía escondida y la lanzó con precisión y rapidez justo en su garganta.
El viejo Kuznetsov se atoraba con su propia sangre sujetándose la garganta y Volker se rió y empezó a aplaudir riéndose de la situación.
Los demás actuaron rápido y le sacaron la navaja haciendo presión en la herida para que la sangre dejara de brotar.
—No perdiste el toque mi niña—dijo orgulloso y en vez de recibir la misma interacción por parte de Negginne, ella tomó uno de los cuchillos de la mesa y se lo lanzó.
Él lo atrapó fácilmente con una sonrisa siniestra y lo clavó en la mesa.
—Siéntate querida...—le indicó y tuvo que obedecer aún con la rabia latente.
Todavía no había dicho palabra alguna aunque quería decirlo todo y no precisamente palabras gentiles.
—Ba-bastarda...—apenas y podía hablar el reciente herido que la observaba con odio junto con sus engendros que más que odio deseaban hacerle otras cosas.
Ella los ignoró y bebió un sorbo del vino que contenía la copa frente a ella, si estaba envenenada ya no le importaba pero sabía que Volker disfrutaba del sufrimiento.
—Me has decepcionado enteramente mi querida Negginne—negó una y otra vez poniéndose de pie.—Tantos años que te enseñé cuál era tu objetivo y lo arruinaste por tu debilidad, por enamorarte del enemigo.
—¡Suficiente!—gritó presa de la ira y se levantó tirando la silla consigo.—¿Qué entiendes por debilidad Volker?... ¡Tú eres el único débil aquí maldito viejo infeliz!—se oyó un disparo.
Hilleon quiso ponerse de pie pero Caroline lo sostuvo con fuerza y nerviosismo en el rostro para que ni siquiera lograra levantarse de la silla.
Negginne presionaba su costilla del lado izquierdo casi cerca del corazón, el dolor era insoportable pero en vez de gritar o implorar clemencia ella reía.
—Volker Rousseau no acepta que me digan sus verdades...—pronunció con los dientes apretados aún sonriendo.—Hijo de puta.
—Tu madre fue una puta que jugó con mi corazón...
Vió movimiento en un costado por el rabillo del ojo y Paltom apareció de la nada, alcanzó a escupirle sangre en el rostro antes de que él la golpeara y aprovechando su distracción, aparecieron dos hombres más que la maniataron y no conforme con eso le clavaron dos cuchillos en ambas piernas dejándola inmovilizada e inconsciente.
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Volver a caer en el mismo abismo...
Sentía los párpados pesados, el cuerpo completo le dolía y se sentía mareada, la pesadilla acababa de comenzar.
Sus brazos colgaban del techo, estaba desnuda y encadenada de pies a cabeza como un animal, lo más aberrante era que cuatro hombres abusaban de ella hasta el cansancio.
Abrió los ojos y el infierno la consumió.
—Vamos amor coopera para nosotros—decía uno de ellos y sus lágrimas caían solas sin siquiera poder hablar o gritar por el shock.
—Así atada no eres una fiera eh, ¡maldita!—recibió un nuevo puñetazo, porque no era la primera vez.
Habían desfigurado el rostro de Negginne, incluyendo todo su cuerpo repleto de heridas.
—¡Puta, puta, puta!—gritaba otro mientras la penetraba sin pudor lastimandola.
—¿Dónde están Ivar o tu esposo ahora primor?—se reían y seguían abusando de ella dándole golpes y haciéndole cortadas en el proceso.
—¿Porqué tan callada ahora? Me gustabas más cuando te creías intocable...
—Soltemosla, veremos si se defiende...
Las risas perversas de los hermanos Kuznetsov resonaron en aquel lugar asqueroso, le soltaron las cadenas y cayó al frío piso lastimandose.
—Te ves tan inocente, casi como la última vez...—en ese momento sus sentidos se activaron y levantó la mirada.
Aunque no podía ver bien por lo inflamado que tenía su ojo se enfrentó a uno de ellos.
—Recuerdo ese día, la pequeña niña buscaba atención y la recibió...
La derribaron y cayó al suelo como un trapo, indefensa y débil.
—Yo lo disfruté como nunca, siempre había querido probar carne tierna.
—Su cuerpo nos extrañó, fuimos los primeros.
Una miserable lágrima escapó de su lagrimal, fueron ellos quienes le habían quitado las ganas de vivir cuando era tan sólo una niña y ahora otra vez.
Volvieron a tomarla y ella no pudo defenderse y aún así no pediría piedad, sólo podía pensar en Winter, Decan, su abuela, Ivar y Hilleon...
Casi al borde de la inconsciencia alguien más entró en el lugar.
—Ya tuvo suficiente escarmiento.
Al instante todos se apartaron obedeciendo a Volker que miraba a Negginne como si le produjera asco, hizo un movimiento de cabeza y los demás se retiraron dejándolo solo con ella.
—¿Ves lo que te pasa por ponerte en mi contra? Lo único que tenías que hacer era seguir siendo fiel a mí pero depositaste tu fe en otro—dió una vuelta en el lugar.—¿Reconoces el lugar, no? Aquí has traído a mucha gente para torturarla y ahora te toca a tí.
—¿Po-porqué me has hecho esto a mí? Lo único que he hecho todo este tiempo fue pensar en tí y seguir tu legado—la voz quebrada y sin fuerza de Negginne demostraba desolación.
—Porque no sirves para nada al igual que tu madre—exclamó con rencor tomándola del cabello para que lo viera a la cara.
—Te extrañaba, lloré por ti y hice todo lo que me pediste, te fui leal hasta el...—le plantó una cachetada tirándola al piso nuevamente pero ella siguió.—Soy un monstruo gracias a tí y mi vida es una porquería gracias a tí, me arruinaste Volker y ahora lo veo claro.
—Te equivocas niña, fuiste grandiosa gracias a mí hasta que duró, ahora eres simplemente un pedazo de mierda.—se recostó en la silla y cruzó las piernas.—El mismo pedazo de mierda en el que se convirtió el desgraciado de Owen intentando protegerte y debo admitir que aunque no era tu verdadero padre seguiste sus mismos pasos, qué decepción.
El llanto de Negginne era incontrolable, las palabras de Volker la herían lo suficiente para destrozarla por completo, el Dios que una vez él fue para ella ya no existía.
—Era tu hijo...
—Dejó de ser hijo mío cuando decidió enfrentarme por preferir a la insípida de su madre, yo le demostré una y otra vez que debía confiar en mí pero nunca lo hizo—se rió como un lunático frustrado recordando la situación.—Me follé a su puta esposa en su propia cama para demostrarle que hasta el ser más comprometido puede traicionarte y aunque la mató cuando nos descubrió, aún así decidió odiarme más a mí, maldito imbécil.
Negginne no podía creer lo que oía, Volker era el ser más inmundo del planeta.
—Eres peor de lo que imaginé, me das tanto asco...—sacó su arma y le disparó en el muslo sacándole un grito lastimero.
—Cállate, continúo y no vuelvas a interrumpir, ya viene la parte más importante, ¿acaso no quieres saber de dónde vienes?—la miró fijo por un momento recorriendola de pies a cabeza.—Da gracias a quien sea que te escuche que no te pareces a tu madre porque hace tiempo te hubiera matado.
—Mátame de una vez y termina con esto...
—Ahora estaríamos felices controlando el mundo pero heme aquí—con tranquilidad volvió a colocarle las cadenas y la levantó en el aire con brusquedad.—Kuznetsov ha sido mi aliado más leal, me ha mantenido informado todo este tiempo de tus...acciones tontas y créeme Negginne al principio creí que era una de tus tácticas—la miró y entornó los ojos con ironía.—Me refiero al involucrarte de más con tu esposo...
—Al principio lo fue hasta que...
—Hasta que te enamoraste—negó fingiendo tristeza y comenzó a golpearla una y otra vez terminando de romperle las costillas.—Quería asegurarme de que me seguías siendo leal, te di el beneficio de la duda, pero cuando nos dimos cuenta de que realmente te dejaste vencer tuve que hacer presencia para castigarte y ahora estás recibiendo dicho castigo que...apenas comienza—se giró y habló a la puerta.—¡Traiganlo!
A Negginne no le quedaban lágrimas, ni esperanzas y mucho menos se le pasaba por la cabeza que alguien podría llegar a rescatarla, pera ella todo había terminado y a pesar de todo no se arrepentía de ningún buen momento, sonrió recordando a Winter, las bromas con Decan, la sobreprotección de Ivar que ahora entendía y el falso amor de Hilleon que prefirió creerlo real para no lastimar más su corazón, ella lo amó hasta el final.
Levantó la cabeza con la poca fuerza que le quedaba y contempló a Volker con un hierro ardiente y a dos hombres más.
En un momento los hombres se agacharon y el dolor la carcomía.
—¡Basta, basta, ya mátame pero no me hagas esto!—sus gritos suplicantes eran espeluznantes.
Habían colocado brasas ardientes bajo sus pies y no podía librarse, el cansancio y la poca fuerza le impedía alzar las piernas.
—Lo último que sabrás antes de morir y fundirte en el infierno es que yo maté a tus padres.
Los ojos de Negginne se abrieron de par en par y un grito silencioso salió de ella al momento en que puso el hierro ardiente entre sus piernas y su piel se desgarraba.
—Pa-para po-por favor—temblaba de dolor y su cuerpo sangraba por todas partes, ya no aguantaba la cruel tortura.
—Aún no te mueras bastarda—se reía mientras seguía torturandola como el sádico que era.—¿Quieres saber qué accidente tuviste a los ocho años?—ella no contestó y él siguió.—Adivinanza, una familia de tres viajaba en su vehículo, madre, padre e hija, pero...dos se quemaron, ¿quién sobrevivió?...
Tres, dos, uno, el rompecabezas se armó al fin.
—Y-yo soy hija de...
—Sí, eres la hija de Craven Pracotszky y mi Lorraine...—dijo con pena.—¡Maldita!—en un nuevo arranque de ira le golpeó el estómago con el mismo hierro y el dolor que sintió Negginne fue peor que todos los demás.
Pronto, sangre comenzó a salir de su intimidad y Volker notó el hecho estallando en una risa escandalosa.
—Un Pracotszky me quitó lo que era mío y ahora yo le quito la descendencia—apuntó el vientre de Negginne con el hierro—Estabas embarazada y ni siquiera te habías dado cuenta maldita estúpida.
Negginne ya no podía llorar, no quería sentir, quería morir de una vez por todas, nunca había suplicado a nadie pero suplicó, suplicó al cielo, a Dios o al diablo, que cualquiera de los dos se la llevase de una vez.
—Ya basta por favor...me quitaste todo, ya no puedes quitarme más...—otro golpe se asentó en su estómago y la sangre seguía brotando.
Volker no la escuchaba, le fascinaba hacer sufrir hasta la locura a sus víctimas.
—Ella me amaba, ¿sabes?, o eso me hizo creer tu madre cuando éramos amantes, yo...—cerró los ojos con sentimiento por un momento.—La quería tanto y cuando me dijo que estaba embarazada... por única vez en la vida me sentí como un hombre felíz—sus palabras golpeaban el corazón de Negginne sin darle oportunidad de protegerse.—La vida con ella era buena y aunque odiaba el hecho de que estaba atada a otro hombre tarde o temprano ella sería completamente mía pero por supuesto todo se derrumbó.
—No quiero escuchar lo demás, sólo déjame morir en paz.
—No morirás en paz Negginne—la tomó de la cara y le apretó la mandíbula con fuerza a medida que recordaba los hechos del pasado, echándole la culpa por cosas que ella no causó y no tuvo la culpa.—Naciste tú y te quise desde el primer instante, el vínculo paterno me afectó, nunca lo tuve siquiera con Owen e Ivar pero contigo sí, te dejé crecer y de vez en cuando tu madre te traía a mí... hasta que mi leal amigo Balamhor me abrió los ojos y descubrí que no eras mi hija, no tenías sangre Rousseau sino la sangre de los Pracotszky corriendo por tus venas—volvió a quemarla con el hierro ardiente y ella gritó con dolor al borde del final.—Me enojé tanto que no lo pensé dos veces para matarlos a los tres juntos, yo provoqué ese accidente donde murieron quemados y tú bastarda sobreviviste para mi tormento.
—Me hubieras matado, no sabía que te temblaba la mano con una niña—Volker apretó más el agarre en su cuello.
—Iba a hacerlo pero cuando el médico declaró que sufriste trauma cerebral y pérdida de memoria, decidí vengarme de Lorraine convirtiendo a su preciada hija en un monstruo inhumano como yo, hasta te puse en contra de tu verdadera familia hasta el día de hoy—se rió aplaudiendose a si mismo.—Soy un genio.
La verdad le quemaba, la estaba matando y no podía seguir soportando más ese tormento, vivió en una mentira toda su vida ignorando sus orígenes y odiando a gente equivocada.
—Hilleon y Anna son mis hermanos...¡Odié a mis hermanos toda mi vida por tu culpa!—el llanto sin fuerzas la inundó.
—¿No prestaste atención a mi historia? No nombré hermanos en ninguna parte—la tomó de los hombros.—Querida, ninguno de esos dos son hermanos tuyos, vaya a saber de quiénes son hijos—el horror en la cara de Negginne le sacó una sonrisa perversa.
—Eres el mal en persona...¡Maldito!
—Lo soy y mira cómo hago el mal—tomó un bidón que contenía gasolina y comenzó a derramar todo el contenido sobre ella mientras silbaba una canción.—Nada de esto hubiera pasado si no fuese por tu madre, por cierto, mándale mis saludos cuando te la encuentres en el infierno—sonrió con gracia.
—Tú no eres inmortal, tarde o temprano tu fin llegará y el propio Satanás te demostrará quién es el verdadero demonio—fueron sus últimas palabras antes de que Volker le sonriera en respuesta.
—Adiós Negginne o debo decir Anna Pracotszky...
Lanzó su encendedor al piso y salió del lugar sin mirar atrás, en ese mismo instante se oyó una explosión en una parte del Búnker y disparos por todos lados, el caos surgió.
—¡Señor nos invadieron!
—¡Acabemos con ellos!—gritó Volker.
El hombre que había permanecido alejado de todo y todos por mucho tiempo, reapareció, él era el único capaz y con la fuerza suficiente para vencer a Volker.
Lograría su cometido cueste lo que cueste, pero su misión ese día no era esa, llegó para salvarla antes de que fuera tarde o ¿ya lo era?...
Continuará...
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