Capítulo 8: Presidente Miau.

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—¿Qué hacemos aquí? —preguntó con cautela.

En el pasado ya había tenido problemas por confiar en las personas equivocadas.

Como aquella vez que confió en ese militar italiano, al final, no había sido más que un monstruo con siete piernas y colmillos tan grandes como los de un gigante. Lo había logrado pulverizado con un solo toque de su espada y se había quedado uno de sus colmillos como trofeo de guerra.

Vagamente recordaba que lo tenía oculto en el Inframundo; había resultado ser muy útil para curar las más graves enfermedades mundanas.

Parpadeó varias veces, por un momento, dejó pasar el hecho de que había pensado en "mundanas" y no en "mortales". El mundo de los Nefilim comenzaba a afectarla. Alteraba su raciocinio.

En un chasquido de chispas azules, una llamarada de fuego salió disparado de los dedos del brujo. Era lo suficientemente fuerte como para alumbrar el paso del grupo, así que Magnus se adelantó y aprovechó para guiñar el ojo en su dirección.

Adrienna sintió una sensación áspera en su pecho. No le gustaba el juego que Magnus se estaba tomando el tiempo de jugar.

—¿No se lo has dicho? —preguntó el brujo.

Frunció el ceño al no entender la pregunta.

Como toda buena hija de Hades, podía ver en la oscuridad. Sus ojos brillaron un poco y no fue una novedad ver como los gatunos ojos de Magnus la miraban con cierta curiosidad. Se preguntó si podía verla sin la necesidad de usar magia.

Tal vez sus ojos gatunos eran más útiles de lo que aparentaban ser.

Una chispa de recelo brilló en los ojos gatunos, aunque después se disipó y siguió con aquel imprudente coqueteo.

—No tuve tiempo. Ya he pasado mucho tiempo fuera del laberinto, mi tiempo se agota —Se explicó y pudo notar el pesar en su voz.

—¿Laberinto? —preguntó.

¿De qué laberinto hablaba? ¿Por qué decía que su tiempo se agotaba? No lo entendía y las dudas que había estado ocultando muy dentro de sí mente la asaltaron.

¿Por qué hablaban cómo si ella no estuviera allí?

Tessa la miró con ojos cautelosos, como si temiera que empezara a hacer alguna pataleta enfrente del brujo que cada vez le agradaba menos.

—Es una larga historia. Cuando lleguemos podré contarte sobre el laberinto —le aseguró, Adrienna entrecerró los ojos, no muy segura de sus palabras—. Solo espera que lleguemos. Aquí no es buen lugar para hablarlo.

—Bien —contestó secamente, con los ojos llenos de frialdad. Sus ojos estaban oscuros, casi negros.

Tessa no había notado que los ojos de Adrienna cambiaban con regularidad, de una forma casi alarmante.

La castaña jamás había visto tanta frialdad en una mirada tan joven. Tal vez, no la conocía tanto como creía hacerlo. O tal vez, solo estaba por descubrir la verdadera personalidad de la hija de Hades, aunque debía considerarse el hecho de que era demasiado voluble, por lo que en un momento podía estar riéndose de una estupidez, y al siguiente, podía estar comportándose como un asesina psicópata.

Era una bipolar de primera.

Adrienna pensó, pensó y pensó mientras seguían caminando. Su mente maquinó miles de respuestas a sus preguntas, y cada vez que seguía consiguiendo más, las respuestas parecían gustarle menos.

Miró de reojo a la mujer que la cuidaba mientras su padre se encargaba de bajarle el malhumor a Zeus.

Tessa era una mujer solitaria y melancólica. No parecía tener familia y no la había escuchado hablar ni una sola vez de su pasado. Era y seguía siendo una terrible incógnita para su bien mental, por lo que cada vez que pasaba el tiempo, menos confiaba en ella.

Uno de los grandes defectos o virtudes de Adrienna (como quieran llamarlo) era que si no sabía sobre la vida de una persona que conocía, poco a poco su confianza se iba disipando hasta volverse un mero recuerdo agrio.

Sin datos, no hay confianza. Sin detalles, no hay sentimientos de por medio. De esta forma, se aseguraba de nunca decepcionarse por alguna posible trampa o engaño.

Aunque, con cierto horror, se dió cuenta que había estado conviviendo con una completa extraña sin cuestionarla ni una sola vez.

¿Qué diablos le sucedía? ¿Cómo podía estar tan cómoda al lado de una mujer que no conocía?

Se sintió enferma de solo pensar en su presencia calmada que le había hecho olvidar que no mencionaba nada sobre sí misma, ni lo que le gustaba, ni las cosas que la molestaban, mucho menos información sobre sus padres o si tenía hermanos.

No había nada que supiera de Tessa Gray.

Nuevamente en su mente empezaban a maquinar ideas paranoicas, porque cuando se es un mestizo, uno tiende a imaginar el peor de los escenarios.

Tal vez era un monstruo, pensó. Tal vez estaba planeando un complot con el propósito de derrocar a su padre o estaba planeando inmiscuirla en una guerra que no le concernía. ¡Había tantas opciones! Y cada una de ellas eran peores. ¡Incluso podía estar pensando en secuestrarla y venderla a una tribu de cíclopes hambrientos!

Con lo que odiaba a los cíclopes. Un montón de alimañas que no eran más que un par de idiotas sin pensamientos racionales.

Que los dioses la libraran de aquel cruel destino.

—¿Qué es lo que estás ocultando, Tessa? —murmuró con voz sombría, la miró con enorme recelo— ¿Por qué este brujo habla sobre algo que no sé?

Tessa la miró a los ojos y los mismos expresaron duda.

Odiaba poder leer las emociones, ero odiaba aún más que le ocultaran las cosas. Lo detestaba con enfermiza crueldad.

—Cuando lleguemos te lo contaré todo. Aquí no es seguro —susurró e intentó tomarla de la mano, pero se apartó.

Entre la luz titilante, pudo observar como el dolor se expandió en sus ojos del color de la plata.

—Cuando lleguemos quiero la verdad. Nada de rodeos estúpidos —se adelantó por el pasillo, alejándose aún más de Tessa y dejando un enorme hoyo de distancia.

(…)

—Sientense donde gusten —les dijo Magnus haciendo aparecer una copa llena de un líquido marrón que se veía repugnante ante los ojos de Adrienna—. Estoy seguro que encontrarán el lugar bastante acogedor.

Ignoró la mirada que el brujo le envió cuando remarcó la última palabra. Toda su concentración estaba en Tessa, quien se acercó a una pequeña barra y se sirvió una copa de Whisky.

No podía siquiera mirarla, a juzgar sus ojos esquivos.

Apretó los dientes y se acercó con paso amenazante, como si asechara a su siguiente presa.

—¿Y bien? —preguntó con exasperación— ¿Ya hablarás de lo que haz estado ocultando? No puede ser tan terrible para que estés tan tensa.

—Oh cariño, sí que lo es —informó Magnus.

Tessa le envió una mirada molesta.

—No estás ayudando —lo regañó, apartó la mirada de él y la enfocó en Adrienna. Sus ojos parecieron suavizarse con expresión maternal—. Solo falta que algunos lleguen —Se apresuró a hablar cuando vio que arrugaba el ceño y mostraba signos de querer incendiar la alfombra si no hablaba pronto.

¿Algunos?

No se sentía cómoda con el significado oculto de esa palabra. No siquiera se creía capaz de soportar un segundo más dentro de aquel mugrero que MAGNUS denominó como guarida.

Sin más que hacer, cruzó las piernas, entrelazó los brazos y clavó su mirada en la de Tessa, quien parecía ponerse nerviosa.

—Te ves irresistiblemente adorable cuando te molestas, cariño.

—Será mejor que guardes silencio —le gruñó al brujo, no estaba para bromas estúpidas—. Mi buen humor se ha ido a la mierda.

Todos los que la conocían lo suficiente, sabían (con bastante pesar) que no era buena idea hacerla enojar. En realidad, cuando se molestaba, deseaba en verdad que la provocaran con vehemencia, necesitaba desquitarse con alguien y lo recomendable en esos casos era que nadie se le acercara. Pero igual deseaba arrancar unas cuantas cabezas.

Tessa pareció notarlo.

—Creo que deberías desistir, Magnus —sentenció Tessa, con cierta cautela. Sus miradas de reojo solo lograron irritarla más. Empezaba a cansarse de aquel círculo vicioso que se basaba en mirar con molestia, regresar la mirada e intentar destensar el panorama.

Magnus las miró con la ceja alzada, pero pareció conforse cuando vislumbró un humo negro rodear a la pelinegra. Los mortales no podían verlo, pero tanto los mestizos, subterráneos y Nefilim podían sentir el aura de Adrienna oscurecerse.

Magnus notó algo oscuro y putrido rodear a la joven con lentitud. Una lentitud que pareció en extremo peligrosa.

De reojo analizó la habitación. No había ventanas, pero estaba iluminada por la luz de cientos de velas que flotaban; algo que seguramente Magnus provocaba con su magia de pacotilla. Habían sillones, tres para más de tres personas y uno individual que Tessa había tomado como suyo, usándolo como si fuera un trono y le confiriera cierto poder o mandato.

Adrienna se irritó más por ese hecho. No le gustaba sentirse inferior.

Las paredes eran moradas y tenían dibujos de sombras extrañas y escalofriantes, algo que estaba segura que eran marcas de brujo. El piso estaba pulido y había una barra llena de infinidad de licores con colores eléctricos y fosforescentes.
Adrienna no pudo seguir viendo nada más porque un gato saltó en su regazo.

Algo estalló en su cabeza, pero no fueron sus sesos.

Gruñó cuando la bestia pareció restregarse en su regazo. Era peluda y sus grandes ojos gatunos estaban clavados en ella.

Le enseñó los dientes cuando empezó a ronronear. ¿Qué se creía esa bestia? ¿Por qué diablos estaba allí, en su regazo? Y lo más importante de todo, ¿por qué se lo estaba permitiendo?

Se tensó cuando lo sintió recostarse en sus piernas, sus pelos se perdieron entre su pantalón de cuero, pero eso no fue lo que la desconcertó.

¿Quería atacarla? ¿Deseaba que bajaraa guardia Lara después lanzarse a su rostro e intentar clavarle sus largas y siniestras uñas?

El gato la olió, con su pequeña nariz moviéndose en todas direcciones, como si detectara algo en ella. Tal vez estaba pensando en donde arañarla o deseaba salir corriendo de su presencia cadavérica.

Típico de los hijos de Hades.

Los animales le temían, olían su aroma a muerte y putrefacción, y preferían salir huyendo de su presencia que seguir cerca de su cuerpo.

Fue una completa sorpresa cuando el gato se estiró y le maulló con fuerza mientras se restregaba en su mano.

El día no podía ponerse más extraño.

—¿Pasa algo, Adrienna? —preguntó Tessa.

Parpadeó varias veces y alejó la mirada del gato para enfocarla en quien hizo la pregunta.

—¿De quién es el gato? —preguntó, ignorando la pregunta de Tessa.

—¡Oh, presidente Miau! —exclamó Magnus, extendiendo los brazos como si algo sorprendente acabara de suceder— Has vuelto de tu aventura por York.

El gato ni siquiera lo miró, seguía tratando de que le hiciera mimos. Dudosa, extendió la mano, deseando acariciarlo y al mismo tiempo lanzarlo contra la pared más cercana. Le dio unos cuantos golpecitos en la cabeza y la bestia pareció contento por su caricia osca.

Tessa pareció comprender y soltó una risita divertida mientras se cubría la boca.

—Ya veo que sucede aquí —murmuró con diversión— ¿Es la primera vez que tocas un gato?

Por alguna extraña razón, se sintió avergonzada y sus mejillas se colorearon de carmesí. Era vergonzoso nunca haber tocado a algún animal, aparte de su antigua mascota que ardía en el averno.

¿Qué persona nunca a tocado un gato?

Con molestia, negó ante la pregunta de la castaña y Magnus pareció sorprendido.

—Hay que ver para creer —ronroneó y se inclinó hacia delante—. ¿Nunca habías tocado uno?

Se encogió de hombros y siguió tocando a presidente Miau, esta vez con toques más delicados y aptos para un animal tan orgulloso. Al pasar el tiempo, fue notando que el pelaje era suave y espeso, como un algodón de azúcar. Se complació al notar que el gato parecía gustarle que lo tocara, lo cual lo volvía aún más extraño.

—Nunca había tocado ningun animal —explicó con algo de incomodidad, sin ahondar en Loki, su perro—. No les gusta mi aura, por lo que trato de mantenerme alejada de ellos.

Omitió hablar de su dulce cachorro de la infancia, el cual su padre lo había hechizado para que no sintiera su aura maligna.

Magnus parpadeó varias veces.

—Eso es deprimente.

—Ya estoy acostumbrada al rechazo —le dijo y miró de reojo a Tessa. No parecía alterada, por lo que podía afirmar que Magnus sabía de su condición—. Debido a mi procedencia... a los animales les desagrada mi presencia. No pueden tolerarla por demasiado tiempo.

El brujo pareció interesado y tomó de su copa tratando de no mostrar mucho interés, pero observó la curiosidad brillando en sus ojos gatunos.

—¿A sí? ¿Y qué más te impide tu procedencia? —preguntó con curiosidad— ¿Tienes tres ojos? ¿Una cola? ¿Cuernos? En lo personal, yo tengo un amigo que es algo parecido, solo que es verde, tiene cuernos y articulaciones extras en las manos.

Tessa pareció particularmente divertida, porque bebió de su bebida y pareció estar más relajada.

—¿Articulaciones extras en las manos? —preguntó con una sonrisa de lado, mientras seguía tocando al animal— Me gustaría conocer a ese amigo tuyo, pero lamento decir que no tengo nada parecido.

—Es una lástima.

Magnus bebió de su bebida y le miró con cierta diversión.

—Aquí me tienes —dijo una voz desde el otro lado de la habitación.

Sin hacer caso a nada más, Adrienna sacó una daga de su cinturón y la lanzó en un perfecto tiro que terminó clavado en la pared. Por poco acertó en la cabeza del desconocido, y por fortuna (o desgracia), había logrado moverse hacia aún lado, salvándose de una muerte prematura.

Lo miró mientras estaba de pie, lejos del gato que había salido corriendo despierta de su inesperado movimiento que desembocó en el lanzamiento involuntario de la pequeña bestia.

Era un hombre verde, con cabello blanco y cuernos negros que sobresalían y parecían ser más grandes con las sombras de las velas. Alguien atractivo, pero al mismo tiempo un extraño.

Sus ojos se llenaron de recelo agrio. Detestaban a los extraños y parecía ser que estaba conociendo a muchos en un solo día.

—¡Ragnor, viejo amigo! —exclamó Magnus.

Ragnor rozó el mango de la daga, se estremeció levemente y la despegó con un ademán de las manos. Esta misma voló hasta las manos de la pelinegra y ella la tomó con los nudillos blancos. No sabía quien era y lo detestaba por ello.

—Fantástico —exclamó un Magnus muy alucinado por su tiro, pero no le dio la mayor importancia.

—Por poco —dijo el hombre verde cuando estaba lista para volver a atacar—. ¿Ésta es la chica de la que hablaste? —la escaneó con la mirada— Belleza arrolladora, vestimenta aceptable, fuertes reflejos. Aceptable, para variar.

—¿Quién eres?

Limpió una mota invisible de su chaqueta y se encaminó a la barra para servirse un trago. Frunció el ceño y se encaminó hacia el desconocido con paso amenazante. Deseaba golpear a alguien, con suerte, Tessa la dejaría golpearlo un poco.

—Adrienna —Se apresuró Tessa—. Él es Ragnor Fell, otro viejo amigo del que te hablé hace algún tiempo.

Recordó una de sus charlas en la chimenea y pudo (vagamente) recordar una conversación en la que hablaban de un amigo que estimaba mucho.

Casi al instante relajó sus hombros y se dejó caer nuevamente en el sillón. Revolvió su cabello y trató de tranquilizarse pensando en cosas buenas, cosas que me gustaban. Se encontraba muy susceptible.

—Gracias por venir, Ragnor. Aprecio tu tiempo.

—No hay de que, querida Tessa, sabes que puedes contar conmigo cuando lo necesites —Ragnor hizo un ademán de restarle importancia—. Aunque debo admitir que tenía cierta curiosidad —le echó una mirada con cierta inquietud a la menor de la habitación, pero los ojos de Adrienna estaban perdidos en alguna parte y no escuchó nada de lo que le estaban hablando. No deseaba escucharlos hablar.

Un bufido de parte del brujo lleno de purpurina llamó la atención de Adrienna.

—¿Le hablaste de él y no de mí? —preguntó Magnus con indignación. Era lo último que necesitaba en esos momentos, sentía que su cabeza iba a estallar— Me siento sumamente ofendido. Yo soy al que conociste primero y debería tener mayor reconocimiento que este brujo de baja categoría.

—¿Baja categoría? —preguntó ofendido— Me parece que estás hablando de ti mismo. Creo que pareces olvidar el hecho de que soy uno de los brujos más brillantes que podrás encontrar, Monseñor.

—La última vez que revisé, seguía siendo el gran brujo de Brooklyn. No Ragnor Fell, si no, Magnus Bane.

—No necesito tener el título, tienes ese puesto porque me fui a Londres, solo por eso —discutió Ragnor.

—Ambos sabemos que no es así, cara de moco...

—Ya basta —interrumpió Tessa, con ojos molestos—. No los llamé para esto. Tenemos asuntos más importantes de las que discutir.

—Me gustaría enterarme de cuales —gruñó con malhumor.

—Habla, querida. No tengo todo el día y mi agenda está saturada. Dejé mil deberes atrás y debo volver a Idris lo antes posible —dijo Ragnor y eso sí que captó la atención de Adrienna.

Sus ojos brillaron con curiosidad.

—¿Vives en Idris, brujo? —preguntó tratando de no darle mucha importancia.

Ragnor la miró con curiosidad, pero no pareció dudar al hablar.

—Desde hace algunos años, obviamente. Antes daba clases en la Academia de los Nefilim, pero hace mucho tiempo de eso —explicó con arrogancia en su voz y mirando a Magnus con los ojos entrecerrados, como si le restregara sus logros en la cara.

Abrió la boca para decir algo, pero otra voz (parecía volverse una costumbre) alguien la interrumpió.

—¡Oh, Tessa! ¡Tanto tiempo sin verte!

La castaña se puso en pie y se acercó a una mujer que por obvias razones era bruja (como la mayoría en la habitación). No quería saber como es que la joven cazadora de sombras se había hecho amiga de tantos brujos, no creía que eso fuera bien visto por la clave o siquiera permitido.

Ambas mujeres se abrazaron.

—Ojalá nos recibieras a todos con el mismo entusiasmo —comentó Magnus con cierta diversión—. Oh, Catarina. Siéntate a mi lado. Debo compartir mi espacio contigo.

Catarina era una mujer que aparentaba ser joven. Tenía puesta ropa de enfermera, su cabello era blanco y su piel de un fuerte color azul. Resultaba bastante exótica al igual que Ragnor, solo que ella parecía verse más elegante y el hombre con cuernos parecía más sombrío que cualquier otra cosa.

—Hola, Magnus —sonrió Catarina—. No te había visto desde hace mucho tiempo Ragnor. Parece ser que todos estamos aquí. Perdón por la tardanza, mi turno en el hospital no me permitió llegar con antelación. Llegué tan rápido como me llegó el mensaje de fuego.

—Perdona por citarte tan precipitadamente, pero ya que están todos reunidos tengo algo importante que decirles y necesito de su ayuda —expresó con sinceridad—. No los hubiera reunido si no hubiera sido de gran relevancia.

—¿Podemos comenzar? —preguntó Adrienna con aburrimiento— ¿O debemos esperar a otro de tus amiguitos?

—¿Es ella? —murmuró una Catarina muy sorprendida, ignorando sus preguntas amargas— Creí que habías dicho que estaba en la casa solariega de los Herondale.

—Lo estaba. Pero es peligroso mantenernos solo allí, por eso es que los he llamado.

Volvió a gruñir en desacuerdo.

Más y más mentiras.

Algo nada bueno se aproximaba.

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Pregunta del día:

¿Prefieren a Ragnor o Magnus? Para mí Magnus siempre será mi primer opción :)

ALERTA DE SPAM (UN FABULOSO SPAM):

¡Así es señoras y señores! ¡Tengo nuevos libros! Y sí, ambos son de…

¡JUEGO DE TRONOS!

Y

mi favorito:

Hay nueva portada en mi fanfic "Magnetismo" (está cool). Perdón por no actualizar tan seguido xD

Apiadense de mi alma, mis amores.

Ok, no :v

¡Voten y comenten! Que en verdad hace que me den ganas de actualizar (soy vaga a morir).

Atte.

Nix Snow.

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