Capítulo 7: Salvando.
Capítulo dedicado a @Martalzquierd quién fue la primera en comentar en el anterior capítulo :v
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Jenna se encargó de averiguar lo necesario del mestizo. Su padre le había enviado un mensaje iris en el que le informaba el como quería su yelmo de vuelta, y aunque se irritó mucho ante sus demandas, no tuvo más opción que apresurarse.
Nadie quería ver al señor de los muertos aún más molesto.
Debía aclarar que ser una hija de Hades no era tan cool como muchos pintarían. Su padre solo la utilizaba cuando necesitaba algo de ella y no tenía ni idea de cómo conseguir su ansiada libertad. Estaba atada a un pozo sin fondo, y si caía, nadie la sostendría.
Para cuando el semidios se retiró de su casa con su madre, y el padrastro quedó inconsciente después de una tarde de póker y mucho alcohol, Jenna se aseguró de que estuviera bien inconsciente al golpear su cabeza contra la mesa. Así que cuando abrió la ventana con un solo movimiento y entró tratando de no hacer ruido con sus botas de combate, supo que tal vez Jackson era un chico bastante normal.
Era de noche y el aire entró como la peste, hubiera logrado estremecerla de no ser porque ella siempre estaba fría y ya no surtía efecto en su cuerpo, había perdido esa capacidad hace algún tiempo. Ella contó hasta diez para ver si alguien se acercaba, pero al ver que no sucedía nada, decidió seguir con lo suyo.
Caminó por toda la sala viendo fotos enmarcadas de la madre de Jackson y el mismo semidios. Fotos de cumpleaños, graduaciones del salón de infancias, fotos sosteniendo un pescado en Montauk; pudo reconocerlo por el gran faro.
Mientras más revisaba el hogar de Jackson, más se daba cuenta que era un hogar completamente mundano. No había nada fuera de lo normal.
Subió al segundo piso sin hacer más ruido y fue tocando las paredes tratando de hallar estabilidad, sus guantes de goma estaban tan fijados a sus manos que incluso le cortaban la circulación a sus brazos. Solo se podía escuchar el tráfico de media noche y las sirenas de policía sonando cada cierto tiempo.
Se preguntó si Jackson era el chico que estaba buscando, pero se distrajo cuando entró al cuarto lleno de cosas azules, casi absolutamente todo era azul y hubiera resultado agradable de no ser porque todo estaba cubierto de botellas de cerveza y envolturas de hamburguesas. Todo parecía estar desordenado y sinceramente sintió lástima de ambos Jackson's.
Cuando revisó y vió que no había absolutamente nada, decidió sentarse en la cama. Estaba tan cansada que no se dió cuenta cuando sus párpados empezaron a cerrarse involuntariamente. Había estado toda la semana al pendiente de Jackson y ni siquiera había tenido tiempo de dormir decentemente. El café ya no hacía efecto y su aspecto debía ser deplorable.
No supo cuanto tiempo pasó, pero de repente se ayó entre una neblina negra. Todo era oscuro y la neblina solo se disipaba cuando ella pasaba.
«Un sueño», pensó.
Escuchó gritos y huesos crujiendo entre dientes monstruosos, risas guturales y sollozos de dolor. Era como estar en los campos de castigo.
¿Una trampa?
Poco a poco la neblina se disipó y pudo ver una luz, la siguió hasta entrar en una sala oscura con antorchas de fuego púrpura y cráneos como decoración.
Estaba en el Hades.
Y sintió como el aire se iba de su pecho.
(...)
Para cuando Jenna logró encontrar la puerta -siempre era difícil encontrar las puertas de las habitaciones en el castillo de Hades-, ya había pasado demasiado tiempo. No se preocupó tanto, los sueños entrelazados con viajes al Hades no siempre tenían sentido en cuanto al tiempo.
Allá abajo todo pasaba más lento.
Vagabundeó por algunos pasillos vacíos que le eran difíciles de recordar por el hecho de que siempre cambiaban de orden y se encargó de esconderse cada vez que aparecía algún fantasma o se encontraba con algún esqueleto de guardia. Se topó con las habitaciones de los fantasmas que fueron ricos y se alejó lo más que pudo de todo ser fantasmal.
Para cuando creyó que no podía estar más lejos de la sala del trono, unos pasos se escucharon por el otro lado del pasillo.
Se preguntó si algún dios la odiaba tanto como para hacerla toparse con alguien que no debía, pero pronto disipó esos pensamientos.
«Es mi hogar», pensó Jenna «ellos son los intrusos».
Los pasos parecieron disolverse en cuanto se detuvo a esconderse en un pasadizo. Eran los pasadizos que utilizaban los fantasmas de la servidumbre para no toparse con las personas importantes del castillo y no perturbar su camino. Aunque pensándolo bien, era algo bastante absurdo considerando que podían atravesar las paredes.
—¿De qué nos escondemos?
Se sobresaltó cuando escuchó una voz susurrando a sus espaldas. Era un voz silbante, casi como un siseo de serpiente.
Al darse la vuelta, aún con tanta oscuridad rodeando su forma, Jenna pudo saber quien era.
—Melínoe.
La diosa de los fantasmas se limitó a mirarla fijamente, tratando de saber algo que Jenna desconocía.
—No estás aquí.
—Al menos eres lista —dijo sin gracia, alejándose unos pasos de ella. Aquella diosa jamás le había infundido confianza.
Melínoe la miró con desagrado y sus ojos negros sin sentimientos la calaron hasta los huesos. Siempre había podido ver su apariencia real, pero la razón le daba más escalofríos que el verla con su apariencia de cadáver.
—Tan sarcástica como siempre, niña.
—Y tu tan... —arrastré las palabras mientras la recorría de arriba y abajo—..., tú.
El aire se enfrió y Jenna pudo sentir como su piel se ponía de gallina. Incluso sin poder sentir frío, pudo ver como su piel se empezaba a llenar de escarcha. Era una lástima que no pudiera hacerle daño.
—Insolente —gruñó la mujer—. Debería enseñarte modales ante la diosa de los fantasmas.
—Pero no puedes —Le recordó mientras sonreía de lado—. Padre te arrancaría la lengua, además, ambas sabemos que no es posible.
Una sonrisa cruel se deslizó por los labios de Melínoe.
—Casi lo olvidaba, no puedes morir, ¿cierto? Y eso te atormenta tanto —murmuró lo último—. Estás llena de rencor y desesperanza, ¿qué se siente que todos mueran y tú sigas aquí? ¿No te gusta la inmortalidad, hermanita?
Jenna dió un paso adelante mientras la miraba a los ojos, le sonrió con malicia y notó como Melínoe se removía en su sitio.
La mirada de la menor resultaba inquietante.
—¿Ya acabaste tu rabieta, Meli? ¿O sigues molesta por que mami y papi no te ponen atención?
—Asquerosa bastarda... —Intentó acercarse a ella con las manos en forma de garras. Era una ilusión, pero estaba segura que podría hacerle daño si se lo permitía— ¡Te enseñaré a respetar a una diosa de la oscuridad!
Para cuando sus garras se quisieron encajar en su cuerpo, Jenna ya estaba a cinco metros de distancia; se había disuelto en las sombras.
—¿Sigues molesta por eso, hermanita? —repitió Jenna con la cabeza ladeada, sus palabras iban cargadas de curiosidad— ¿Aún no lo superas? ¿Sientes el dolor e indiferencia en carne propia?
—¡No te incumbe, niñita entrometida! —exclamó Melínoe— ¿Tú qué haces aquí? —preguntó un poco más tranquila.
A Jenna siempre le pareció creppy el como cambiaba de personalidad tan seguido. Suponía que iba relacionado con la crianza fría y distante de Hades y Perséfone, además de que era literalmente la combinación de ambos dioses y ambos eran muy distintos.
—Nada que te importe —repitió sus palabras mientras se encogía de hombros—. Solo sigue con tu camino y sal de aquí. No te metas en mis asuntos y yo no me meteré en los tuyos.
Por unos segundos, Melínoe tuvo el rostro lleno de molestia y arrugas de expresión que la hacían ver aún más fantasmal. La mitad de su rostro era negro y la otra mitad era blanco, como si toda la sangre hubiera sido drenada. Su cabello y ropa iban de acuerdo con su color de piel, llevaba un vestido negro y una capa dorada.
De pronto, su rostro se relajó y sus ojos reflejaron duda.
—¿Qué quieres con padre?
—Nada —respondió—. Solo me quedé dormida, no te hagas ideas equivocadas.
—¿Entonces no lo sabes?
—¿Saber qué?
No le dijo nada más, solo empezó a caminar en la dirección contraria y para cuando ya casi doblaba en la esquina, Jenna se disolvió en las sombras y se apoyó en la pared, impidiéndole el paso.
Su mirada era mortal, tan fría y cincelada en piedra que parecía tener más edad de la que aparentaba.
—Habla.
Su ceño estaba profundamente fruncido y Melínoe tuvo que admitir que Adrienna di Angelo era muy bonita a pesar de las ojeras y botas llenas de lodo. Sintió una punzada de celos que la impulsó a hacer lo siguiente.
Una sonrisa arrogante se deslizó en sus labios.
Y lo que le dijo a Jenna, le heló la sangre.
(...)
Corrió tanto como pudo, su respiración se contrajo hasta que despertó por la presión y pudo recordar en donde estaba.
Mientras se quedaba dormida, se había recostado en la cama de Jackson y había deshecho la cama. No sé permitió acomodar nada, hizo un viaje sombra fuera del edificio y tomó la moto que siempre usaba en sus misiones.
Jenna no podía usar el viaje sombra sin saber a donde debía ir, podría quedar atrapada en una pared o en algún lugar que no conociera, así que antes de salir de la habitación del niño había tomado una sudadera, y con los conocimientos que tenía de runas, hizo una runa de rastreo, pero ésta no funcionó y tuvo que hacer otro plan.
Deseando que funcionara, intentó usar magia; tenía la loca idea de que si su abuela era bruja, ella también podría serlo. Se concentró todo lo que pudo tratando de pensar en como encontrarlo. Pensó en sus ojos tan curiosos, tan verdes como el mar y tan azules como la pureza de las profundidades del océano. Pensó en como hizo aquella seña hacía su padrastro y el como pareció tan complacido por ello, en como se encargó de sonreírle a su madre a pesar de que parecía melancólico.
No lo conocía, pero intentó pensar en como sería si lo conociera. ¿Sería divertido? ¿Extrovertido? ¿Sonreía mucho? ¿Tenía amigos? ¿Era listo?
Mientras pensaba todo eso, se encargó de canalizar toda su energía en la prenda. Y mientras pensaba y sus pensamientos se perdían en un vacío, a un con los ojos cerrados pudo ver la intensa luz que salió de sus manos.
Ya sabía cómo encontrarlo.
(...)
Percy pensó que estaba muerto. Su madre ya no estaba, se había pulverizado en un brillo dorado y su amigo Grover estaba inconsciente balbuceando palabras incoherentes. Ya no tenía fuerzas para luchar, ni siquiera sabía como luchar. El minotauro estaba tan cerca y no sabía si tendría las suficientes energías para saltar una vez más.
«Voy a morir», pensó Percy.
Estaba enojado consigo mismo. ¿Cómo había pasado todo eso? Se negaba a creer que todo era real, que todo por lo que había pasado lo había llevado a ese momento, al momento en que moriría.
«¿Eso es todo?», se preguntó con decepción a sí mismo.
Y aunque se negaba a creerlo, sabía que era así.
Pero cuando sus párpados estaban por cerrarse y se dejó ir a los brazos de Morfeo, una chica apareció entre los árboles, no era más que una sombra borrosa para él. Delgada y rápida. Sabía que era una chica por el cabello largo, tan negro que parecía disolverse entre la oscuridad de la noche. Saltó por las ramas y destruyó en un montón de polvo a la bestia que estaba por matarlo. Pudo ver cómo se acercaba a él, como sus botas estaban llenas de lodo y su cabello negro caía como una cascada de negrura.
«¿Es un ángel?», pensó cuando ella lo tomó del rostro.
Sus labios se movieron en unas palabras que no entendió, solo rescató algo parecido a «a salvo» y «acabó».
Si ese era el cielo, esperaba nunca irse. Tal vez ella venía por él. Tal vez ya era su hora.
Lo último que escuchó antes de que todo se desvaneciera y cayera en la oscuridad, fue un murmullo bajo de «enchiladas».
Al menos Grover viviría.
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Pregunta del día:
¿Debería cambiarle el nombre a la protagonista? Podría ser uno menos largo XD
¿Estuvo muy aburrido?
Anuncio que no voy a poder estar publicando tan seguido -como si en verdad publicara seguido XD-, lo que pasa es que voy a entrar a clases presenciales éste lunes 4 de octubre, deséenme suerte, que tengo mello :'v
Besos desde Jalisco XD
Nueva dinámica, quién se sepa mi nombre real le dedicaré el próximo capítulo :)
Atte.
Nix Snow.
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